Figura clave de la Ilustración española. Ministro de Hacienda en el primer
gobierno reformista del reinado de Carlos III dirigido por el Conde de Floridablanca y despojado de sus cargos ante el temor que despertó en Carlos IV la Revolución francesa en 1789.
Apoyó la expulsión de los jesuitas
(1767), quienes mantenían el monopolio de formación de los nobles y encabezaban
la oposición a las reformas regalistas., y la amortización de sus bienes.
Nacido
en Santa Eulalia de Sorriba (concejo de Tineo / Asturias), en julio de 1723, en
el seno de una familia hidalga con una
posición económica no muy holgada, Sus padres, don Pedro Rodríguez
Campomanes y doña María Pérez de Sorriba, que procedían de familias hidalgas de
sangre del concejo de Tineo, habían contraído matrimonio en la iglesia de
Sorriba en 1717. Su madre, al enviudar, lo confió a un tío materno suyo, Pedro Pérez
de Sorriba un canónigo de Santillana, quien se hizo cargo de su educación.
Cursó estudios de filosofía, griego y árabe en la Colegiata de Santillana del
Mar (Santander), dando muestras de gran precocidad, y así, a los diez años
tradujo fragmentos de Ovidio. A los 15 años regresó a Asturias y toda la
familia se instaló en Cangas de Narcea, donde se estableció como profesor. Casó
con doña Manuela de Sotomaior Amarilla y
Amnia, natural de la Villa de Alburquerque (Extremadura).
Años
después se trasladó a Oviedo y Sevilla, en donde estudió leyes, y a los
diecinueve años se mudó a Madrid para trabajar como abogado. En 1747 publicó Disertaciones históricas del orden y
caballería de los Templarios, cuya erudición le valió el ingreso, al año
siguiente (1748), en la Real Academia de
la Historia. Entre 1751 y 1754 trabajó en un estudio sobre los concilios
celebrados en España, que publicó en el tomo segundo de las Memorias de la
Academia. La publicación de "Antigüedad marítima de la república de
Cartago, con el periplo de su general Hannon" en 1756 le valió el ingreso
en la Academia francesa.
En
1755 obtuvo el puesto de asesor del Juzgado de la Renta del Servicio de Correos y Postas, y en 1762
Carlos III lo nombró ministro togado del Consejo de Hacienda, cargo desde el cual
introdujo una amplia serie de medidas encaminadas a la reforma de la economía
española. Entre ellas, cabe destacar la regulación del libre comercio (1765),
la prohibición de que los religiosos desempeñasen cargos judiciales o
administrativos, la suspensión de los conventos no autosuficientes y las
disposiciones para frenar el aumento de los bienes catalogados como «manos
muertas», capítulo que abordó en la obra Tratado
de la valía de amortización (1765).
Bien recibida por el conjunto de la clase política del momento, su actuación al frente del Ministerio de Hacienda encontró siempre la oposición de la clase eclesiástica, temerosa, con fundada razón, de las intenciones de Campomanes, convencido de la necesidad de entregar a agricultores no propietarios las tierras de la Iglesia sin cultivar. En este sentido, creyó que el crecimiento económico de España pasaba por el desarrollo de la agricultura, por lo que logró que el monarca estableciera subsidios para las zonas agrícolas más desfavorecidas. Además, liberó el comercio y la agricultura de los impuestos que impedían su crecimiento y decretó el establecimiento de la libre circulación de los cereales.
En
1766, tras los acontecimientos políticos derivados del motín de Esquilache, el conde
de Aranda, su más fiel aliado en política de Estado, le encargó la
elaboración de un informe para depurar responsabilidades, las cuales recayeron
en los jesuitas, que fueron expulsados
del país en abril de 1767.
Aquel
mismo año, junto con Pablo de Olavide
y el propio Aranda, organizó la colonización de Sierra Morena y
escribió la Instrucción para las nuevas poblaciones de Sierra Morena y fuero de
sus pobladores, obra en la que reflexionó sobre las reformas agrarias que a su
juicio deberían aplicarse al conjunto del campo español, tales como el reparto
de tierras entre pequeños propietarios, la necesidad de compatibilizar
ganadería y agricultura y la imposición por ley de arrendamientos a largo
plazo.
Tanto
por interés particular como por en su calidad de fiscal de lo Civil del Consejo de Castilla (1762-1783), fue un entusiasta promotor de la
ciencia moderna, muy interesado en la geografía y agronomía. Una de sus
primeras obras fue una breve geografía de Portugal, escrita en 1762; su
atención a las carreteras e instalaciones militares sugiere que fue escrita
para facilitar la invasión española de dicho año. Su estudio del país, con un
capítulo dedicado a cada una de las seis provincias, sigue al Roteiro terrestre
de Portugal de Juan Bautista de Castro en cuanto a contenido, pero con un orden
distinto en la exposición. El mapa que acompañaba a la obra se basaba en los de
Pedro Texeira Albernas, a quien Campomanes confundió con el explorador del
Amazonas Pedro Texeira Molato, y de Jacobo Cantelli, cuya reproducción del mapa
de Texeira fue publicada en Roma en 1692. Sobre esta base, Campomanes añadió
los nombres de los ríos y otros detalles antes omitidos.
En 1771, Campomanes como fiscal propuso una profunda reforma del plan de estudios de la Universidad de Salamanca. Convirtió dos cátedras de filosofía en otras de matemáticas y física, e hizo observar una alusión ligeramente velada a Diego Torres Villarroel, que el profesor de matemáticas había considerado cumplidos sus deberes con la publicación de almanaques y pronósticos.
En 1780 recibió el título de conde de
Campomanes, según una ley que permitía acceder a la nobleza a personas
influyentes, aunque sin tradición nobiliaria. En 1775 fue nombrado director de la Sociedad Económica Matritense y, en 1783, gobernador interino del Real Consejo de
Castilla, puesto que ocupó hasta 1786. Al morir Carlos III, presidió las
Cortes abiertas el 30 de septiembre de 1789 y presentó el informe sobre el
restablecimiento de la sucesión al trono de las mujeres, que fue aprobado por unanimidad,
pagmática que nunca llegó a publicarse.
Billetete de 50 pesetas dedicado a Campomanes (1880) |
Tras la subida al trono de Carlos IV,
Campomanes perdió influencia en los asuntos de Estado, sobre todo debido al favoritismo del nuevo soberano
por el conde de Floridablanca. Éste,
a su vez, lo destituyó de todos sus cargos en 1791, oficialmente debido a la
imposibilidad de Campomanes de desempeñar sus obligaciones a causa de su
acusada ceguera. Tras la destitución se dedicó a recuperar y corregir varias de
sus obras inéditas, y si bien conservó su puesto en el Consejo de Estado, su fama de afrancesado le impidió
recuperarse políticamente. Falleció en Madrid, en febrero de 1802, en su
casa palacio de la plaza de la Villa.
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