Conocido con el sobrenombre de “capitán coplero”, fue heredero intelectual del Siglo de Oro. Al igual que muchos autores de aquella época siguió la carrera militar, uniendo las armas a su vocación literaria.
El poeta toledano se enmarca en esa mitad del siglo que estuvo dominada, en lo político, por los nuevos aires de la recién implantada dinastía borbónica y, en lo cultural, por la figura de fray Benito Jerónimo Feijoo y su revolucionario Teatro Crítico Universal. El fructífero reinado de Felipe V supuso cincuenta años de cambios y modernización que Lobo pudo contemplar en primera persona.
Fue un poeta muy leído en la primera mitad del XVIII y desde luego el más editado. Entre 1713 y 1769 se imprimieron varias ediciones de su poesía en Cádiz, Pamplona y Madrid. Asimismo, Lobo fue un personaje popular entre la sociedad más selecta de su tiempo, lo que seguramente incidió en la buena acogida que tuvieron casi siempre sus poesías. Sin embargo, Lobo dio mucha más importancia a su carrera militar que a su dedicación a la poesía. Como poeta fue un autor que escribía en sus momentos de ocio. Nunca empleó demasiado esfuerzo en corregir lo que salía de su pluma.
Eugenio Gerardo Lobo no prestó excesiva atención o inquietud por conservar todo lo que salía de su inspiración poética, ya que en ocasiones enviaba por correo sus poemas sin preocuparse por guardar una copia. Con el paso de los años todo indica que Lobo fue abandonando su apego por la poesía. Al ir asumiendo, con el paso de la edad, cargos más relevantes en la milicia su dedicación a la poesía retrocede hasta casi desaparecer.
En agosto de 1750, como resultado de una caída del caballo, falleció en Barcelona.
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