martes, 31 de octubre de 2017

José Zorilla. Poeta y dramaturgo. Principal representante del romanticismo



Poeta y Dramaturgo. Fue miembro de la Real Academia Española en 1848, cuando contaba treinta y un años de edad y leyó su discursó de investidura en verso. Su obra más famosa e Don Juan Tenorio, publicada en 1844.


José Maximiano Zorrilla nació en Valladolid, en la casa del marqués de Revilla, el 21 de febrero de 1817. Sus padres fueron don José Zorrilla Caballero, del solar de Torquemada, prohombre de la ciudad y relator de la Chancillería, y doña Nicomedes Moral, natural de Quintanilla Somuñó (Burgos). Contaba con tan solo seis años cuando su padre obtuvo un alto cargo (el de gobernador civil) en Burgos, adonde se trasladó con la familia. El relator era absolutista ferviente y protegido de Calomarde, quien le nombró Alcalde de casa y Corte y le encargó la Superintendencia General de Policía de Madrid, adonde acudió y su hijo entró interno en el Real Seminario de Nobles de Madrid regentado por los padres jesuitas, y allí comenzó a leer a Chateaubriand, a Walter Scott y a Fenimore Cooper, tan en boga entonces, y a escribir sus primeros versos.

Si bien se supone que para ingresar en el Real Seminario de Nobles se exigían pruebas de limpieza de sangre y de nobleza, no ha sido posible encontrar la de José Zorilla, por lo que el hecho no estaría probado documentalmente, aunque, supuestamente, fuese hidalgo. 

Francisco Tadeo Calomarde y Arria fue un político español, ennoblecido como duque de Santa Isabel en Dos Sicilias. Ocupó el ministerio de Gracia y Justicia (1823-1833) durante la restauración absolutista de Fernando VII, y promulgó un célebre Plan General de Estudios.

Real Seminario de Nobles de Madrid
El Superintendente limpió Madrid de maleantes e hizo sentir el peso de una justicia implacable. La caída del ministro Calomarde, de quien dependía la superintendencia a fines de la «Década Ominosa» trajo la de sus protegidos, entre ellos la de Zorrilla Caballero; la familia pasó Arroyo de Muñó (Burgos) y después a Lerma (1833) y José marchó a Toledo para estudiar Leyes en la Real Universidad, según deseo de su padre, bajo la tutela de uno de sus tíos, canónigo en la catedral de esta ciudad. Pero allí se dedicó a la lectura de sus poetas favoritos y a conocer los recovecos de la vieja ciudad, que desde entonces quedaría presente en muchas de sus leyendas. En 1834 trasladó la matrícula a Valladolid, donde pronto hizo amistad con otros estudiantes aficionados a las musas y, al ser un mal estudiante, sus tutores le devolvieron a casa pero escapó a Valladolid y de allí a Madrid, dispuesto a abrirse camino con sus versos, pero ya en la capital, vivió una temporada de estrecheces.

En Madrid, después de abandonar su carrera universitaria, alcanzó gran fama tras leer unos versos suyos ante el cadáver de Mariano José de Larra  (“Fígaro”) cuando iba a ser enterrado en el cementerio de Fuencarral (15 de febrero de 1837) y, tras ello, ocupó el cargo de éste en la redacción de El Español, donde publicó la serie de poemas titulada Poesías, una serie de ocho volúmenes que acabó en 1840. Su éxito poético se renovaría en 1852 con el poema, Granada, inacabado.

Entre 1839 y 1950 Zorrilla escribió la mayoría de sus mejores obras: El zapatero y el rey el primer volumen de Cantos del trovador en 1840; la segunda parte de El zapatero y el rey al año siguiente; Sancho García en 1842; El puñal del godo y El caballo del rey don Sancho en 1843; Su obra cumbre Don Juan Tenorio, estrenada el 28 de marzo de 1844; La calentura en 1846, el año en que Baudry lanzó en París dos tomos de Obras Completas; de 1849 data Traidor, inconfeso y mártir; y en 1850, además del tercer tomo de Obras Completas se imprimieron María y Un cuento de amores, en colaboración con Heriberto García de Quevedo.

 
Don Juan Tenorio (1844), quizá la única pieza dramática conocida por todos los españoles, suele reponerse tradicionalmente todos los años el 1º de noviembre.

En 1839 se casó con Florentina Matilde O'Reilly, viuda y dieciséis años mayor que él, que, llevada de los celos, terminó de indisponer al poeta con su familia, le hizo abandonar el teatro y, finalmente, emigrar a Francia (1850), a Burdeos y París, donde conoció a Alejandro Dumas, George Sand, Teófilo Gautier y Alfred de Musset, que dejarían en él una gran huella, y luego a México (1855), donde –a excepción de unos meses entre 1858 y 1859 que pasó en Cuba– residiría hasta 1866, y fue protegido por el emperador Maximiliano, que lo nombró director del Teatro Nacional, pero mientras el poeta estaba en España, Benito Juárez puso fin (1867) a la vida de Maximiliano y a su efímero imperio. Fruto de esta unión tuvo una niña, Plácida Ester María, que murió un año después de nacer. Durante una de sus visitas a Francia falleció su madre (1846) y tres años después (1849) su padre, sin reconciliarse con él, y aquellas muertes llenaron de amargura al poeta, que decidió marchar a Francia.

Tras su estancia en América y la muerte de su esposa en 1865, en 1866, Zorrilla regresó a España y fue recibido en su patria con verdadero entusiasmo. Muerta doña Florentina, casó de nuevo con la bella actriz Juana Pacheco, de veinte años, “la niña de mármol”. Comienza así el segundo período español de su existencia, que abarca desde 1869 hasta 1893, casi un cuarto de siglo en el que había de experimentar con frecuencia los placeres del éxito y, con más frecuencia todavía, los apuros económicos. Triunfales fueron su recepción en la Real Academia Española (1882) y la coronación solemne como poeta laureado en el Liceo de Granada (1889) por el duque de Rivas en representación de la reina regente Mª Cristina, donde recibió el homenaje de 14.000 personas que le aclamaron entusiásticamente.

