El favorito don Beltrán de la Cueva fue
quizá el ejemplo más característico de ennoblecimiento en Castilla a finales de
la Edad Media; valido del rey Enrique IV, en una rápida carrera acumuló
numerosos títulos hasta ser nombrado duque de Alburquerque en 1464. Luchó a
favor de este monarca contra la nobleza tras la Farsa de Ávila, y de Isabel la
Católica en la guerra de Sucesión.
Acusado de ser el padre biológico de la heredera del trono, Juana (nacida el 28 de febrero 1462), apodada vulgarmente por sus enemigos como “la Beltraneja”
Acusado de ser el padre biológico de la heredera del trono, Juana (nacida el 28 de febrero 1462), apodada vulgarmente por sus enemigos como “la Beltraneja”
Beltrán
nació en Úbeda (Jaén) hacia 1440 y se cree que murió en Cuéllar (Segovia), a
donde se había retirado, el 31 de octubre de 1492, el mismo año de la toma de
Granada y al poco del descubrimiento del Nuevo Mundo. Era el tercer hijo de
Diego Fernández de la Cueva (señor de la Casa de la Cueva (y nieto de Gil Martínez de la Cueva), Caballero de la
Orden de Santiago, Alcalde de Úbeda y de Alcalá la Real, Corregidor de
Cartagena y primer Vizconde de Huelma) y de Mayor Alfonso de Mercado, ambos pertenecientes
a linajes locales (aunque de origen montañés), nobles pero de poco rango
(hidalgos). Desde principios de 1456 fue paje
de lanza del rey Enrique IV de Castilla (conocido como “el Impotente” y hermanastro de Isabel y de Alfonso), a
quien conoció cuando poco después de ser coronado (Valladolid, 21 de julio de 1454) el monarca
marchó a luchar en Granada; camino de esta ciudad fue hospedado con grandes
honores por el padre de Beltrán, y Enrique IV, agradecido, se lo llevó consigo
a la corte como paje al negarse a ir el primogénito. El año siguiente recibió
su primer título, el de señor de Jimena (Jaén). Beltrán se ganó la confianza
real y en 1458 pasó a desempeñar los cargos de mayordomo y maestresala. En 1459
entró a formar parte de la Orden de Santiago con el cargo de comendador de Uclés (la encomienda más
importante de la Orden y su sede).
Blasones de Beltrán de la Cueva en Cuellar (Segovia)
En
1462, fecha en que casó en Guadalajara con
Mencía de Mendoza y Luna (hija de Diego Hurtado de Mendoza y Suárez de
Figueroa, segundo marqués de Santillana, primer duque del Infantado, y de su
primera mujer Brianda de Luna y Mendoza), sustituyó
en el puesto de valido real a Juan Fernando Pacheco, marqués de Villena, lo
que significó la aceleración de su ya veloz carrera; fue titulado conde de Ledesma, recibiendo en señorío
numerosas villas castellanas hasta entonces de realengo (Atienza, Cuéllar,
Ledesma, Molina, Mombeltrán, Pedro Bernardo, Roa y muchas otras,
constituyéndose uno de los dominios territoriales más extensos del reino), y
siendo nombrado Alguacil Mayor de Úbeda.
Asimismo, acompañó al rey en la entrevista que tuvo en Fuenterrabía
(Hondarribia) con el rey francés Luis XI, y en otra que tuvo con Alfonso V de
Portugal. Poco después, Enrique IV obtuvo para él el maestrazgo de la Orden de Santiago*, lo que levantó protestas entre
la nobleza, pues al ser casado estaba en contradicción con los requisitos de
ese puesto, circunstancia que aprovecharon sus enemigos para atacarle y desacreditarle
políticamente, en especial el marqués de Villena, que temía el gran poder que
estaba adquiriendo Beltrán. Estos ataques, provocaron que Enrique IV tuviera
que aceptar las condiciones impuestas por la nobleza rebelde, retirando el
maestrazgo y expulsándolo de la Corte, aunque fuese temporalmente.
*El rey nombra
maestre de la Orden de Santiago, vacante desde la muerte de don Álvaro de Luna,
a su mayordomo mayor, don Beltrán de la Cueva, en el año 1464. Es don Beltrán
un hidalgo andaluz, favorito del rey y, según los partidarios del marqués de
Villena, amante de la reina doña Juana y padre de la infanta heredera doña
Juana, apodada «La Beltraneja» por razones obvias.
