viernes, 8 de mayo de 2015

Sancho Dávila y Daza. El “Rayo de la Guerra”


Sancho Dávila, es una de las figuras militares más sobresalientes de la Monarquía Hispánica en el siglo XVI. Abulense, hidalgo, militar y clérigo, empezó como un simple soldado y llegó a dirigir importantes batallas en Europa. Participó en la batalla de Mülhberg donde cruzó de noche el río, con el cuchillo entre los dientes, y acabó muriendo por la coz de un caballo en Portugal, habiendo desafiado a la muerte en el campo de batalla en decenas de ocasiones.

Era hijo de don Antonio Blazquez Dávila y doña Ana Daza. Nació en Ávila en septiembre de 1523 y falleció en Lisboa en 1583. Casó en Flandes, en 1569, con doña Catalina Gallo, que solo vivió un año y de la que tuvo un hijo llamado Fernando. Se le considera entre los grandes capitanes de su tiempo. A su muerte, su cadáver fue depositado en el convento de San Francisco de Lisboa, que su hijo hizo trasladar a la capilla mayor de la iglesia de San Juan Bautista, en la ciudad de Ávila.


Sancho Dávila en un grabado de Carnicero publicado
en Retratos de los españoles ilustres (Madrid, 1791).
Antón Vázquez Dávila, hijodalgo notoriosegún costumbre y fuero de España, abulense y comunero que participó en el asedio del a fortaleza de Fuenterrabía, y perteneciente al linaje de Blasco Jimeno (identificado por seis roeles de azur puestos en palo en campo de oro), contrajo matrimonio con Ana Daza, hija de un hijodalgo notorio de buen casta. Fruto de este matrimonio tuvieron tres hijos, Beatriz, Tomás y Sancho. Este último, nuestro protagonista, se quedaría huérfano al cumplir los quince años y emprendería carrera eclesiástica estudiando latín, gramática y humanidades, filosofía, cánones y teología hasta recibir las órdenes menores. Con veinte años, marchó a Roma, donde emprendería otra carrera menos espiritual y más mundana: la de las armas, al igual que hiciera Cesar Borgia.

Ordenado de menores, estudió en Roma pero abandonó la carrera eclesiástica para dedicarse a la militar, sentando plaza de soldado en el Tercio de Alvaro de Sande (1543). Su primer hecho de armas destacado fue cruzar el rio Elba con 9 soldados españoles, sujetas las espadas con la boca, para ganar las barcas necesarias para construir el puente con el que pasó el ejército, favoreciendo así la derrota de los protestantes y la prisión del duque Mauricio de Sajonia en la batalla de Mühlberg (1547). Regresó con su tercio a Sicilia y se halló en la conquista de África (1550), y también en la desastrosa expedición contra la isla de los Gelves (Djerba), al sur del Golfo de Túnez (1560-61), donde cayó en cautividad, aunque fue liberado el año siguiente. Volvió á España para visitar, por orden del Rey, los presidios de Valencia y erigir el Castillo de Berni. De allí pasó a ser castellano de Pavía, de donde le sacó Fernando Älvares de Toledo, III Duque de Alba, para servir en los Países Bajos. Para ello reclutó en Milán una compañía de caballos que sirvió de guarda de la persona del Duque, en el ejercicio de cuyas funciones prendió al Conde de Egmont en 1568, que le rindió su espada.

Escudo de los Davila. (Ávila. Iglesia de San Juan Bautista)
El 28 de enero de 1569 tomó posesión del cargo de castellano de la ciudadela de Amberes. En una de sus primeras comunicaciones confesaba: «Los soldados que serían necesarios para la guardia ordinaria de la ciudadela de Amberes, según su grandeza, baluartes, cortinas, surtidas y puertas, serian ochocientos por lo menos, y aquí solo hay el número de trescientos cuarenta». Defendían la ciudadela 57 piezas de artillería de toda suerte y calibres, todas de bronce salvo una culebrina de hierro.