Los problemas económicos fueron una constante en la vida del poeta. Vivió fundamentalmente de sus versos y de su “voz”, aplicada a incontables recitales públicos de su obra; pues la venta de sus primeras obras, en ausencia de legislación de derechos de autor, no le proporcionó réditos prolongados en el tiempo, sino ingresos puntuales en el momento en que las ediciones fueron apareciendo. Para mitigar sus privaciones, el Gobierno del país lo comisionó en Roma para asuntos relacionados con los Archivos Estatales 1871; y el Ayuntamiento de Valladolid, su ciudad natal, lo nombró Cronista Oficial en 1882, con un sueldo anual de 15.000 reales. Las Cortes le votaron una pensión, que no llegó a disfrutar, pues falleció al poco tiempo.


Zorrilla tuvo el infortunio, literariamente hablando, de sobrevivir a su tiempo, pues continuó escribiendo hasta 1893, sin que ni su estilo ni su temática se adaptasen a las nuevas tendencias. Por eso, aunque el carácter de su obra no podía dar lugar a polémicas ideológicas, las bellezas formales de sus versos fueron resultando cada día más anacrónicas en el ambiente de la Restauración. Recibe la Orden de Carlos III y, tras una enfermedad de tres años, murió en Madrid, el 21 de enero de 1893. Su multitudinario entierro en el cementerio de San Justo no significó su descanso definitivo pues en 1896, cumpliéndose la voluntad del poeta, sus restos fueron trasladados a su ciudad natal y, en 1902, al Panteón de Vallisoletanos Ilustres.

Para saber más:  


viernes, 27 de octubre de 2017

Vicente Huidobro. Poeta vanguardista chileno, ...que decía descender del Cid


Considerado uno de los más grandes poetas chilenos, junto con Gabriela Mistral y  Pablo Neruda. Fundador del Creacionismo, en 1916, movimiento poético vanguardista y uno de sus impulsores en América Latina.

Se peleó con muchos, hizo amistad con destacadas personalidades de su época, fundó revistas de vanguardia, enamoró a la más hermosa de las santiaguinas y fue candidato a Presidente de la República. Todo eso antes de los 40 años.
 

Vicente García-Huidobro Fernández, hijo de Vicente García-Huidobro García-Huidobro y de María Luisa Fernández Bascuñán, nació en Santiago de Chile en 1893, en el seno de una familia noble, vinculada a la gran propiedad agrícola, a la banca y a la política. Por ser el primer hijo de esta familia, Vicente estaba destinado a heredar el título de marqués de Casa Real, honor reservado al primogénito de la unión de dos de las familias más importantes del siglo XIX en Chile. Sin embargo, quizá por influencia de su madre, mujer feminista fuertemente ligada al ámbito cultural chileno, Vicente dejó ese destino para abrazar una carrera apasionante: la de creador. Falleció en Cartagena en 1948 (Chile).

Escudo de García-Huidobro
No habiendo solicitado ni su padre, ni abuelo (José Ignacio García de Huidobro y Martínez de Aldunate) las Reales Cartas de sucesión en el marquesado (de Casa Real), al haber sido abolidos en Chile los títulos nobiliarios, éste fue abolido por Real Orden del Ministerio de Gracia y Justicia el 8 de septiembre de 1858. Años más tarde, en 1915, doña Teresa Pastoriza Caamaño y Márquez de la Plata, solicitó la sucesión del título, alegando ser descendiente directa del concesionario, y por muerte de de don Ignacio García Huidobro, siéndole concedido por Real Orden de 12 de junio de 1915 y Real Carta de 22 de noviembre de ese mismo año, sin perjuicio de tercero de mejor derecho, teniendo para ello necesidad de obtener Real Cédula de indulto, por haber contraído matrimonio sin Real Licencia, en fecha 29 de julio de 1915. En la actualidad, la poseedora del título es su hija doña Vicenta Márquez de la Plata y Ferrándiz (VI marquesa de Casa Real, desde 2008), casada con don Luís Valero de Bernabé y Martín de Eugenio.

Vicente cursó la enseñanza primaria con institutrices privadas inglesas y francesas para ingresar más tarde en el Trinity College, y la secundaria en el Colegio de San Ignacio de la Compañía de Jesús. Aunque fue crítico con la enseñanza jesuítica, tomó de ella una postura elitista ante la vida.

En 1910 comenzó sus estudios de literatura en el antiguo Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, pero no los completó. Sin embargo, su educación literaria se inició sobre todo al calor de las tertulias que oficiaba su madre poeta, María Luisa, con quien también publicó en 1912 su primera revista, Musa joven, y lo apoyó intelectual y económicamente a lo largo de toda su vida.

Desde su juventud realizó frecuentes viajes por Europa, que le valieron un profundo enriquecimiento cultural y una depuración de sus gustos estéticos. Particularmente intenso desde la experiencia intelectual fue el largo período en que residió en París, ciudad a la que llegó en 1916, en plena guerra mundial; allí conoció a Picasso, Juan Gris, Max Jacob y Joan Miró, entre otras figuras de la cultura del momento. Escribió en revistas literarias junto a poetas como Apollinaire, Réverdy, Tzara, Breton y Aragon; es decir, lo más granado de la poesía francesa del momento.

