Se traslada a la América meridional en
calidad de comisario y como teniente de fragata de la Real Armada para resolver
cuestiones de la demarcación de límites entre España y Portugal como
consecuencia del tratado preliminar de San Ildefonso de 1777, En las tierras
del virreinato del Río de la Plata estuvo 16 años, realizando constantes viajes
y exploraciones.
Juan
Francisco de Aguirre y Uztáriz, hijo legítimo de D. Joaquín de Aguirre Gaztelú y de
Dña. Josefa Uztáriz Gaztelú, dueños que fueron del Palacio de Cabo de Armería
denominado Aguirre, sito en el mismo lugar, nació en Donamaría (situado en en el valle de Lerín y perteneciente a la Merindad de Pamplona / Navarra) el 18
de agosto de 1758, siendo el menor de siete hermanos. Poco antes de cumplir los
14 años, ingresó en la Real Compañía de
Nobles Guardias Marinas como “caballero aspirante”, en abril de 1772, (exp.
nº 1673), una vez que hubo demostrado su condición de linaje noble (hidalgo), algo necesario entonces en la carrera de oficiales de la
marina de guerra.
Palacio Aguirre |
Hizo
su estreno como oficial de la armada, en un viaje a Filipinas a bordo de la
fragata “Rosalía”, que mandaba el célebre Juan de Lángara y Huarte, entonces
Capitán de Fragata. Al año siguiente realizó cruceros científicos y de
observación por el Mediterráneo y las costas africanas, siendo ascendido a
Alférez de Fragata.
Tomó parte en la malograda campaña
contra Argel, subordinado al Jefe de
Escuadra González Castejón, y bajo el mando militar supremo del Teniente
General Alejandro O'Reilly. En 1776 le llegan los despachos de Alférez de navío
y zarpa hacia el Perú. De vuelta recibe en Cádiz su ascenso a Teniente de
Fragata, y, a mediados de 1779, en la guerra de España aliada de Francia contra
Inglaterra, participa en ella, navegando por el Canal de la Mancha y el sitio
de Gibraltar.
En
1781, siendo ya Teniente de Navío, se le confiere el nombramiento de “Comisario”, con encargo de emprender la
tarea de marcar la frontera entre España y Portugal en sus posesiones de
América del Sur, conforme al tratado preliminar de San Ildefonso (1 de octubre de1777). El Rey acababa de concederle
la merced de un hábito en la Orden de
Alcántara, y estaba preparando las pruebas correspondientes para su ingreso,
cuando tuvo que partir al lejano virreinato de Rio de la Plata, llegando en
febrero de 1783 a Buenos Aires, en donde hace un exhaustivo relato de todo lo
que va observando, por las calles y ciudades.
Virrey Vértiz |
El
30 de diciembre de 1783, el Comisario Aguirre al frente de su 4ª partida –Azara, al mando de la 3ª se adelantaba por tierra hacia
la Asunción–, salió en dos barcos, desde
el fondeadero de Las Conchas, con destino al Paraguay. Y tras 116 días de
navegación fluvial arribaron, Aguirre y los suyos, a dicha ciudad paraguaya en
mayo de 1784. Ambas expediciones iban a recorrer sobre el terreno toda la línea
— no definitivamente ajustada en el tratado de San Ildefonso — que arrancaba
del primer río de gran caudal situado al oeste del Paraná, hasta el desaguadero
del rio Jaurú.
Mas
la demora de los portugueses en acudir a
esa frontera se prolongaba deliberadamente, pues estimó su gobierno que lo
convenido en 1777 desfavorecía sus intereses en América. Daban largas a la
traza de límites en el norte paraguayo, a la espera de otro tratado de paz
general — ahora entre España, Francia e Inglaterra — del que se podría obtener,
de rebote, alguna ventaja mayor.
Cabildo de Buenos Aires, hacia 1831 |
Debido
a dichos motivos, Juan Francisco hubo de permanecer dos años en la Asunción; y se dedicó a los estudios históricos, topándose
con la crónica descubridora y de la conquista rioplatense “La Argentina manuscrita" o Historia del Descubrimiento, Conquista y Población del Río de la Plata, por Ruy Díaz de Guzmán. Leer libro
La Argentina manuscrita, dedicada a su pariente Alonso Pérez de Guzmán el Bueno y Zúñiga, duque de Medina-Sidonia, conde de Niebla y señor de Gibraleón, narra los hechos desde el descubrimiento por parte de los españoles del Río de la Plata (que en las copias aparece erróneamente fechado en 1512) hasta la fundación de la ciudad de Santa Fe en 1573. La obra está dividida en cuatro partes, aunque se encuentra perdida la última en la cual se relatan acontecimientos que vivió el propio autor.
