viernes, 7 de septiembre de 2018

Alonso H(F)ernández Portocarrero. Conquistador del imperio Azteca; Cortés le entregó a “la Malinche” como regalo



Capitaneó uno de los once navíos que componían la expedición de Hernán Cortés a tierras mexicanas, la cual zarpó del puerto cubano de Trinidad el 18 de febrero de 1519. Participó en la exploración y conquista de México en compañía de Hernán Cortés, y recibió a “la Malinche” (doña Marina) como regalo.

Nacido en la localidad extremeña de Medellín, en la primera mitad del siglo XVI, era hijo del comendador Portocarrero y Doña Mencia de Céspedes, pariente del conde de Medellín. Obtuvo licencia para pasar a Indias el 19 de febrero de 1516 y estaba en Cuba en 1518, pasando como capitán* a la conquista de Méjico con Hernán Cortés en 1519. Al parecer este hidalgo no era una persona rica, pues Bernal Díaz del Castillo describió que Hernán Cortés tuvo que comprarle una yegua rucia (color pardo) en las inmediaciones del puerto de la Trinidad antes de zarpar de la isla de Cuba, y dio por ellla .unas lazadas de oro que traía en la ropa de terciopelo.

Cortés nombró como apitanes a Alonso de Ávila, Alonso Hernández Portocarrero, Diego de Ordás, Francisco de Montejo, Francisco de Morla, Francisco de Salceda, Juan de Escalante, Juan Velázquez de León, Cristóbal de Olid y un tal Escobar

Tras un breve enfrentamiento, el 15 de marzo, con los señores mayas de la región de Tabasco (en la península de Yucatán), éstos regalaron a Hernán Cortés veinte jóvenes indígenas, entre las que se hallaba la célebre Malinche (doña Marina)*, entregada a Hernández, que enseguida llamó la atención de los españoles por su belleza y apariencia noble, y que acompañó a Cortés a lo largo de la conquista del Imperio azteca, desempeñando la labor de intérprete con las poblaciones indias, ya que ella hablaba el idioma maya y el idioma náhuatl.

Hernán Cortés y la Malinche (doña Marina)
Junto con el también hidalgo Francisco de Montejo formó parte destacada del cabildo creado en la nueva ciudad denominada Villa Rica de la Vera Cruz.

El 26 de julio de 1519, comisionado por Cortés, quizá para “quitárselo de en medio” y “quedarse” con doña Marina, zarpó en una embarcación junto con el mismo Francisco de Montejo y el piloto mayor Antón de Alaminos con el Quinto del Rey y la primera carta de relación o carta del cabildo dirigida a Carlos I de España. El objetivo del viaje era también para que le defendiera en la Corte contra los ataques de Diego Velázquez de Cuéllar, gobernador de Cuba y enemigo de Cortés, debido a las pugnas entre ambos por conseguir el título de Adelantado para el territorio de la Nueva España. Llegaron a Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) tres meses más tarde, pero el Obispo de Burgos Juan Rodríguez Fonseca, que favorecía abiertamente a Velázquez, mandó encarcelar a Alonso, que falleció poco después en prisión.

Nota: La siguiente Información está extraída de National Geographic


Malinalli, llamada la Malinche o Doña Marina; nació en Coatzacoalcos, actual Veracruz, c. 1500 - Ciudad de México, c. 1527) Indígena mesoamericana. Intérprete y compañera de Hernán Cortés, que desempeñó un importante papel en el proceso de conquista de México.


En marzo de 1519, Hernán Cortés estaba dando los primeros pasos en la campaña de conquista de México. Se encontraba en la costa de Tabasco, poblada por los mayas. Tras librar una batalla en Centla, los caciques locales acudieron una mañana al campamento español para agasajar a Cortés con numerosos regalos de oro, mantas y alimentos. Le llevaban también veinte doncellas, entre las que se encontraba una llamada Malinalli Tenépatl, llamada Malinche o Malintzin, doña Marina para los españoles, que sería una colaboradora decisiva en sus operaciones contra los aztecas.

La entrega de estas jóvenes hay que entenderla dentro de las costumbres de los aztecas. Éstos solían viajar acompañados por mujeres que les cocinaran, y al ver que los españoles carecían de ellas decidieron ofrecerles algunas jóvenes destinadas también al servicio doméstico, aunque era fácil que se convirtieran asimismo en concubinas. Antes de aceptarlas, Cortés ordenó que fueran bautizadas, tras lo cual, Cortés repartió a las «primeras cristianas» entre sus capitanes. A doña Marina la entregó a un pariente lejano suyo, Alonso Hernández Portocarrero.

