Es considerada como Heroína Nacional de Nicaragua, porque defendió y repelió con éxito el ataque de los ingleses al Castillo de la Inmaculada Concepción en julio de 1762, durante la batalla del río San Juan, dentro de la Guerra de los Siete Años (1756-1763).
Rafaela Herrera, artillera y heroína en la América hispana del siglo XVIII, 50 años antes de que otra mujer, Agustina de Aragón, pasara también a la historia por su valor y entrega en la defensa de Zaragoza contra el invasor francés.
Nació el 6 de agosto de 1742 en Cartagena de Indias, Virreinato de Nueva Granada, actual Colombia, un año después del fin del sitio que por mar puso a la ciudad el Almirante Vernon, en el seno de una familia hidalga, siendo su padre el comandante José de Herrera y Sotomayor, Teniente y Capitán del Batallón de la Plaza de Cartagena, que se había destacado como artillero en acciones contra los ingleses en 1740 y 1741, y en 1753 había sido nombrado Comandante del Castillo del Río San Juan, y su madre la criolla (o mulata) María Felipa Torreynosa y Udiarte. Por entonces su hija -parece que ilegítima, aunque reconocida- tenía diez años, y nueve permaneció junto a él en dicha fortaleza, de manera que éste tuvo tiempo para instruirla en el manejo del cañón, “y con alguna propiedad y acierto lo montaba, cargaba, apuntaba y disparaba”, según consta en uno de los memoriales de la defensa del Castillo el 29 de julio de 1762.
Fue descendiente de importantes representantes españoles como su abuelo don Juan de Herrera y Sotomayor, ilustre ingeniero militar, fortificador de Indias y fundador en 1731 de la que se llamó Academia Militar de Mathematicas Cartaginesa, primera academia de ingenieros en América, y de su bisabuelo don José Antonio Herrera y Sotomayor, capitán general y gobernador del Río de la Plata. Rafaela estudió en el colegio franciscano y fue educada según las reglas y obligaciones de su tiempo, como una joven con ardiente amor a la patria y servicio al Rey
lo que lo hacía de una gran importancia estratégica
La política expansiva de Inglaterra en las Indias: Granada de Nicaragua y el lago Cocibolca constituían
para la política expansiva de Inglaterra en las Indias una posición
estratégica. De ahí que en 1744 un intento por apoderarse de Granada
desde Jamaica fuera neutralizado por el Capitán General del Reino de
Guatemala, quien ordenó al maestre de campo José Antonio Lacayo de
Briones, auxiliase al Castillo, reforzándolo con dos compañías de 50
hombres, abasteciéndolo de suficientes víveres y proveyéndole de más
municiones y pertrechos.
Ello explica también que en 1761 —un año antes de la acción heroica de
Rafaela— el Castillo estuviese dotado de 123 plazas remuneradas
anualmente con 15,919 pesos. Entre ellas figuraban diez artilleros,
cuatro cabos de escuadra, veinte mosqueteros, sesenta y cuatro
arcabuceros, un piloto del barco de Su Majestad y sus ocho remeros, ocho
cocineras mulatas, además de un sargento, un condestable de artillería,
un alférez, un teniente, un cirujano, un padre capellán y el “alcaide
castellano”, es decir, el comandante. Tal era la población de la casi
centenaria fortaleza cuando el gobernador de Nicaragua, Melchor de Lorca
y Villena —enterado de un nuevo ataque formal inglés en compañía de
zambos, mosquitos y caribes— la visitó. De regreso en Granada, y ya
acontecida la defensa, fue instruido de la misma y pudo relatarla en un
memorial al Capitán General del Reino de Guatemala, Alonso Fernández de
Heredia.