El matrimonio Huidobro con sus dos hijos,
Manuela y Vicente, a bordo del Infanta Isabel de Borbón
rumbo a Europa, noviembre, 1916
 
En 1912 se casó con Manuela Portales Bello, joven aristócrata descendiente de Diego Portales y Andrés Bello, nieta del eminente hombre público de Chile don Diego Portales y del sabio venezolano don Andrés Bello. Ella lo impulsó, como su madre, a escribir. En 1926 su primer matrimonio terminó y conoció a la que sería su segunda esposa, Ximena Amunátegui, quien provenía de una influyente familia que no aprobaba el romance, que consiguió que Huidobro fuera detenido y obligado a abandonar el país. Vicente mantuvo contacto con ella y dos años más tarde, cuando Ximena logró obtener su pasaporte, tramó su fuga a Europa. Para eso, viajó de incógnito a Chile, logró su objetivo y escandalizó de paso a la sociedad santiaguina. Más tarde se casaron bajo el credo mahometano, para lo cual el poeta hizo votos dentro de esa fe. Esta relación terminó en 1945, cuando él cubría la Segunda Guerra Mundial como corresponsal. De allí regresó a Chile con su tercera esposa, Raquel Señoret Guevara.

Vicente Huidobro, como corresponsal de guerra en 1944

Vicente Huidobro se presentó en Madrid en 1918, donde fundó un destacado grupo de poetas creacionistas consagrados a la elaboración de textos que seguían fielmente los postulados del ya respetado maestro chileno. Por aquel entonces ya era un poeta fecundo, que arrastraba tras sí una interesante producción literaria.

Regresó por un largo período a Chile en 1925. Desde su llegada inició una intensa actividad literaria y política, con la fundación de la revista La Reforma y sus numerosas colaboraciones en Andamios, Panorama y Ariel. En el terreno político fundó un diario, Acción, desde el que defendía sus ideas contrarias al militarismo. Candidato a presidente, fracasó estrepitosamente en los comicios de 1925, lo que le causó no poca amargura.

Alrededor de 1930 fue cuando dio los toques finales a sus dos obras cumbres, dos poemarios (Altazor y Temblor de cielo) que, desde el momento mismo de su aparición estaban llamados a situarse en los puestos cimeros de la literatura universal. Por aquel entonces, Huidobro estaba en el apogeo de su fama, y gozaba del éxito obtenido por su novela fílmica Mío Cid Campeador (1929), en la que el propio poeta -que alardeaba de ser descendiente de Rodrigo Díaz de Vivar- identificaba su relación amorosa con Ximena Amunátegui como una reencarnación moderna de la pareja formada por El Cid y Doña Jimena.

Ximena Amunátegui
Entre 1935 y 1938 Huidobro polemizó con Pablo Neruda y estuvo en España durante la Guerra Civil. Regresó a Chile en 1938, donde continuó su incansable labor creadora publicando ese mismo año la novela Sátiro o El poder de las palabras. Se trata de una novela de gran penetración psicológica. Junto con otros autores como Braulio Arenas y Fernando Alegría colaboró en Multitud; recopiló antiguos poemas dispersos de 1923 en Ver y palpar y El ciudadano del olvido, ambos libros dados a conocer en 1941 y considerados como obras fundamentales en su creación poética.

A finales de la Segunda Guerra Mundial regresó a Europa, para alistarse con el ejército francés con el que participó en las últimas batallas y obtuvo el grado de capitán. Entonces su figura comenzaba a ser una leyenda en Chile, donde en 1945 se publicó una Antología. Su experiencia bélica le dejó una herida que no llegó nunca a curar y que lo condujo a la muerte -por un derrame cerebral- cuando estaba de vuelta en su país natal, falleciendo a orillas del mar en Cartagena, el 2 de enero de 1948.

Epitafio que dejó escrito para su lápida:

"Abrid esta tumba: al fondo se ve el mar".

martes, 24 de octubre de 2017

José Campillo y Cossío. Ministro de Felipe V; Intendente General de la Real Armada



A mediados del siglo XVIII, dirigió la política española con criterios mercantilistas, reflejada en notables mejoras en la gestión de la Hacienda y en una cierta liberalización respecto al comercio con América.

Nació en Alles, (Peñamellera Alta / Asturias*) en febrero de 1693. Hijo de Toribio del Campillo y Mier y Magdalena de Cossío y Mier. De origen hidalgo, pero de poca fortuna, recibió una esmerada educación y a los 10 años ya hablaba latín, y en 1708, tras la muerte de su padre se traslada a Córdoba como paje del prebendo de la catedral Antonio Maldonado, que le hizo estudiar filosofía y teología en el colegio de San Pelayo. Tras abandonar el Seminario, en 1713 entró, tras una breve estancia en Cádiz, en el servicio de Francisco de Ocio, intendente general de aduana, quien en 1717, al ser trasladado a Madrid, le insta a seguir la carrera administrativa en la Marina de Guerra del rey Felipe V, bajo la protección del todopoderoso ministro José Patiño.

En 1726, uno de sus subordinados, el capellán Francisco de Ugarte, le acusa de “leer libros prohibidos, de tener contactos con herejes, opiniones disonantes y profesar el ateismo”. Fue acusado y procesado por herejía por el Tribunal del Santo Oficio de Logroño, resultando absuelto.

A comienzos de 1719 fue destinado a Veracruz y La Habana (Cuba), donde realiza estudios para la construcción de un astillero, y contrae matrimonio con Leonor Ambudioli y Arriola. A su regreso a España, en 1726 trabajó en los astilleros de Santoña y Guarnizo (fábrica de Bajeles de Cantabria) para llevar la contabilidad en reemplazo de Antonio Gaztañeta Iturribalzaga, y en 1728 alcanzó el grado de Comisario Ordenador de Marina.  Hacia 1728, en recompensa por sus servicios, el rey le nombra caballero de la orden de Santiago.

