martes, 28 de agosto de 2018

Los orígenes de la gimnasia en España. El conde de Villalobos

Ahora que se acaban las vacaciones, y después de algunos excesos, muchos se plantean volver a hacer deporte, ... a reanudar las sesiones del gimnasio.

Algunos se preguntarán ¿que tiene que ver la gimnasia con la nobleza?...pues, en el caso de España, bastante, ya que fue Francisco de Asís Aguilera y Becerril, XIII conde de Villalobos, su principal impulsor en nuestro país, a mediados del XIX. Fue profesor de gimnasia del Príncipe de Asturias, que reinaría como Alfonso XII.


Una figura ignorada y poco valorada de la Educación. Física española, a la que debemos citar con todo merecimiento, es el Conde de Villalobos, nacido en Madrid el 27 de enero de 1817, siendo el primogénito de una familia noble de antiguo linaje. Fueron sus padres don José Aguilera Contreras (1787-1872), XVI Marqués de Cerralbo, X Conde de Alcudia, Grande de España, Marqués de Flores-Dávila, de Almarza y de Campo Fuerte, Conde de Casasola del Campo, del Sacro Romano Imperio, etc. y doña Francisca Becerril Hinojosa (1781-1849); casados el 8 de febrero 1842, en San Sebastián, con María Luisa Gamboa López de León (1819-1894). Uno de sus hijos, Enrique (1845-1922), fundaría el Museo Cerralbo y heredaría el título de su abuelo.



Grabado de A. Gracia de Francisco Aguilera, conde de Villalobos practicando ejercicios de equilibrio. Fuente: Ayuntamiento de Madrid. (Dcha.) Un retrato suyo


Enrique de Aguilera y Gamboa (1845-1922), XVII marqués de Cerralbo, aristócrata, miembro activo del partido carlista, coleccionista y arqueólogo, a su muerte legó al Estado Español su palacio y colecciones, hoy Museo Cerralbo.

Casa-Museo del Marqués de Cerrralbo
Heredero del marquesado de Cerralbo y formado en las prestigiosas Escuelas Pias, desde niño mostró unas excelentes cualidades físicas e intelectuales, gozando de gran popularidad entre sus compañeros de clase. De joven se sentía atraído por los ejercicios corporales, participando en exhibiciones con compañías de volatineros, titiriteros y equilibristas, realizando números como el “clown veleta”, a semejanza del afamado equilibrista francés Jean Baptiste Auriol (1806-1881) que había establecido un circo en Barcelona, y otros retos donde poder demostrar sus cualidades físicas. También quiso ser torero pero su padre se negó en rotundo a ello, ya que no encajaba en una familia de la aristocracia.


A mediados del siglo XIX se destacó en Madrid la figura emblemática de Francisco Aguilera, un tenaz y reivindicativo gimnasta que dedicó toda una vida al estudio de la gimnástica. A partir de las realizaciones prácticas como profesor de gimnástica y del impulso propagandístico de varias publicaciones, el Conde de Villalobos inició un proceso para que esta rama de la ciencia tuviera en España el trato público y gubernamental que se le estaba concediendo en los países más avanzados de Europa.

Visitó al coronel Francisco Amorós y Ondeano (el primero que conformó una metodología sistematizada para la educación física, pero aún anclada en el espectáculo) en París quedando deslumbrado por sus ideas y sus demostraciones. A su vuelta crea, en 1841, mediante suscripción privada, el Jimnasio de Madrid: Instituto de Gimnástica, Equitación y Esgrima, cuyo reglamento de aprueba el 4 de marzo de 1842, del que fue su director, pero que estuvo abierto por muy poco tiempo, hasta finales de ese mismo año. En medio de una fructífera actividad práctica, pensó en la necesidad de la implicación estatal en el área de la gimnástica, en cuyo sentido cursó una petición al gobierno de Narváez para crear un Gimnasio Normal, en la que plantea la unión de práctica y ciencia para una mejor formación de los profesores. Esta petición, realizada en 1844, fue desatendida haciéndose eco de ella algo más tarde Busqué y Torró.

