Jugó un destacado papel en la lucha independentista. Fue amante de Simón Bolivar y su papel en
la gesta emancipadora de América del Sur ahora es admirado y estudiado.
Manuela (o Manuelita, como fue conocida) Sáenz de Vergara y Aizpúru, nació en Quito (Ecuador) cuando
pertenecía al virreinato de Nueva Granada, el 27 de diciembre de 1797.
|
Pintura de Manuela Sáenz, del pintor Antonio Salas, exhibida en un museo en Quito, Ecuador |
Fue
hija natural reconocida del hidalgo Simón Tadeo Sáenz de Vergara y de la Yedra,
funcionario de la Real Audiencia de Quito, nacido en Villasur de Herreros, provincia de Burgos en
1751, cuya mujer, Juana María del Campo Larrahondo y Valencia, e hijos vivían en Popayán
(Colombia), y de la criolla quiteña, de linaje esclarecido y acomodado, María
Joaquina de Aizpúru y Sierra Pambley, quien murió al poco de nacer su hija, de fiebre puerperal.
|
Retrato, en la Ciudad de Santa Fe de
Bogotá, Colombia en 1830
|
Manuela Sáenz fue educada desde
su más tierna infancia primero por su padre quien le descubrió talentos y dones
especiales, y por las monjas del Real Monasterio de la Limpia e Inmaculada Concepción, y luego en el Monasterio de
Santa Catalina de Siena en Ciudad de Quito, de la Orden de Santo Domingo, acompañada por dos criadas negras
Natán y Jonatás que su padre le obsequió como esclavas. Cuando era adolescente
vivió Catahuango, la hacienda de sus padres. Joven hermosa e inteligente, fue
lectora de los clásicos griegos y autores franceses; aprendió francés y más
tarde inglés.
Manuela y su madre se identificaron con la gesta
emancipadora; no así su padre quien permaneció fiel a la Corona española, por
lo que fue hecho preso al estallar dicho movimiento, aunque posteriormente
recuperó su libertad al ser sofocado en 1810. A ella no le pasó desapercibida cierta segregación de parte de la
nobleza española, pero su rechazo al régimen autoritario colonial se
agudizó a raíz del “Grito de la
Independencia”, del 10 de agosto de 1809, a consecuencia de lo cual, los
cabecillas fueron encarcelados y ejecutados, al igual que más de 300 personas,
entre los cuales se encontraban parientes y amigos de Manuela.
El 10 de agosto de 1809, cerca de su casa,
un grupo de patriotas criollos rechazó al presidente de la Real Audiencia de
Quito, Manuel Ruiz Urriés de Castilla, lo obligó a abandonar el palacio de
Gobierno y proclamó la libertad de la ciudad. Un año después, los realistas volvieron al poder y los independentistas
fueron encarcelados y algunos ejecutados.
Su padre, en el afán de asegurar
el futuro de Manuela, concertó su matrimonio con un comerciante y armador naval
inglés, residente en Lima, Jaime Thorne, mucho mayor que ella, a quien además le entregó 8.000 pesos
como dote. El matrimonio se efectuó en Lima en 1817. Allí, en contactos con
patriotas y gracias a su medio hermano José M. Sáenz, que llegó en el batallón
realista Numancia, logró que su hermano con todo el batallón se pasara a las
filas rebeldes.
Guayaquil, puerto principal de la
Real Audiencia, proclamó su libertad el 9 de octubre de 1821. Manuela, quien regresó desde Lima a
colaborar con los patriotas, avanzó hacia Quito, donde se dio la batalla de Pichincha, que
liberó al Ecuador (24 de mayo de 1822).
Después de separarse de su esposo por
haberla engañado, regresó a su ciudad natal. Allí estableció una amistad con el
general Antonio José de Sucre, venezolano. Junto a él participó en los
preparativos de la batalla de Pichincha, que se libró el 24 de mayo de 1822 en
las faldas del volcán Pichincha de Quito. Esa lucha selló la libertad de
Ecuador.
