Acumuló los títulos de marqués de
Villena, que le fue otorgado por Juan II por su apoyo en la primera Batalla de
Olmedo en 1445 y la derrota de los Infantes de Aragón, conde de Xiquena, duque
de Escalona, III señor de Belmonte, XXXIX gran maestre de la Orden de Santiago
y Mayordomo mayor de Enrique IV, del que había sido doncel durante su infancia.
Durante el reinado de Enrique IV (1454-1474),
el marqués de Villena se convirtió en el gobernante efectivo del reino, en calidad
de privado del rey. Fue, por este motivo, uno de los más importantes políticos
del turbulento siglo XV castellano, contribuyendo ampliamente, tanto con sus
aciertos como con sus errores, al devenir histórico de la península durante la
Baja Edad Media.
Juan Pacheco, nacido en el álcazar viejo de Belmonte, en la provincia de Cuenca, en 1419, era hijo de
Alonso Téllez-Girón; señor de Frechilla y de María Pacheco*, su prima, II
señora de Belmonte, biznieta del noble portugués: Juan Hernández Pacheco
exiliado en Castilla tras la batalla de Aljubarrota. Sus abuelos paternos Martín
Vázquez de Acuña (I Conde de Valencia de
Don Juan, título nobiliario de la
Corona de Castilla, concedido en 1398) y Teresa Téllez Girón. Fue sobrino
del arzobispo de Toledo Alonso Carrillo, del linaje de los Acuña.
*En las capitulaciones matrimoniales se
firmó que el primogénito de este enlace llevase como primer apellido el
"Pacheco", y no el "Téllez Girón". El linaje Pacheco es
originario de Santarem, en Portugal.
Armas del linaje primitivo |
ARMAS.
Las primitivas del linaje proceden de Portugal: de oro, con dos calderas de sable puestas
en palo, cargada cada una de tres fajas endentadas, o gironadas, de oro y gules
y gringoladas de sinople. En
España pintaron el campo de plata, con las dos calderas
endentadas, o gironadas, de oro y gules en dos órdenes y gringoladas de
sinople. Girones y cuñas por el
entronque de los Pachecos con los linajes de Girón y de Acuña.
Armas del I Marqués de Villena. Escudo cuartelado: 1 y 4: en campo de plata, dos calderas endentadas en faja de oro y gules, una sobre otra, con tres serpientes de oro saliendo de cada lado de las asas (Pacheco); 2 y 3: en campo de sable una banda de oro, cargado en el centro de un escudete de gules sobrecargado de una cruz floreteada de plata, y en las costadas de nueve cuñas de azur, cinco en el diestro y cuatro en el siniestro; bordura de plata con cinco escudetes de azur cargado cada uno de cinco besantes de plata puestos en aspa [quinas de Portugal] (Acuña de Valencia).
Armas del I Marqués de Villena. Escudo cuartelado: 1 y 4: en campo de plata, dos calderas endentadas en faja de oro y gules, una sobre otra, con tres serpientes de oro saliendo de cada lado de las asas (Pacheco); 2 y 3: en campo de sable una banda de oro, cargado en el centro de un escudete de gules sobrecargado de una cruz floreteada de plata, y en las costadas de nueve cuñas de azur, cinco en el diestro y cuatro en el siniestro; bordura de plata con cinco escudetes de azur cargado cada uno de cinco besantes de plata puestos en aspa [quinas de Portugal] (Acuña de Valencia).
Escudo en la puerta del castillo de Belmonte |
El padre de Juan formaba parte del séquito de don Álvaro de Luna, el todopoderoso condestable de Castilla, desde aproximadamente el año 1422. Es bastante posible que la intercesión de don Álvaro fuera favorable a que el joven Juan entrase junto a su hermano, Pedro Girón, hacia 1436, a servir como doncel en la casa del entonces príncipe heredero don Enrique, futuro Enrique IV y, finalmente, ya por mandato regio, encargarse de su guarda y custodia, facilitando al joven e inteligente Pacheco una decisiva cercanía con el heredero, convirtiéndose en indispensable para él.