Astillero de Guarnizo (Santander)
En 1733 fue intendente de las tropas españolas estacionadas en Italia, mandadas por el duque de Montemar, cargo que ocupa los cuatro años que dura la campaña hasta 1737, en que regresa a España y se le designa intendente de Zaragoza, donde se dedicó al fomento de diversas obras públicas. Ese mismo año, siendo viudo, contrae nuevas nupcias con María Benítez de Rozas y Drumond, hija de los duques de Castel Blanco y San Andrés. Dos años más tarde, en 1739, fue nombrado Intendente General del Ejército de Aragón y le designaron Secretario de Estado y del Despacho de Hacienda, coincidiendo con el nombramiento como ministro de Hacienda de Fernando Verdes Montenegro, cuyas ideas para levantar la economía eran contrarias a las de Campillo, por lo que éste inicia un duro combate dialéctico contra él, consiguiendo que el rey le nombre a él, ministro de Hacienda. Es durante este tiempo cuando escribe la mayor parte de sus tratados

En 1741 es nombrado secretario de Estado y del Despacho Universal de Marina, Guerra e Indias en sustitución de don José de la Quintana Chavarría, convirtiéndose en el auténtico sucesor de Patiño. Murió en Madrid, en abril de 1743, habiendo alcanzado también el cargo de Consejero de Estado.

*Con José del Campillo y Cossío se inaugura la ilustre galería de los ilustrados asturianos, entre los que destacan como cumbres el marqués de Santa Cruz de Marcenado, Campomanes y Jovellanos. Antes que todos ellos fue Campillo, quien, al igual que Campomanes, ocupó altísimos cargos en el Gobierno de la nación: llegó a ser ministro universal de Felipe V. A diferencia de Jovellanos, cuyo breve paso por el Gobierno sólo le permitió ser un ilustrado teórico, Campillo fue teórico y gobernante, y el más teórico junto con Jovellanos. La profesora Mateos Dorado, editora de algunas de sus obras, observa que Campillo, cuando nació, no era asturiano, ya que Alles era un lugar de realengo del valle de Cueto de Arriba, perteneciente al partido de Laredo, en la provincia de Burgos, del Reino de Castilla la Vieja. En lo eclesiástico dependía del Obispado de Oviedo, y en 1833, con motivo de la reforma administrativa de Javier de Burgos, Peñamellera pasa a ser Asturias. «Así, encontramos que Campillo se convierte en asturiano más de un siglo después de un nacimiento», comenta Mateos Dorado.

José del Campillo realizó, a lo largo de su honesta y exitosa carrera política, un importante trabajo de reflexión intelectual. Sus obras, dedicadas a la reconstrucción política y económica de la monarquía española, más importantes fueron: Lo que hay de más y de menos en España, para que sea lo que debe ser y no lo que es (1741), España despierta (1741) y Nuevo sistema de gobierno económico para América, publicado en 1782, obra en que muestra gran sensibilidad hacia el sufrimiento de los indígenas del Nuevo Mundo y adelanta soluciones a los problemas del comercio americano, aplicadas a partir de 1765, durante el ciclo de reformas borbónicas.

domingo, 22 de octubre de 2017

Alfonso Pérez de Guzmán "El Bueno". Fundador de la Casa de Medina Sidonia


De origen noble, se distinguió en la defensa de la ciudad de Tarifa frente al asedio que le puso el sultán benimerín. Conocido por Guzmán "el Bueno". 

Alfonso (Alonso) Pérez de Guzmán, nació según la mayoría de historiadores, en León, en enero de 1256, aunque hay alguno que afirma que lo hizo en Sevilla. Era hijo bastardo del adelantado mayor de Castilla (periodo 1258-1270) y Señor de Toral (León), el hidalgo Pedro Núñez de Guzmán y de una leonesa, de nombre Isabel. Pedro había casado, en primeras nupcias, con Urraca Alonso, hermana de padre de Fernando III.

La casa de Toral y Aviados, de procedencia leonesa, se unió con el linaje de los Guzmán, pero esto fue una generación posterior al nacimiento de Alfonso. Por esta unión los de Toral tomaron la alcurnia Guzmán y terminaron asentados en “las montañas de León” como lo refiere la Crónica de Alfonso XI.

Guzmán el Bueno (Tarifa)
Estatua de Guzmán el Bueno (León)
Don Pedro tuvo por hijos a Fernando Pérez (el primogénito y heredero) y Pedro Nuñez, así como otro fuera del matrimonio de nombre Fernán Ruiz, a los que hay que añadir Sancha Gil y Alfonso (El Bueno), ambos ilegítimos. Fernando Pérez de Guzmán fue nombrado por Sancho IV adelantado mayor del reino de Murcia. Lo vemos confirmar con tal cargo desde el año 1285 y como ricohombre desde 1272. Ya en el año 1289 es sustituido por don Juan, el hijo del infante don Manuel.

Hay que notar que Fernando Pérez de Guzmán estaba entre los principales nobles del reino, tanto durante el reinado de Sancho IV como durante el de Fernando IV, lo que se deduce del lugar que su nombre ocupa en la relación de confirmantes. Antes de él sólo se encontraban los de la casa de Haro y los de Lara.

Alfonso, a los veinte años se encontraba luchando en Jaén a las órdenes del Señor de Vizcaya. En un momento de suerte logra apresar al privado del emir marroquí, lo que acelera la firma de la tregua castellano-meriní. En un festejo que tiene lugar para celebrar el acontecimiento, se produce un enfrentamiento, ante el rey Alfonso X, entre Don Alonso y su hermanastro, el cual proclama su bastardía, por lo que sintiéndose herido moralmente, decide autoexiliarse, yendo a Algeciras, donde se encontraba el meriní Abu Yusuf y se pone a su servicio, pasando ambos a África. En Fez / Marruecos adquirió gran fama, tanta que se convirtió en uno de los favoritos del emir. Consiguió la libertad de los cautivos cristianos que había en Marruecos bajo el pretexto de aumentar sus huestes; doblegó a varios reyes marroquíes convirtiéndoles en vasallos de su señor; recaudó impuestos a tribus a las que el meriní no lograba poder cobrarles; y, junto a esta fama, también creció su fortuna.

