Antonio Aparisi y Guijarro abogado del Ilustre Colegio de Valencia y elegido miembro de la Real Academia Española, fue uno de los grandes pensadores tradicionalistas del siglo XIX. Procedente del sector de los llamados neo-católicos, se incorporó al Carlismo a raíz de la Revolución que destronó a Isabel II en 1868.
Criado en una familia de pocos recursos económicos debido al prematuro fallecimiento del padre, se licenció, sin embargo, en derecho, alcanzando pronto fama como jurisconsulto en la corte. Fundó la revista La Restauración, y el periódico El Pensamiento y fue diputado por Valencia en las Cortes. En 1866 fue elegido para la Real Academia de la Lengua, con la silla g, pero no tomó posesión.
Antonio de Padua Gustavo Vicente Aparisi y Guijarro nació en Valencia, el 31de marzo de1815. De posición desahogada, sin embargo, su padre, Francisco de Paula Aparisi Satorre, oficial mayor de la Contaduría del Ejército y comisario de guerra honorario, hombre caritativo casi hasta la prodigalidad, al morir en 1829 dejó a su viuda, Francisca Guijarro y Ripoll, “diez reales de viudedad, corta hacienda, largas deudas y siete hijos por añadidura”.
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El linaje de los Aparisi se nos presenta como una familia de labradores acomodados de la huerta, que gozan de la condición de ciudadanos de inmemorial, gracias a lo cual las sucesivas generaciones descendientes de esta familia han podido probar su nobleza e ingresar en la Real y Distinguida Orden de Carlos III.
Francisco Belda, gran amigo de su padre y hombre de extensa instrucción, se encargó desde entonces de la educación del adolescente. Realizó estudios de legislación, Historia, Filosofía, Literatura y Moral. Extractaba los autores clásicos, añadiendo sus comentarios. Escribía de jurisprudencia. Comenzó la traducción en verso de Virgilio, Camõens y Milton. Y componía dramas, tragedias, novelas, estudios históricos y epigramas.
El 3 de julio de 1839 recibió la investidura de abogado en el Colegio de Valencia. Desde entonces ejerció la profesión —principalmente en las áreas civil, canónica y criminal— como un verdadero sacerdocio, con prestigio creciente y desinterés económico.
En 1842 casó con Carmen Adell y Zanón, hermana de Francisco Adell y Zanón, notario de Reinos, de número del Colegio de Valencia, escribano de la Orden Militar de Nuestra Señora de Montesa y San Jorge de Alfama, y de los juzgados de Primera Instancia de la ciudad de Valencia, escribano de la Fábrica de Tabacos de Valencia.
Tuvieron cuatro hijos, uno varón. En su testamento, indicó que su cadáver fuese vestido con la peor ropa y con el escapulario de la Virgen del Carmen y que, de cuerpo presente, se dijeran siete misas rezadas. No puede extrañar, por lo mismo, que se haya destacado sobremanera sus constantes humildad y piedad por quienes han escrito sobre él.
Tras la “gloriosa” revolución septembrina de 1868 llega al carlismo, donde desempeñará funciones importantes en la corte del duque de Madrid, Carlos VII, quien le llama a Francia en enero de 1869 con motivo de unas negociaciones sobre la fusión dinástica, que a la postre se frustran. Recibió el título carlista de Conde de Sante Eugenia. Murió, asesinado, en Madrid, el 5 de noviembre de 1872.
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