Al estallar la sublevación de los Países Bajos venció al conde de Hoogstraten a orillas del Mosa, pero sufrió una derrota y fue herido cerca de Quesnoy. Persiguió a los rebeldes hasta Dahlen, les deshizo del todo, tomó prisionero á Villiers y, en la batalla de Gemmingen fue el primero que se enfrentó al duque Ludovico, señalándose también en evitar que el enemigo llegase a abrir las esclusas para inundar la campiña. En su marcha á Frisia tuvo ocasión de volver a mostrar su arrojo personal al lanzarse con otros en el rio de Groninga, «que vadearon asidos a las colas de los caballos con el agua a los pechos». Derrotó a los rebeldes y les ganó casi toda su artillería y una bandera. Tras obligar al enemigo a levantarse sobre Tirlemont, degolló al sur de la ciudad, a casi 3.000 hombres del grueso del ejército del Príncipe de Orange, obligándole a buscar refugio en Francia.

Durante la segunda sublevación (1572), habiendo sitiado los rebeldes a Middelburg, capital de Zelanda, acudió Dávila en su socorro, obligándoles a levantar el cerco. Persiguió al enemigo, que se retiraba a Ramua [Arnemuiden], «ganó esta plaza, y en su puerto mas de 400 bajeles, de los cuales armó diez y se abrió con ellos paso entre treinta de los contrarios, quemándoles su capitana». Fue entonces cuando sus enemigos empezaron a llamarle con el apelativo con el que pasó a la historia: “el Rayo de la Guerra”.

En noviembre de 1573 Felipe II aceptó la renuncia del Duque de Alba como gobernador de los Países Bajos, sustituyéndole el Comendador Mayor de Castilla, Luis de Requesens. Ordenó éste que Sancho Dávila se pusiera al frente del ejército que debía enfrentarse a los rebeldes “por ser muy conveniente para aquella empresa y para cualquiera otra de tanta importancia como ella, pues es soldado de mucha experiencia y ejecutivo en las ocasiones”. El capítulo final del enfrentamiento lo protagonizó el propio Dávila al frente de 600 de sus mejores soldados. Tras orar brevemente, rodilla en tierra, acometieron a los rebeldes y les ocasionaron la pérdida de 1.200 hombres, entrando triunfante en Maastricht, que le recibió con las mayores muestras de júbilo. Al año siguiente venció en la batalla de Mook a Luis de Nassau.

Tras el «Edicto Perpetuo» (5 de enero de1577), que implicaba la aceptación de los términos de la «Pacificación de Gante», Dávila volvió a España, siendo muy obsequiado por el rey. Pero viéndose D. Juan de Austria en la precisión de refugiarse en Namur, acudió allí de nuevo, respondiendo al llamamiento del hermanastro de Felipe II. Tras la muerte de D. Juan, el rey le confió el mando y la vigilancia de las costas granadinas como Capitán general de la Costa de Granada, ante el peligro de ataques de los piratas berberiscos. Cuando Felipe II heredó la corona portuguesa, Dávila volvió a servir a las órdenes del duque de Alba como maestre de campo general de las tropas que debían enfrentarse a la rebelión del Prior de Crato, opuesto a la sucesión del monarca español pese a su bastardía. El 25 de agosto de1580 era derrotado decisivamente en la batalla de Alcántara, cerca de Lisboa. Dávila recibió del duque de Alba el encargo de perseguir a los fugitivos, llevando a cabo su misión con tal éxito que el 24 de octubre se apoderaba de Oporto, completando la sumisión del reino. Seguía desempeñando el cargo de maestre de campo general, que simultaneaba con la capitanía general de Granada, cuando hallándose en Lisboa, una herida mal curada, producida en una pierna por la coz de un caballo, fue la causa de su muerte, acaecida el 8 de junio de 1583.

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