domingo, 29 de marzo de 2020

Príncipe de La Paz y Príncipe de Vergara. Dos excepciones en el derecho nobiliario español


En nuestro país podemos observar algunas excepciones en el derecho nobiliario.

Entre estas, destacamos dos, que son las que se refieren al “Príncipe de La Paz” y al “Príncipe de Vergara”: Manuel Godoy y Baldomero Espartero, respectivamente, dos casos únicos, que constituyen dos particularidades, ya que en España el título de príncipe se reserva al “príncipe de Asturias”, heredero de la Corona. 

Ambos personajes, Godoy y Espartero, de procedencia no aristocrática –el primero hidalgo, que podemos considerar como noble de sangre y de cierta fortuna familiar, y otro ni siquiera eso, pues era hijo de un simple carretero–, llegaron por las circunstancias del momento, por sus extensos méritos y su ambición personal a lo más alto de la nobleza, a ostentar numerosos títulos nobiliarios, entre ellos el de “Príncipe”, además de diversas condecoraciones y obtener un gran reconocimiento y una cierta fortuna personal.

Concedidos estos títulos nobiliarios de Príncipe (principados), a finales del siglo XVIII y del turbulento XIX, a personas que no formaban parte de estirpe regia alguna, aunque sí contaban con méritos notables, ninguno de sus sucesores obtuvo Real Carta de Sucesión, extinguiéndose por tanto, bien por ser suspendido y no rehabilitado al no ser conforme a la tradición española, o al ser vitalicio.

Excepcionalidad de la concesión de Principados

Como regla general, en el Derecho Nobiliario español el título de “príncipe” se reserva al Príncipe de Asturias, que es el heredero de la Corona (en el Reino Unido, al príncipe de Gales), el primero en la línea de sucesión al Trono. En sus orígenes, Príncipe de Asturias fue el título del heredero de la Corona de Castilla y León y, con la unión de los reinos, forjada por los Reyes Católicos tras la conquista de Granada, el principal de los que ostenta el heredero de la Corona de España y como tal está reconocido en la Constitución Española de 1978, que en su Artículo 57, punto 2 dice:

   2. El Príncipe heredero, desde su nacimiento o desde que se produzca el hecho que origine el llamamiento, tendrá la dignidad de Príncipe de Asturias y los demás títulos vinculados tradicionalmente al sucesor de la Corona de España.

La cuestión a plantearse es la de si el título de “príncipe” ha de limitarse a personas de la realeza o, por el contrario, se trata de un título nobiliario al que aplica un régimen jurídico similar a los restantes y puede concederse a aquellos que no lo sean.

Si analizamos lo que sucede en España, podemos observar que el título de Príncipe estuvo (casi) siempre reservado a personas de estirpe real. Tal es el caso del Príncipe de Asturias, que fue creado para ser ostentado por los herederos de la Corona de Castilla y de León y, posteriormente, de España. Lo mismo sucedió en Navarra con el título de Príncipe de Viana, al igual que en Aragón con el de Príncipe de Gerona, recayendo, en la actualidad, los tres títulos en el heredero/a de la Corona de España.

Ahora bien, como excepciones, nos encontramos con dos casos en los que fueron concedidos títulos nobiliarios de Príncipe (principados) como tales títulos a personas que no formaban parte de estirpe regia alguna, aunque ninguno de sus sucesores llegó a obtener Real Carta de Sucesión, el principado de la Paz, concedido en septiembre de 1795 por Carlos IV a favor de Manuel Godoy y Álvarez de Faria, favorito y su primer ministro, a sus hijos y descendientes y, por tanto, con carácter hereditario, como recompensa y en memoria de la paz que acababa de firmar (la de Basilea); y el principado de Vergara, creado por Decreto del 2 de enero de 1872 por el rey Amadeo I de Saboya, como rey de España, a favor del general Joaquín Baldomero Espartero y Álvarez de Toro, con tratamiento de Alteza y carácter vitalicio, extinguiéndose, por tanto, con el fallecimiento del primer titular, aunque años más tarde se trató de rehabilitar. La denominación del título hace referencia al "Abrazo de Vergara" que se dieron Espartero (por el bando Isabelino) y el general Rafael Maroto (por el bando Carlista), el 31 de agosto de 1839, ante las tropas de ambos ejércitos reunidas en los campos de Vergara, tras la firma en Oñate (Guipúzcoa) el 29 de agosto de 1839, del convenio que puso fin a la Primera Guerra Carlista (18331840).


