En Roma estudió con F. Zuccaro. Es
autor del “Poema de la pintura”, una de las principales obras de la poesía
didáctica española. De su producción pictórica, cabe citar La Santa Cena, Santa
Ana y Sansón para la catedral de Córdoba y la decoración de la sala capitular
de la catedral de Sevilla.
Pablo
de Céspedes nació en Córdoba, hacia el año 1538, hijo de Alonso de Céspedes y
de Olaya Arroyo, ambos procedentes de La Mancha; se crió con su tío Pedro de
Céspedes, de quien heredó el título de racionero de su catedral; murió en a
misma ciudad, el 26 de julio de 1608.
El
linaje de los Céspedes tuvo su casa solariega en las montañas de Burgos, a
corta distancia de Espinosa de los Monteros, que marcharon a la reconquista de
Andalucía. Su abuelo se llamó Alonso de Céspedes, cuyo padre fue noble (hidalgo) y natural de Ocaña, y su abuela
paterna Francisca de Mora. La madre, que había nacido en la villa de Alcolea de
Torote (Guadalajara), era hija de Ciprián de Arroyo y de Pascuala Martínez,
naturales y vecinos de la misma villa. Uno de sus tíos fue Francisco López de
Aponte, racionero de la catedral, en cuya casa vivían los padres de Pablo, y
donde nació él.
Estudió en la Universidad de Alcalá de
Henares (Madrid), donde se graduó en
Artes y Teología. Con gran disposición para las artes plásticas, fue a Roma
varias veces, visitando además Nápoles y otras ciudades italianas. Fue un gran admirador de Miguel Ángel, por
el que estuvo muy influído, así como de Rafael y Correggio. En Roma se
relacionó con varios pintores italianos, como F. Zuccaro, del que fue
discípulo, y cultivó además el trato con humanistas. Regresó a Córdoba en 1577,
y allí disfrutó de una plaza de
racionero de la catedral. En 1583 volvió a Roma, donde permaneció durante
dos años. A partir de 1585 residió en Córdoba, trabajando también en Sevilla.
Pablo
de Céspedes fue un gran artista y erudito, igualado por muy pocos en Europa. Escribió sobre la antigüedad de la catedral
de Córdoba, probando que el sitio que ocupa, y en el que los moros
erigieron su gran mezquita, es el mismo en que los romanos fundaron el templo
de Jano, sobre lo cual tuvo una larga correspondencia con el erudito anticuario
de Andalucía el licenciado Juan Fernández Franco, con gran instrucción en la
materia y conocimiento de la lengua arábiga, discurriendo con propiedad sobre
la etimología de las voces que quedaron de aquel idioma en el castellano.
También dominaba el griego y el hebreo.
Gran erudito, fue además escultor,
arquitecto, arqueólogo y poeta. Se
han conservado algunas de sus obras escritas, aunque su mayor parte han
desaparecido. Entre las que se conservan figuran: Discurso de la comparación de
la antigua y moderna pintura y escultura, 1604; Poema de la Pintura; Discurso
de la arquitectura del templo de Salomón, y Carta a Pacheco sobre los
procedimientos técnicos de la pintura. En todas ellas se revela como un
consumado humanista.
Pero
su obra artística más importante es la
pictórica. Fue autor, durante su estancia en Roma, de varias pinturas en la
iglesia de la Trinità dei Montin, que aún se conservan, y se cree que decoró
también las fachadas de algunas casas. Realizó en la Sala Capitular de la catedral de Sevilla varias representaciones
alegóricas, y la catedral de Córdoba
conserva la Sagrada Cena, una de sus obras más expresivas. Es autor también
del Retablo de Santa Ana en la misma catedral de Córdoba. Su obra más insigne,
según Pacheco, es el Retablo del Colegio
de Santa Catalina, en Córdoba. Se le atribuyen también una Asunción en el
Museo de la Real Academia de Bellas Artes de Madrid y la Visión del venerable
Roelas, de la catedral de Sevilla.
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