martes, 5 de febrero de 2019

Juan F. de Aguirre y Uztáriz. Precursor de la historiografía en el Río de la Plata


Se traslada a la América meridional en calidad de comisario y como teniente de fragata de la Real Armada para resolver cuestiones de la demarcación de límites entre España y Portugal como consecuencia del tratado preliminar de San Ildefonso de 1777, En las tierras del virreinato del Río de la Plata estuvo 16 años, realizando constantes viajes y exploraciones.

Una misión de reconocimiento que le permitió reunir una voluminosa fuente de información con numerosas anotaciones, que el navarro, con disciplina científica, registró y organizó en varios libros a los cuales los acompañó con diferentes y extensas notas y documentos.

Juan Francisco de Aguirre y Uztáriz, hijo legítimo de D. Joaquín de Aguirre Gaztelú y de Dña. Josefa Uztáriz Gaztelú, dueños que fueron del Palacio de Cabo de Armería denominado Aguirre, sito en el mismo lugar, nació en Donamaría (situado en en el valle de Lerín y perteneciente a la Merindad de Pamplona / Navarra) el 18 de agosto de 1758, siendo el menor de siete hermanos. Poco antes de cumplir los 14 años, ingresó en la Real Compañía de Nobles Guardias Marinas como “caballero aspirante”, en abril de 1772, (exp. nº 1673), una vez que hubo demostrado su condición de linaje noble (hidalgo), algo necesario entonces en la carrera de oficiales de la marina de guerra.

Palacio Aguirre
Hizo su estreno como oficial de la armada, en un viaje a Filipinas a bordo de la fragata “Rosalía”, que mandaba el célebre Juan de Lángara y Huarte, entonces Capitán de Fragata. Al año siguiente realizó cruceros científicos y de observación por el Mediterráneo y las costas africanas, siendo ascendido a Alférez de Fragata.

Tomó parte en la malograda campaña contra Argel, subordinado al Jefe de Escuadra González Castejón, y bajo el mando militar supremo del Teniente General Alejandro O'Reilly. En 1776 le llegan los despachos de Alférez de navío y zarpa hacia el Perú. De vuelta recibe en Cádiz su ascenso a Teniente de Fragata, y, a mediados de 1779, en la guerra de España aliada de Francia contra Inglaterra, participa en ella, navegando por el Canal de la Mancha y el sitio de Gibraltar.

En 1781, siendo ya Teniente de Navío, se le confiere el nombramiento de “Comisario”, con encargo de emprender la tarea de marcar la frontera entre España y Portugal en sus posesiones de América del Sur, conforme al tratado preliminar de San Ildefonso (1 de octubre de1777). El Rey acababa de concederle la merced de un hábito en la Orden de Alcántara, y estaba preparando las pruebas correspondientes para su ingreso, cuando tuvo que partir al lejano virreinato de Rio de la Plata, llegando en febrero de 1783 a Buenos Aires, en donde hace un exhaustivo relato de todo lo que va observando, por las calles y ciudades.

Virrey Vértiz
A la sazón, el Virrey Vértiz, debido a la poca diligencia que ponían los portugueses en concretar el envío de comisiones a la zona fronteriza con Paraguay, despachó a Félix de Azara hacia Rio Grande do Sul, a fin de combinar con las autoridades allá, la forma de dar principio a los demorados trabajos demarcatorios. Y como Azara volviera a Buenos Aires con la noticia de que en São Paulo estaban a punto de salir las esperadas comisiones lusitanas, nombró el Virrey las cuatro partidas expedicionarias españolas, formando parte de una de ellas Juan Francisco.

El 30 de diciembre de 1783, el Comisario Aguirre al frente de su 4ª partida Azara, al mando de la 3ª se adelantaba por tierra hacia la Asunción, salió en dos barcos, desde el fondeadero de Las Conchas, con destino al Paraguay. Y tras 116 días de navegación fluvial arribaron, Aguirre y los suyos, a dicha ciudad paraguaya en mayo de 1784. Ambas expediciones iban a recorrer sobre el terreno toda la línea — no definitivamente ajustada en el tratado de San Ildefonso — que arrancaba del primer río de gran caudal situado al oeste del Paraná, hasta el desaguadero del rio Jaurú.