Simón Bolívar, después de liberar a
Venezuela y Colombia, llegó, triunfante, a Quito el 16 de junio de 1822. Manuela le lanzó una corona de rosas y laureles, atada con cintas tricolores, que éste agradeció
emocionado. A la noche, en el Baile de la Victoria, Bolívar y Manuela se enamoraron
apasionadamente, hasta la muerte. Manuela,
se convirtió en la compañera de luchas, secretaria, consejera política y amante.
Simón Bolívar tuvo importante
participación en las batallas de Junín y de Ayacucho, del 6 de agosto y 9 de diciembre
de 1824, epopeyas realizadas bajo la dirección militar del general
Antonio José de Sucre, quien tras las batallas fue
designado por el Congreso en Lima como Gran Mariscal de Ayacucho.
Ser mujer no impidió que empuñara la espada. Recibió el grado de
Teniente de Húsares del Ejército Libertador por su participación en la
Batalla de Pichincha y ascendió al cargo de coronela tras combatir en la
Batalla de Ayacucho bajo las órdenes del mariscal A.José de Sucre.
Cuando el general San Martín,
después de liberar Argentina y Chile, llegó a Lima, la condecoró por su labor
destacada en la lucha por la independencia con la Orden del Sol, consistente
en una banda blanca y encarnada con una pequeña borla de oro y una medalla cuya
inscripción decía "Al patriotismo de las más sensibles".
En Lima, junto a la guayaquileña Rosita
Campuzano, arriesgó su vida para filtrar información sobre los avances del
independentista argentino José de San Martín del sur hacia Perú y de Bolívar
desde el norte. Por estas acciones ambas fueron galardonadas con la Orden del Sol del Perú y se les dio el
grado de Caballeresas del Sol.
La Orden del Sol del Perú fue creada por José de San Martín, por decreto firmado el 8 de octubre de 1821, con el
propósito de honrar y distinguir a “los guerreros libertadores, ciudadanos
virtuosos y hombres beneméritos”.
Durante su relación sentimental
con Simón Bolívar, viudo de la noble María Teresa del Toro y Alayza, con quien estuvo casado entre 1802 y 1803, Sáenz se estableció en Bogotá, donde desde muy temprano
sospechó de la traición que planeaba el general Francisco de Paula Santander. Su instinto no estuvo equivocado. El 10
de agosto de 1828 en el teatro Coliseo doce conjurados intentaron asesinar
a Bolívar durante un baile de disfraces, pero Manuela los despistó y alertó al
Libertador para que escapara. Un mes más tarde, en el palacio de San Carlos de la misma ciudad, en la noche
del 25 de septiembre, el comandante Granujo y el coronel Guerra -custodio de
Bolívar-, junto con veinticinco soldados deciden capturarlo vivo o muerto;
nuevamente es ella quien descubre el intento y lo obliga a escapar por una ventana.
Estos actos le mereció el título de “Libertadora
del Libertador”.
Tras la muerte de Bolívar, ocurrida el 17
de diciembre de 1830 en Santa Marta, y la desintegración de la Gran Colombia, Manuela siguió
defendiendo el proceso y, ante el temor del gobierno de que Manuela encabezase
la oposición, el 1 de enero 1834 fue expulsada del país por decreto del general Santander. Más tarde, y tras pasar algún tiempo en Jamaica, ya en tierra
ecuatoriana, también fue expulsada por orden del presidente Dr. Vicente
Rocafuerte de Ecuador.
|
Retrato de Manuelita, Museo de Sucre, en Quito |
El 11 de agosto de 1847 se enteró
de la muerte de su marido, James Thorne, asesinado el 19 de junio de ese año.
En su testamento, Thorne devolvía a Manuela los 8.000 pesos de la dote más
intereses; sin embargo, ese dinero nunca llegó a sus manos.
Manuela Sáenz, murió pobre,
inválida y desterrada, víctima de la epidemia de difteria, en la provincia de
San Francisco de la Buena Esperanza de Paita (ciudad fundada por Francisco Pizarro en 1532), al norte del Perú, el día 23 de noviembre
de 1856. Tras su muerte, para evitar el contagio de la peste, todas sus
posesiones fueron incineradas, incluyendo una parte importante de las cartas a
Simón Bolívar y documentos de la Gran Colombia que aún mantenía bajo su
custodia.