Mueble para ejercitarse
Construyó aparatos gimnásticos que más tarde complementaría Vignolles y Aparici y publicó, en el año 1842, “Ojeada sobre la Jimnasia, utilidades y ventajas que emanan de esta ciencia”. Su proyecto estrella fue el Gimnasio Municipal, que concibió entre 1858 y 1859, siendo concejal del Ayuntamiento de Madrid, y que no llegó a ser realidad, quizá por falta de presupuesto.


Ideó sistemas como el “interval training”, que combina lo intensivo con lo suave en el entrenamiento. Este método fue desarrollado y puesto en práctica, 90 años más tarde, por el corredor Emil Zatopek, que creía que como el corazón era un músculo podía ser entrenado como cualquier otro. Decidió que la mejor manera de entrenarlo era mediante series de repeticiones de esfuerzo y descanso en las que el ritmo cardíaco aumentara y después se le dejara recuperar.


Concibió la gimnasia como servicio público y como obligación del Estado hacia los ciudadanos. Democratizó los gimnasios y luchó –con escaso éxito– para que fueran lugares abiertos al pueblo y, por primera vez, colaborativos, es decir sostenidos por las cuotas de sus socios. Convirtió los gimnasios en lugares higiénicos. Planteó la formación académica de profesores. Propuso becar alumnos y abrir las puertas de los centros a las mujeres, que en aquellas fechas, excepto las de clases acomodadas, no tenían apenas acceso a las enseñanzas impartidas en centros escolares regulares.

Aguilera cambió el término “gimnástica” apropiado del francés para adoptar un españolizado “gimnasia” (que él, por cierto, escribiría a lo Juan Ramón Jiménez con jota, jimnasia) y construye toda una terminología específica en torno a esta nuevo saber con maravillosos términos como gimnasiarca o pedótribas.


La reina Isabel II encargó al conde la educación física de sus vástagos, el príncipe de Asturias Alfonso, que aún no tenía seis años, y su augusta hermana Isabel de once años, quien diseñaría, en 1863, tres gimnasios en el entorno de los Reales Sitios de Aranjuez, La Granja de San Idelfonso y en el madrileño Casón del Buen Retiro), encargándose incluso del vestuario de los príncipes para hacer ejercicio físico, pero estos mostraron muy poco interés por esta disciplina, y estuvieron solo durante dos años.



Retrato de Francisco de Aguilera y Becerril. Aparece de media figura con casaca de uniforme, con galones y botones de oro y chaleco y corbata blanca. El lienzo está firmado por José María Estrada, pintor nacido en 1817 en Valencia y fallecido en 1867 en Madrid. Estudió en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Falleció prematuramente en Madrid, el 1 de julio de 1867, a consecuencia de los esfuerzos y energías consumidas en el estudio. Se le considera como un precursor de la ideas del diputado Manuel Becerra, que le cita en su famoso discurso del Congreso en apoyo a la proposición de Ley (31 de octubre de 1881) por la que se creó la Escuela Central de Gimnástica (Ley de 8 de marzo de 1883).

Sobre este tema, un trabajo amplio y muy interesante es el publicado por David Huidobro Sanz en la revista Hidalguía (Nº 377, 2018, pp.143-179): Nobleza y deporte. Deporte y nobleza, que expone cómo la nobleza ha estado tradicionalmente relacionada con la gestión y la práctica deportiva.

viernes, 10 de agosto de 2018

Juan José Nieto Aguilar: II Marqués de Monsalud y VII marqués de Villamarín



Capitán General de los Reales Ejércitos Nacionales, senador del reino, caballero de la Orden de Santiago (1802), caballero de la Orden de San Hermenegildo, Gentilhombre de Cámara de S.M., fue un aristócrata y militar español que destacó durante la guerra de Independencia, en las acciones bélicas que tuvieron lugar en la región de Extremadura.