Mas la demora de los portugueses en acudir a esa frontera se prolongaba deliberadamente, pues estimó su gobierno que lo convenido en 1777 desfavorecía sus intereses en América. Daban largas a la traza de límites en el norte paraguayo, a la espera de otro tratado de paz general — ahora entre España, Francia e Inglaterra — del que se podría obtener, de rebote, alguna ventaja mayor.

Cabildo de Buenos Aires, hacia 1831
Debido a dichos motivos, Juan Francisco hubo de permanecer dos años en la Asunción; y se dedicó a los estudios históricos, topándose con la crónica descubridora y de la conquista rioplatense “La Argentina manuscrita" o Historia del Descubrimiento, Conquista y Población del Río de la Plata, por Ruy Díaz de Guzmán.                Leer libro

La Argentina manuscrita, dedicada a su pariente Alonso Pérez de Guzmán el Bueno y Zúñiga, duque de Medina-Sidonia, conde de Niebla y señor de Gibraleón, narra los hechos desde el descubrimiento por parte de los españoles del Río de la Plata (que en las copias aparece erróneamente fechado en 1512) hasta la fundación de la ciudad de Santa Fe en 1573. La obra está dividida en cuatro partes, aunque se encuentra perdida la última en la cual se relatan acontecimientos que vivió el propio autor.



Pese a las dificultades opuestas por los poderes lusitanos, realizó dos grandes incursiones exploratorias terrestres, en las que verificó numerosos cálculos, medidas y reconocimientos, que dejó consignados en su Diario. Tras finalizar esas laboriosas campañas, quedó convencido de ser ya prácticamente inútil su permanencia en aquellas. Sus planos y comprobaciones topográficas estaban terminados, por lo que pidió el relevo, con el deseo de volver a España.

Así, Aguirre pisó tierra gallega en la Coruña, en marzo de 1798. Promovido a Capitán de Fragata (en 1805), le nombraron Director de las Reales fábricas de artillería y municiones, existentes en la villa santanderina de Liérganes y en el valle de la Cavada. Al producirse la invasión napoleónica a España, Aguirre pidió su reemplazo al Gobernador de Santander, Coronel Francisco Amorós y Ondeano, pero éste, funcionario afrancesado, le instó a colaborar con los invasores, negándose Aguirre que se refugió en Peña de Cabarga (Cantabria), donde falleció en febrero de 1811, soltero, sin haber llegado todavía a cumplir cincuenta y tres años.

Aquellos hispánicos Comisarios, que durante casi dos décadas viajaron por el Virreinato del Rio de la Plata, a efectos de demarcar sus fronteras con el Brasil, debían, a expreso mandado de la Corona, asentar en un Diario todos los sucesos producidos y observaciones y datos que pudieran ser de utilidad para mejor conocimiento de la vasta región en que iban a desarrollar sus trabajos. Así Juan Francisco de Aguirre, puntualmente, fue escribiendo, página tras página, lo que a la postre resultó una amplia compilación de apuntes referidos a incidentes de camino, a descripciones de territorios y ciudades, a notas sobre historia desconocida, a usos y costumbres de sus habitantes, a formas de gobierno anacrónicas o contemporáneas de diverso carácter, recogidas en los lugares recorridos.

A lo largo del memorial, abunda un profuso acopio de cálculos astronómicos, de coordenadas, rumbos, cómputos de distancias y triangulaciones; empero, entre tantas exactitudes matemáticas, nuestro incoercible geódeta incluyó su Diario Histórico: suerte de rapsodia de la añeja crónica de Ruy Díaz de Guzmán, seguida por comentarios inherentes a ocurrencias más modernas. 

En 1815, tres años después de muerto el autor, los originales de su obra fueron a parar a la Real Academia de la Historia madrileña, legados por el difunto Capitán de Fragata que había sido nombrado miembro correspondiente de dicha corporación.

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