El anterior título, el de la Paz, fue suspendido, en 1808, juntamente con sus otros títulos y el embargo/secuestro de los bienes de Godoy, por el rey Fernando VII tan pronto reinó, y no lo rehabilitó su hija, la reina Isabel II, cuando eso hizo décadas más tarde, con el resto de títulos, de los que había sido desposeído, al considerar el otorgamiento del principado de la Paz como ajeno a la tradición española, por lo que se considera un título abolido. Así, por una Real orden de 30 de abril de 1844 y un Real decreto de 31 de mayo de 1847, de Isabel II, devolvieron “sobre el papel” a Godoy todos sus bienes, ya que la muerte le sobrevino sin haberlos llegado a recuperar. Se le permitió volver a España, lo que no pudo hacer, y le fueron reintegrados los honores, cargos militares y títulos, salvo los de "Príncipe de la Paz", "Generalísimo" y "Gran Almirante”



El “principado” de Aracena

También, tenemos el “Principado de Aracena”, un señorío jurisdiccional otorgado en 1640 por el Rey Felipe IV al Conde-Duque de Olivares, como premio por su labor realizada en el sitio de Fuenterrabía, de 1638.      En una entrada posterior se hará una mención al mismo, así como del príncipe de Villena.

El príncipe de Villena
 
Título de Príncipe de Villena, que dio el Serenísimo Rey Don Alfonso de. Valencia y IV de Aragón a Don Juan Manuel, nacido en 1282 y fallecido en 1348, nieto del Rey Don Fernando el Católico, título que le fue otorgado en 1334 y confirmado en 1336.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Carlos V y la Orden de Malta. Editorial Dykinson



La editorial: Dykinson acaba de publicar el libro titulado Carlos V y la Orden de Malta, en el que he contribuido con el capítuloIngreso de nuevos Caballeros y Religiosos en la Orden de Malta durante el reinado de Carlos V (1516-1556)”

https://www.dykinson.com/libros/carlos-v-y-la-orden-de-malta/9788413246581/
 
La editorial Dykinson y la Real Asociación de Hidalgos de España, en coedición, han publicado el libro titulado “Carlos V y la Orden de Malta”, que recopila las ponencias presentadas en octubre de 2019 en el curso dirigido por los profesores D. Javier Alvarado Planas, Catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, y D. Jaime de Salazar y Acha, Académico de Número de la Real Academia de la Historia, en el Real Monasterio de Yuste.

Editorial: Dykinson

ISBN: 978-84-1324-658-1
ISBN electrónico: 978-84-1324-695-6
Páginas: 440
Dimensiones: 17 cm x 24 cm
Fecha de edición: Marzo 2020
Precio: 30 €


 
Resumen del libro:

Fundada en Jerusalén en el siglo XI con la finalidad de atender a los pobres, enfermos y peregrinos, la Orden del Hospital de San Juan (Orden de Malta) se consolidó como Estado soberano cuando en 1530 el emperador Carlos V le cedió la isla de Malta. Precisamente, este libro expone los aspectos más destacados de la Historia de dicha Orden en el siglo XVI: su estrategia política y militar en el Mediterráneo, su organización sanitaria, el documento de cesión de la isla de Malta y su interpretación en el marco de los actos de infeudación, incluido el rito anual de entrega del halcón maltés exigido por Carlos V, el ceremonial de armar caballero y toma de hábito, la regla y estatutos, la organización hospitalaria en España, la presencia de la Orden en el arte y en la literatura, etc.


Índice de la obra:
Presentación, por Juan Carlos Moreno Piñer
Prefacio, por Javier Alvarado y Jaime de Salazar
Semblanza íntima de Carlos V, por Jaime de Salazar y Acha
Carlos V (1547-1557): de Mühlberg a Yuste. El nacimiento del imperio español, por Jaime Ignacio Muñoz Llinás
La Orden de Malta en la estrategia mediterránea del emperador Carlos V, por Juan Carlos Domínguez Nafría
La Orden del Hospital en un mundo en cambio (finales del XV y comienzos del XVI). Proyección mediterránea y giros políticos, por Julia Pavón Benito y Maria Bonet Donato
La Orden del Hospital en España en la transición a la Edad Moderna, por Carlos Barquero Goñi
La conquista otomana de Rodas en el año 1522, por Ricardo González Castrillo
El César Carlos y la cesión de la isla de Malta a la Orden del Hospital de San Juan, por José María de Francisco Olmos
El tributo del halcón maltés: de Carlos V a la pérdida de la isla de Malta (1530-1798), por Carlos Pérez Fernández-Turégano
La Orden de Malta en el siglo XVI: sus grandes maestres, por Carlos Nieto Sánchez
El ceremonial de armar caballero en la Orden de Malta en el siglo XVI, por Javier Alvarado
Ingreso de nuevos Caballeros y Religiosos en la Orden de Malta durante el reinado de Carlos V (1516-1556), por José Manuel Huidobro Moya
La organización sanitaria en la España del XVI y la Orden de Malta, por Marisol Campos
Historia de la publicación y edición de reglas, estatutos y constituciones de la Orden de San Juan de Jerusalén, por Marcos Fernández de Béthencourt
La encomienda de Calasparra durante el reinado de Carlos I de Austria, por José Juan Moya y Martínez
Es la total destrucción… la pérdida desta isla”. Versiones del sitio de Malta en las letras contemporáneas, por Lara Vilà
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martes, 24 de marzo de 2020