Pese a las dificultades opuestas por los poderes lusitanos, realizó dos grandes incursiones exploratorias terrestres, en las que verificó numerosos cálculos, medidas y reconocimientos, que dejó consignados en su Diario. Tras finalizar esas laboriosas campañas, quedó convencido de ser ya prácticamente inútil su permanencia en aquellas. Sus planos y comprobaciones topográficas estaban terminados, por lo que pidió el relevo, con el deseo de volver a España.
La Argentina manuscrita, dedicada a su pariente Alonso Pérez de Guzmán el Bueno y Zúñiga, duque de Medina-Sidonia, conde de Niebla y señor de Gibraleón, narra los hechos desde el descubrimiento por parte de los españoles del Río de la Plata (que en las copias aparece erróneamente fechado en 1512) hasta la fundación de la ciudad de Santa Fe en 1573. La obra está dividida en cuatro partes, aunque se encuentra perdida la última en la cual se relatan acontecimientos que vivió el propio autor.
Pese a las dificultades opuestas por los poderes lusitanos, realizó dos grandes incursiones exploratorias terrestres, en las que verificó numerosos cálculos, medidas y reconocimientos, que dejó consignados en su Diario. Tras finalizar esas laboriosas campañas, quedó convencido de ser ya prácticamente inútil su permanencia en aquellas. Sus planos y comprobaciones topográficas estaban terminados, por lo que pidió el relevo, con el deseo de volver a España.
Así,
Aguirre pisó tierra gallega en la Coruña, en marzo de 1798. Promovido a Capitán
de Fragata (en 1805), le nombraron Director
de las Reales fábricas de artillería y municiones, existentes en la villa
santanderina de Liérganes y en el valle de la Cavada. Al producirse la invasión
napoleónica a España, Aguirre pidió su reemplazo al Gobernador de Santander,
Coronel Francisco Amorós y Ondeano, pero éste, funcionario afrancesado, le
instó a colaborar con los invasores, negándose Aguirre que se refugió en Peña de Cabarga (Cantabria), donde falleció en febrero de 1811, soltero, sin
haber llegado todavía a cumplir cincuenta y tres años.
Aquellos hispánicos Comisarios, que
durante casi dos décadas viajaron por el Virreinato del Rio de la Plata, a
efectos de demarcar sus fronteras con el Brasil, debían, a expreso mandado de
la Corona, asentar en un Diario todos los sucesos producidos y observaciones y
datos que pudieran ser de utilidad para mejor conocimiento de la vasta región
en que iban a desarrollar sus trabajos. Así Juan Francisco de Aguirre,
puntualmente, fue escribiendo, página tras página, lo que a la postre resultó una
amplia compilación de apuntes referidos a incidentes de camino, a descripciones
de territorios y ciudades, a notas sobre historia desconocida, a usos y
costumbres de sus habitantes, a formas de gobierno anacrónicas o contemporáneas
de diverso carácter, recogidas en los lugares recorridos.
A lo largo del memorial, abunda
un profuso acopio de cálculos astronómicos, de coordenadas, rumbos, cómputos de
distancias y triangulaciones; empero, entre tantas exactitudes matemáticas,
nuestro incoercible geódeta incluyó su Diario Histórico: suerte de rapsodia de
la añeja crónica de Ruy Díaz de Guzmán, seguida por comentarios inherentes a
ocurrencias más modernas.
En 1815, tres años después de muerto el autor, los originales de su obra fueron a parar a la Real Academia de la Historia madrileña, legados por el difunto Capitán de Fragata que había sido nombrado miembro correspondiente de dicha corporación.
En 1815, tres años después de muerto el autor, los originales de su obra fueron a parar a la Real Academia de la Historia madrileña, legados por el difunto Capitán de Fragata que había sido nombrado miembro correspondiente de dicha corporación.
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