Fue uno de los tres validos del rey Enrique
IV, junto con Beltrán de la Cueva, l duque de Alburquerque y Juan Pacheco, l
marqués de Villena y l duque de Escalona.
Condestable y canciller mayor de la corona de Castilla. Alcaide de Alcalá la Real, Andújar y Jaén y corregidor de Úbeda y Baeza, estuvo al servicio de Enrique IV.
Condestable y canciller mayor de la corona de Castilla. Alcaide de Alcalá la Real, Andújar y Jaén y corregidor de Úbeda y Baeza, estuvo al servicio de Enrique IV.
De
origen humilde, Miguel Lucas de Navia (Iranzo) nació en Belmonte (Cuenca), villa perteneciente a Juan Pacheco,
marqués de Villena, en el primer tercio del siglo XV. Su padre fue Tomás Luca
de Nieva. Al enviudar su madre, Catalina Pérez de Mena, se vuelve a casar con
Alonso Álvarez de Iranzo (Iranzu) –agricultor-, apellido con el que se conoce.
Cuando
Miguel Lucas alcanzó el favor del monarca benefició a sus allegados. Así ayuda
a ascender socialmente a sus tres hermanos: Diego Fernández de Iranzo y
Fernando del Cerezo, nombrados comendador de Montizón y de Oreja,
respectivamente; el tercero, Alonso de Iranzo, alcanzó el puesto de arcediano
de Toledo.
Comenzó
al servicio de Juan Pacheco, marqués de
Villena y a través de él logrará entrar en la corte castellana de Juan II,
sirviendo como paje de su hijo Enrique, que al reinar se preocupa de instruir e
introducir en el seno de la corte a un grupo de personajes que manifiesten
cierta afinidad personal, para contrarrestar las traiciones de Juan Pacheco y
Pedro Girón.
En
Madrid recibe formación y el 12 de junio
de 1455 Enrique IV le otorga la nobleza de la que carecía su linaje, siendo investido caballero en una
solemne ceremonia tras la batalla ante Íllora.
Uno de los días clave en la vida de Miguel Lucas fue el que se le concedió la dignidad de caballero, junto con otros personajes, caso del hijo del almirante, por sus méritos en la campaña granadina. El hecho no estuvo exento de polémica, ya que el ennoblecimiento por voluntad regia y, según los enemigos de Iranzo, “sin mirar ni virtudes ni linaje ni otra cosa alguna” molestó a muchos. Aquel día de 1455 fue armado caballero de espuelas doradas, un reconocimiento que sólo podía ser concedido por el Rey o un delegado suyo. Asimismo, se le concedieron los símbolos y colores pertenecientes a los blasones del Monarca y la categoría de miembro de la Orden de la Banda. Todos estos actos tenían una gran significación por cuanto la condición caballeresca era, para el noble, la demostración de su dimensión militar. Nunca se habían otorgado tantos títulos juntos en un solo día y a una sola persona.
Posteriormente,
y hasta 1458, fue nombrado criado y chanciller mayor del rey; antes del cambio
de reinado fue designado halconero mayor y corregidor de Baza; con
posterioridad, ostentó el mismo puesto en Baeza (18 de agosto de 1455); más
tarde, alcaide de Alcalá la Real y de los alcázares de Jaén, hasta conseguir,
finalmente, el título de Condestable de
Castilla, siendo investido como tal el 25 de marzo de 1458, un cargo
vitalicio y vacante desde la ejecución en Valladolid de su predecesor, Álvaro
de Luna, cinco años atrás (1453). Durante los años centrales de su carrera política
pretendió, infructuosamente, ser nombrado maestre
de Santiago. Pero tanto la oposición de los nobles como, por otra parte, su baja procedencia impedía al monarca
concederle el maestrazgo, pues para desempeñar el cargo de maestrante de la
Orden era imprescindible ser, al menos, hidalgo y poder demostrar la limpieza
de oficio.
Su
ennoblecimiento fue propiciado también a través de su matrimonio con María Teresa de Torres, hija única de Pedro de
Torres y de Leonor Carrillo, nieta del adelantado de Andalucía y prima del
conde de Haro, Pedro Fernández de Velasco.
Tuvieron
dos hijos, Isabel, que murió joven y Luis de Iranzo, que tomó los hábitos
franciscanos. La política matrimonial y el descontento de Miguel Lucas en la
Corte –quizá las intrigas del marqués de Villena y otros nobles- fueron los
motivos definitivos que ocasionaron su traslado al territorio fronterizo. La
primera visita a Jaén tuvo lugar el 20 de mayo de 1458. Y, a pesar de su
partida, el condestable siguió manteniendo contacto directo con el rey, a quien
recibió en tierras giennenses en varias ocasiones.
En
la ciudad jienense destacó por su gran habilidad a la hora de fortificar y
defender la ciudad, por organizar unas tropas de caballeros de cuantía que, en
número aproximado de 1.200 jinetes, acompañaron a las tropas castellanas en la
campaña contra el reino de Granada que tuvo lugar en 1464, con el condestable
Iranzo a la cabeza de los ejércitos cristianos con el beneplácito de Enrique
IV.
Sobre la vida del condestable se
escribió en su época una biografía, la "Relación de los Hechos del muy
Magnífico e más Virtuoso Señor don Miguel Lucas, Muy Digno Condestable de
Castilla".
Fomenta actividades artísticas en el
seno de la “corte” que él crea y gobierna en el reino de Jaén: música, baile, danza y representaciones teatrales.
El Condestable, utilizando sus propios recursos, provee a la ciudad de un
maestro para suplir la actitud negligente del clero catedralicio, tradicional
responsable de esta instrucción, con el objeto de preservar el habitual centro
de enseñanza de artes liberales, ya existente en la ciudad desde la Baja Edad
Media.
Crea en Jaén una casa de moneda, la jaenciana, visitada por el propio Enrique IV en
1469. Manda allanar la plaza de Santa María, en la que existían unas moles de
piedra de gran tamaño. También se acometieron obras de acondicionamiento de la
ciudad, como el traslado de las carnicerías extramuros, a la actual Puerta
Barrera, y el trazado de la que se convertiría en vía principal de la ciudad,
La Carrera.
Fue asesinado en la iglesia mayor de
Santa María (Jaén) el 21 de marzo de 1473, mientras asistía a misa con su esposa, doña Teresa de Torres, por un
ballestero de su ejército. La excusa para formar el grupo de rufianes que
provocó la muerte fue la ya usada (nuevamente, al igual que don Álvaro de
Luna): su política de protección hacia los judíos y conversos, aunque,
probablemente, los celos de otros nobles fue una de las causas que motivaron
este suceso. Tras su muerte, el rey Enrique IV, en 1475 mandó colgar a algunos
jurados y regidores de las ventanas en venganza por el asesinato de su
condestable. Sucedido en el oficio de condestable Pedro Fernández de Velasco,
conde de Haro.
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