Nacido en el seno de una familia hispano-irlandesa, fue teniente general de la Armada, gobernador y capitán general de Filipinas, y virrey de la Nueva España en el siglo XVIII.
Félix Berenguer Marquina y Fitz-Gerald nació en Alicante en 1738. Su padre fue Ignacio Vicente Berenguer de Marquina y Pasqual de Riquelme, descendiente de una de las familias más influyentes en Alicante. Su madre, Mary FitzGerald y Stanton, natural Cork (Irlanda), descendiente de los condes de Desmond. Se casó con María de Ansoátegui y Barrol en 1758, convirtiéndose así, años después, en tío de uno de los Libertadores de Venezuela, José Antonio Anzoátegui.
A los diecisiete años inició su vida militar como cadete en el Regimiento de Infantería de la Reina (1753) y a los pocos meses sentó plaza de guardia marina en el Colegio Naval de Cádiz (abril de 1754).
Félix tuvo su primer destino a bordo del jabeque Ibicenco, que participaba en tareas de corso en las costas marroquíes, y después embarcó en el navío Astuto de la flota del Mediterráneo. Fue nombrado gobernador general de las Filipinas en marzo de 1787 a petición propia, ya que aspiraba a ocupar un cargo de mayor relevancia que el desempeñado hasta entonces como profesor de la Academia de Guardiamarinas.
Durante su mandato se abrió el puerto de Manila a las mercancías europeas (decreto de 15 de agosto de 1789) y llegaron a las islas los buques de la célebre expedición científica de Alejandro Malaspina (marzo de 1792). La política de reformas ilustradas tuvo continuismo en una orden para la creación de nuevas escuelas (1792) y diversas medidas para la mejora del gobierno colonial; asimismo, en esta época fue impresa la colosal Historia general de las Islas Filipinas (1788), de Fray Juan de la Concepción.
Relevado del cargo por Rafael Mª de Aguilar (agosto de 1793), Félix Berenguer partió de inmediato hacia España sin esperar a ser sometido al preceptivo juicio de residencia, razón por la que fue multado con dos mil pesos. Regresó a España a ocupar cargos en la administración de la Marina; ascendió a teniente general de la Armada española y, en 1799, Carlos IV, por recomendación de Manuel Godoy, le nombró virrey de la Nueva España. En 1800, al hacer la travesía de Cuba a Veracruz, fue hecho prisionero por los ingleses que lo mandaron a Jamaica. Finalmente, consiguió llegar a México a finales de abril de 1800. Durante su mandato reforzó las guarniciones de San Juan de Ulúa y el puerto de Veracruz, así como los presidios de los territorios del norte del virreinato. Su decisión de prohibir las corridas de toros, terminó por hacerlo impopular.
En 1801 se opuso a la petición de la Casa de la Moneda, la Real Hacienda y el Tribunal de Cuentas, que recomendaban tomar alguna medida en auxilio de los mineros de plata, que vieron declinar su producción a causa del bloqueo naval inglés. Finalmente, el rey aceptó la pérdida del 50% durante 6 meses y la consideró como un regalo a los mineros, en su mayoría españoles con títulos nobiliarios.
En 1802 se firmó la paz con Inglaterra, de lo que se benefició el comercio de ultramar con la península y otras naciones pero Marquina, que tenía que seguir soportando el malestar ocasionado por sus medidas y la desaprobación real a sus disposiciones, renunció al cargo a mediados de 1802. Entregó el bastón de mando a su sucesor José J. Iturrigaray en enero del año siguiente. De regreso a España, tomó parte en la guerra de la Independencia y murió en Alicante en 1826.
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