Fruto de su matrimonio con María Alfonso Coronel nacieron los siguientes hijos: Isabel, Juan Alonso, (Pedro Alonso, el asesinado), Leonor y Teresa.

Regresó a Castilla en 1291, llamado por Sancho IV, quien quería aprovechar su conocimiento y relaciones con los musulmanes en su lucha contra los benimerines por el control del estrecho de Gibraltar. Participó en la conquista castellana de Tarifa (1292), plaza de la que fue nombrado alcaide en 1293.

Se distinguió en la defensa de la ciudad frente al asedio que le puso en 1294 el sultán benimerín Ibn Ya'qub (o Abenjacob), al que se había unido el hermano del rey, el traidor infante Juan. Éstos quisieron acelerar la rendición de la plaza ante la inminente llegada de una flota aragonesa para romper el cerco, capturando al hijo de Guzmán y amenazando con matarle si el alcaide no rendía Tarifa; según la leyenda, no sólo no se rindió, sino que lanzó a los sitiadores su propio puñal para que cumplieran su amenaza, gesto heroico por el que es más conocido.


El hijo de Guzmán fue asesinado, pero el asedio fracasó y hubo de ser levantado enseguida. Guzmán continuó combatiendo en Andalucía contra los musulmanes, hasta que halló la muerte en la Serranía de Ronda en setiembre de 1309.

Es todo un éxito para Don Alonso, pero el precio pagado por la victoria ha sido demasiado alto; la vida de su propio hijo. Sancho IV conmovido por lo sucedido en Tarifa y entendiendo el nivel de sacrificio asumido por Gúzman le hace entrega de vienes y prebendas incluso le promete que se le entregará el señorío de Sanlúcar, todo esto fue dicho de palabra en la reunión que tuvieron los dos tras la batalla, pero por desgracia nunca se llegó a plasmar en papel ya que al poco fallecía Sancho IV, el 25 de Abril de 1295 el monarca fue enterrado en la capilla de Santa Cruz de la catedral de Toledo como el mismo había pedido en su testamento, el siguiente en ocupar el trono castellano fue Fernando IV llamado el Emplazado, con tan solo 9 años de edad, la reina Maria de Molina fue la encargada de ejercer la tutoría del niño, este asesorado por sus consejeros reconoció todo lo prometido por su padre y hizo entrega a Gúzman del señorío de Sanlúcar, que incluía Sanlúcar de Barrameda, Rota, Chipiona y Trebujena ,en 1297.

Don Alonso Pérez de Guzmán será el fundador de una de las casas mas importantes, convirtiéndose en el ducado más antiguo del reino de España, la casa de Medina Sidonia, las posesiones se fueron incrementando poco a poco junto a la repoblación de algunas villas como Chipiona o Rota convirtiendo las posesiones de Don Alonso en uno de los señoríos mas grandes de Andalucía. (Una curiosidad es el apelativo que tenía Guzmán del Bueno ya que se dice que en un momento en la que la hambruna hacía mella en la gente de sus villas abrió sus graneros y paneras para que estos pudiera comer y por eso se le empezó a conocer como Guzmán el bueno).

La Leyenda

Alonso Pérez de Guzmán, más conocido como Guzmán el Bueno (apelativo que no recibió en vida, si no mucho más tarde), fue Señor de Sanlúcar de Barrameda y sin duda un noble muy importante e influyente en el siglo XIII. Pero por lo que es más conocido es por la leyenda sobre su heroica defensa del castillo de Tarifa, plaza amenazada por el infante Don Juan.


 En 1295, cuando era alcaide de esta fortaleza, los musulmanes sitiaron y pusieron cerco al castillo. En realidad los musulmanes estaban ayudando a Don Juan, hermano del Rey Sancho IV, en una de las muchas luchas internas durante la Reconquista. Don Alonso Pérez de Guzmán presentó dura batalla a los árabes y puso todo su empeño en la protección del castillo y sus moradores. En esta situación, los musulmanes capturaron al hizo de Guzmán el Bueno y amenazaron con matarle si el alcaide no rendía la plaza.

Así, estando Don Alonso en el torreón oyendo la amenaza mora, arrojó su propio cuchillo a los musulmanes para que lo asesinaran, lo que efectivamente hicieron

martes, 17 de octubre de 2017

Juan González Franco. Conquistador. Regidor de Carora (Venezuela)


Formó una de las familias “patricias” caroreñas (Venezuela)


Juan González Franco, natural de Usagre* (Badajoz), nació sobre 1550, hijo de Francisco González Franco y de doña María Vázquez, de ascendencia hidalga, llegaba a Venezuela a finales de mayo de 1569 en la desafortunada expedición de Pedro Maraver (o Malaver) de Silva y Portocarrero, natural de Jerez de los Caballeros (Badajoz), para la conquista y colonización de la Nueva Extremadura. Casó con Tomasina de la Parra, con la que tuvo dos hijas: María y Ana.

* Según el Pbro. Vicente Navarro del Castillo, 47 habitantes de Usagre pasaron a engrosar la lista de los extremeños que salieron hacia América para contribuir a la conquista y colonización de aquellos territorios. Juan González Franco no figura en la lista, pero este caballero era de ascendencia hidalga y el que no aparezca en las lista oficiales debe ser debido a la pérdida de algunos cuadernos de la Casa de Contratación de Sevilla.
 
