sábado, 11 de marzo de 2023

Antonio de Escaño y García de Cáceres. Teniente General de la Armada; Ministro de Marina; del Consejo de Regencia



Participó en casi todas las grandes operaciones navales que sostuvo España en su época: la expedición contra Argel, la defensa de Cádiz, la de Finisterre, en la batalla del Cabo de San Vicente, en la que, gracias a su visión militar, consiguió salvar el buque insignia español, el Santísima Trinidad, por lo cual recibió la encomienda de Carrizosa / Orden de Santiago (1800), y en la batalla de Trafalgar.


Antonio (Leonardo Fulgencio) nació el 5 de noviembre de 1752 en Cartagena (Murcia), siendo sus padres: don Martín de Escaño y Arizmendi (el linaje hidalgo Escaño es originario de Escaño –Burgos–, desde el siglo XIII, y diversas ramas se trasladaron a Córdoba, Lucena y Cabra; una rama de Lucena pasó a Cartagena en el siglo XVIII) y doña María Cristina García-Garro de Cáceres y Ruíz. Sentó plaza de guardiamarina el 8 de julio de 1767, en Cádiz, compañía de la que entonces era capitán Jorge Juan. Terminados sus estudios embarcó en el navío “Terrible” y cruzo entre los cabos San Vicente y Santa María.

Escaño fue destinado a los famosos jabeques que Barceló en el Mediterráneo hacía célebres, recibiendo, en mayo de 1769, el bautismo de fuego embarcado en el jabeque “Vigilante”; por su valor fue recomendado por su comandante, el teniente de navío Osorno, siendo habilitado de oficial el 6 de febrero de 1770. El 21 de agosto ascendió a alférez de fragata, embarcando en el “Vencedor”, de la escuadra del marqués de Casa Tilly, pero su misma recomendación anterior le llevó de nuevo a los jabeques, donde se necesitaban oficiales más valerosos. 

El jabeque es una embarcación de vela triangular;  también se podía navegar a remo

En abril de 1774 ascendió a alférez de navío y embarcó en el “Santo Domingo”, con destino a Montevideo, en donde desempeñó destinos en tierra: de ayudante del cuerpo de artillería, de subteniente en el 8º batallón de marina y de teniente en el 4º.
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De vuelta a España, se instaló en Cartagena y, en 1778, ascendió a teniente de navío, siendo destinado a la escuadra de don Luis de Córdova. Estuvo embarcado en los navíos “Fénix” y “Santísima Trinidad”. Sirvió con los mejores generales, Juan Tomaseo y José de Mazarredo, que pronto conoció la gran capacidad de su ayudante.

Se impusieron la tarea de formar la mejor escuadra de la época. Así lo reconocieron los franceses en el canal, e incluso los mismos británicos, enemigos. En cabo Espartel se admiraron de la pronta formación de la línea de combate, de la rápida colocación del navío insignia en el centro de la fuerza y del cierre de distancia de la retaguardia al grueso. Mazarredo, con modestia, decía que la razón del éxito era la prontitud y acierto con que Escaño hizo obedecer sus órdenes.

Ascendió en 1782 a capitán de fragata; con el mando de una división, compuesta por la fragata “Colón”, los bergantines “Infante” y “Vivo” y dos balandras, con la que hizo un crucero por el Mediterráneo. Concurrió a la desgraciada expedición de Argel de 1775 mandando el “Infante”.

En agosto de 1783 fue nombrado primer ayudante del subinspector del arsenal de Cartagena y este destino le sirvió en gran manera para aumentar sus conocimientos de construcción de buques y carenas, así como de los armamentos y administración de los almacenes generales y de los de exclusivo; estuvo en este destino poco más de un año. En 1784, pasó a mandar la fragata “Casilda”, incorporándose a una división de jabeques a las órdenes del capitán de navío don Joaquín de Zayas.

El 5 de febrero de 1796 tomó posesión de la mayoría general de la escuadra del general Mazarredo, que arboló su insignia en el navío “Concepción”.

Combate del Cabo de San Vicente

A principios de 1797 se le confirió el mando del navío “Príncipe de Asturias”, y asistió al combate del 14 de febrero sobre el cabo de San Vicente. Al deponerse a Mazarredo del mando, también se relegó a Escaño al departamento de Cádiz, y ni sus méritos anteriores ni su reconocida pericia impulsaron a que fuese destinado a servir en alguna de las honrosas expediciones marítimas que por entonces se realizaron. El 9 de noviembre de 1805 fue ascendido a teniente general.

Al morir Gravina en sus brazos, en la batalla de Trafalgar, Cádiz, el 21 de octubre de 1805, de resultas de sus heridas, pronunciaba estas palabras “Mi bastón de mando, aquel que nunca se ha separado de mi lado, se entregará, en cuanto fallezca, al dignísimo general Escaño, como prueba pública de haberlo empuñado bajo mi nombre”.

El 20 de enero de 1806 fue nombrado ministro del Almirantazgo y el 15 de marzo de 1807 era recibido como académico de la Historia.

El 2 de mayo de 1808 participó del entusiasmo general. Rechazó los cargos que le ofrecía el gobierno intruso, uno de ellos el de una escuadra que había de llevar tropas de Ferrol al Plata, amenazado por una expedición Británica. Se resistió hasta a los deseos de su maestro y entrañable amigo Mazarredo, jefe de la marina del rey José Bonaparte.

Abandonado Madrid por los franceses, la junta Central le nombro el 15 de octubre, ministro de Marina. En el desempeño del cargo dio pruebas de sus vastos conocimientos; acudió con infatigable actividad a todo lo que exigía la defensa de España, en lo que dependiera de nuestras fuerzas navales para la seguridad de los puertos y de las costas.

Mandó abrir los arsenales para socorrer a los ejércitos y organizó la salida de navíos y fragatas, que trajesen los caudales de América. Es lástima que tomase las riendas de la Armada en ocasión en que ésta poco hacía, ya que los británicos se encargaron de la protección del comercio que antes atacaba.

Deseando la Junta Central recompensar el celo del ministro de Marina, le nombró virrey y capitán general de Buenos Aires, negándose Escaño a aceptar tal cargo por hallarse la nación en peligro, poniéndose a las órdenes de la Junta para servir en el cometido que se le diese sin aspirar a mantenerse en el ministerio.

Dejó el ministerio de Marina el 31 de enero de 1810, nombrado miembro del Consejo de Regencia de España e Indias que reemplazó a la Junta Central, disuelta poco después de la desgraciada batalla de Ocaña. Cesó el 28 de octubre de 1810 y pasó a ocupar un puesto en el Consejo de Estado.

A la vuelta de Fernando VII, fue nombrado comandante general del departamento de Cartagena, destino que no llegó a desempeñar, falleciendo en Cádiz, donde se hallaba, a mediados de julio de 1814 de un ataque de apoplejía.

Usaba como armas: En campo de plata, un árbol copudo de sinople, terrasado de su color.


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