Leandro Fernández de Moratín. Poeta, cómico y lírico, "afrancesado"


Defensor de las ideas de la ilustración. Amigo de Jovellanos y protegido de Godoy, logró sus mejores éxitos en el campo teatral. De los primeros años del siglo XIX datan sus mejores comedias, en las que critica las costumbres de la época y la hipocresía social, siendo su mejor obra “El sí de las niñas”. 
 
Retrato de Leandro Fernández. de Moratín, por Goya, 1799
Hijo de Nicolás Fernández de Moratín, de familia noble de Asturias, y de Isidora Cabo Conde. Su padre Nicolás, poeta, dramaturgo y abogado, nació en Madrid el 20 de julio de 1737; hijo de don Diego, natural de Madrid y doña Inés González Cordón, natural de Pastrana (Guadalajara), de honrada familia de labradores de la misma villa. En realidad, fue su bisabuelo, Domingo Fernández de Moratín, quien procedía de Asturias, de la localidad de Moratín, en el municipio de Salas, de donde se trasladó a vivir a Madrid en 1650.

Su abuelo, don Diego, era jefe de guardajoyas de la reina Isabel de Farnesio, la cual, muerto su esposo Felipe V, se retiró, acompañada de su hijo Luis, al sitio de San Ildefonso, en donde permaneció durante el reinado de Fernando VI. Allí recibió Leandro su primera instrucción y manifestado su talento, muy superior al de sus otros hermanos, quiso su padre que siguiera la carrera de las letras, y le envió a estudiar filosofía al colegio de los jesuitas en Calatayud. Pasó después a la Universidad de Valladolid a estudiar Leyes, alternando las lecciones de la escuela con la amenidad de los poetas clásicos griegos y latinos.

A los cuatro años fue atacado de unas viruelas malignas que después de ponerle al borde de la muerte, le dejaron desfigurado y, desde entonces, perdió su genio alegre, bullicioso y amable con todos y volvióse tímido, receloso y taciturno: calidades que no tuvieron corta influencia en los sucesos del resto de su vida.

Moratín se dio a conocer como poeta con el romance heroico en endecasílabos La toma de Granada, premiado por la Real Academia Española en 1779; en 1782 volvió a ser premiado por Lección poética. Sátira contra los vicios introducidos en la poesía española, escrito en tercetos y que le sirvió para atacar al teatro barroco.

En 1787, gracias a su amistad con Jovellanos, viajó por Francia y el Reino Unido, como secretario de Francisco Cabarrús. político y economista de ideas avanzadas. Tras regresar a España, sus constantes peticiones de ayuda económica consiguieron del ministro Floridablanca un modesto beneficio y se ordenó de primera tonsura. Más tarde, y gracias a  la protección del favorito de Carlos IV Manuel Godoy, obtuvo otras rentas eclesiásticas, todo ello sin una vinculación real con la Iglesia, y como resultado de su insistente actividad como «suplicante».

Como amigo de Jovellanos y protegido de Godoy, logró sus mejores éxitos en el campo teatral. Intentó introducir en España los moldes del teatro neoclásico francés, es decir, las tres unidades de tiempo, lugar y acción, y la finalidad moralizante, aunque no llegaron a calar entre el público. Su primera comedia fue El viejo y la niña (1790), que apenas tuvo éxito, aunque éste le llegaría tan sólo dos años más tarde con La comedia nueva o el café. Después de su éxito, emprendió un nuevo viaje por Europa (1792), decisivo en su experiencia personal y artística.