Juan José Nieto Aguilar Domonte y Santillá vino al mundo en Almendralejo (Badajoz) el 15 de abril de 1769, en el seno de una familia nobiliar que empezaba a mostrar una creciente progresión: los Monsalud. Su padre, Juan Nieto Domonte, el primer marqués y señor de la villa y sierra de Monsalud, caballero de Santiago y regidor perpetuo de la villa, había ido ganando con el tiempo cierta relevancia entre el sector aristocrático de Extremadura durante el siglo XVIII, mientras que su madre era Inés de Aguilar y Santillán Ponce de León, natural de Écija (Sevilla). Juan José era nieto paterno de Juan Nieto Golfín y Josefa María Domonte Ortiz de Zúñiga, natural de Jaén; y nieto materno de Hernando Pedro de Aguilar Ponce de León, de Écija, y Josefa Hernández de Santillán y Villasís, natural de Sevilla, esposa del Conde del Águila.

Su madre falleció cuando Juan José contaba cinco años y su padre no sobrevivió mucho tiempo a su esposa, de tal forma que a los once años quedó huérfano, recibió la herencia paterna y, junto a sus dos hermanas Josefa y Javiera, se trasladó a Écija y a Sevilla (en el palacio conocido como de los Domonte, de Villamarín, y posteriormente de Monsalud), para vivir bajo la tutela de su abuela materna.

Fachada del palacio de Villamarín (Monsalud) en Sevilla
A los títulos que ya poseía su progenitor, más adelante sumó el cargo de Regidor perpetuo de Almendralejo y el título de Señor de la Villa y Tierra de Monsalud por concesión de Carlos III en 1762. Igualmente, a toda esta sucesión de títulos adquiridos por vía paterna, habría que añadir el marquesado de Villamarín, que recibiría por parte materna.

Sin duda, se trata de unas estructuras familiares que se amoldan a los de toda una serie de hidalgos extremeños que constituyen un importante grupo denominado como “nobleza media” o “nobleza de provincia”, surgido en los siglos XVII y XVIII. Estos grupos terminarían por consolidarse y acrecentar su patrimonio mediante la realización de diferentes estrategias, como por ejemplo el desempeño de servicios destacados en la administración o el ejército, o el desarrollo de políticas matrimoniales entre miembros de igual condición.

Sin que existan antecedentes familiares relacionados con la milicia, Juan José sintió afición por el estudio de las ciencias militares. En 1791 el ayuntamiento le nombró alcalde de la Santa Hermandad por el estado noble, aunque no llegó a tomar posesión por encontrarse en Madrid, y en 1792 fue elegido síndico y ejerció el cargo por un año. En 1793 se dirige al rey Carlos IV y le propone armar a su costa un Regimiento de Caballería con el nombre de Carabineros de María Luisa, compuesto de tres escuadrones, a cambio de ciertas concesiones, entre ellas el nombramiento como coronel graduado y comandante, siendo este el inicio de una brillantísima carrera militar que se prolongó durante 54 años. El Regimiento recibe la orden de marchar a Cataluña, interviniendo en campañas militares, incluso en suelo francés, hasta que la Paz de Basilea puso fin a estas escaramuzas.

En 1797 al pasar por Madrid participa en un brillante desfile que fue presenciado por María de la Concepción Solano Ortiz de Rozas, nacida en la isla de Santo Domingo, hija de José Solano y Bote, Capitán General de la Armada y I Marqués del Socorro y de Rafaela Ortiz de Rozas y Villescas, natural de Buenos Aires. Se conocen e inician un noviazgo que concluye en boda, en junio de 1800, en la ciudad de Cádiz.

Con ocasión de la guerra con Portugal, en 1801, el regimiento se traslada a Extremadura y toma parte en diversas acciones en el Alentejo portugués. Por R. O. de 8 de junio de 1802, se le nombra Gentilhombre de Cámara con ejercicio y destino al Cuarto del Infante Francisco de Paula Borbón y, en octubre de este mismo año, se le promueve al empleo de Brigadier. Este destino no pudo hacerse efectivo y sigue con su regimiento, después de estar en Badajoz, Olivenza y Setúbal (Portugal).

