Escritora y activista social. Sorteando
las dificultades que en su época se oponían al acceso de las mujeres a la
universidad, estudió en Madrid derecho, sociología, historia, filosofía e
idiomas (teniendo incluso que acudir a clase disfrazada de hombre).
Concepción Arenal Ponte nacíó el 31 de enero de 1820 en El Ferrol, en el seno de una familia hidalga acomodada con ideales liberales. Su padre fue Ángel Arenal Cuesta, un sargento mayor, que ingresó varias veces en prisión por posicionarse en contra del absolutismo de Fernando VII y fue en una de esas ocasiones en las que cayó enfermo y falleció; su madre, Concepción Ponte, era gallega. La prematura muerte de su padre cuando contaba tan solo nueve años la marcaría para siempre
D. Ángel del Arenal comenzaría los
estudios de leyes en la Universidad de Valencia, pero por el estallido de la
guerra de la Independencia los abandona para integrarse en la carrera militar y
en 1812 era ya sargento mayor. No dudó en alistarse contra los ejércitos
napoleónicos, participando en el bloqueo de Bayona de 1814.
En
1847 Concepción casó con Fernando García Carrasco, abogado y escritor, y ambos
esposos colaboraron en La Iberia. Su primer libro fue la novela Historia de un corazón, y en 1851
publicó Fábulas en verso. Enviudó en
1855 y se retiró a Potes (Santander) con sus hijos, y más tarde a Galicia.
Próxima al ideario de Karl Krause y de sus seguidores en España, como el
influyente Francisco Giner de los Ríos, pronto
fueron conocidas sus críticas a la injusticia social de su tiempo
(particularmente contra la marginación de la mujer, la condición obrera y el
sistema penitenciario), fundamento de un reformismo social de raíz católica.
En
1862 publicó su Manual del visitador del
preso y, en 1864, fue nombrada visitadora general de prisiones de mujeres.
Colaboró con Fernando de Castro en el Ateneo Artístico y Literario de Señoras,
precedente de posteriores iniciativas en
pro de la educación de la mujer como medio para alcanzar la igualdad de
derechos. Desarrolló una intensa actividad filantrópica: fue fundadora del
Patronato de los Diez, de la Constructora Benéfica y del periódico La Voz de la
Caridad (1870), secretaria de la Cruz Roja de Madrid, directora de un hospital
de campaña en la 3ª Guerra Carlista.
Al
mismo tiempo elaboró una amplia obra escrita, en la que reflexionaba sobre
propuestas como la legitimidad de la guerra justa en defensa de los derechos
humanos (Ensayo sobre derechos de gentes),
la orientación del sistema penal hacia la reeducación de los delincuentes (El
visitador del preso) o la intervención del Estado en favor de los desvalidos
(La beneficencia, la filantropía y la caridad). Como penalista propuso una
función educativa del sistema penitenciario que reformase al delincuente en
lugar de castigarlo.
De
sus obras sobre la condición femenina sobresalen La mujer de su casa y La
mujer del porvenir. En La mujer de su casa (1895), estudió los problemas a
que debía enfrentarse la mujer española de su tiempo para ocupar digna y
eficazmente el puesto en que la sociedad humana la necesita. En La mujer del
porvenir (1868), señaló la contradicciones en la consideración de la mujer,
combatió los prejuicios sobre la supuesta inferioridad de la mujer y exploró
las consecuencias de su acceso a la educación y al trabajo.
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