En París tuvo ocasión de vivir los sucesos revolucionarios que le conmovieron, y en el Reino Unido entró en contacto con la obra de Shakespeare, autor que por entonces era prácticamente desconocido en España. Luego continuó viaje por los Países Bajos, Alemania, Suiza e Italia, desde donde regresó a España a finales de 1796. En 1878 tradujo Hamlet, la primera versión española directa del inglés.

De los primeros años del siglo XIX, datan sus mejores comedias, escritas con un perfecto dominio del castellano, y en las que critica las costumbres de la época y la hipocresía social: El barón, La mojigata y El sí de las niñas (1806), esta última considerada como su mejor obra y el mejor logro español dentro de la corriente de comedia de salón dieciochesca, que arranca con Molière.

Nombrado secretario de la Interpretación de Lenguas y miembro de la Junta de Teatros, abandonó sus cargos cuando se produjo el levantamiento popular de 1808 contra la invasión napoleónica. Así, en 1808, a la caída de Godoy, tomó partido por los franceses y llegó a ser nombrado, en 1811, bibliotecario mayor de la Real Biblioteca por el rey José Bonaparte. A partir de entonces fue tachado de «afrancesado», y como la mayoría de ellos, abandonó la capital a raíz de la retirada de las tropas francesas, refugiándose en Valencia, Peñíscola y, más tarde, en Barcelona, al producirse el cambio político.

Moratín fue caballero de la “Real y Militar Orden de España”, instituida por José Bonaparte en Vitoria el 20 de octubre de 1808, se llamó inicialmente Orden Militar de España y con ella quiso sustituir la de Carlos III, como premio "al valor y a la fidelidad militares". Sus colores hicieron que el pueblo la conociese como "Orden de la Berenjena". Era una especie de "Legión de Honor" española, consistente en una estrella de rubí de cinco puntas sobre un soporte de plata en forma de rayos.

En 1812 dio al teatro una traducción de La escuela de los maridos, de Moliere, autor a quien profesaba el más profundo respeto, obra, que pesar del mal humor reinante, fue aplaudida. Ese mismo año las fuerzas francesas, de resultas de la derrota de Arapiles (Salamanca), tuvieron que abandonar la capital y retirarse a Valencia. En 1814 escribió, con el título de El Médico a palos, con alteraciones importantes bien meditadas, una traducción de la comedia de Moliere, que  fue representada en el teatro de Barcelona, en diciembre.
 
Retrato de Moratín, 1824. Bilbao, Museo de Bellas Artes


No obstante la ausencia de cargos contra él, en 1818 decidió dejar España y pasar a Francia, cuya cultura admiraba profundamente. En Burdeos se reencontró con el ya anciano y amargado Goya, quien hizo de otro un magnífico retrato (1824). El primero, de 1799, se conserva en la Academia de San Fernando, en Madrid (Moratín lo legó a la Academia, en cuya colección ingresó el 2 de enero de 1829). La muerte le sorprendió en París, donde se había establecido, por sufrir una grave enfermedad, el 21 de junio de 1828, el mismo año en que fallece su amigo Goya, conocido suyo de muchos años.

En 1825 se editaron en esta ciudad sus Obras dramáticas y líricas y, póstumamente, su ensayo Orígenes del teatro español, en el que indaga en la evolución del teatro en España, y su epistolario. Sus Diarios hubieron de esperar casi siglo y medio a ser publicados, pues no vieron la luz hasta 1968.


Para saber más:

viernes, 20 de marzo de 2020

Remedios de Escalada. Esposa del "Libertador" general José de San Martín



Fue parte de una de las familias más acaudaladas de Buenos Aires y decidió dejarlo todo para acompañar a su esposo, el general San Martín.

María de los Remedios Carmen Rafaela Feliciana de Escalada y de la Quintana, más conocida como Remedios de Escalada, nació en Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata (Argentina), el 20 de noviembre de 1797. Era hija de Antonio José de Escalada (hijo natural legitimado de Manuel de Escalada y Bustillo de Ceballos, hidalgo natural de Castañeda en Cantabria, el más acaudalado comerciante de la ciudad, y de Luisa de Sarria y Leal de la Plaza, nativa de Concepción, Chile) y de Tomasa de la Quintana y aoiz, una familia hidalga porteña de gran prestigio social y solvencia económica. Remedios de Escalada conoció a José de San Martín, uno de los oficiales militares que habían retornado a Buenos Aires, el 9 de marzo de 1812 para incorporarse a las luchas por la Independencia Hispanoamericana.