Al iniciarse la Guerra de la Independencia y formarse la Junta Suprema de Extremadura, se pone a sus órdenes ocupando el cargo de Vicepresidente y, el 2 de junio de 1808, es nombrado Mariscal de Campo y poco después Teniente General. Recorrió sin descanso toda la región, cooperó con las tropas portuguesas y los mandos ingleses, coordinando la estrategia de defensa en Extremadura, interesándose no sólo por los aspectos militares, sino en la búsqueda de medios económicos, y su dedicación y sacrificio fueron máximos.

El 24 de noviembre de 1811 es nombrado Capitán General del Ejército, obteniendo la presidencia de la Junta Superior y el Gobierno político de la provincia. En 1812, tras la liberación de Badajoz por las tropas inglesas de Wellington juega un papel fundamental en el restablecimiento de la paz. De la documentación existente, se deduce que la figura del marqués fue la más importante en Extremadura y fundamental para la expulsión y derrota de los franceses.

Don Diego Fernández Nieto, de Almendralejo, fue Caballero de la Orden Militar de Santiago y Comendador de Castillejo de la Cuesta. Un nieto suyo, don Juan Esteban Nieto, fue honrado caballero de la Escuela Dorada por el rey don Fernando "el católico". Siendo uno de los que acompañaron al citado rey en todas sus empresas militares contra los moros: halló gloriosa muerte en la batalla de las Lomas (Málaga). Dejó sucesión y por línea directa fue don Fernando Nieto y de Nieto, nacido en Almendralejo, que en el año 1595 fundó, en unión de su esposa doña Juana de Alvarado y Mendoza, el convento de franciscanos de Almendralejo. Muerto sin sucesión, continuó la casa su hermano padre. Don Juan Nieto Becerra fundó tres mayorazgos para sus tres hijos, don Juan, don Fernando y don Francisco. El primero, don Juan Nieto Becerra y Villalobos, fue Regidor Perpetuo de la Villa de Almendralejo y familiar del Santo Oficio de la Inquisición, así como primer Señor de la villa y sierra de Monsalud. Su hijo, Juan Nieto Golfín, fue Regidor Perpetuo de Almendralejo, segundo Señor de Monsalud y Caballero de Santiago en el año 1707. Su hijo, don Juan Nieto Domonte fue creado en el año 1762, Marqués de Monsalud. Por hijo tuvo a don Juan Nieto Aguilar, Capitán General del Ejército, gentilhombre de Cámara del Rey, II Marqués de Monsalud. hay que señalar que de la Casa marquesada de don juan Nieto, de Almendralejo, nació el célebre poeta don Juan de Espronceda.

Entre 1814 y 1823 está en Madrid, como Gentilhombre de los príncipes y Primer Caballerizo. Al trasladarse la corte a Sevilla, en junio de 1823, la sigue y el 13 de junio de 1823 sufre el saqueo de su palacio de Sevilla, que pudo costarle la vida y la de su familia. El marqués fue maniatado y se salvó de un linchamiento gracias a la intervención de un sargento que sirvió a sus órdenes y que estaba entre los asaltantes.

Trasladados a Cádiz, fue detenido por orden de Fernando VII, permaneciendo un año preso en esta ciudad y tres años más en Sevilla, sin que se le pudiera incoar proceso adecuado, pues no existían causas. En 1828 es liberado y se traslada con su familia a Almendralejo, de donde no volvió a salir. En 1831 se le nombra Capitán General de Extremadura, renunciando al cargo, y en 1837 fue elegido Senador por la provincia de Badajoz, pero tampoco llegó a tomar posesión. Colaboró con la Sociedad de Amigos del País de Badajoz y, en 1842, fue elegido presidente de la Sociedad de Amigos del País de Almendralejo. El Marqués de Monsalud falleció en Almendralejo el 28 de febrero de 1851 y dos días después se celebró un multitudinario entierro con asistencia de varias compañías militares que se habían trasladado desde Badajoz.



