Es, posiblemente, el aragonés que más cargos de
proyección política y relevancia institucional ha desempeñado a lo largo de la
Historia: Combatió en la Guerra de la Independencia y luego en la del Perú. Fue
ministro de Guerra y jefe del Gobierno, además de diputado y senador del Reino.
Se retiró de la política a partir de los sucesos de 1843 que derrocaron a
Espartero.
Regenerador de la Caballería Española y el precursor
de la creación de la Academia de Caballería.
Valentín
Ferraz y Barrau nació en Anciles (Huesca), en febrero de 1792, en el seno una
familia infanzona, documentada en el Valle de Benasque desde el siglo XII, a la
que han pertenecido ilustres clérigos, políticos, juristas y militares. Su
padre fue Tomás Ferraz y Subirá (nacido en Casa Faure de Benasque), hijo
segundón de la familia que se casó con Teresa Barrau y Lisa, heredera de Casa
Barrau de Anciles, con la que había contraído matrimonio el día 15 febrero 1779.
Pertenecía a una familia noble asentada en dicha población del valle de Benasque desde el siglo XII, entre cuyos miembros hubo clérigos, políticos, juristas y militares.
Era
sobrino de Antonio Cornel y Ferraz, ministro de la Guerra de Carlos IV; y primo
hermano de José Ferraz y Cornel, ministro de Hacienda en 1840, y de Francisco
Javier Ferraz y Cornel, teniente general y presidente del Tribunal Supremo de
Guerra y Marina.
En
1808 sentó plaza como cadete en el Regimiento de Dragones del Rey al comienzo
del Segundo Sitio de la ciudad de Zaragoza, durante la invasión napoleónica;
fue hecho prisionero tras la rendición de la plaza, pero durante su traslado a
Francia logró fugarse y reintegrarse al ejército, lo que le valió el ascenso a alférez en 1809. Ese mismo
año hizo la campaña de Valencia, amenazada por el ejército francés del mariscal
Louis Gabriel Suchet, participando en los combates y escaramuzas que se
sucedieron hasta la caída de la plaza; sin embargo, la retirada de la mayor
parte de las tropas francesas para la campaña de Rusia y la ofensiva de
Wellington desde Portugal, permitieron a los aliados expulsar a los franceses
de España, encontrándose el regimiento de Ferraz en los campos de la Mancha
donde tuvo ocasión de distinguirse en los combates que precedieron a la
expulsión francesa y la firma de la paz. Finalizada
la contienda con el grado de teniente, solicitó destino en América donde los
ejércitos reales se enfrentaban a los independentistas.
Sitio de Zaragoza |
En
1815 Ferraz fue destinado al regimiento Cazadores del Rey, que había sido
destinado al Depósito de Ultramar y debía partir para el Perú con el objeto de
formar la escolta del nuevo General en Jefe del Ejército del Alto Perú, el
brigadier José de la Serna, en cuya
compañía se embarcó en Cádiz el 8 de mayo de 1816 a bordo de la fragata La
Venganza. Ascendido a capitán y al
mando de 4 oficiales y 46 soldados de su regimiento desembarcó en el puerto
peruano de Arica en septiembre, y tras reunir los caballos y suministros
necesarios para la campaña pasó al frente de guerra altoperuano para reunirse
con el ejército real en su cuartel de Cotagaita. Sobre la base de esta tropa
europea sería creado en 1817 el escuadrón de Granaderos de la Guardia con una
fuerza original de 78 hombres de la que Ferraz era jefe y a cuyo mando hizo las
campañas de Tarija, Jujuy y Salta, recuperando los territorios que habían sido
ocupados por los independentistas argentinos. El buen desempeño del cuerpo de
Ferraz haría que este dejara de ser uno de escolta para convertirse en un
regimiento de línea que llegó a tener cuatro escuadrones y dos compañías de
batidores y tiradores con un total de 600 hombres.