Las acaloradas diatribas de don Pedro y sus caprichosas indecisiones, cansaron y desanimaron a sus hombres, y una vez que han salido de la isla de Margarita y tocan tierra firme en el fondeadero de la Borburata, los soldados que venían con él desde España, fueron desertando y buscando acomodo lejos de la influencia de don Pedro. González Franco se escapa de sus filas y aparece en la ciudad de El Tocuyo.

En este asiento se organiza una expedición repobladora y, en junio de 1572, tomaba parte en la marcha que mandaba el capitán Juan de Salamanca para socorrer a la ciudad de Juan Bautista del Portillo de Carora, que había sido casi despoblada por motivos de mal emplazamiento, puesto que carecía de agua suficiente, y a la que a toda costa quería darle continuidad otro personaje de Usagre, Pedro Gordón quien había sido nombrado alcalde de aquella fracasada ciudad.


Repoblada y consolidada nuevamente la ciudad venezolana de Carora, esta vez tuvo éxito; sus refundadores hacen los mayores esfuerzos, comienza a crecer y aumentará prontamente de población; en sustitución de Pedro Gordón, Juan González Franco es nombrado alcalde en 1579, y posteriormente en 1581 lo nombrarán regidor de la ciudad caroreña que habían logrado consolidar y la encaminaban prósperamente con el esfuerzo de aquellos hombres que se empeñaron en hacerla próspera.

 Aunque es verdad que entre los conquistadores que llegaron al Nuevo Mundo, algunos de ellos eran hidalgos empobrecidos y les correspondía la nobleza por sangre y distinción, había otros con mayor fortuna, como es el caso de González Franco, que era hidalgo según manifestaban los documentos que traía. Antes de salir de España, el 12 de febrero de 1569, en Usagre levantó una información sobre la nobleza de su familia y se le declaró limpio de toda mala raza. El 6 de febrero de 1571, el rey Felipe II le concedió la merced de que: ni él ni nadie de sus ascendientes podía ser preso, por ningún delito, en las cárceles públicas, sino que cumplirían en sus respectivos domicilios el arresto correspondiente y con las guardias necesarias.

Gracias a esta real merced, concedida a González Franco, doña María de la Concepción Perera, que era una de sus lejanas descendientes, natural y vecina de la ciudad de Carora (Venezuela), en los días de la guerra de la Independencia (como era del bando patriota venezolano) se libró de ir a las cárceles realistas, exhibiendo la gracia real que le había sido otorgada en Usagre a su ilustre antepasado.

Para saber más: Pedro Maraver de Silva

viernes, 13 de octubre de 2017

Francisco Herrera Cruzat. Brigadier de la Armada; batalla del Cabo San Vicente

Brigadier de la Real Armada Española, Caballero de Santiago, muerto al mando del navío Mejicano (botado en La Habana, tres puentes, de porte de 112 cañones) en el combate naval de Cabo de San Vicente contra los británicos, en el que también fallecieron los brigadieres Tomás Geraldino y Antonio Yepes.

Francisco Herrera Cruzat nació en el Puerto de Santa María (Cádiz) en 1738 y falleció en el combate naval de Cabo San Vicente, contra los ingleses, en febrero de 1797.

Brigadier de la Armada
Caballero de Santiago



















Era hijo de Francisco Herrera Toledo y Navarro (nacido en Cádiz en 1713), Capitán de Infantería, gobernador en la Orden de Santiago de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) y luego de Cieza (Murcia), Caballero de la Orden de Santiago (Exp. Nº 571), Alcalde de la Hermandad en Jerez, y de su esposa María del Carmen Cruzat y Vela (nacida en Cádiz en el año 1722), que celebraron su matrimonio en octubre de 1736, en la Iglesia Catedral de Santa Cruz de Cádiz. El matrimonio en total tuvo 11 hijos, siendo Francisco el primogénito.

Era nieto en línea paterna de Francisco Manuel Herrera Suárez de Toledo (Arcos 1684 / Madrid 1752), del Consejo Supremo de Castilla, Veinticuatro de Jerez, hijo de Juan de Herrera Mirabal, hidalgo en Jerez en 1675 y 1677, y de María Suárez de Toledo y Torres, que había casado, en Cádiz en 1709, con María Gertrudis Navarro Párraga, hija de Ciriaco Navarro Dávila, hidalgo en Jerez en 1675 y 1677. Alcalde del castillo de Tempul en 1675. Alcalde de la Santa Hermandad de Jerez en 1681, y de Ana Luisa López de Párraga y Solís.

Por línea materna era nieto de Juan Ignacio Cruzat y Góngora Aróstegui, Regidor Perpetuo de Cádiz, hijo de Fausto Andreas Cruzat y Góngora Rada, Gobernador y Capitán general de Filipinas (1690-1701), Caballero de Santiago, casado en Cádiz, en 1673, con Beatriz de Aróstegui Aguirre. A finales del año 1702, don Fausto Cruzat y Góngora, quien hasta entonces fungía como gobernador de Manila, se embarcó con su familia rumbo a la Nueva España. Durante el trayecto, Cruzat y una de sus hijas perecieron al contraer una enfermedad maligna; sobrevivieron la madre, dos hijos varones y María Ignacia, notable por su gracia y belleza.

El 1 de febrero de 1752, Francisco, a la edad de 14 años, sienta plaza de guardiamarina en Cádiz y, tres años más tarde, termina sus estudios teóricos con aprovechamiento y embarca, en el mes de marzo, en el navío Firme, pasa luego al Eolo, haciendo servicios de protección de los transportes de ultramar en la zona entre Cabo Santa María y Cabo San Vicente; en 1756, estando en Ferrol, al desarme de su buque, en el mes de julio es destinado al Soberano, ya como oficial, regresa a Cádiz; más tarde hace el corso a bordo de la fragata Juno, regresa a Cartagena en noviembre. Entre los años 1777-1779, Sargento Mayor, Teniente de navío, en el Estado Mayor de Ferrol de la Infantería de Marina.

