Uno de
los maliayeses más ilustres del siglo XIX. Ministro de la Corona, senador y
embajador en Roma. Fue recompensado con el título de I Marqués de la Casa Pidal y Vizconde
de Villaviciosa y recibió la condecoración más importante de la monarquía, el Toisón de Oro.
Presidente de la Real
Academia de la Historia (1852) y benefactor del Real Sitio de Covadonga. Escribió sobre historia, literatura
e historia del derecho españoles, además de algún que otro poema y tablas
históricas y cronológicas de la historia de España desde los tiempos primitivos
hasta nuestros días.
Pedro
José Pidal y Carniado nació en Villaviciosa (Asturias) el 25 de noviembre de 1799.
Sus padres fueron de José Pidal y Fernández y de Antonia Carniado y Tuero, una familia de la hidalguía rural asturiana.
Cuñado de Alejandro Mon. Se casó con Manuela Mon y Menéndez, y tuvo con ella
tres hijos: Luis, Alejandro y Ramona.
Gracias
a la buena posición familiar, en su ciudad natal cursó estudios de Gramática,
Latinidad y Humanidades y, en 1814, pasó a estudiar en las Facultades de
Filosofía y Jurisprudencia de la Universidad de Oviedo, licenciándose en 1822
en Leyes y Cánones, en cuyo claustro se doctoró más tarde. Durante sus años
universitarios recibió la influencia de las ideas constitucionalistas que
triunfaban entonces. Perteneció a la Compañía Literaria, el grupúsculo ovetense
que se sumó al pronunciamiento de Riego y defendió el restablecimiento del
régimen representativo frente al absolutismo de Fernando VII. Fue editor del
diario “El Aristarco”, de tendencia conservadora moderada, y colaboró en
diversas revistas asturianas.
En
1822 se estableció en Madrid para ejercer como pasante en un bufete de abogados,
sin abandonar su militancia política, ni su actividad periodística. En 1827,
ante el peligro de una nueva invasión francesa, Pidal siguió al gobierno
constitucional a Sevilla y a Cádiz. Desde su diario defendió el
constitucionalismo y llamó a la resistencia contra la ocupación extranjera. La
reacción anticonstitucional que se produjo tras la intervención de los Cien Mil
Hijos de San Luis, le obligó a mantenerse escondido en Cádiz y el Puerto de
Santa María durante todo ese año. En 1828 regresó a Oviedo, donde fue detenido
y encarcelado por haber participado en el alzamiento de 1820; sin embargo, se
benefició del indulto general que otorgó Fernando VII y logró la libertad al
cabo de pocos días.
Tras
la muerte de Fernando VII en 1833 pudo volver a ocupar cargos políticos: en
1834 fue designado alcalde mayor de la localidad asturiana de Cangas de Tineo
y, poco después, juez de Villafranca del Bierzo y de Lugo. En 1837 obtuvo el
cargo de oidor en la Audiencia de Pamplona y, en 1838, el de fiscal togado del
Tribunal Mayor de Cuentas, además de ser elegido diputado por Asturias; y se dio a conocer en el ámbito político con
un polémico discurso en el que reclamó el restablecimiento de los diezmos
eclesiásticos, recién abolidos por Mendizábal.
La
revolución progresista de septiembre de 1840 le obligó a abandonar sus cargos
oficiales y a emprender un corto exilio en París, regresando a Madrid al año
siguiente, tras el inicio de la Regencia
de Espartero, donde impartió cursos en el Ateneo de Madrid sobre historia
del Derecho español y fue presidente de la Academia de Jurisprudencia y
Legislación durante tres años.
En 1843 renovó su acta de diputado en las Cortes reunidas tras la caída del general
Espartero. Desde este momento se convirtió en una de las principales figuras del Partido Moderado. Ese mismo año,
ingresó en la Academia de Jurisprudencia y Legislación de la que llegó a ser
Presidente., al año siguiente, fue elegido miembro de número de la Real
Academia Española, en la que ingresó, en 1847. con un discurso titulado “Formación del
lenguaje vulgar en los Códigos españoles”. Fundador de la de Ciencias morales y
gloria de su patria»; llegó a presidirla en el año 1852.
Obra del artista José Piquer y Duart (1849) |
Tras
una nueva disolución de las Cortes, Pidal permaneció retirado de la vida
política hasta que, en mayo de 1844, fue nombrado ministro de Gobernación en el primer gabinete de Ramón Narváez,
líder del Partido Moderado. Como ministro de Gobernación, fue el principal
artífice de las leyes que impulsaron la centralización
de la administración provincial y local, así como de las que instituyeron la
reforma educativa –Plan
General de Estudios de 1845– y la del servicio de Correos, y de diversas medidas destinadas a mejorar las
infraestructuras y las comunicaciones (como la creación de la primera línea
telegráfica que funcionó en el país. Junto a su cuñado, Alejandro Mon, ministro
de Hacienda, encabezó un sector del Partido Moderado, que rompió con Narváez
debido a la cuestión de los matrimonios reales, al ser favorable Pidal a que
dicha cuestión se sometiera a discusión parlamentaria.
Pedro José Pidal |
Manuela Mon |
Después
de un lapso de varios meses tras la caída de Narváez en 1846, Pidal volvió a
ocupar la cartera de Gobernación en el gabinete de Istúriz, hasta la disolución
de éste en 1848. Se reconcilió con Narváez poco antes del estallido
revolucionario de 1848 y, en julio de ese año, pasó a ocupar la cartera de
Estado en el tercer gabinete presidido por aquél. La medida más significativa
tomada en este puesto fue la puesta en marcha de una iniciativa gubernamental
que pretendía unir a las naciones europeas para apoyar a la Santa Sede, en el
contexto de la Revolución liberal de 1848. Preparó un nuevo concordato con
Roma, que no llegó a promulgarse debido a la caída del gobierno, pero que fue
finalmente aceptado en 1851. Durante el gobierno de Bravo Murillo
fue una de las principales voces de la oposición a su política
antiparlamentaria.
Durante
los años siguientes, Pidal se mantuvo alejado del gobierno y rehusó participar
en los gabinetes moderados que se formaron sin la presidencia de Narváez.
Durante la etapa de gobierno progresista, volvió a escribir con asiduidad en los
medios periodísticos moderados, como El Diario Español, desde el que defendió
su ideario conservador, católico y monárquico. Al volver al poder el partido
moderado en 1856, fue encargado de nuevo de la cartera de Estado por Narváez.
En octubre de 1857, al formar gobierno el general Armero, fue nombrado
embajador ante la Santa Sede, cargo al que renunció tras la subida al poder de
la Unión Liberal de O'Donnell en 1858, debido a los fuertes enfrentamientos que
había mantenido anteriormente con el nuevo jefe del gobierno. A fines de 1859
cayó enfermo, quedó paralítico y abandonó definitivamente la política, aunque
siguió compareciendo, en ocasiones señaladas, a los debates del Congreso. Poco
antes de morir, en Madrid el 28 de diciembre de 1865, recibió el título honorífico de senador vitalicio y la reina Isabel II
le otorgó la grandeza de España, que vino a añadirse al marquesado que le había
ya concedido en 1847. Caballero Gran cruz de Carlos III. Fue enterrado en
el santuario de Covadonga, en su Asturias natal.
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