Nació
en Valladolid, el 28 de febrero de 1697, en
el seno de una familia de origen noble, arraigada en los antiguos solares
de la casa paterna de Montiano y de la materna del valle de Orozco del señorío
de Vizcaya y en el de Mena. Su padre, Francisco Antonio de Moniano, contaba
apenas veinte años cuando comenzó a desempeñar cargos tan importantes como el
de secretario del almirante de Castilla; su madre Manuela Luyando. Durante su
infancia, estudió Gramática, Retórica y Poesía Latina en el insigne Colegio de San
Ambrosio de su ciudad natal, ero tempranamente asistió a la muerte de sus
progenitores, en 1701 a la de su padre y en 1704 a la de su madre. Huérfano en
plena niñez, fue educado por sus abuelos, pero al fallecimiento de éstos, en
1708, se trasladó a vivir a Zaragoza, donde su tío Agustín Francisco era
ministro de la Real Audiencia.
Con
motivo de la batalla de Zaragoza (1710), se vio obligado junto a su tío a salir
de esta ciudad, rebelde a los Borbones, y regresar a Valladolid, donde continuó
el estudio de las Leyes. Esta estancia fue breve; recobrada por el Rey la isla
de Mallorca, creó en la capital balear una Audiencia, cuya regencia le fue
conferida a su tío. En el archipiélago se familiarizó con la historia, la
política y las bellas letras.
El
año 1727 se trasladó a Madrid buscando nuevos horizontes. Allí continuó
dedicándose al cultivo y estudio de la literatura. A la Corte le siguió su tío
por haberle concedido el Soberano una de las fiscalías del Consejo de Hacienda,
muriendo poco después.
Montiano
sufrió un duro golpe, ya que este fallecimiento supuso el fin de su refugio
afectivo y económico, pues estaba establecido en Madrid sin empleo y con la
obligación de mantener a su tía y familia, para lo cual no le sufragaba la
renta de los vínculos que poseía en Valladolid. En esta precaria situación,
resolvió dirigirse a Sevilla, a donde se había trasladado la Corte. En la
capital andaluza, el ministro Joseph Patiño le propuso al Rey como secretario
de la Junta de comisarios españoles e ingleses. Cuando la Corte regresó a
Madrid, Montiano continuó desempeñando su cargo hasta que la Junta concluyó su
trabajo en 1735. El Monarca premió su
trabajo y lealtad proporcionándole plaza en la Primera Secretaría Universal del
Estado. Un año antes, en 1734, había
contraído matrimonio con María Josefa Manrique, camarista de la Reina, hija
del mariscal de campo, Diego Antonio Manrique.
A
partir de 1735 se ve a Montiano y Luyando en Madrid, estable por empleo y por
matrimonio. Este mismo año se concibió la idea de formar una Academia —ya se
había fundado años antes la Española— bajo la protección de Su Majestad, y fue
precisamente Montiano quien imprimió, desde los primeros momentos, gran impulso
a la novel Academia. Redactó sus primeros estatutos e inició el plan de un Diccionario Histórico Crítico. Fue a fines de 1735 cuando, dejando el
nombre de Academia Universal, la naciente institución se denominó Academia
Española de la Historia. Sin embargo, no tenía protección real; para
conseguirla se encargó a Montiano solicitar ese privilegio al Monarca Felipe V, que fue
concedido en abril de 1738, siendo Montiano elegido director ese mismo mes.
Por
encargo de la Academia escribió El Cotejo de la conducta de S. Majestad con la
del Rey Británico, publicado en 1739. Es un opúsculo en el que se unen sus
primitivos saberes de jurisprudencia, la experiencia en su primer empleo y los
asuntos de la Secretaría de Estado, a lo que se añade, un buen estilo y
lenguaje, exactitud y prudencia naturales.
En el año 1740 fue ascendido a oficial
mayor de la Secretaría de Estado.
Entre tanto, no descuidó sus tareas literarias, ni su celo a favor de la
Academia, para lo que promovió y solicitó a Su Majestad una renta anual. Por
fin, en 1744 Felipe V expidió sus Reales Decretos a la Cámara, al Consejo Real
y al de Indias dotando a la Academia de la Historia de 4.000 ducados anuales y
concediéndole el oficio de cronista de la Corona. En agradecimiento por estas
fructíferas gestiones, sus miembros solicitaron al Rey, en julio de 1745, que
Montiano fuera nombrado su director perpetuo, cargo que desempeñó hasta su
fallecimiento.
En 1746, coincidiendo con el cambio de
Monarca, se le confirió la Secretaría de la Cámara de Gracia y Justicia de la
Corona de Castilla. Fue la etapa más productiva en el campo literario.
En
1751 los integrantes de la Academia de los Desconfiados de Barcelona
solicitaron la protección real. El Monarca remitió esta petición al informe y
dictamen de la Real Academia de la Historia, cuya cabeza era Agustín de Montiano,
quien accedió a la súplica de los eruditos catalanes, y Su Majestad les
concedió la Real Cédula en enero de 1752. Los interesados, conociendo la
decisiva intervención de Montiano, le nombraron académico de la recién creada
Real Academia de Buenas Letras de Barcelona. En octubre de ese mismo año,
accedió como académico de honor a la Real Academia de Nobles Artes de San
Fernando, donde posteriormente alcanzó la máxima distinción: consiliario en
1754. En esta aristocrática Institución trabajó activamente en la redacción de
los Estatutos de 1757 e intervino como escritor con motivo de los premios
anuales de las tres Nobles Artes. Asimismo, en 1752 ayudó a la fundación de una
Academia de Buenas Letras en Sevilla, siendo el primero de sus académicos.
Una de sus obras más famosas |
La
fama de hombre insigne y literato traspasó las fronteras. En Rusia se le
concedió el título de académico de la Academia Imperial de las Ciencias de San
Petersburgo en 1759; y en 1760 se le nombró miembro de la Academia de los
Renacidos, en la ciudad brasileña de Bahía de Todos los Santos.
Agustín
de Montiano tenía pensamiento de editar sus obras en un volumen conjunto
titulado Memorias de la Real Academia de la Historia, como lo atestigua el
permiso que solicitó al Rey en 1760; sin embargo, nunca se cumplieron sus
deseos, dejando sus escritos diseminados por las diferentes Academias de
España, algunos de los cuales han desaparecido. Durante los últimos meses de su
vida se vio imposibilitado de todo movimiento corporal, muriendo en Madrid el 1
de noviembre de 1764.
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