viernes, 16 de febrero de 2018

Antonio Cánovas del Castillo. Político conservador, y escritor


Presidente del Consejo de Ministros de España durante casi 25 años (siete veces), fue el mayor artífice del régimen de la Restauración. A pesar de ser considerado como uno de los más brillantes políticos conservadores de la historia contemporánea española, ha sido muy criticado por la oposición por crear una falsa apariencia de democracia mediante el "turno de partidos", por suspender la libertad de cátedra en o por su postura favorable al esclavismo.


Antonio Cánovas del Castillo nació en Málaga, el 8 de febrero de 1828, en el seno de una familia ilustre pero modesta. Su padre, Antonio Cánovas García era maestro en el Colegio de San Telmo para huérfanos del Ejército y de la Marina. Además fundó un colegio que también dirigía; su madre Juana del Castillo y Estébanez, prima del destacado escritor Serafín Estébanez Calderón, conocido bajo el apelativo de “el Solitario”. Era el mayor de seis hermanos y, en esa misma ciudad conocería a su futura esposa, Juana del Castillo Ibáñez, perteneciente a una buena familia aunque sin medios económicos. En 1887 contrajo nuevo matrimonio, con Joaquina de Osma y Zavala, hija de los marqueses de La Puente y Sotomayor 30 años más joven que él.

Ex libris, con su escudo de armas
 La muerte del padre, acaecida en 1843, supuso un fuerte golpe a la economía familiar ya de por sí no muy boyante. La madre tuvo que vender algunos terrenos y Antonio consiguió el puesto de ayudante en el Colegio de San Telmo mientras seguía estudiando. Dos años después fundó la revista 'La Joven Málaga'

Licenciado en Derecho por la Universidad de Madrid en 1853, sus inquietudes se dirigieron inicialmente hacia la literatura y la historia. Escribió notables trabajos sobre los Austrias y la decadencia española, que le valieron el ingreso en la Academia de la Historia (1860). También fue miembro de la Real Academia Española (1867), la de Ciencias Morales y Políticas (1871) y la de Bellas Artes de San Fernando (1887).

Sus inquietudes intelectuales se canalizaron, además, a través del Ateneo de Madrid, que presidió en 1870-74, 1882-84 y 1888-89. A la política llegó a través del periodismo, trabajando desde 1849 en el diario de Joaquín Francisco Pacheco, líder del grupo «puritano» que representaba el ala más conciliadora del Partido Moderado. Esa vocación centrista quedó confirmada al integrarse en la Unión Liberal, partido creado por O'Donnell para interponerse entre moderados y progresistas.

Su primera responsabilidad política fue la redacción del Manifiesto de Manzanares, que hizo públicas las posiciones de los militares participantes en la llamada “Revolución de 1854” (O'Donnell, Serrano y Dulce). Fue ocupando puestos políticos de importancia, como los de diputado en las Cortes constituyentes de 1854-56, gobernador civil de Cádiz, director general de Administración Local, subsecretario de Gobernación, ministro del mismo ramo (1864) y de Ultramar (1865-66).

Su actitud ante la insurrección de los sargentos del Cuartel de San Gil (1866) le costó el destierro a Palencia, permaneciendo apartado de todo protagonismo político hasta que estalló la Revolución de 1868, que destronó a Isabel II.

Durante el Sexenio Revolucionario de 1868-74, Cánovas asumió el liderazgo de una minoría conservadora en las Cortes, señalándose en los debates contra el sufragio universal y la libertad de cultos. Atacó tanto al régimen democrático de Amadeo de Saboya como a la Primera República que le sucedió, aprovechando para restaurar la monarquía de los Borbones, pero no en la persona de la ex reina Isabel
cuyo descrédito había provocado la revolución, sino en la de su hijo Alfonso, a quien haría reponer como rey con el nombre de Alfonso XII.


Una vez que abdicó la reina madre en el exilio (1870), Cánovas consiguió plenos poderes para dirigir la causa monárquica (1873), mientras orientaba la educación del príncipe en Inglaterra y le hacía proclamar el llamado Manifiesto de Sandhurst, en el que trazaba las líneas directrices de una futura monarquía parlamentaria, liberal y moderada. Fue fortaleciendo la causa alfonsina en medios políticos y acrecentando la viabilidad de la restauración, peroel general Martínez Campos se le adelantó, proclamando al rey mediante un pronunciamiento militar en Sagunto (1874). Sin embargo, por primera vez en la historia de los pronunciamientos españoles, los militares no ocuparon el poder, y pusieron en él a Cánovas, como líder de los partidarios de la Monarquía: el último día de 1874, Cánovas formó un gobierno que ejercería la regencia hasta la llegada de Alfonso XII.

Dueño de un poder incontestado, Cánovas realizó en los dos años siguientes una obra ingente, que puso las bases del régimen de la Restauración, el cual habría de perdurar hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera (1923). Preparó e hizo aprobar la Constitución de 1876, estableciendo una monarquía liberal inspirada en las prácticas parlamentarias europeas. La clave era acabar con la violencia política y los pronunciamientos militares que habían marcado el reinado de Isabel II, asentando la primacía del poder civil. Pero para ello había que garantizar la alternancia pacífica en el poder; Cánovas diseñó un modelo bipartidista al estilo británico, formando él mismo un gran Partido Conservador a partir de la extinta Unión Liberal, y encontró en Sagasti la figura que asumiría el liderazgo del Partido Liberal, con el cual se turnarían los conservadores en el poder.

Tras gobernar casi sin interrupciones hasta 1881, Cánovas dejó el poder a Sagasta, recuperándolo en 1884. Al morir Alfonso XII en 1885 y para consolidar la regencia de María Cristina, selló con Sagasta el llamado “Pacto de El Pardo”, por el cual ambos partidos se sucederían sin enfrentarse en la gobernación del país. La peculiaridad del régimen canovista era que las elecciones constituían una farsa manejada por las redes oligárquicas del caciquismo, mientras que el Parlamento y el gobierno se formaban de espaldas a la opinión pública, en función de pactos entre los líderes de los dos partidos dinásticos y con una intervención decisiva de la Corona.

Cánovas volvió a presidir el Consejo de Ministros en 1890-92 y en 1895-97. En su haber como gobernante hay que anotar la pacificación del país, poniendo fin a la sublevación cantonal (1874), la Tercera Guerra Carlista (1875) y la Guerra de los Diez Años en Cuba (1878). Pero se mostró impotente ante los nuevos conflictos que suscitaban el nacionalismo catalán, el movimiento obrero, el anarquismo, las disidencias internas de su partido (Francisco Silvela) y la reaparición del movimiento independentista en Cuba (1895). Murió asesinado por un anarquista italiano durante su estancia veraniega en un balneario, el 8 de agosto de 1897.



Cánovas y su mujer estaban en el balneario de Santa Águeda en Guipuzcoa donde iba todos los años desde hacía casi treinta. Allí fue asesinado por el anarquista italiano Michele Angiolillo, que se justificó alegando que vengaba la muerte de anarquistas torturados en el castillo de Montjuich en un proceso relacionado con la represión de las prácticas terroristas en Barcelona durante los últimos años del siglo.


El ducado de Cánovas del Castillo es un título nobiliario con GdE que concedió la regente María Cristina, el 22 de julio de 1901, a su viuda Joaquina de Osma y Zavala

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