Desde Potonchán, Cortés se embarcó hacia San Juan de Ulúa, adonde llegó tras cinco días de navegación. Era un Viernes Santo, y mientras organizaban el campamento llegaron los embajadores de Moctezuma para averiguar qué querían aquellos viajeros. Cortés llamó a Jerónimo de Aguilar, un español que sabía maya por haber pasado varios años en el Yucatán, tras salvarse de un naufragio. Pero Aguilar no entendía el idioma de los mexicanos, el náhuatl. Fue en ese momento cuando se descubrió que Marina hablaba esa lengua, que era la de sus padres, además del maya, idioma de sus amos en Potonchán, por lo que hizo de intérprete. Cortés hablaba a Aguilar y Aguilar a la india y la india a los indios. Este sistema de traducción fue decisivo para el avance conquistador de Cortés, no sólo porque le permitió comunicarse con los indígenas, sino también porque así conoció la situación interna de cada grupo y pudo ganarse su lealtad frente al enemigo común, Moctezuma.
 
A partir de entonces la situación de Marina cambió radicalmente. En San Juan de Ulúa, al enterarse de los conocimientos de la cautiva, Cortés «le dijo que fuese fiel intérprete, que él le haría grandes mercedes y la casaría y le daría libertad». No sabemos si Marina, a sus 19 años, era tan «hermosa como una diosa», como afirmó más tarde un cronista, ya que los retratos de la época son simples esbozos. En todo caso, Cortés no tardó en hacerla su amante («se echó carnalmente con Marina», dice una crónica). Quizá para facilitar las cosas, Cortés dispuso que Portocarrero, a quien había entregado a Marina, volviera a España para llevar una carta al rey.

El papel de la amante de Cortés como intérprete fue a menudo decisivo. En Cholula salvó a los españoles de una muerte segura al revelarles un complot de los indios, que una mujer del lugar le había confesado. En Tenochtitlán hizo posibles las conversaciones entre Moctezuma y Cortés, en las que Marina debía traducir los complicados discursos del español sobre los fundamentos del cristianismo y el vasallaje que los indios debían a Carlos V.


Durante la Noche Triste (la huida in extremis de los españoles ante el acoso azteca), doña Marina iba en la retaguardia; una vez se hubo salvado, una de las primeras preocupaciones de Cortés fue conocer el estado de los intérpretes, «y holgó de que no se hubiesen perdido Jerónimo de Aguilar ni Marina». Igualmente, en la campaña final sobre Tenochtitlán, la labor de Marina resultó decisiva para recabar el apoyo masivo de los indígenas enemigos de los aztecas y, luego, para transmitir sin ambages las más duras exigencias de los españoles contra los vencidos: «Tenéis que presentar doscientas piezas de oro de este tamaño», les dijo a los habitantes de Tenochtitlán mientras dibujaba un gran círculo con sus manos.


 Tras la conquista de la capital azteca, Cortés se instaló en Coyoacán, una localidad cercana. Marina siguió junto a él y en 1522 tuvieron un hijo al que llamaron Martín, en honor al padre del conquistador. Pero entretanto había llegado a México, desde Cuba, la esposa de Cortés, Catalina Suárez,y éste decidió buscarle un nuevo acomodo a su concubina. Organizó su boda con otro conquistador, un hidalgo llamado Juan Jaramillo, que era procurador en el ayuntamiento de Ciudad de México, del que llegaría a ser alcalde dos años después; Doña Marina era rica, pues Cortés le había dado una buena dote de pueblos cuando la casó.

El cronista López de Gómara asegura que Jaramillo se casó bebido y que la boda fue mal vista por los hombres de Cortés, porque Marina era india, madre soltera y había estado con dos españoles. Pero con este enlace, Hernán Cortés cumplía la promesa de libertad que había hecho a Marina al inicio de la conquista, pagaba sus servicios otorgándole las encomiendas de Huilotlán y Tetiquipac –que por herencia le correspondían– y le proporcionaba una excelente posición social.

En 1523, durante un viaje por México y Honduras para reprimir la revuelta organizada por su capitán Cristóbal de Olid, Cortés pasó por Coatzacoalcos, la localidad natal de Marina. El conquistador convocó a los caciques para explicarles, a través de Marina, a quién debían su fidelidad. Entre ellos estaban los familiares de la intérprete, su madre y su hermano, bautizados como Marta y Lázaro. Recordando que la habían vendido como esclava, «tuvieron miedo de ella, porque creyeron que los enviaba a llamar para matarlos». Sin embargo, doña Marina les consoló, les perdonó y «les dio muchas joyas de oro y ropa».

Malinche, fue «la llave que abrió México». Al término de la expedición hondureña, los caminos del conquistador y de la joven intérprete se separaron. Durante el regreso a México, Marina dio a luz a una niña a la que llamaron María. Se instaló junto a su esposo en Ciudad de México, pero no pudo conservar a su hijo Martín, que quedó al cuidado de Juan Altamirano, primo de Cortés. Desde este momento prácticamente se pierde su pista y no se sabe la fecha de su muerte (aunque debió de ser antes de 1529), ni la causa. Su legado, sin embargo, sería duradero. Gracias a su conocimiento de las lenguas indígenas, de la geografía y de la situación política del país, doña Marina logró que la conquista de México fuera menos cruenta y más rápida y exitosa de lo que hubiera sido sin ella. 

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