La pareja, que se conoció en una fiesta, tuvo un amor a primera vista, aunque el era 20 años mayor: también se ha sugerido que pudo haber habido un arreglo matrimonial entre San Martín y los Escalada, debido al carácter aristocrático de la familia de la novia, las costumbres sociales de la época y la propia agenda política de San Martín: con este matrimonio, los Escalada constituían una alianza con un oficial con una prometedora carrera y San Martín podría tener una vinculación social al aliarse con la aristocracia porteña.

Al casarse y vincularse con los Escalada, San Martín llevó a cabo su primera conquista: una posición que atrajo a sus filas un cuadro de oficiales envidiable. Entre ellos, sus hermanos políticos Manuel y Mariano. Todos querían ser parte del naciente Regimiento de Granaderos a Caballo. A su vez, apellidos como Necochea, Lavalle, Olavarría y otros dieron brillo a la formación.

A pesar de que Remedios era una adolescente de 14 años, tras un muy corto noviazgo, el 12 de septiembre de 1812 se desposó con San Martín —«por palabras de presente», en una ceremonia privada en la Iglesia de la Merced. Contrajeron matrimonio el 12 de noviembre del mismo año en la Catedral de Buenos Aires. San Martín tuvo conflictos con su familia política y rechazaba sus formas aristocráticas.

Remedios permaneció en casa de su familia debido a las responsabilidades de San Martín en relación al recién creado regimiento, por lo que estuvieron separados durante largas temporadas, sólo pudieron volver a reunirse después del 10 de agosto de 1814, cuando San Martín fue designado gobernador de la Intendencia de Cuyo. A fines de 1814, Remedios se trasladó a Mendoza para reunirse con su marido, por ese entonces gobernador cuyano. Allí se incorporó a la sociedad local y colaboró en las tareas de organización del Ejército de los Andes para liberar a Chile y Perú. Fue ella quien promovió la entrega de las joyas personales, gesto en el que la acompañaron las damas mendocinas el 10 de octubre de 1815, para contribuir al equipamiento de las fuerzas.

Antonio José de Escalada
El 24 de agosto de 1816, nació Merceditas, única hija del matrimonio y futura compañera de su padre durante el exilio. En la Navidad de ese año, celebrada en el hogar de los Ferrari, San Martín sugirió la idea de dotar al ejército de una bandera y Remedios, con sus amigas, la confeccionaron en pocos días.

La partida de San Martín hacia Chile, en 1817, junto con la delicada salud de Remedios, quebrada por la tuberculosis, la obligó a regresar a Buenos Aires, quien comenzó su retorno el 16 de marzo de 1819 para instalarse nuevamente en la casa de sus padres en Buenos Aires.  Enferma de gravedad, falleció el 3 de agosto de 1823, con 25 años.

martes, 17 de marzo de 2020

El símbolo de dólar ($) proviene de la heráldica de las monedas españolas


Los duros/pesos columnarios son, seguramente, las monedas españolas más coleccionadas en todo el mundo y las que más relevancia histórica ha tenido.

Entre los siglos XVI y XVIII el Real de a 8, una moneda de plata española, fue la referencia del comercio mundial. Los ingleses de las colonias americanas la llamaban 'Spanish dollar' y acabaron por adoptarla como propia. 

Muchos estadounidenses piensan que el símbolo $ (en la tipografía clásica con dos barras) proviene de una unión de la abreviatura U.S. (United States). Pero nada más lejos de la realidad. Si bien existen varias teorías, la más plausible es el origen español. El signo se empezó a usar en la correspondencia comercial entre los colonos británicos y México refiriéndose al peso hispano-mexicano o Real de a 8. Esta moneda recibía en las colonias norteamericanas el nombre de dólar español y, en 1785, fue adoptada como moneda oficial de Estados Unidos, tanto el nombre como el símbolo $, ante la carestía de moneda que provocó la Guerra de Independencia frente al Imperio Británico, que utilizaba la Libra inglesa..



Son monedas que nos transportan a mediados del siglo XVIII, a la Ilustración, a la constante guerra entre una España cuesta abajo y un ambicioso Imperio Británico. Es una época con olor a mar, con navíos mercantes cruzando océanos, con piratas amenazando, con territorios por descubrir, tierras que conquistar y colonias que defender. Por primera vez el mundo entero estaba interconectado y los 8 reales fueron los mejores testigos de ello, puesto que fueron la primera moneda «aceptada internacionalmente»: con una pieza de 8 reales se pagaba igual a un comerciante chino que a un mercenario francés.