Nombramiento como Sargento Mayor de Caballería |
Con
motivo de la invasión del general José de San
Martín al corazón del virreinato peruano en 1820, los granaderos de Ferraz
abandonaron el Alto Perú para dirigirse a Lima; durante el trayecto tuvieron
que atravesar 700 leguas muchas veces por provincias sublevadas como Huamanga,
Huancavelica y Tarma, sufriendo el constante acoso de las guerrillas y
montoneras locales. Reincorporado al ejército del bajo Perú el ya comandante Ferraz tuvo ocasión de
distinguirse en la incursión que el general Canterac dirigió sobre la sitiada
fortaleza del Callao y en los demás hechos de armas que tuvieron lugar esos
años durante los cuales ascendió a
Brigadier. En septiembre de 1823 el virrey la Serna lo nombró Comandante General de la Caballería del
Ejército del Sur. El más significativo hecho de armas que protagonizaría
sería el combate de Arequipa donde
al mando de sus granaderos derrotó a la caballería independentista superior en
número y mandada por veteranos oficiales de la guerras napoleónicas, el francés
Pedro Benigno Raulet y el inglés Guillermo Miller. Este combate no solo
permitió la recuperación de la importante plaza de Arequipa sino que también
reanimó al resto de la caballería realista que se encontraba desmoralizada tras
haber sido batida en la batalla de Zepita por los húsares de la Legión Peruana.
Por esta intervención Ferraz recibiría años más tarde la más preciada de las
condecoraciones militares españolas: la
Laureada de San Fernando de 4ª clase.
El
regimiento de Ferraz no tendría sin embargo la oportunidad de participar en la
importante batalla ocurrida a orillas del lago Junín, esto debido a que la
sublevación del ejército altoperuano de Olañeta obligó al virrey a mandar
contra él al ejército del sur al mando de Valdés, tras sangrientos combates en
los cuales el regimiento de Ferraz fue diezmado, la campaña hubo de ser
abandonada para volver al Cuzco donde el virrey reunía a su ejército para la
lucha final contra Sucre.
El 9 de diciembre de 1824 el brigadier Ferraz comandó a la caballería realista en la batalla de Ayacucho. La carga que realizó no logró impedir la derrota y dispersión del ejército del virrey. Comprendido en la capitulación de Ayacucho, que logró la independencia del Perú, se embarcó para la península, acompañado de unos pocos subalternos con los que había llegado al Perú nueve años atrás.
Regresó
a España en 1825, impulsando su carrera profesional a la sombra del general Baldomero Espartero hasta las más altas
instituciones, fiel siempre a sus ideas liberales: teniente general de los Ejércitos, director general del arma de Caballería,
inspector general de la Milicia Nacional, vocal de las juntas consultivas de
Guerra y Ultramar, diputado y senador del Reino por la provincia de Huesca,
alcalde de Madrid (1855), ministro de la Guerra en cuatro ocasiones y
presidente del Consejo de Ministros en las últimas semanas de la regencia de
María Cristina de Borbón.
Especialmente
reseñable es el periodo en que estuvo al frente de la Dirección General de
Caballería. Su tarea fue una auténtica demostración de iniciativa, actividad y
dotes de mando, circunstancia que, unida a la creación de una academia estable
para el Arma en Alcalá de Henares, le ha hecho merecedor del sobrenombre de Regenerador de la Caballería española.
Por Real Cédula de 18-11-1828 es nombrado Caballero de la Real y Militar Orden
de San Hermenegildo. Gran Cruz de la
Real Orden Americana de Isabel la Católica y la Gran Cruz de la Orden de San Fernando en 1837.
.
En
1865, un año antes de su fallecimiento en El Escorial, el 31 de agosto de 1866,
la madrileña calle de San Marcial,
comprendida entre la plaza de España y el paseo de Moret, pasó a denominarse Ferraz
(hoy día, alberga la sede del PSOE).
Publicó Memoria de los trabajos
ejecutados para obtener la elevación y repartimiento de las aguas llamadas de
la Fuente de la Reina, presentada al Excmo. Ayuntamiento Constitucional de esta
M.H. Villa por su Alcalde 1º Constitucional D...., como especialmente
autorizado para realizar este pensamiento (Madrid, imprenta, fundición y
librería de D. Eusebio Aguado, 1856).
“Valentín Ferraz y Barrau (1792-1866). Un
militar altoaragonés en la corte isabelina”, por Fernando García-Mercadal y
Fernando Martínez de Baños. CAI / Zaragoza, 2010.
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