Álvar Núñez Cabeza de Vaca es considerado por derecho propio uno de los más intrépidos descubridor y conquistador español de toda la historia. En Norteamérica (desde la actual Florida pasando por Alabama, Misisipi y Luisiana, Texas, Nuevo México, Arizona, hasta llegar al Golfo de California, territorios que pasaron a anexionarse al Imperio Español dentro del Virreinato de Nueva España) fue descubridor, conquistador, Adelantado, Capitán General y Gobernador.
Sin lugar a dudas, este nieto de Pedro de Vera y Mendoza, uno de los conquistadores de las Islas Canarias, contaba con el marchamo de un espíritu inquieto. Cabeza de Vaca fue, por añadidura, un cronista que legó a la posteridad dos obras, si bien su intención no era otra que la de informar al emperador Carlos V de todo lo visto y oído en el recién descubierto continente americano. Estas dos obras son la Relación y Comentarios de lo acaecido en las dos jornadas que hizo a las Indias y, la más conocida, Naufragios. En esta última, se narra la trágica expedición iniciada en junio de 1527 desde la gaditana Sanlúcar de Barrameda, liderada por Pánfilo de Narváez, y en la que Álvar viajaba en calidad de tesorero y alguacil.
Álvar Núñez Cabeza de Vaca nació en Jerez de la Frontera (Cádiz) hacia 1488 en el seno de una familia hidalga, hijo de Francisco de Vera e Hinojosa (Caballero de la Orden de Santiago y 24 de Jerez) y de doña Teresa Cabeza de Vaca y Zurita. Aproximadamente en 1512 se alistó en las tropas de la Liga Santa de 1511, formada por varios países, entre ellos España, para luchar contra Francia. Dentro de la Liga Santa sirvió en las campañas de Italia en las compañías del capitán Bartolomé de Sierra y de Don Alonso de Carvajal. Participó en la Batalla de Rabean (1512) y poco después pasó a ser alférez en Gaeta. Posteriormente, como militar luchó en conflictos acaecidos en España. En 1520 peleó en la Guerra de las Comunidades al tiempo que, huérfano de padre y madre, pronto entró al servicio de la Casa de Medina-Sidonia como mensajero. Participó en la Toma de Tordesillas y en la Batalla de Villalar. En 1522 combatió en la Batalla del Puente de la Reina, en Navarra.
En 1527 participó como segundo de a bordo en la malograda expedición a la península de Florida dirigida por Pánfilo Narváez, con cinco barcos y unos 600 hombres. La expedición de Narváez, que tenía como objetivo conquistar La Florida, descubierta tan solo catorce años antes, y la búsqueda de oro, desembarcó en las costas de Florida en 1528, y se aventuró hacia el interior, donde encontró la resistencia enconada de las tribus indias. Diezmados y con las manos vacías, los expedicionarios regresaron a la bahía de Tampa, donde no encontraron sus navíos y los supervivientes construyeron frágiles embarcaciones con las que pensaban alcanzar las costas del Golfo de México, pero naufragaron en la desembocadura del río Pánuco. El propio Narváez desapareció junto con la mayor parte de la tripulación. Cabeza de Vaca, junto con otros tres supervivientes de la expedición recorrieron Florida, Texas y el norte de México. Sufrieron el ataque de los pueblos indígenas y fueron hechos prisioneros para finalmente ejercer como "médicos" de las tribus indígenas. Fue rescatado en 1536 cerca de Cualiacán, en la costa mejicana del Pacífico, dos años después de su huida, por una patrulla española enviada a la caza de esclavos y comandada por el capitán Melchor Díaz. Se calcula en más de 8.000 kilómetros el territorio recorrido por estos supervivientes, la mayor parte por tierras inexploradas.
Recorrido seguido por Cabeza de Vaca |
Álvar Núñez regresó poco después a España, donde fue nombrado por Carlos I adelantado, gobernador y capitán general de la ignota provincia de Río de la Plata, mediante capitulaciones firmadas el 18 de marzo de 1540. La expedición desembarcó en la isla de Santa Catalina, en Brasil, y allí Cabeza de Vaca se dirigió hacia la región de Buenos Aires. Descubrió las cataratas del Iguazú. Instalado en Asunción, se dedicó a la reorganización del gobierno y dirigió una expedición a la Sierra de la Plata, en Potosí. La empresa resultó desastrosa para los españoles, pero sirvió para alimentar las leyendas referentes a las míticas amazonas y a Eldorado.
Hombre extremadamente piadoso y comprometido en la defensa de los pueblos indígenas frente a la barbarie de los conquistadores, a su regreso a Asunción en 1544 fue expulsado violentamente del gobierno por una facción que se oponía a su política en favor de los indios. Su sucesor al frente del gobierno, Martínez de Irala, emprendió un brutal avance hacia el oeste, devastando las regiones que atravesaba y aniquilando a los pobladores indígenas. Cabeza de Vaca fue enviado a España tras su derrocamiento, juzgado y deportado a Orán.
Tras ocho años de destierro recibió el perdón de Felipe II, que lo nombró presidente del tribunal supremo de Sevilla. Posteriormente tomó los hábitos y llegó a ocupar la dignidad de prior en un monasterio sevillano, donde murió en 1560.
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