Creador de la novela regional, y uno de
los tres grandes -con Menéndez Pelayo y Amós de Escalante- del denominado
“Renacimiento montañés“. Su trilogía novelística más importante es la que
refleja la epopeya rural montañesa “Peñas Arriba” en 1895·, la epopeya marinera
de Cantabria “Sutileza” en 1885 y la epopeya urbana de la ciudad de Santander
“Nubes de Estío” en 1981.
De él dijo su paisano Menéndez Pelayo que “no fue Pereda literato profesional, sino un hidalgo que escribía libros, donde se refleja su espíritu creyente y castizo, donde se aprende a vivir bien y a morir mejor”.
De él dijo su paisano Menéndez Pelayo que “no fue Pereda literato profesional, sino un hidalgo que escribía libros, donde se refleja su espíritu creyente y castizo, donde se aprende a vivir bien y a morir mejor”.
José
María de Pereda y Sánchez de Porrúa nació en Polanco (Cantabria) el 6 de
febrero de 1833 en la casa solariega de una familia bien acomodada, hidalga por los cuatro costados y
profundamente católica y tradicionalista. Sus
padres fueron Juan Francisco de Pereda y Bárbara Josefa Sánchez Porrúa; su
padre era de Polanco y su madre de Comillas (en Cantabria); se casaron de muy
jóvenes, de forma que llegaron a tener veintidós hijos, si bien tan solo nueve llegaron
a adultos. Diodora de la Revilla Huidobro, natural de Santander, casó
en abril de 1869 con el gran escritor cántabro el 6 de febrero de
1833 y murió en Madrid el 13 de abril de 1912.
Estudió
las primeras letras y el bachillerato en Santander. Dejó su tierra en el otoño
de 1852 para preparar, en Madrid, el ingreso
en la Academia de Artillería de Segovia, pero pronto abandonó sus estudios,
ya que no se sentía inclinado por ellos, sino más bien por la vida madrileña,
las tertulias y las fiestas de sociedad.
En
1855 vuelve a Santander, donde enferma gravemente de cólera. Convaleciente, se
trasladó a Andalucía y de nuevo en Santander colaboró en el periódico La Abeja
Montañesa. Fundó luego, en colaboración, el "novenario" El tío
Cayetano y también compuso obras teatrales, pero el éxito de los primeros cuadros de costumbres publicados, le marcaron
la ruta que había de seguir. En las Navidades de 1865 se traslada a París y
entra en contacto con la literatura francesa, con la que se familiariza y en
aquél mismo año publica sus Escenas
montañesas. Tras su paso por París, vuelve a Santander, donde fue
secretario de la sección de letras del Ateneo santanderino. Desde entonces
hasta 1868 abandonó la literatura;
Casado en 1869 con doña Diodora de la
Revilla y Huidobro, fue Diputado a
Cortes en 1870 y correspondiente de la
Española de la Lengua en 1871. Partidario del partido carlista, fue
nombrado diputado por Cabuérniga, pero disgustado con el mundo de la política y
por consejo de Menéndez Pelayo, retornó a la literatura.
Comienza
a escribir poniendo en evidencia su pensamiento e ideología -conforme al gusto
de las novelas “de tesis”- y a la vez con una profunda sensibilidad regional,
manifestada en sus contenidos y en sus descripciones, hasta ser considerado por
la crítica -y concretamente, por Leopoldo Alas “Clarín”- como el creador de la novela regional. Su
producción literaria se desarrolla en su casona de Polanco, hasta que en 1884
hace un viaje a Madrid, que prolonga por Valencia y Barcelona, y más tarde a
Portugal, con su amigo y antagonista ideológico, Benito Pérez Galdós. Ambos
reciben calurosos homenajes a su paso por Lisboa, Cintra, Coimbra y Oporto, así
como en Galicia y Asturias.
Entre 1890 y 1891 publica Nubes de estío y Al primer vuelo, polemiza con Emilia de Pardo Bazán y en 1892 acude a Barcelona como mantenedor de los Juegos Florales de aquella ciudad, donde pronuncia su discurso El Regionalismo.
En 1893 muere su hijo primogénito Juan
Manuel, lo que produce en Pereda un
derrumbamiento espiritual absoluto, del que apenas se sobrepuso. Y aún vino a
entenebrecer su alma todavía más, la terrible catástrofe del buque “Cabo Machichaco”,
sucedida no mucho después, que cubrió de luto a Santander y a España entera.
Ingresa en la Academia Española en 1896, con un discurso de recepción de su amigo Benito
Pérez Galdós. Es homenajeado en Barcelona en 1897. En 1903 recibe la Gran Cruz
de Alfonso XII. Fallece en Santander, el 1 de marzo de 1906 a consecuencia de
las secuelas de una apoplejía que tuvo en 1904.
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