Miguel Mañara fue el ejemplo más fidedigno de hidalgo, caballero del hábito de Calatrava, promotor o patrocinador artístico sevillano en el siglo XVII, singularmente en el campo de la pintura y en su relación con los dos grandes pintores de la segunda mitad del siglo XVII: Murillo y Valdés Leal. Es cierto que ese patrocinio está directamente vinculado con la Hermandad de la Santa Caridad, pero no es menos que la espiritualidad y el impulso recibido por esta corporación, desde 1662, año de su ingreso, se debe a la figura de este singular personaje.
Nació Miguel (de)* Mañara en Sevilla, el 3 de marzo de 1627 y murió, en esa misma ciudad, el 9 de mayo de 1679. Su padre, Tomás Mañara de Leca y Colona, nació en Calvi (Córcega), perteneciente a la Señoría de Génova, hacia 1574 en el seno de una familia noble aunque venida a menos pero que había conseguido labrar una sólida fortuna dedicándose al comercio con América, en cuyas tierras pasó la etapa de juventud. Una vez de regreso en Sevilla ocupó destacados cargos y se convirtió en un hombre público ocupando altas magistraturas en la ciudad (consiliario del consulado de Cargadores a Indias, familiar del Santo Oficio y hermano mayor de San Pedro Mártir). Su madre, Jerónima Anfriano Vicentelo, también de familia oriunda de Córcega, nació en Sevilla hacia 1590.
La vida de Miguel Mañara, fuente de las más variopintas leyendas, a las que él mismo da pié cuando en su testamento, reproducido por su biógrafo, el Padre Cárdenas, se acusa de haber prestado servicio: “a Babilonia y al demonio su príncipe con mil abominaciones, soberbias, adulterio, escándalos y latrocinios”, fue en realidad la de un noble de bajo linaje, pero de desahogada posición económica. Un hombre de convicciones sencillas, piadoso y caritativo.
La infancia de Miguel Mañara es la propia de un niño que pertenece a una familia sevillana tocada por la fortuna. Desde muy niño recibió una educación (cuentas, letras, equitación y armas, además de en pintura) propia del estado de caballero, pues su progenitor había logrado para él el hábito de caballero de la Orden de Calatrava, cuando contaba ocho años, siendo investido tras cumplir los diez. Debido al fallecimiento de sus dos hermanos varones mayores se vio con trece años como heredero del importante patrimonio que llevaba aparejado el mayorazgo conseguido por su padre en 1633, convirtiéndose en un joven ocioso y despreocupado.
Con poco más de veinte años le vemos como miembro de la junta de gobierno de La Hermandad de La Soledad de San Lorenzo (Sevilla), lo cual habla por si de un comportamiento acorde con la moral católica, si bien hay que tener en cuenta la vida licenciosa habitual de la alta sociedad sevillana de la época. A los cuatro meses de la muerte de su padre, con veintiún años, contrajo matrimonio por poderes, en agosto de 1648, con Doña Jerónima María Antonia Carrillo de Mendoza y Castrillo, nacida en Guadix en 1628, a quien se dedicó por entero, en total felicidad, al tiempo que ocupaba notables cargos en la municipalidad, el Concejo y la Universidad de Mercaderes. Tras la muerte de su esposa en 1661, una honda crisis personal le hará cuestionarse su modo de vida, entrando en un proceso de profunda conversión y penitencia.
Miguel Mañara estuvo dedicado a asuntos públicos y con un alto grado de compromiso con la ciudad de Sevilla y con la Iglesia, siendo, desde el año 1651, uno de los alcaldes mayores de Sevilla y pertenecía a la Hermandad de la Santa Caridad, donde empezó ejerciendo el cargo de diputado de entierros y de limosnas, lo cual le dio la oportunidad de apreciar las terribles condiciones de vida de los pobres que morían en la calle, y esta contemplación de las miserias humanas debió llevar al Venerable a tomar posiciones a favor de ampliar las actividades de la Hermandad. Al año de hacer su promesa como hermano, propuso en el cabildo del 9 de diciembre de 1663 un conjunto de ideas para afrontar estas situaciones y recoger por las noches en un local a los pobres que vagaban por las calles de Sevilla. Ello equivalía a formular la creación del hospicio y, aunque tuvo eco la propuesta entre los hermanos, se salía de los fines y recursos de la corporación, por lo que recibió ánimos y estímulos pero no el beneplácito para que la Hermandad se hiciera cargo de tan importante empresa.
En diciembre de 1663 fue elegido hermano mayor, responsabilidad que desempeñó hasta su muerte. En el tercer cabildo que presidiera como hermano mayor, en febrero de 1664, planteó de nuevo su idea, que saldría adelante con su trabajo y el apoyo de los hermanos. A partir de ese momento llevará a cabo una gran obra en cuanto crea el Hospicio primero, y más tarde lo transformará en Hospital de la Santa Caridad, construyendo un amplio edificio, al igual que la iglesia de San Jorge, anexa.
En el año 1671 redactó Mañara el Discurso de la Verdad, un año después de la terminación de la fábrica de la iglesia del Hospital de la Santa Caridad, la obra a la que Mañara dedicó sus desvelos y trabajos desde que en 1661 falleciese su esposa.
El modelo de la acción social que impulsó Mañara y el ejercicio de la caridad, a través de la Hermandad, sugiere que en él prevalecían unos rasgos de personalidad muy sólidos acompañados de una humildad y un amor casi desmedidos hacia los pobres, desvalidos o caídos en desgracia. No es ya sólo el tratamiento a los pobres lo que nos habla de la profundidad de su mensaje, amparado siempre en el Evangelio y las Sagradas Escrituras, sino cómo abordaba situaciones poco comunes en las cuales no ejerció ninguna posición de dominio. Nunca se había negado a atender a quienes se acercaban al Hospital de la Santa Caridad a implorar una ayuda o a solicitar consejo, y esa disposición hacia los demás la tuvo sin dejar de vivenciar una religiosidad de durísima mortificación personal y un hondo discurrir por el camino de una piedad tal vez demasiado compleja para las simplezas a que estaban acostumbrados los hombres de su tiempo.
Hospital de la Santa Caridad (Sevilla) |
Aunque no hay ningún testimonio contemporáneo de su comportamiento como seductor, más allá de su propia confesión, el nombre de Mañara ha pasado a ser sinónimo de seductor, como recogen los versos de Antonio Machado: ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido / ya conocéis mi torpe aliño indumentario (Retrato, en Campos de Castilla) en que lo compara con el valleinclanesco marqués de Bradomín. La razón de ello procedería de una campaña difamatoria que se suscitó como consecuencia del proceso de beatificación a comienzos del siglo XIX, explicable por el anticlericalismo de los ambientes liberales, que encontraron cierto fundamento en la barroca confesión que representa el testimonio del propio Miguel.
* Según el historiador francés Olivier Piveteau, «nunca usó Don Miguel la preposición “de” ante el apellido Mañara. En el apellido completo, el “de” precede a Leca, y no a Mañara, y eso se entiende por ser Leca un antiguo nombre de feudo». Fue la Sevilla del siglo XVIII la que comenzó a añadirlo, con visos de enaltecer a su recordado bienhechor
* Según el historiador francés Olivier Piveteau, «nunca usó Don Miguel la preposición “de” ante el apellido Mañara. En el apellido completo, el “de” precede a Leca, y no a Mañara, y eso se entiende por ser Leca un antiguo nombre de feudo». Fue la Sevilla del siglo XVIII la que comenzó a añadirlo, con visos de enaltecer a su recordado bienhechor
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