Pieza de 8 Reales con resellos

Este carácter internacional de la moneda hace que ciudadanos de diversos países la consideren como propia. Los españoles así la consideramos por ser moneda acuñada bajo suelo y mandato español; los hispanoamericanos también la ven como moneda propia puesto que era la que se acuñó en sus países durante el siglo XVIII; igualmente, los estadounidenses y canadienses que se aventuran a coleccionar monedas anteriores a su independencia, se suelen acordar de los columnarios, ya que los 8 reales españoles eran las monedas que más circulaban por las colonias de Norteamérica. Tanto es así que el símbolo de dólar ($) proviene de la heráldica de las monedas españolas.



Por parte de las tiradas, se acuñaron desde 1732, reemplazando las acuñaciones a martillo, hasta 1772, cuando fueron reemplazados por el busto del monarca como motivo. Aparecen en ellos nombrados Felipe V, Fernando VI y Carlos III. En cuanto a las cecas, se emitieron en México (1732 – 1772), Lima (1751 – 1772), Santiago (1751 – 1771), Potosí (1767 – 1770), Guatemala (1754 – 1771) y Santa Fe (1759 y 1762), siendo las dos primeras cecas las que más piezas acuñaron con gran diferencia. Con Carlos IV y Fernando VII el diseño cambió significativamente.


Real de a 8, de Carlos IV,
las columnas y la banda con el lema "Plus Ultra" formando el $

 Lo que más suele atraer a los coleccionistas de columnarios es el diseño del anverso. Hay muchos que incluso defienden que es el diseño más bonito de toda la numismática española.

El reverso del columnario mostraba un dibujo característico: dos globos terráqueos representando a los hemisferios oriental y occidental con una corona real encima de ambos, debajo de los dos globos aparecía un dibujo de olas marinas (representando al mar que separaba Europa y América), aparecía una columna coronada a cada lado de los globos (por lo cual las monedas tuvieron el nombre de columnarios) representando las Columnas de Hércules, cada columna era ceñida con un paño llevando el lema «PLUS ULTRA» (lema nacional de España que significa en latín «más allá»), en el borde superior del anverso aparecía la leyenda «UTRAQUE UNUM» que en latín significa «ambos son uno» resaltando la unidad entre los territorios del imperio español en cada hemisferio; en el borde inferior aparecía la fecha de emisión y las marcas de la ceca.


El anverso de la moneda mostraba el nombre del monarca español en latín seguido de la leyenda (también en latín) «D G HISPAN ET IND REX» que significa «por la gracia de Dios Rey de las Españas y de las Indias», a la izquierda aparecían las iniciales del ensayador y en el centro el escudo de España en gran tamaño con una corona real encima; para evitar falsificaciones o cercenamientos el canto de la moneda tenía grabadas unas hojas de laurel en gran detalle.





Texto extraido en parte de: https://blognumismatico.com/

viernes, 13 de marzo de 2020

Dolores Quiroga y Capopardo. La Monja de las Llagas



Sor Patrocinio, religiosa Concepcionista, consejera de la reina Isabel II.

Difamada monja, que fundó 19 conventos, colegios para niñas pobres, a la que se apareció la Virgen –como aprobó el Papa Gregorio XVI–, que tenía llagas, certificadas por el médico más prestigioso de la época, además de otros dones, y que, sin apenas educación, escribió varias novelas.

Con la Virgen de Olvido, Triunfo y Misericordia
María Josefa de los Dolores Anastasia Quiroga y Capopardo (sor Patrocinio) nació el 27 de abril de 1811, en San Clemente (Cuenca).Su padre, Diego Quiroga y Valcárcel, natural de San Vicente Deade (Lugo), administración de rentas de la Casa Real, era caballero palatino de Fernando VII; la madre, Dolores Capopardo del Castillo, natural de San Clemente, donde tenía casa solariega. Fueron  sus  abuelos paternos Fernando de Quiroga y Bussón y Manuela Valcárcel de la Torre, ambos naturales de San Vicente Deade, y maternos José Capopardo y Villanueva y Ramona del Castillo y Paños.

Sus padres, de ascendencia noble (hidalgos), prestaban servicio en la Corte real y tuvieron que salir huyendo de Madrid a causa de la Guerra de la Independencia y persecución política, y en la huida dio a luz en San Clemente, donde se dirigía para refugiarse.

