Dean y vicario en la catedral Toledo;
obispo de Plasencia, primado de España y arzobispo de Méjico donde expulsó a
los Jesuitas, mejoró la catedral y fundó un hospital, un asilo y la casa de expósitos.
Arzobispo de Toledo en 1772. Inquisidor general de los Reinos de España (1794–1797), Lorenzana
fue fiel al programa reformista de Carlos III y Carlos IV, si bien esta
fidelidad no le privó del aislamiento y el ostracismo en los últimos años de su
vida.
Descendiente
de una ilustre familia hidalga,
Francisco Antonio fue bautizado en la ciudad de León el 22 de septiembre de
1722. Era el tercer hijo de Jacinto Manuel Rodriguez de Lorenzana y Varela, natural
de león, alcalde de los hijosdalgos, regidor perpetuo de la ciudad, y de María
Josefa de Salazar Taranco, natural de Castro Urdiales. Nieto paterno de don
Pedro Francisco Butrón de Lorenzana y Nieto, Capitán del Regimiento de España y
Corregidor de Carrión de los Condes
Escudo de Lorenzana en la UCLM (Toledo) |
Huérfano
de padre a la edad de nueve años, Francisco Antonio fue inscrito en el estudio
de gramática que la Compañía de Jesús regentaba en su ciudad natal. En marzo de
1739 obtuvo el grado de bachiller en artes, y un año después se trasladó a
Valladolid para continuar sus estudios en la universidad. En 1742 consiguió el
grado de bachiller cesáreo civilista en la universidad de Santa Catalina de
Burgo de Osma (Soria), y en 1744 ingresó en el Gimnasio Canónigo-Civil de Santo
Tomás (Valladolid), escuela de práctica jurídica en la que tuvo de tutor a Juan
Antonio Sáenz de Santa María, catedrático y futuro vicario general de la
catedral de Toledo.
En
el otoño de 1748, Lorenzana se trasladó a Salamanca para licenciarse en leyes.
En esta ciudad permaneció tres años, durante los cuales residió en el elitista
Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo de aquella Universidad. En él conoció a
personajes de la talla de José Nicolás de Azara, futuro embajador en Roma. En
1751 obtuvo por oposición una canongía en la catedral de Sigüenza, en donde realizó
un inventario de los libros y documentos antiguos y un catálogo de las
reliquias y alhajas de la diócesis. En julio de 1755, Lorenzana se trasladó a
Toledo, en cuya catedral alcanzó notables puestos (vicario general,
vicetesorero y deán).
En
1765, Lorenzana fue nombrado obispo de Plasencia (Cáceres) por Carlos III,
ciudad en donde residió pocos meses, pues al año siguiente fue elegido vigésimo cuarto arzobispo de
México. En julio de 1766 desembarcaba en Veracruz y entró en la capital del
virreinato de la Nueva España y tomó posesión al mes siguiente. En la
travesía transatlántica había viajado con el nuevo virrey, marqués de Croix,
quien entró en la capital mexicana semanas más tarde. Ambas autoridades colaborarían en diversas empresas, contando con la
ayuda del obispo de la Puebla, Francisco Fabián y Fueros, y del visitador
general José de Gálvez. Sin duda, la
medida más difícil que tuvieron que afrontar estas autoridades del virreinato
fue la expulsión de los jesuitas (24 de junio de 1767). La administración
de las posesiones y bienes de los jesuitas y la sustitución de misioneros y
sacerdotes en el virreinato crearon muchos problemas al arzobispo, cuya imagen
salió muy perjudicada por los ataques y sátiras promovidos por los contrarios a
la expulsión.
Desplegó una energía y capacidad de
trabajo tales que se hizo tan famoso como temido, sobre todo por los conventos
de monjas, cuyos estatutos intentó reformar, y por los jesuitas, contra los
cuales chocó desde el principio. Supo conjugar la fe católica con el reformismo
ilustrado e intereses sociales e incluso científicos.
Las empresas y reformas de Lorenzana en
México fueron muy numerosas, ente ellas la fundación de una Casa de Expósitos y
Hospicio de Pobres, cuyos internos llevaron el apellido Lorenzana en recuerdo
del arzobispo.
Como
buen ilustrado, Lorenzana se preocupó
por el pasado de México. En 1770 publicó la Historia de Nueva España escrita
por su esclarecido conquistador, Hernán Cortés, aumentada con otros
documentos y notas. Se trataba de una edición parcial de las cartas de relación
que escribiese en el siglo XVI el célebre conquistador extremeño, ilustradas
con 478 notas redactadas por el propio arzobispo, en las que demostró su
interés por el pasado indígena y las peculiaridades geográficas del territorio.
También editó las actas de los primeros
concilios mexicanos, con las biografías de los arzobispos que le
precedieron.
Nombrado arzobispo de Toledo, Lorenzana dejó la capital mexicana en marzo de 1772
y llegó a su nueva sede en octubre siguiente. De nuevo, el conocimiento del
arzobispado y las reformas en la administración y las finanzas fueron
completadas con un programa artístico e histórico que dejó profunda huella en
Toledo. Mandó construir, dentro del palacio arzobispal, varias dependencias
destinadas a la biblioteca arzobispal y a gabinetes de historia natural y de
antigüedades, en donde se dispusieron los fondos secuestrados a la Compañía de
Jesús y otras donaciones particulares.
El 7 de diciembre de 1772, una vez
aprobado su expediente nobiliario, recibía la Gran Cruz de Carlos III, de manos
del Rey, como primer Caballero ingresado en la Orden y era nombrado Gran
Canciller y Prelado de ella.
También
Ventura Rodríguez, Maestro Mayor de la Catedral, sería el encargado de
reconstruir el antiguo alcázar, incendiado por los portugueses durante la
Guerra de Sucesión, para transformarlo en la Real Casa de Caridad. Las obras se
iniciaron en febrero de 1774 y quedó inaugurado en julio de 1776. El alcázar,
destinado a educar y socorrer a los pobres, se convirtió en una institución
modelo de la beneficencia ilustrada, que la Corona y la Iglesia intentaron
expandir por España y América. Con el fin de socorrer a los pobres de Ciudad
Real, se levantó la Real Casa de Caridad, que fue inaugurada por Lorenzana el
30 de abril de 1788.
Nombrado cardenal por Pío VI el 30 de
marzo de 1789, fue enviado a Italia
en 1797, tras un intento de procesar a
Manuel Godoy por bígamo y por ateo, junto al arzobispo de Sevilla y al
confesor de la reina. A consecuencia de ello, fue desterrado de España en marzo
de 1797. En septiembre de 1800 se instaló en Roma tras una breve estancia en
Venecia para elegir al sucesor del papa Pío VI, y en diciembre, la reina
consorte María Luisa le obligó a renunciar para que se nombrara arzobispo de
Toledo al infante Luis de Borbón). Durante su estancia en Roma, Lorenzana se
dedicó a cumplir con los preceptos religiosos, deleitarse con los estudios
literarios y practicar la beneficencia, además de adquirir una parte de la
colección de manuscritos (unos 1.000 códices) que había coleccionado el
cardenal Zelada.
Lorenzana
murió el 17 de abril de 1804, contando ochenta y dos años. Su cuerpo fue
enterrado en el coro de la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén y, en
septiembre de 1956, sus restos fueron trasladados a la cripta de arzobispos de
la catedral de México.
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