En
1463 pasó a encabezar el Consejo Real. En 1464 él mismo recomendó ceder a
Enrique IV, renunciando al maestrazgo en las entrevistas de Cígales y Cabezón
de Pisuerga (ambos en Valladolid), aceptando así la sentencia de Medina del
Campo del año siguiente que le despojaba del mismo. A cambio, fue elevado al rango de Ricohombre de
Castilla y, el 26 de noviembre, se le otorgó su título más importante, el de
primer duque de Alburquerque. Tenía menos de treinta años de edad. Este
encumbramiento fue también el de su padre, Diego Fernández de la Cueva, que
entre otros cargos y honores fue titulado vizconde de Huelma. Pero tal posición
le supondría, no sólo la envidia de otros nobles, sino también un constante
peligro para su vida, pues sufrió a lo largo de ella varios atentados, entre
ellos el del Alcázar de Segovia y el de Villacastín (Segovia).
Enrique IV de Castilla |
Participó
en la guerra civil que siguió a la sublevación de la nobleza contra Enrique IV
en la Farsa de Ávila (5 de junio de
1465), que pedía al infante Alfonso como heredero en lugar de Juana; como
razón, los nobles proclamaron
públicamente que ésta era hija ilegítima de la reina Juana de Portugal y de
Beltrán de la Cueva, llamándola por ello Juana la Beltraneja, por los
rumores sobre una supuesta relación entre la reina y Beltrán, y también porque
se consideraba impotente al rey (su primer matrimonio, a la edad de 16 años, con Blanca II de Navarra,
había sido anulado por esta razón y Juana había nacido seis años después de la
segunda boda); asimismo, cuando en 1465 Beltrán sostuvo un “paso de armas” en
El Pardo con ocasión de la visita de unos embajadores bretones, y al no revelar
el nombre de su dama muchos consideraron que se trataba de la reina. En
cualquier caso, entre 1465 y 1468, el tiempo que duró la guerra, encabezó los
ejércitos monárquicos, venciendo en 1467 en la batalla de Olmedo a los hasta
entonces triunfantes rivales.
Después
del Pacto de los Toros de Guisando (19
de septiembre de 1468) al
nombrar Enrique IV heredera a su hermana Isabel (la futura Isabel la Católica, se retiró a Cuéllar, sin participar apenas en la vida
política del reino salvo con ocasión de la lucha por el trono de Isabel la
Católica, a quien apoyó, y en las campañas de Granada, donde luchó con
arrojo. Al fallecer su padre en 1472 heredó su título (elevado a conde dos años
después). Por esta fecha formalizó su primer testamento en Cuéllar, por el que
creaba el mayorazgo de Alburquerque; sin embargo, un segundo testamento otorgado
en la misma villa en abril de 1492, pocos meses antes de morir, instituyó dos
mayorazgos más, el de Roa y otro, para sus otros dos hijos varones (uno de
ellos ilegítimo), y varios para sus sobrinos.
Muerta su primera esposa Mencía de Mendoza y Luna, contrajo segundas nupcias en 1476 con Mencía Enríquez de Toledo, hija de García Álvarez de Toledo, primer duque de Alba de Tormes, y de María Enríquez. En 1482 contrajo matrimonio por tercera vez, en Cuellar, con María de Velasco y Mendoza, marquesa viuda de Villena. Con la primera tuvo, entre otros, a Francisco Fernández de la Cueva (nacido en 1463), que sucedió en su Casa a su padre y sería el segundo duque de Alburquerque; con la segunda a García de la Cueva y Toledo que falleció soltero, y con la tercera, a Cristóbal, señor de Roa, y a Pedro, señor de Torregalindo.
Muerta su primera esposa Mencía de Mendoza y Luna, contrajo segundas nupcias en 1476 con Mencía Enríquez de Toledo, hija de García Álvarez de Toledo, primer duque de Alba de Tormes, y de María Enríquez. En 1482 contrajo matrimonio por tercera vez, en Cuellar, con María de Velasco y Mendoza, marquesa viuda de Villena. Con la primera tuvo, entre otros, a Francisco Fernández de la Cueva (nacido en 1463), que sucedió en su Casa a su padre y sería el segundo duque de Alburquerque; con la segunda a García de la Cueva y Toledo que falleció soltero, y con la tercera, a Cristóbal, señor de Roa, y a Pedro, señor de Torregalindo.
Además,
tuvo un hijo natural en doña Beatriz de Santiago, su vasalla y vecina de
Cuéllar, mujer de Santiago de Palencia, alcaide de la villa.
Merced de Enrique IV, en 1466, a Beltrán para que funde mayorazgo |
Hombre
valeroso y generoso, e inteligente hasta la brillantez, mucha parte del éxito
de su carrera política se debió a sus grandes cualidades. Dedicó parte de su
vida a glosar el Libro de Cetrería de Juan de Sahagún, cetrero del rey Juan II.
Para saber más
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