Detalle del Santa Ana, buque de 112 cañones, similar al Mejicano

En febrero de 1780, es promovido al empleo de Capitán de fragata; en 1781 es nombrado Caballero de Santiago y en 1789 es promovido al empleo de Capitán de navío; en 1795 es promovido al empleo de Brigadier de la Real Armada. El 14 de febrero de 1797, al mando del “Mejicano”, fallece tras ser gravemente herido, a bordo de su buque, en el combate de Cabo San Vicente contra la escuadra británica.

Para saber más: Hoja de servicios

La batalla del Cabo de San Vicente fue un combate naval que se desarrolló el 14 de febrero de 1797 frente al cabo de San Vicente, en el extremo occidental de la costa portuguesa del Algarve. España era en aquel momento aliada a la Francia revolucionaria merced al Tratado de San Ildefonso, que la comprometía a enfrentarse a Inglaterra en el marco de las Guerras Revolucionarias Francesas.

La escuadra española, formada por 27 navíos de línea, 11 fragatas y un bergantín, con un total de 2.638 cañones, partió de Cartagena en febrero de 1797 al mando del teniente general José de Córdova. Entre los buques de la flota española se encontraba el Santísima Trinidad, entonces el mayor buque de guerra del mundo, con 136 cañones y el único con cuatro cubiertas de artillería.


Batalla de Cabo San Vicente

Poco antes de su llegada a Cádiz fueron sorprendidos por un fuerte temporal, al tiempo que la flota inglesa, con 15 navíos de línea, cuatro fragatas, dos balandros y un cúter, con un total de 1.430 cañones y al mando de John Jervis, interceptaba a la escuadra española. 

Al amanecer del día 14, los barcos de Jervis se encontraban en posición para enfrentarse a los españoles y viceversa. Fue entonces cuando vio claro que su inferioridad numérica era de dos barcos españoles por cada barco inglés, pero en cualquier caso suponía ya mayor riesgo para los ingleses tratar de evadirse que enfrentarse a la escuadra española, por lo que se decidió a atacar para tratar de impedir que esta escuadra se uniera a la flota francesa que les esperaba en Brest.

Para ventaja de los ingleses, la escuadra española estaba formada en dos grupos tácticamente mal dispuestos para el combate, mientras que los ingleses conservaban la línea. Jervis ordenó a su flota que pasara entre ambos grupos, lo que optimizaría el uso de los cañones de sus barcos, mientras impedía que la flota española pudiera emplear todos los suyos. En todo momento maniobró la flota con el fin de impedir que los barcos españoles pudiesen escapar hacia Cádiz. 

Nelson había sido transferido al HMS “Captain”, de 74 cañones, y se dirigió hacia la retaguardia de la línea española. Desobedeciendo las órdenes de que la línea inglesa maniobrara para acorralar al grupo menor de buques españoles, rompió la formación para perseguir al grupo mayor, colocándose frente a los barcos españoles. Jervis, a pesar de ello, envió nuevos buques en su apoyo, consciente de que la maniobra de Nelson era atrevida pero eficaz.

El resultado de la batalla fue una derrota para la armada española. De los 27 navíos de línea con los que contaba ésta, entraron en combate 21, perdiendo cuatro, e incluso podría haber llegado a perder a su buque insignia de no ser por la actuación de Cayetano Valdés, al mando del “Pelayo”, que acudió en su socorro cuando ya había arriado su bandera. Se dice que amenazó al buque insignia español con cañonearle si no levantaba de inmediato su pabellón. Otros cuatro buques de la flota quedaron muy seriamente dañados. Los ingleses apresaron los navíos “San José”, “Salvador del Mundo”, “San Nicolás” y “San Antonio”. La batalla costó la vida a 1.284 marinos españoles.

En la posterior retirada española, algunos barcos huyeron hacia Cádiz, mientras que otros lo hicieron con rumbo a Algeciras. El grueso de la escuadra española entró en Cádiz el 3 de marzo. El jefe de la flota don José de Córdova tuvo que enfrentarse posteriormente a un consejo de guerra, donde fue degradado. 

Tras la batalla, en Junio, Jervis puso cerco a Cádiz. La ciudad estaba defendida por José de Mazarredo, que consiguió evitar una inminente invasión inglesa mediante el uso de lanchas cañoneras. Durante el cerco a Cádiz, una parte de esta flota se dirigió a Tenerife, donde también fueron rechazados, perdiendo Nelson el brazo derecho en el combate.

martes, 10 de octubre de 2017

Luis Sosa de Tovar. Ilustre liberal. La proclama leonesa del 24 de abril de 1808


Militar, político, escritor y periodista que jugó un papel importante en la Guerra de la Independencia y años posteriores, sobre todo en León y su provincia. Miembro de la "Real Sociedad Patriótica de León".

El célebre coronel escribió: El 24 de abril de 1808 los habitantes fieles de León gritaron: "mueran los franceses". Esta provincia se levantó en armas antes que Madrid.

Luis Pelayo Ramón de Sosa, o Sosa Tovar, nació el 26 de junio de 1772 en el seno de una familia noble, y fue bautizado el 2 de Julio, inscripto folio 85 libro bautismo de Vidanes. Padrinos Juan Puñeyro y Dorotea Morán. Falleció el 29 de marzo de 1843

Casa solariega de los Sosa, en Vidanes

Luis de Sosa y Tovar, protagonista de la jornada del 24 de abril de 1808, futuro coronel y comandante general de León y su provincia contra los invasores franceses, nos da él mismo un resumido currículum de su vida en una relación oficial de méritos, presentada en varios ministerios el 15 de junio de 1828:

Es de edad de 55 años, de calidad noble y acreditada limpieza de sangre, natural del pueblo de Vidanes (paisano, por tanto, del padre Isla), en el Reyno de León, e hijo legítimo de don Josef de Sosa y Tovar, que se había casado, en segundas nupcias, con doña Teresa Rodríguez Suárez. Él mismo, en la mayoría de sus documentos escritos, desecha el apellido materno, en favor de Tovar, segundo apellido de su padre, de reconocido linaje.

