Última virreina novohispana, aristócrata casada con el virrey de la
Nueva España, Juan O’Donojú O’Ryan, quien suscribió la Independencia de México
en 1821 junto con Agustín Iturbide Arámburu por parte mexicana.
Josefa se traslada a México con su esposo como virreyes de Nueva España, pero su llegada no será tan esperada ni bien
recibida. Cuando desembarcan en Veracruz, se enteran de que el virreinato ha
sido suprimido por las Cortes de Cádiz y a Juan O'Donojú no le queda otra que
firmar un tratado por el que llega la ansiada Independencia a México. Poco
después, la virreina enviuda y se verá sola y sumida en un paisaje de
conspiraciones, traiciones y venganzas que la harán pagar la supuesta traición
a la Patria de su difunto esposo, quedando en la más absoluta indigencia y en
el abandono y olvido, sin siquiera poder regresar a la Península, su mayor
deseo, por impedimento real.
Josefa Sánchez-Barriga y Blanco
nace en Sevilla, 16 de mayo de 1762. Hija
de José Mateo Sánchez-Barriga y Caro, hijodalgo, conocido y acaudalado
comerciante sevillano, comisionado por la Administración Borbónica para aplicar
nueva normativa fiscal en Honda, Colombia. Su madre fue Manuela Blanco y Guillén, también de rica y noble familia sevillana.
Josefa tuvo cinco hermanos y quedó pronto huérfana.
En 1779 contrajo matrimonio en la
catedral de Sevilla con el Oficial de Contaduría General de Arbitrios de
Andalucía Juan Cubillo, y en segundas nupcias, en 1796, con el entonces
teniente del Regimiento de Infantería de Ultonia Juan O’Donojú O’Ryan, que llegaría a ser en 1820 caballero de la Orden de Carlos III, de su misma edad y oriundo de Irlanda. El
matrimonio llegará a tener tres hijos que morirán pronto.
Tras exitosa carrera de las armas
desempeñada por O’Donojú durante la Guerra de la Independencia española y de
haber sido Ministro de la Guerra y Secretario del Despacho de Estado con la
regencia de Fernando VII, la pareja se traslada en la fragata “Asia” a la Nueva
España el 30 de mayo de 1821 al haber sido nombrado su marido ya Teniente
General III Jefe Político Superior y Capitán General de la Nueva España,
México.
Considerada como última virreina novohispana Josefa llegará el 30 de julio
de 1821 al puerto mexicano de Veracruz en el mismo navío que reconduce a España
al virrey Juan Ruiz de Apodaca tras haber salido de Cádiz dos meses antes.
Su marido jurará el cargo de Jefe
Político Superior y Capitán General de la Nueva España en Veracruz y no en la
Ciudad de México como estaba secularmente establecido a causa de encontrarse
sistemáticamente bloqueado el camino por fuerzas independentistas y pronto se
pondrá en contacto con el líder de la Emancipación mexicana Agustín de Iturbide
para negociar y consumar la Independencia el 27 de septiembre de 1821.
Sin competencias asignadas para
suscribir ningún acuerdo secesionista O’Donojú sólo había sido asignado con
amplias atribuciones gubernativas como Jefe Político de la colonia de acuerdo
con el nuevo sistema liberal implantado, que suprime la figura de virrey, en la
que hubiera sido sexagésimo segundo de larga saga.
Suscritos el 24 de agosto de 1821
entre el nuevo mandatario español y el adalid independentista Iturbide los
Tratados de Córdoba (Veracruz) que ratifican el Plan de Iguala igualmente
abocado a la Emancipación nacional, Josefa pasa a continuación a residir
palaciegamente en la capital mexicana profusamente festejada por todos.
Nombrado seguidamente su esposo
miembro de la regencia establecida en la excolonia y del Consejo Supremo
Provisional Gubernativo previamente constituido a consumarse el I Imperio de México con Iturbide a la
cabeza, Juan O’Donojú, connotado liberal y masón, que entrara marchando con el
Ejército Trigarante a la ciudad de México, fallece inesperadamente a los dos
meses y ocho días de haber viajado a América, el 8 de octubre de 1821 en la
Ciudad de México y es enterrado con honores de Estado en la cripta de los
Arzobispos de la Catedral de México. Pero O’Donojú, tercer firmante del acta de
Independencia, fue olvidado pronto.
Josefa se hace entonces merecedora de percibir una pensión vitalicia de
12.000 pesos anuales concedida por el Congreso Constituyente gracias a los
servicios prestados por su marido a la causa independentista, pensión que no
cobraría por la mala situación económica que atravesará tanto el I Imperio
Mexicano como luego la República a partir de su fundación en 1824.
A pesar de ser rica y tener
cuantiosos bienes en España por herencia legada de sus padres en su día
consistente en más de 127.000 reales de vellón, la viuda, sumida en la
indigencia, se ve en la disyuntiva de no
haber podido nunca regresar a España ni proveerse de su fortuna pues
enseguida llegan las consecuencias del directo apoyo brindado sin reservas por
su marido a la rápida Emancipación mexicana especialmente a raíz de ser declarado traidor y reputado por Fernando
VII como de “odiosa memoria”.
Fernando VII había declarado traidor a su
marido (“Lo envié a que me conservase esos reinos, no a que los diese a los
enemigos de la Corona”) y en su cólera había proscrito, también, a su familia
entera.
Desprendida paulatinamente de los
bienes que su esposo logró establecer antes de su repentina muerte, privada de
alhajas, vestidos, y muebles, Josefa se ve desahuciada varias veces de casas señoriales,
entre ellas el palacio de palacio de Tacuba 65, para acabar viviendo modestamente
con una fiel criada.
Alertada la Legación española en
México por el presidente de la nación Antonio López de Santa Anna de las privaciones
sufridas por ella recomienda a Pedro Pascual Oliver segundo Ministro
Plenipotenciario español salido de la Independencia se le proporcione 50 pesos
como auxilio económico que llegarán tarde a sus manos porque tampoco podrá ya disfrutarlos
a tiempo enferma terminal como se encuentra.
Todos sus intentos, emprendidos y
dirigidos tanto para vindicar sin resultado la memoria de su esposo a raíz de
haber coadyuvado directamente con la Emancipación mexicana como las sucesivas
súplicas requeridas para recobrar sus bienes incautados en España no darán
resultado, lo que enseguida le abocará a la indigencia.
Josefa moriría de infame indigencia
el 20 de agosto de 1842 en Ciudad de México, 21 años después de llegar a Nueva España,
siendo inhumada de caridad en huesa pública.
Para saber más: La vida triste dela última virreina de México - Revistas INAH