Así,
a lo largo de su vida, un periodo de luchas y convulsiones internas en la
península, desarrolló una frenética
actividad, con un gran poder de influencia en la toma de las decisiones
políticas de Enrique IV, al que utilizó ya desde que era príncipe, apoyando
unas veces a su padre, Juan II de Castilla y a su privado, el condestable Pedro
de Luna, o pasándose a la liga nobiliaria contra del poder real, según le
convenía a sus propios intereses, sirviéndole para irse apoderando de dominios,
señoríos y rentas cedidas una y otra vez por la Corona o don Álvaro como pagos
a sus falsas promesas. Con la subida al trono del débil Enrique IV, su poder ya
fue incontestable, pues el nuevo rey, sobre el que ejercía una poderosa
influencia fraguada desde la infancia, siempre le perdonó sus continuas
traiciones y agasajó con nuevos títulos y rentas.
Otra
de sus causas más famosas estuvo en relación la sucesión de la princesa Juana,
hija de Enrique IV y apodada “la Beltraneja” porque en la corte se lanzó el
rumor de que no era hija del rey sino de su privado Beltrán de la Cueva.
Aunque
en principio formó parte del bando opuesto a su sucesión, tras la designación
de la princesa Isabel, hermana de padre del rey, hija de Juan II, como heredera
a la corona en los Pactos de Guisando, y su matrimonio con el príncipe Fernando de Aragón desoyendo la prohibición
de su hermanastro y rey, optó por apoyar a la antes denostada Juana en contra
del grupo nobiliario liderado por la familia Mendoza, que hasta ese momento
habían defendido a la hija de Enrique IV pero que ahora se posicionaban a favor
de Isabel quizá influenciados por el nombramiento de cardenal de Pedro González
de Mendoza y las promesas del cardenal Borgia, futuro papa Alejandro VI, a su
paso por la península en cuanto a las grandes mercedes que recibiría por esta
postura.
Enrique IV |
Pero
don Juan murió en Santa Cruz, cerca de Trujillo, el 1 de octubre de 1474, villa
que le había sido cedida y a la que se dirigía para tomar posesión, poco antes
que el propio Enrique IV (Madrid, diciembre-1474), sin llegar a ver cómo tras
la guerra de sucesión que se desencadenó entre partidarios de una y otra
princesa, sería Isabel la que finalmente se alzaría con el trono de Castilla,
comenzando a reinar como Isabel I. Se le enterró en el monasterio de Guadalupe,
cercano a su fallecimiento, hasta que pocos años más tarde su cadáver fue
trasladado hasta el monasterio segoviano de El Parral, lugar en el que había
construido el panteón familiar.
El
poderoso marqués casó tres veces, aunque el primer matrimonio, cuando tenía 17
años, con doña Angelina de Luna (Toledo,
1435), prima del condestable don Álvaro de Luna, una maniobra de éste quizá
ya adivinando sus extraordinarias dotes políticas y para tener controlado a un
joven que ya mostraba el gran poder de influencia sobre el príncipe pero que le
salió mal, el propio Pacheco logró que se declarara nulo en febrero de 1442,
alegando que se había realizado bajo coacción y no haberse consumado. A
continuación contrajo matrimonio con doña
María Portocarrero Enríquez (1442), con la que tuvo una abultada
descendencia y enviudó. Finalmente, con doña
María de Velasco (Peñafiel, 1472), con quien tuvo una hija. Además, también
tuvo varios hijos fuera del matrimonio.
Pacheco dividió sus posesiones entre
sus tres hijos varones mayores, habidos con el matrimonio con María
Portocarrero, instituyendo tres mayorazgos: Diego López Pacheco heredó el
primero, y los títulos de marqués de Villena y duque de Escalona; Pedro
Portocarrero el segundo; y Alonso Téllez Girón el tercero, perpetuando así
las tres ramas de su linaje: Pacheco, Portocarrero y Girón.
Castillo de Belmonte |
Las
obras más importantes que gozaron de su patrocinio, ambas concluidas por don
Diego, II marqués de Villena, fueron el castillo
de Belmonte, tras nombrar a su villa de nacimiento capital de su marquesado
hasta que finalmente le fue concedida la de Villena, que en un principio no iba
asociada al título, y la capilla mayor de la iglesia del monasterio de Santa
María del Parral en Segovia, lugar de enterramiento de su linaje según había
dejado establecido en su último testamento, otorgado 1472.
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