En la casa solariega de los Sosa de Vidanes había nacido también, un 24 de abril de 1703 el que habría de ser uno de los personajes más populares del siglo XVIII de los que han pasado a la historia; y aunque los Isla no pertenecían a la familia de los Sosa, sí que vivieron allí tres años y algún trato tendrían con los de esa estirpe de la que salieron también obispos y ministros (los Díaz Caneja Sosa) amén de este Don Luis Ramón Pelayo, el ilustre liberal. 

La hacienda de los Sosa, familia hidalga de abolengo, bajo el feudo del marquesado de Astorga y casa de Altamira (los Osorio) a la que servían, se fue diluyendo y fraccionando, llegando a figurar ya sólo como arrendatarios y cobradores de algunos derechos a los vecinos, antes de desaparecer de las anotaciones vecinales de Vidanes por completo, por su marcha a la ciudad.

Siguió la carrera literaria doce años, habiendo cursado los cinco últimos de estudios mayores en la Real Universidad de Valladolid. Entró en la militar en 28 de diciembre de 1797, habiendo sido admitido al servicio de S.M.: en el Cuerpo de guardias de su real persona, cuya plaza juró en 7 de enero de 1798, y sirvió hasta el fin de octubre de 1805. Pasó al de destinos políticos en el citado año de 1805, en el que le confirió S.M. la administración de la Real gracia de Excusado y Noveno del Departamento de Mansilla, en la diócesis de León, y la graduación de teniente de Caballería....

Desempeñando y viviendo de este modesto empleo de recaudador para el rey de la contribución de Excusado, o de los diezmos de la casa más rica de cada pueblo, le amaneció a Luis de Sosa la jornada del 24 de abril de 1808, en una España desconcertada y sin pulso, en plena anarquía política, en aquel mes de abril. El recién nombrado rey de España, Fernando VII, alejado de la patria con engaños y retenido en Bayona, hacia donde viajaban los reyes destronados, Carlos IV y su esposa María Luisa, reclamados por Napoleón Bonaparte.

En Madrid, apoyado por 25.000 soldados franceses, gobernaba el mariscal Murat, cuñado del emperador y árbitro militar y político del territorio español. En estas circunstancias, el Ayuntamiento de León, como protesta contra el caos y la solapada invasión francesa, convocó las fiestas de la coronación de Fernando VII, "el Deseado", y encargó al recaudador Luis de Sosa, con fama ya de literato y poeta, la proclama de convocatoria, en la que no se declaraba explícitamente la insurrección contra Napoleón, porque oficialmente todavía era amigo y aliado de España.

Tras la abdicación de Carlos IV, padre de Fernando VII, a consecuencia del motín de Aranjuez, Sosa encabezó una manifestación de adhesión a Fernando VII, portando un retrato de éste por las calles más céntricas de León, propiedad de uno de los regidores perpetuos de la ciudad, Bernardo Escobar Bernaldo de Quirós y Castro.

De hecho, la proclama leonesa del 24 de abril se comentó en toda la nación, la publicó la Gaceta de Madrid y, al enterarse Murat, mandó recoger y quemar toda la edición, y reeditar el número sin proclama. Al ocupar las tropas francesas la ciudad de León, el primer nombre que traían en sus listas era el del autor del manifiesto, para encarcelarle y, quizá, para algo peor.


Un mes después de estos sucesos contribuyó al alzamiento de la ciudad de León contra los franceses, participando activamente en la guerra hasta el mes de agosto de 1809. Fue primero nombrado comandante general de la Caballería, con la graduación de teniente coronel. En febrero de 1809 la Junta de León le nombró comandante general de la provincia y la Junta Central le concedió el grado de coronel. Durante este tiempo combatió por zonas de Castilla, Asturias y sobre todo en la provincia de León. El 29 de julio de 1809, ayudado por tropas de Juan Díaz Porlier, ocupó la ciudad de León: Sin embargo, a mediados de agosto sus tropas tuvieron que abandonarla al no contar con apoyos militares, que permaneció ocupada unas temporadas por tropas francesas y otras por españolas, hasta la retirada total de los franceses en 1813.

Fundó el primer periódico de León, "El Manifiesto de León", del que solo se publicó un número el 22 de diciembre de 1808 ya que a los pocos días se vio D. Luis de Sosa precisado a huir de la Capital en unión de los demás miembros de la Junta e internarse en las montañas por el arribo de las tropas francesas. El periódico tenía dos secciones fundamentales, noticias de la guerra y reflexiones políticas y pensaba destinar el producto de su venta, deducidos los gastos, al mantenimiento del ejército.

Publicó varios artículos en el Mercurio, además de escribir en periódicos de Cádiz y Sevilla. En este último en los números 55 y 71 colaboró con un artículo y una poesía dedicada al Real Cuerpo de los Guardias de Corps, respectivamente. Escribió un libro dedicado a la reina Isabel II, titulado Poema bucólico.

Una prueba más del amor y culto de las letras que acarició durante toda su vida, es la hermosa biblioteca que poseía en la casa  solariega de Vidanes. Aún se conserva un índice de ella, por el cual se aprecia que el número de obras de qué constaba, ascendía a 935, con miles de volúmenes. La familia del coronel cedió el archivo personal del militar, con cartas, poesías y partes de guerra, la mayoría manuscritos.

Para saber más