Personaje muy polifacético ya que
destacó como jurista, político y poeta; conocido con el apodo de Batilo. Por
sus ideas progresistas fue acusado de afrancesado y sufrió destierro y exilio.
Está considerado el poeta español más destacado dentro de las corrientes
líricas –neoclacisismo– del siglo XVIII
Juan
(Antonio Estaban Eulogio) Meléndez Valdés nació en Ribera del Fresno, provincia
de Badajoz, en marzo de 1754. Hijo de Juan Antonio Meléndez Valdés y de María
de los Ángeles Díaz Cacho, personas virtuosas y las dos pertenecientes a
familias nobles (hidalgas) y bien acomodadas; tras su nacimiento, la familia se
instaló en Almendralejo y a los siete años de edad se quedó huérfano de madre.
Candidato a la licenciatura en 1782,
Meléndez debe exponer su genealogía bajo fe de juramento ante notario y en
presencia de tres testigos, que confirmarán sus palabras; hablando de sus
abuelos y de sus padres, precisa:
Todos los
quales han sido y son Christianos viejos, limpios de toda mala raza de moros,
judíos ni los nuevamente convertidos a Nuestra Santa Fe Catholica, antes bien
tenidos y reputados por Hijos dalgos
(sic) como ofrezco justificar y que esta es mi genealogía y por tal le juro a
Dios y a esta + en forma, y la firmo en Salamanca, a veinte y ocho de
septiembre de mil setecientos ochenta y dos.
Así, pues, esta nobleza que se
compromete a probar el futuro licenciado no es de las que se fundan sobre algún
rico mayorazgo o algún lucrativo cargo hereditario. Es la nobleza que deriva de
la limpieza de sangre, la del «cristiano viejo», cuyo linaje quedó exento de
toda alianza judía o árabe. Es ésta la «hidalguía» que las provincias vascas
reclamaban globalmente a Felipe II para todos sus habitantes. De hecho, el testamento
de don Juan Básquez Romero Guijarro y Compañón, su abuelo paterno, nos revela
que el firmante era un hidalgo modesto.
A
los 13 años viajó a Madrid, donde estudió latín y filosofía en el Colegio de
Santo Tomás. Completó su formación en los prestigiosos Reales Estudios de San Isidro, donde aprendió lengua griega y
filosofía moral. En 1772 se trasladó a Salamanca para iniciar su formación
superior en la Facultad de Derecho. La muerte de su padre, en 1774, le produjo
una gran depresión, por lo que se refugió en los versos, en la disciplina
escolar y en la lectura. Completó su formación humanística instruyéndose en
métrica y mitología clásica. En 1775
obtuvo el grado de Bachiller en Derecho. Finalizó sus estudios de Derecho en
1778/79 y en 1783 se doctoró en Leyes.
Estando
en Salamanca surgió su afición por la poesía, porque en su universidad había
una larga tradición literaria. Participaba asiduamente en las academias
poéticas, donde recitaban y comentaban fragmentos de autores latinos y griegos
o de los maestros renacentistas. El agustino fray Diego Tadeo González, de
nombre poético Delio, era el promotor natural de aquellas animadas reuniones.
José de Cadalso, cuyo nombre poético era Dalmiro, inició a Meléndez en el cultivo
de la poesía anacreóntica; También, le inculcó una gran afición por los libros,
que convirtió al extremeño en uno de los mejores bibliófilos españoles de su
época.
Como
consecuencia de su afición humanística, el Rector de la universidad le encargó
una sustitución temporal en la cátedra de lengua griega. Conoció a Jovellanos y, atendiendo sus consejos,
amplió el ámbito de sus lecturas, tradujo a los autores clásicos y estudió
inglés. En 1781 obtuvo la cátedra de Humanidades en Salamanca. Viajó a Madrid
para visitar a Jovellanos, promovido desde la Audiencia de Sevilla al empleo de
Alcalde de Casa y Corte. El poeta fue invitado para recitar en sesión plenaria
de la Academia de San Fernando la oda "A la gloria de las Artes".
Como
poeta Meléndez Valdés alcanzó pronto el refrendo público. Por aquellos años la Real Academia Española de la Lengua
organizaba unos concursos de poesía y elocuencia para promover los nuevos temas
literarios y el estilo neoclásico entre los escritores noveles. En 1780,
Meléndez obtuvo el premio con Batilo, égloga en alabanza de la vida del campo,
que ese mismo año editaría en Madrid. En 1783 escribió "Las enamoradas
anacreónticas" y "Los besos de amor". En 1784 Meléndez participó
para uno de los tres premios ofrecido por la ciudad de Madrid para la mejor
composición dramática, obteniendo uno de ellos por "Las bodas de Camacho
el rico". Había madurado y ya era conocido por todos los intelectuales,
poetas y escritores de la época. El famoso impresor Joaquín Ibarra publicó en
1785 el primer volumen de sus poemas con gran éxito, realizándose diversas
ediciones.
Comenzó a ejercer la carrera judicial
con el favor de Jovellanos, obtuvo
los destinos sucesivos de juez de la corte en Zaragoza en 1789, canciller en
Valladolid en 1791 y fiscal de la Sala de Alcaldes de la Casa y Corte en Madrid
en 1797, cargo que ocupará apenas siete meses; escribió entonces sus Discursos
forenses, que circularon de forma manuscrita hasta ser publicados durante el
Trienio Liberal.
La Revolución francesa provocó en España una reacción conservadora, que
Meléndez sufrió en carne propia. En 1798 se le ordenó que saliera de la capital
con destino a Medina del Campo. lo que significaba en la práctica un destierro (la
caída en desgracia política de Jovellanos, desterrado ya en Gijón, había
arrastrado a sus amigos y valedores). En 1801 le trasladaron a Zamora; Meléndez
ignoraba que se le estuviera incoando un proceso, apoyado en calumnias y falsos
testigos. Siguiendo el consejo de sus amigos, él mismo preparó su defensa, en
la que intentó refutar puntualmente cuanto decían en su contra. Hubo que
esperar diez meses hasta que un jurado reconociera de manera oficial su
inocencia. En 1802 le fue devuelto su sueldo de Fiscal y se le autorizaba a
establecerse donde quisiese.
Tras
el motín de Aranjuez, en 1808, Meléndez permaneció en el Madrid gobernado por
el rey francés y allí desarrolló sus actividades profesionales. En 1809 fue
nombrado fiscal de la Junta que estaba encargada de dictaminar sobre los
Negocios Contenciosos que tramitaba el Consejo Real, que era una de las más
altas instancias legales del reino, lo que significaba un compromiso firme de
colaboración con los franceses. Ese mismo año se incorporó al Consejo de Estado,
donde desempeñó el cargo de Presidente de la Junta de Instrucción Pública. Fue nombrado
caballero de la Real Orden de España, miembro del Instituto Nacional y recibido
como miembro de número en la Academia de
Bellas Artes de San Fernando, y pudo leer en 1810 su Discurso de ingreso en
la RAE. Esta situación le acarreó después graves problemas siendo acusado de
afrancesado a la salida del rey tras la Guerra de la Independencia. Huyó a
Francia donde su salud se deterioró, aquejado de fuertes depresiones, y el 24
de mayo de 1817 falleció en Montpellier.
Sus
restos volvieron a Madrid en 1900 y después de un breve paso por el Panteón de
Hombres Ilustres reposan finalmente en un mausoleo conjunto con Goya, Moratín y
Donoso Cortés, obra de Ricardo Bellver, en el Cementerio de San Justo.