Se fue a Valladolid y volvió a Asturias con el oficio bien aprendido. Escultor, autor de multitud de obras en conventos e iglesias de la región, como el retablo del santuario de Contrueces.
Luis Fernández de la Vega nació en Llantones, parroquia de Santa María de Leorio, en el concejo de Gijón, (Asturias) en 1601. Su padre era molinero pero hidalgo, casado con su madre, que se llamaba María González, en terceras nupcias.
Retablo del Santuario de Contrueces |
Se trasladó a Valladolid por cuestiones de pleitos familiares. Allí, ocioso, se estableció en casa de un escultor, de los tantos que tenía la ciudad gracias a los talleres que había fomentado la Corona. Esta es la historia que él mismo relata:
Tanto mi padre como mi abuelo eran de mi mismo nombre, Luis Fernández
de la Vega ambos, naturales también y también vecinos de Llantones, y
agraciados por tradición y herencia familiar al estado noble. De hecho, mi
padre fue empadronado por dicho estado en Llantones en el año 1602, al año
justo de nacer yo. En la pequeña nobleza no habrá hacienda, pero hay pleitos,
de modo que fui enviado a Valladolid en seguimiento de un pleito que
manteníamos desde antiguo y, dado que mi nombre era el mismo que el de mi padre
y mi abuelo, podía firmar por ellos. El pleito se fue demorando, como es
corriente en estos casos, y, como yo disponía de mucho tiempo libre, mataba mis
ocios paseando por la ciudad de Valladolid, que es fría, cuenta con alguaciles
abusones y, en líneas generales, no me gusta nada. A causa del frío, pues era
invierno, me las apañé para encontrar un lugar resguardado donde pudiera
entretenerme, que era el taller de un escultor. En él pasaba horas y horas,
viéndole a él trabajar y, a mi vez, protegiéndome del frío. Al encontrarme tan
asiduo a su taller, cierto día el escultor me preguntó si quería aprender el
oficio; yo le respondí que sí, por responder algo, y entonces el escultor me
encargó que esculpiese alguna cosa, para comprobar mi habilidad. Entonces yo
esculpí en un mazo los misterios de la Pasión y el maestro, al verlos, exclamó,
asombrado: «¡O tú eres el diablo o eres el famoso Luis de la Vega!». El pleito se perdió.
Después de aprender el oficio regresó a Asturias, estableciéndose en Oviedo con taller propio y allí vivió permanentemente, sin más desplazamientos que ocasionales viajes por breves temporadas. Consta documentalmente que en 1636 era juez noble de Gijón. Era persona de notoria hidalguía y buena posición en el país.
Bajorrelieve de Cristo Resucitado |
En 1616 contrajo un primer matrimonio con Isabel Menéndez, hija del pintor Juan Menéndez Valdés. En 1629 volvió a casarse, esta vez con María Argüelles, del concejo de Siero, con la que tuvo cinco hijos y que le sobrevivió varios años.
Tuvo taller en Gijón, San Martín de Anes (Siero) y luego en Oviedo. Su obra fue más extensa de la que hoy se conoce, pues, la guerra de la Independencia, la desamortización y la acción iconoclasta de los años 1930, destruyó una parte de sus retablos y esculturas. Su obra se puede reconocer por toda Asturias. En Gijón se encuentra el retablo del santuario de Contrueces, una de sus principales obras, con Santiago Matamoros; en la Catedral de San Salvador de Oviedo: los retablos de las capillas de Santa Bárbara y los Vigiles, el altar de San Martín; la estatua orante de Vigil de Quiñones e imágenes de San Roque, la Concepción y Santa Teresa de Jesús, así como de las iglesias de San Vicente y San Pelayo. Otras obras destacadas se encuentran en Cangas de Narcea, Salas, Soto de Aller, Villaviciosa y, fuera de Asturias, en la provincia de Valladolid y León, sobre todo en Medina del Campo.
Falleció en Oviedo el 1 de julio de 1675.
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