Era una niña preciosa pero desdichada porque a la madre la situación la superó y rechazó a su propia hija, la abandonó en el lugar dejando a la recién nacida con los dueños de la Venta del Pinar. Les aseguró que su marido llegaría en unos días y recogería a la niña, como así sucedió.

En 1823, la familia se trasladó a Madrid tras haber fallecido el padre, y, en 1826, la joven Dolores ingresó en el Convento de las Comendadoras de Santiago, de carácter aristocrático, como era la familia de la postulante, protegida por la condesa-duquesa de Benavente y la marquesa de Santa Cruz. El 19 de enero la nombraron monja y cambió su nombre a María Rafaela de los Dolores y Patrocinio.

Ya en la infancia, había tenido vivencias místicas desacostumbradas y éstas se acentuaron al hacer vida conventual, en términos que le procuraron renombre en Madrid. No era menos famosa la belleza de la joven y consta que el abogado y político liberal Salustiano Olózaga se prendó de ella. Rechazándolo desde el primer momento, la novicia tomó el hábito en el Convento de Caballero de Gracia, más rígido que el anterior, en 1829, y en el siguiente año profesó en él.

Convento de Caballero de Gracia (Madrid)
A partir de este momento fueron notorias sus experiencias sobrenaturales. Dos meses después de profesar, se le imprimió en el costado una llaga semejante a la de Jesucristo y en las semanas siguientes se le abrieron otras en manos y pies, que se mantendrían durante toda su vida y justificarían su sobrenombre de Monja de las Llagas. Estos estigmas iban acompañados de visiones, éxtasis, profecías y otros portentos, entre los cuales se cuenta la aparición en 1831 de la Virgen del Olvido a sor Patrocinio, venerada hoy en el convento del Carmen de las concepcionistas franciscanas de Guadalajara, donde también reposan sus restos.

Dentro de la oleada de quema de conventos y matanza de religiosos, en 1835 el juez Manuel Cortázar procesó y encarceló a la monja. Tras un año de arresto arbitrario, fue recluida en las Recogidas y en 1837 salió desterrada hacia Talavera de la Reina y luego fue trasladada a Torrelaguna. En 1839 la religiosa escribió su Ejercicio mensual a María Santísima del Olvido, Triunfo y Misericordias, que sería editado en 1860 a costa de la Reina y ha sido reimpreso en 2004.

Sor Patrocinio con la reina Isabel II
Desde su juventud, Isabel II se había interesado, junto con su hermana Luisa Fernanda, por la figura de sor Patrocinio y en 1844, la reina gobernadora María Cristina y sus dos hijas fueron a visitarla en el Convento de La Latina, tras habérsele permitido regresar a Madrid. La religiosa aconsejó por escrito durante años a la Soberana que se reconciliase con su consorte, Francisco de Asís; los enemigos de este incriminaron de oscuros manejos a la monja, así como más tarde al padre Antonio María Claret, confesor de la Reina.

El 7 de febrero de 1849 sor Patrocinio fue elegida abadesa en el Convento de Jesús y fue luego desterrada a Badajoz por Narváez. Dos años después regresó a Madrid y en 1852 sufrió su primer exilio en Francia, durante un año.

Se repitieron luego los destierros dentro de España, al compás de las vicisitudes políticas, que no privaron a la religiosa de fundar nuevas comunidades en Torrelaguna, Aranjuez, El Pardo, El Escorial, Lozoya, Manzanares, Guadalajara, y reformar otras como las de Corral de Almaguer, Puebla de Alcocer, Almonacid de Zurita, Cabeza del Buey y Granada. A la hora de su muerte pasaban de 19 los conventos reformados o fundados.

En 1868 la Revolución Gloriosa la desterró a Francia, donde pasó tres años. Estas penalidades se sumaron al deterioro creciente de su salud. En 1877 se estableció definitivamente en el Convento de Concepcionistas Franciscanas que había fundado en Guadalajara. En todo este tiempo no cesaron las vivencias sobrenaturales de sor Patrocinio ni su correspondencia con la reina Isabel II, llena de piadosas exhortaciones, centradas en el propósito de que rehiciera la convivencia conyugal con Francisco de Asís. Isabel II la visitó en Guadalajara el 26 de marzo de 1880, época de frecuente correspondencia entre ambas.

 
Sor Patrocinio falleció en el Convento de Guadalajara, el 27 de enero de 1891, y en 1907 se abrió el proceso de su beatificación, que se mantiene vivo.

