Dama de la nobleza española, esposa de Hernando de Soto, a quién sustituyó como gobernadora de Cuba cuando éste partió a la conquista de la Florida. Tal matrimonio influyó de manera poderosa en la rápida y feliz organización de la empresa conquistadora acometida por de Soto en tierras de La Florida.
Isabel,
o Inés, de Bobadilla, nacida probablemente hacia 1505, fue hija de Pedro Arias de Ávila (o Dávila)
e Isabel de Bobadilla y Peñalosa. Su
padre, conocido también como Pedrarias fue un noble, político y militar
castellano destacado por su participación en América, donde alcanzó los cargos
de gobernador y capitán general de Castilla del Oro (actuales Panamá y
Colombia), y gobernador de Nicaragua. Su madre, Isabel de Bobadilla y Peñalosa
era hija de María de Peñalosa y de Francisco de Bobadilla, conquistador de
Granada y comendador de Calatrava. La
familia Bobadilla tenía una gran ascendencia en la corte española.
La Giraldilla ( Isabel de Bobadilla) |
El padre de Isabel lo era Pedrarias
Dávilas, apellidado El Galán y El Justador, por su gracia y destreza en los
torneos; natural de Segovia, que se había distinguido en las guerras de Granada
y África; gobernador de Castilla del Oro, como en 1514 se llamaba al Darién,
del Darién en 1520, de Nicaragua hasta 1530; fundador de las ciudades de
Panamá, Granada y León, estas dos últimas en Nicaragua.
Isabel
tuvo, al menos, cuatro hermanos: Arias Gonzalo Dávilas, Elvira de Bobadilla,
fray Francisco de Bobadilla (que vivió en el monasterio de Santo Domingo y
viajó junto a su hermana y Hernando de Soto a Cuba, residiendo en La Habana) y
María Arias de Peñalosa.
Hernando de Soto |
Isabel de Bobadilla se casó en 1537 con
Hernando de Soto y Arias de Tinoco,
que era ya un reputado y rico conquistador español, protegido de su padre, que
había participado en la conquista del Perú con Pizarro. Gracias a su fama, de
Soto logró entrevistarse en 1538 con el emperador Carlos V, a quien solicitó
autorización para realizar una nueva expedición a La Florida, que costearía con
sus propios medios y ofreciendo a la Corona la mitad de las ganancias de la
empresa. La dote de Isabel, firmada en Valladolid el 14 de noviembre de 1536,
consistía en todo el ganado que poseía su padre en Panamá, sus esclavos y
caballos. No tuvieron hijos en común, pero de Soto fue padre de dos hijas de
madres indias en América.
El emperador Carlos V le nombró
adelantado, capitán general de todas las tierras descubiertas y gobernador de
Cuba. De Soto vendió gran parte de
sus bienes y se equipó para realizar la expedición en aquellas tierras
inexploradas. Su misión sería conquistar, situarse, y «pacificar» los
territorios desconocidos. Comprometía toda su fortuna, pero en caso de éxito,
sería dueño de un inmenso territorio, prácticamente todo lo que había al norte
del entonces virreinato de la Nueva España.
La
nobleza de Isabel, su fortuna, la protección que desde muy niño le había
prestado su padre a de Soto, la riqueza de su familia y las amplias y valiosas
relaciones que poseía con personajes de la época, así como la belleza,
inteligencia y discreción que adornaban su persona, han hecho de esta mujer una
figura que se destaca con caracteres propios y relevantes junto a su marido,
siendo imposible hablar de éste ni de su gobierno en Cuba ni de su expedición a
La Florida, sin mencionar, también, de manera muy singular, a doña Isabel de
Bobadilla.
Tras
ese nombramiento Isabel y Hernando, con la expedición que este había
organizado, se trasladaron a Cuba, llegando a Santiago de Cuba el 7 de junio de
1538, y en el mes de agosto partió Isabel con su familia y la infantería, en
los cinco barcos que constituían la flota, rumbo a la villa de La Habana,
mientras Soto, sus oficiales y caballerías, hacían el viaje por tierra. En las
Navidades de aquel año ya se encontraba reunida en La Habana toda la familia.
La Habana en esa época era solo una
aldea: en 1540 su población se contaba en 40 vecinos blancos, 120 indios
naborías (de servicio doméstico), 200 esclavos negros e indios, un clérigo y un
sacristán.
Fue
Hernando de Soto el iniciador de las obras de la primitiva fortaleza habanera.
Más tarde, y al mismo tiempo que se construía la fortaleza, edificó Inés una
casa (en la que aún residía en marzo de 1544, un año y nueve meses después de
fallecido su marido, y cuando se preparaba ella para regresar a España.)
Cuando
Soto viajó a Florida en mayo de 1539,
el 17 de mayo del mismo año dejó su cargo de administrador del archipiélago a
su esposa, quien ejerció como Gobernadora y Capitán General entre 1539 y 1544. Isabel de Bobadilla se convirtió, así, en
la primera y única mujer que ostentó la máxima autoridad de la Isla, durante el
largo período colonial de cuatro siglos. En esa función estuvo asesorada
por civiles y militares, fundamentalmente por Juan de Rojas, quien se ocupó de
los problemas de la defensa.
De
Soto, antes de partir para La Florida, otorgó en 17 de mayo de 1539 un poder
general a favor de su esposa, ante el escribano Francisco de Alcócer.
..."y de esos 300.000 maravedís de renta anual, se hagan dos partes, la
una para que su mujer la goce por todo el tiempo de su vida, y la otra para
dotar cada año a tres doncellas huérfanas y pobres, hijasdalgos, lo que dará
cumplimiento su esposa a quien ella nombrase." En enero de 1544 tenía Isabel
a su servicio particular y el de sus fincas, once esclavos.
La leyenda
En La Habana, en lo alto del Castillo de la Real Fuerza, fue construida una estatua de Isabel de Bobadilla, basándose
en la leyenda que señala que, tras la ida de De Soto a Florida, Isabel lo
estuvo esperando en ese castillo durante años hasta que supo de su muerte, tras
lo cual habría fallecido ella también al no ser capaz de sobreponerse al dolor
que esta desgracia le produjo. Esta estatua es actualmente conocida como La
Giraldilla (a similitud de El Giraldillo que es el nombre popular que recibe la escultura que corona la Giralda de Sevilla), y es considerado el símbolo más importante de La Habana. En la mano izquierda, la cruz de Calatrava, de las armas de su linaje.
El
almirante Juan de Bitrián y Viamonte, quien gobernó Cuba entre 1630 y 1634,
ordenó su fundición en bronce. La estatua original está en el Museo de La
Habana para protegerla del deterioro por su exposición al medio ambiente,
siendo la del castillo una réplica.
Pero
la realidad es que, aunque mucho sufrió por lo sucedido, doña Isabel no murió
de amor, como cuenta la leyenda, sino que retornó a España, (probablemente en
1544) junto a algunos de sus familiares, con los cuantiosos bienes heredados de
su consorte. Murió dos años después, en 1546.
La
doliente esposa no pudo esperar a su amado desde lo alto de la torre del
castillo de la Real Fuerza pues este se erigió después de 1555, al ser
destruida por el corsario francés Jacques de Sores la antigua Fortaleza,
aposento de doña Isabel durante su estancia en Cuba.
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