martes, 19 de abril de 2016

Los hidalgos y los trabajos manuales


El 18 de marzo de 1783, el rey Carlos III publica una Real Cédula en la que declara que es honrado y honesto ejercer oficios artesanos, hasta entonces considerados viles, por lo que, a partir de entonces, aquella persona que los venía desempeñando podía ejercer empleos municipales. 

La disposición real era el resultado de escritos e informes que sugerían la conveniencia de poner fin al estado de desprestigio que pesaba sobre quienes ejercían trabajos manuales, lo que iba en perjuicio de la economía de la nación. 
 

Monumento en las murallas de Ávila
Según D. Manuel Pardo de Vera, Vicepresidente de la RAHE, “Algo muy difundido, pero que no es cierto, es que ser hidalgo era incompatible con ejercer oficios mecánicos, de artesanos, de comercio, etc. Basta con ver los padrones con distinción de estados para comprobar que los hidalgos ejercían toda clase de oficios. Con lo que era incompatible ejercer determinados oficios era con ser caballero ya que esto exigía dedicación exclusiva a las armas”. El autor de este blog comparte plenamente esta opinión.

 

El texto completo de la Real Cédula de 1783, decía así: "Por la cual se declara que no sólo el oficio de curtidor, sino también los demás artes y oficios del herrero, sastre, zapatero, carpintero y otros a este modo, son honestos y honrados; y que el uso de ellos no envilece la familia ni la persona del que lo ejerce; ni la inhabilita para obtener los empleos municipales de la república en que están avecindados los artesanos y menestrales que los ejercitan; y que tampoco han de perjudicar las artes y oficios para el goce y prerrogativas de la hidalguía, a los que la tuvieren legítimamente... siendo exceptuados de esta regla los artistas o menestrales o sus hijos que abandonasen su oficio y el de sus padres y no se dedicaren a otro o a cualesquiera arte o profesión con aplicación y aprovechamiento aunque el abandono sea por causa de riqueza y abundancia; en inteligencia de que mi Consejo, cuando hallare que en tres generaciones de padre, hijo y nieto ha ejercitado y sigue ejercitando una familia el comercio o las fábricas con adelantamientos notables y de utilidad al Estado, me propondrá, según le he prevenido, la distinción que podrá concederse al que se supiese y justificase ser director o cabeza de tal familia que promueve y conserva su aplicación".



Retrato de Carlos III, rey de España
Desde principios del siglo XVIII se tuvo clara conciencia del problema y empezaron a aparecer escritos y leyes que intentaron, fundamentalmente, cambiar las mentalidades y convencer al noble y al plebeyo de que todo trabajo era digno y sólo la ociosidad era deshonrosa, idea que se convertiría en uno de los pilares básicos de toda la política económica del despotismo ilustrado, pero no fue hasta el reinado de Carlos III que se tomaron verdaderas medidas para resolver la situación económica y social derivada del descrédito del trabajo manual.




Sobre Carlos III

Carlos III, Rey de España de 1759 a1788, hijo de Felipe V y de Isabel de Farnesio, fue duque de Parma y de Plasencia (1731-35), y rey de Nápoles y Sicilia (1734 y 1759), y a la muerte de su hermano Fernando heredó la corona española. Su reinado marca la plenitud del despotismo ilustrado en España.

Ayudado por un equipo de ministros excepcionales, entre los cuales destacan los nombres de Esquilache, Floridablanca, Campomanes, Roda, Aranda y Múzquiz, impulsó importantes reformas económicas, sociales y políticas siendo considerado como el más ilustrado de los reyes españoles; así, por ejemplo, llevó a cabo medidas que molestaron a amplios sectores de la aristocracia tradicional o del clero como el proyecto de contribución única y universal, la reorganización del Consejo de Castilla, la prohibición de aumentar los bienes de manos muertas y la limitación de la inmunidad eclesiástica inquietaron a la aristocracia y al alto clero, quienes organizaron en 1766 el llamado motín de Esquilache (una revuelta de los madrileños en marzo de 1766 protestando por el decreto del marqués de Esquilache, primer ministro de Carlos III, que prohibía el uso de la capa y del chambergo (sombrero de ala ancha) con el pretexto de que dichas prendas cubrían las caras de los sospechosos.

Las razones reales del motín fueron la escasez de pan (malas cosechas de 1763-1765) y el encarecimiento de los artículos de consumo. Los amotinados pedían a Carlos III, entre otras cosas la destitución de Esquilache, la anulación de las disposiciones sobre el traje y una rebaja de los precios de los alimentos. El rey no tuvo más remedio que ceder a sus peticiones, pero no cejó hasta encontrar unos supuestos instigadores de la insurrección. Ensenada y los jesuitas (expulsados de España el 1 de abril de 1767) fueron las cabezas de turco del motín.

En lo concerniente al sector agrario, Carlos III disminuyó los bienes vinculados y de manos muertas, y limitó los privilegios de la Mesta, vigentes desde tiempos de los Reyes Católicos, en beneficio de la agricultura, En materia industrial y comercial, proclamó la libertad de la industria y de la circulación de toda clase de mercancías, suprimió las aduanas y demás trabas interiores, promulgó la libertad de comercio con América y modernizó la política fiscal.

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