El 25 de agosto de 1847, en un lugar cercano a Almendralejo, un grupo de jornaleros, labrando la tierra, encontraron el Missorium de Teodosio, disco circular de plata de gran tamaño, en el que figuran el emperador y sus hijos Arcadio y Honorio. Una vez se informa el Marqués de Monsalud, realiza gestiones en Madrid con su cuñado el Marqués del Socorro y el Disco es adquirido por la Real Academia de la Historia en la cantidad de 27.200 reales. El Disco, que estaba casi partido y abollado, fue restaurado por José Navarro.

jueves, 2 de agosto de 2018

María de Zayas y Sotomayor. La primera novelista española


Escritora del Siglo de Oro. Poetisa, autora dramática y, sobre todo, novelista de extraordinario éxito, llamada la “Sibila de Madrid”. Sus novelas cortas tuvieron gran éxito y se siguieron reimprimiendo hasta que en el siglo XVIII la Inquisición decidió prohibirlas.

Muy poco se sabe de su vida, salvo que era madrileña, que vivió en la primera mitad del siglo XVII y que escribió en el entorno de Lope de Vega, quien alabó su obra y su talento, en “El laurel de Apolo”.


Hija de doña María de Barasa, esposa legítima de don Fernando de Zayas y Sotomayor, María nació el 12 de septiembre de 1590, pero se desconoce la fecha de su fallecimiento; que sería posterior a 1647 y, según algunas fuentes, ocurriría en 1661; tampoco se sabe si estuvo casada o ingresó en un convento.

Se cree que vivió una temporada en Nápoles por el trabajo de su padre hidalgo, capitán de Infantería y caballero de la Orden de Santiago, quien sirvió al rey Felipe III y fue mayordomo del VII Conde de Lemos en Nápoles. Hay noticias de ella en Valladolid y en Zaragoza donde publicó, en 1637, la primera parte de sus Novelas amorosas y ejemplares.

Fue celebrada como poetisa en las academias literarias madrileñas de la época. Compuso al menos una obra dramática, La traición en la amistad, editada por vez primera a principios del siglo XX. Pero su renombre se debe esencialmente a sus dos colecciones de diez novelas cortas enmarcadas, publicadas en Zaragoza, en 1637 y 1647 respectivamente: las Novelas amorosas y ejemplares y la Parte segunda del Sarao y entretenimiento honesto. Contaron con gran éxito y numerosas traducciones a otras lenguas, éxito internacional solo superado, entre los novelistas del siglo XVII, por Cervantes, Mateo Alemán y Quevedo. Tuvieron gran influencia especialmente sobre la literatura francesa.


En sus narraciones denunciaba las dificultades y limitaciones que sufrían las mujeres. Censuraba la educación «castradora» que recibían. Defendía el derecho a su buen nombre, a la cultura y al renombre literario. Y criticaba explícitamente las ideas sobre el honor y la honra, que, en su opinión, perjudicaban a la mujer.


"Por tenernos sujetas desde que nacimos, vais enflaqueciendo nuestras fuerzas con temores de la honra, y el entendimiento con el recato de la vergüenza, dándonos por espadas ruecas, y por libros almohadillas".
Sus protagonistas son, en general, mujeres de la alta o baja aristocracia, que siguen sus impulsos amorosos no solo por atracción sexual, sino sobre todo como un acto de libertad individual. Sorprende la desenvoltura con que algunas se comportan en el aspecto amatorio, algo insólito en su tiempo: desde la que persigue a un hombre que ve por el balcón, hasta la que esconde un amante negro en el establo para devorarlo sexualmente o la que vive infinitos adulterios.

Ningún censor del siglo XVII encontró nada que objetar a sus novelas, pero el puritanismo y la misoginia del siglo XVIII y de principios del XIX censuraron su obra, tildando algunas de sus novelas de «libertinas», «obscenas» o «crudas».