Para saber más

Libro en formato PDF: Vida admirable de la sierva de Dios Madre Patrocinio

martes, 10 de marzo de 2020

San Raimundo de Peñafort, Teólogo y Santo. Patrón de los abogados



Cofundador de la Orden de los Dominicos, que llegó a ser un hombre con gran poder e influencia y que participó muchos asuntos eclesiásticos y civiles. Uno de ellos, de los menos conocidos, fue la creación e instauración de Inquisición en el Reino de Aragón en el siglo XIII.


Raimundo de Peñafort nació entre 1175 y 1185; fue hijo segundón del señor de castillo feudal de Peñafort, en el condado de Barcelona, y de su esposa Sara. Los primeros datos que de él se tienen son de noviembre del año 1204, cuando empezó a ejercer de clérigo y escriba de la catedral de Barcelona. Estudió teología en la Universidad de Bolonia, en la actual Italia, donde ejerció de profesor entre 1217 y 1219 y pudo conocer a santo Domingo de Guzmán. Regresó a Aragón, donde reinaba Jaime I, del que llegó a ser su confesor, e ingresó en los Dominicos en 1222.

Aprovechando su cercanía al Rey Jaime I el Conquistador (1208-1276), rey de Aragón, de Mallorca y de Valencia, conde de Barcelona y de Urgel y señor de Montpellier y de otros feudos de Occitania (el sur de Francia), Raimundo de Peñafort le conminó a solicitar del Papa inquisidores que “desinfectaran” sus dominios de herejes. Colaboró con la Santa Sede en la redacción de una nueva compilación de las instrucciones legislativas de los papas (Decretales de Gregorio IX, que elaboró entre 1231 y 1234) y también redactó la reglamentación de la organización y el funcionamiento del Tribunal del Santo Oficio en Aragón aprobada por el Concilio de Tarragona en 1242.

En el año 1238, el capítulo general de su orden le confió la revisión del texto de sus Constituciones y en 1239 fue elegido como el tercer general de la Orden de los Dominicos, en capítulo general de la orden en París. Se encargó de visitar los principales conventos así como la obtención de bulas papales para el desarrollo de la Orden y la integración de la rama femenina dentro de la misma.


Gregorio IX encargó a dominicos y franciscanos la instauración de la inquisición papal en 1238 para combatir las infiltraciones heréticas del catarismo, la brujería el culto al demonio y los conversos judíos, un trabajo que san Raimundo llevó a cabo con gran eficacia.

Algunos estudiosos de su obra le han atribuido un importante papel en la fundación de la Orden de la Merced, los Mercedarios, dedicados al rescate de los pobres cautivos los que recuperaron a Miguel de Cervantes en Árgel y que hoy se ocupan de los presos en nuestras cárceles, como asesor de san Pedro Nolasco.

A Raimundo de Peñafort siempre le acompañó una fama de santidad, debido, con seguridad, a la multitud de milagros que se le atribuyeron en vida. Quizá el más famoso –Volar sobre su túnica– ocurrió cuando el Rey, de quien se convirtió en confesor, le prohibió partir hacia el convento barcelonés de santa Catalina, donde vivió 35 años, cuando se encontraba en Mallorca.


Dice la tradición que el santo no se dio por vencido y le dijo al monarca: “Los reyes de la tierra pueden impedirnos la huida, pero el Rey del cielo nos dará los medios para ello”. Y dicho y hecho, Raimundo se dirigió al mar, extendió su túnica sobre las olas y sobre esta improvisada “barca” llegó a Barcelona tras seis horas de travesía.

Su onomástica se celebra cada 7 de enero, un día después de su muerte, ocurrida en Barcelona el 6 de enero de 1275, con casi 100 años. Fue beatificado en 1542 por Pablo III, y canonizado el 29 de abril de 1601 por Clemente VIII. El 14 de julio de 1648 fue declarado patrono de la ciudad de Barcelona.

En el mundo del Derecho, San Raimundo es conocido principalmente, por haber redactado la colección de las ya citadas “Decretales”, en la que, por encargo del Papa Gregorio IX, puso en orden parte del derecho canónico, siendo durante casi siete siglos la norma jurídica de la Iglesia católica.

En honor a este santo patrón, en 1944 se creó en España la Orden de la Cruz de San Raimundo de Peñafort, en sus distintas modalidades, que otorga el Ministerio de Justicia. Con ella se premian los servicios prestados por los funcionarios de la Administración de Justicia y cuantos hayan contribuido al desarrollo del Derecho, así como también a los autores de publicaciones de carácter jurídico. Esta distinción se concede también al número uno de todas las promociones de jueces.