El 29 de julio de 1762, los ingleses estaban ubicados frente al castillo. Tras oírse a las 4 de la mañana “un tiro de pedrero, río abajo”, se presentó el enemigo. A las once de la mañana aparecieron siete grandes piraguas que, disparando nueve tiros de pedreros, desembarcaron algunas tropas en la orilla sur del río. A las tres de la tarde, la hija del difunto comandante, con el permiso del nuevo, disparó un certero cañonazo dispersando al enemigo y dando muerte al comandante de la guarnición inglesa. El ataque de la joven les había causado muchos daños hasta el punto que, según testigos del barco donde venían los altos oficiales, después del impacto del cañón, casi ninguno estaba vivo y los demás terminaron muy mal heridos como para seguir luchando.
El 30 los invasores, no sin retirarse alguna distancia por nuevos cañonazos del Castillo, pidieron parlamentar y el 31 se rompieron los fuegos. El 1 de agosto, “se siguió en el fuego con el mismo ardor que en el antecedente y por la noche no dexó de ser bastante vivo de una y otra parte”. El 2 cesó la artillería de ambas partes y el 3 los ingleses y aliados abandonaron sus posiciones, retirándose. El ataque a fuego cruzado se mantuvo durante varios días, la victoria de la guarnición exalto el heroísmo de la joven.
Cartel que se encuentra en el Castillo de la Inmaculada Concepción en honor a la gesta de Rafaela Herrera. (FOTO NWT) |
"El Rey: por cuanto he sido informado del distinguido valor y fidelidad con que vos, doña Rafaela Herrera y Udiarte, viuda que al presente sois defendisteis el Castillo de la Purísima Concepción de Nicaragua en el Río San Juan, consiguiendo a pesar de las superiores fuerzas del enemigo, hacerle levantar el sitio, y ponerse en vergonzosa fuga, pues superando la debilidad de vuestro sexo, subisteis al caballero de la fortaleza, y disparando la artillería por vuestra mano matastéis con el tercer tiro al comandante inglés en su misma tienda: realzando la acción a la corta edad de diecinueve años que contabais, no tener castellano el Castillo, ni comandante ni otra guarnición que la de mulatos y negros, que habían resuelto entregarse cobardemente, con la fortaleza a que os opusisteis con el mayor esfuerzo; en consideración, pues, a tan señalado servicio, he decidido que gocéis de pensión vitalicia... Yo, el Rey".
También el 28 de octubre se había expedido otra real orden por la que se le concedían “tierras realengas” (propiedad de la corona) a la reconocida heroína. El Secretario de Indias comunicaba al presidente de la Real Audiencia de Guatemala, Matías de Gálvez:
“No satisfecho Su Majestad con la remuneración antecedente, y deseando quede a la posteridad de Doña Rafaela Herrera recuerdo de una acción que tiene pocos ejemplares, me manda asimismo prevenir a vuestra señora le haga merced en su Real nombre e uno o dos sitios de tierras realengas, donde las haya más cercanas a la ciudad de Granada, en que reside la agraciada, posesionándola en ellos para que las goce por juro de heredad a sus hijos y descendientes en memoria de la gloriosa acción que hizo en defensa del citado castillo”
Así, en efecto, la viuda de Pablo Mora recibió un sitio que luego correspondería a la hacienda La Calera, entre Nandaime y Santa Teresa, departamento de Carazo.
Billete nicaragüense en el que se puede apreciar un grabado en su diseño de la heroína popular Rafaela Herrera ©Banco Central de Nicaragua, www.bcn.gob.ni |
Rafaela falleció en Granada, Intendencia de León, actual Nicaragua, el 30 de mayo de 1805.
Su enaltecimiento literario. Su gesta ha sido asumida como parte de la herencia identitaria de Nicaragua e inspirado a no pocos artistas y literatos. Entre los últimos figuran Enrique Fernández Morales, autor de la obra teatral “La niña del río” (1960); Pablo Antonio Cuadra, quien la transfiguró como heroína “nacional” en su poema “Mayo / Oratorio de los cuatro héroes”; y Carlos Mejía Godoy, cuyo romance “Rafaela Herrera” integra su “Mural sonoro de los héroes de la Patria”.
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