viernes, 13 de julio de 2018

Pablo de Céspedes. Clérigo, pintor, escultor, arquitecto, humanista y poeta



En Roma estudió con F. Zuccaro. Es autor del “Poema de la pintura”, una de las principales obras de la poesía didáctica española. De su producción pictórica, cabe citar La Santa Cena, Santa Ana y Sansón para la catedral de Córdoba y la decoración de la sala capitular de la catedral de Sevilla.

Pablo de Céspedes nació en Córdoba, hacia el año 1538, hijo de Alonso de Céspedes y de Olaya Arroyo, ambos procedentes de La Mancha; se crió con su tío Pedro de Céspedes, de quien heredó el título de racionero de su catedral; murió en a misma ciudad, el 26 de julio de 1608.

El linaje de los Céspedes tuvo su casa solariega en las montañas de Burgos, a corta distancia de Espinosa de los Monteros, que marcharon a la reconquista de Andalucía. Su abuelo se llamó Alonso de Céspedes, cuyo padre fue noble (hidalgo) y natural de Ocaña, y su abuela paterna Francisca de Mora. La madre, que había nacido en la villa de Alcolea de Torote (Guadalajara), era hija de Ciprián de Arroyo y de Pascuala Martínez, naturales y vecinos de la misma villa. Uno de sus tíos fue Francisco López de Aponte, racionero de la catedral, en cuya casa vivían los padres de Pablo, y donde nació él.

Estudió en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), donde se graduó en Artes y Teología. Con gran disposición para las artes plásticas, fue a Roma varias veces, visitando además Nápoles y otras ciudades italianas. Fue un gran admirador de Miguel Ángel, por el que estuvo muy influído, así como de Rafael y Correggio. En Roma se relacionó con varios pintores italianos, como F. Zuccaro, del que fue discípulo, y cultivó además el trato con humanistas. Regresó a Córdoba en 1577, y allí disfrutó de una plaza de racionero de la catedral. En 1583 volvió a Roma, donde permaneció durante dos años. A partir de 1585 residió en Córdoba, trabajando también en Sevilla.

Pablo de Céspedes fue un gran artista y erudito, igualado por muy pocos en Europa. Escribió sobre la antigüedad de la catedral de Córdoba, probando que el sitio que ocupa, y en el que los moros erigieron su gran mezquita, es el mismo en que los romanos fundaron el templo de Jano, sobre lo cual tuvo una larga correspondencia con el erudito anticuario de Andalucía el licenciado Juan Fernández Franco, con gran instrucción en la materia y conocimiento de la lengua arábiga, discurriendo con propiedad sobre la etimología de las voces que quedaron de aquel idioma en el castellano. También dominaba el griego y el hebreo.

Gran erudito, fue además escultor, arquitecto, arqueólogo y poeta. Se han conservado algunas de sus obras escritas, aunque su mayor parte han desaparecido. Entre las que se conservan figuran: Discurso de la comparación de la antigua y moderna pintura y escultura, 1604; Poema de la Pintura; Discurso de la arquitectura del templo de Salomón, y Carta a Pacheco sobre los procedimientos técnicos de la pintura. En todas ellas se revela como un consumado humanista.


Pero su obra artística más importante es la pictórica. Fue autor, durante su estancia en Roma, de varias pinturas en la iglesia de la Trinità dei Montin, que aún se conservan, y se cree que decoró también las fachadas de algunas casas. Realizó en la Sala Capitular de la catedral de Sevilla varias representaciones alegóricas, y la catedral de Córdoba conserva la Sagrada Cena, una de sus obras más expresivas. Es autor también del Retablo de Santa Ana en la misma catedral de Córdoba. Su obra más insigne, según Pacheco, es el Retablo del Colegio de Santa Catalina, en Córdoba. Se le atribuyen también una Asunción en el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de Madrid y la Visión del venerable Roelas, de la catedral de Sevilla.

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