El linaje Vargas alcanzó su mayor celebridad en la villa de Madrid, reconquistada por el rey de Castilla y León Alfonso VI «El Bravo» en el año 1083-5, En la historia de esta villa, alcanzó gran prominencia. El primero de este apellido, del que se tienen noticias, fue Iván o Juan de Vargas.
Iván de Vargas fue un valeroso hidalgo, que ayudó eficazmente a don Alfonso en la conquista de la villa que, pasados los siglos, habría de convertirse en la capital del reino. Una vez pacificada la zona, se convirtió en un rico hacendado, a cuyo servicio estuvo san Isidro Labrador, patrón de la Villa y Corte, canonizado en 1622 por Gregorio XV.
Asalto de Madrid por Alfonso VI en Historia de la Villa y Corte de Amador de los Rios (1860)
Las narraciones populares atribuyen varios milagros al santo, llevados a cabo en vida y después de su muerte.
San Isidro labrador |
Uno de ellos es el relato que dice que en un año de sequía y temiendo Isidro por la rentabilidad de la hacienda (situada en el actual Carabanchel) de su patrón Iván de Vargas, con un golpe de su arada hizo brotar agua de la tierra. Tanta agua salió que pudo abastecer a la Villa entera.
Otro de los milagros atribuidos a San Isidro cuenta que, estando su mujer en casa, el hijo de ambos, Illán, cayó a un pozo. Cuando Isidro llegó a casa, se encontró a María desconsolada, y ambos rezaron a la Virgen de la Almudena para que les devolviera a su pequeño. El rezo surtió efecto y las aguas del pozo fueron subiendo hasta el brocal, con el niño flotando sobre ellas sano y salvo.
Su
vida es conocida gracias a un códice escrito por Juan Gil de Zamora. Es
muy probable que san Isidro fuera mozárabe, ya que este grupo social
fue numeroso en tierras toledanas, es decir, del antiguo reino de
Toledo, que comprendía también Madrid y Guadalajara, y se establecía en
los fértiles valles fluviales, dedicándose a la agricultura y sus
miembros repartidos en alquerías, aldeas y villas; la mayor parte lo
hizo como campesinos independientes o collazos adscritos a la tierra y
vinculados a algún señor, caso de san Isidro con Juan de Vargas. En el
códice también se hace mención a sus cinco milagros, que le llevaron a
ser canonizado en el año 1622.
“Iván de Vargas tuvo con su mujer Nufla dos hijos y una hija, María de Vargas que fue a la que resucitó San Isidro. El mayor de los hijos fue Fernán Yañez de Vargas que quedó a vivir en Madrid de quien fue sucesor Sancho Fernández de Vargas, uno de sus hijos, cuya hacienda recayó en doña María de Vargas hija de Fernán Sánchez de Vargas, de ésta pasó a don Nuño Sánchez de Vargas, que lo había sido de los bienes del primer hijo de Iván de Vargas. El citado don Nuño casó con doña Mayor Alfonso Mexia, y tuvieron a Diego de Vargas, vasallo del rey y regidor de Madrid por el año 1448, quien reedificó hacia el año 1455 la capilla de los Vargas”.
Casa de Iván de Vargas (Madrid) |
Otro hijo del citado Iván de Vargas, llamado Pedro Yáñez de Vargas, acompañó al rey Alfonso en la conquista de Toledo, culminada el 25 de mayo del año 1085, donde quedó muy bien heredado, fundando, a media legua de la ciudad, un lugar que, de su nombre, se llamó Vargas y constituyó el solar primitivo de los Vargas de Toledo.
Con posterioridad, Pedro Fernández de Vargas, hijo de Fernán Pérez de Vargas y nieto del citado Pedro Yáñez de Vargas, fue uno de los más esforzados guerreros que se distinguieron en la batalla de las Navas en 1212, dando repetidas pruebas de ser digno descendiente de sus valerosos ancestros. Un valor, lealtad y bravura que trasmitió a su hijos Garci Pérez de Vargas y Diego Pérez de Vargas.
Armas de los Vargas |
Garci Pérez de Vargas no sólo emuló las bélicas hazañas de su progenitor, sino que las sobrepasó. Fue uno de esos héroes que mereció ser cantado en las novelas de caballería: venció al rey de los gazules, al que dio muerte y por esta y otras muchas hazañas mereció que su nombre fuera esculpido en mármol, en una inscripción que se leía en la puerta de Jerez, en la ciudad de Sevilla.
Su hermano Diego Pérez de Vargas alcanzó renombre en la batalla de Jerez, año 1231, donde, al habérsele roto en la lucha su lanza y espada, desgajó un verdugón de oliva con su cepellón y continuó combatiendo, con tal destreza y valentía, que golpe que él descargaba, moro que caía. Atónito, su caudillo, don Alvar Pérez de Castro, gritó: "Machuca, Diego", y desde entonces se llamó Diego de Vargas Machuca, nombre que conservan sus descendientes.
Diego de Vargas Machuca. Batalla de Jerez, 1231 |
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