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martes, 11 de junio de 2019

Melchor de Herrera y Ribera. Tesorero General de Felipe II. I Marqués de Auñón



La ambición de este personaje no se limitaba únicamente a perseguir la riqueza, sino que se manifestó en una búsqueda incesante de promoción social a través del honor que emanaba de un título nobiliario.

Nació hacia 1524, siendo el tercer hijo del alcalde de Casa y Corte Fernán Gómez de Herrera, y como otros muchos hidalgos castellanos que carecían de más bienes que la legítima parte de la herencia, a temprana edad emprendió el camino de Italia en busca de fortuna.


A comienzos del reinado de Felipe II, Herrera participó en la campaña de Italia y de Flances, bajo el mando del duque de Sessa, Gonzalo Fernández de Córdoba, siendo capitán de una compañía de Caballería ligera. Fue, también, comisario general de las tropas de Flandes.

Retorna a Madrid hacia 1560, y se pone al servicio de Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli, privado del rey Felipe II. Herrera comenzó a efectuar compras para Éboli en las ferias de Castilla, al tiempo que emprendía actividades privadas como mercader y prestamista y realizaba inversiones en juros y censos, de las que sacó muy buen provecho. El 10 de septiembre de 1565, por recomendación de Éboli, recibió el nombramiento de tesorero general de Castilla; asimismo, asumió la depositaría general de los derechos de contaduría, la receptoría de embargos y secuestros, y las patentes de receptor del subsidio y de pagador de las galeras.

Entre 1569 y 1574 Herrera se comprometió a proporcionar por adelantado, en pagos bimestrales, los 350.000 ducados anuales que importaba el subsidio y pago de galeras, con lo que obtenía 21.000 ducados al año en concepto de intereses por anticipo y 200.000 maravedíes más por la cobranza. Destaca también la contribución de Herrera como banquero desde 1569, tanto cuando se destinaban fondos hacia mantenimiento del esfuerzo bélico en el Mediterráneo, como en la emisión de letras de cambio dirigidas a los Países Bajos.

Obtuvo una regiduría en Madrid en condición de Alférez mayor de la Villa y Corte, oficio que había comprado en 1562, la Alcaldía de la Fortaleza de Ronda, adquirida en 1567. En 1569 obtuvo el marquesado de Oyra, en el reino de Nápoles, de titularidad de Ruy Gómez de Silva. Entre 1572 y 1573 compró las villas de Auñón y Berninches, en Guadalajara, con sus vasallos y alcabalas y Felipe II le otorgó el título de Marqués de Auñón en 1582.

Auñon
Hasta que falleció, el 8 de febrero de 1600, sin hijos de su primer matrimonio con doña Beatriz de Pissa, continuó desempeñando diversas comisiones y formando parte del Consejo de Hacienda, pero padeció diversos infortunios patrimoniales y familiares. Dejó un mayorazgo que heredó su hija Ana (II marquesa de Auñón), tenida de su segundo matrimonio con doña Francisca de Padilla.

En el siglo XVI, cuando el Emperador Carlos V, como maestre de todas las Ordenes militares, decidió vender la villa de Auñón para sacar más dinero con que hacer frente a sus múltiples campañas militares por Europa, los vecinos de Auñón quisieron liberarse de cualquier señorío, comprándose a sí mismos, pero no pudieron. Don Melchor Herrera, tesorero real de Felipe II y alférez mayor de Madrid, compró Auñón y Berninches al Rey, en la cantidad fabulosa para entonces de 204.000 ducados y, desde entonces, el pueblo quedó bajo el señorío de esta familia.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Ruy Gómez de Silva. Príncipe de Éboli y I Duque de Pastrana. Privado de Felipe II


Aristócrata portugués, al servicio de España. Viajó a Países Bajos y a Inglaterra con Felipe II, sobre el que ejerció una gran influencia. Consejero de Estado, intendente de Hacienda, primer mayordomo del príncipe Carlos, duque de Pastrana y grande de España, se opuso a la política represiva del duque de Alba, a la que contraponía una solución basada en la negociación.

Ruy Gómez de Silva nació en Chamasca (Portugal), en 1516, hijo segundo del hidalgo Francisco de Silva y de María de Noreña, señores de Ulme y de Chamusca. Llegó a España en 1526 con su abuelo materno, Ruy Téllez de Meneses, quien acompañaba como mayordomo mayor a la princesa Isabel de Portugal, futura esposa de Carlos I. En la Corte actuó como menino de la reina y como paje del príncipe Felipe, a quien acompañó a Salamanca con motivo de su matrimonio con la infanta María de Portugal (1545).

Su infancia transcurrió en el palacio real, junto al futuro Felipe II, y entre ambos se forjó una gran amistad que conservarían hasta la muerte de Ruy Gómez, pese a la diferencia de edad entre ellos, y al carácter reservado de este último, al que acompañó en su primer viaje por Europa, y al regresar a Castilla, el entonces príncipe Felipe pensó en casar a su fiel servidor con Teresa de Toledo, hermana de Gómez Dávila, marqués de Velada. Al tomar ésta los hábitos, Felipe pensó en la hija de los condes de Mélito, Ana Mendoza de la Cerda, rica heredera perteneciente a uno de los linajes más poderosos de España, los Mendoza. En 1553 se firmaron en Madrid las capitulaciones entre el príncipe de Éboli y los condes de Mélito (Diego Hurtado de Mendoza, segundo conde de Melito y Presidente del Consejo de Ordenes Militares nombrado por Carlos V y doña Catalina de Silva, hija de los condes de Cifuentes) aunque el matrimonio no se consumó hasta 1557, pues Ana contaba entonces trece años (había nacido el 29 de junio de 1540 en Cifuentes / Guadalajara). Ruy Gómez permaneció ausente de España los siguientes cinco años. Felipe lo reclamó imperiosamente para que lo acompañara a Inglaterra, donde se llevó a cabo el segundo matrimonio del todavía príncipe con la reina María Tudor, en 1555. En 1556 acompañó al príncipe a Bruselas, con motivo de la abdicación de su padre Carlos I.

Retratado como Príncipe de Éboli
Felipe, ya rey de Nápoles, haciendo uso de su facultad soberana, le otorgó el título napolitano de Príncipe de Éboli, que le permitiría estar a su lado con la máxima dignidad nobiliaria. Con este título han pasado a la historia tanto él como su esposa, pese a que reunieron otros tan ilustres como el de Príncipes de Mélito, Duques de Estremera, que en 1572 cambió por el de Duques de Pastrana, título con el que se hicieron nombrar en primer lugar durante su vida, una vez concedido por el rey.

Al subir al trono Felipe II, en 1556, hizo de Ruy Gómez su secretario de máxima confianza, nombrándolo sucesivamente: sumiller de corps, lo que le permitía una presencia continua al lado del monarca, consejero de Estado y de Guerra, con la consiguiente influencia sobre las decisiones de política internacional; intendente de Hacienda, primer mayordomo del príncipe Carlos y grande de España. A pesar de ello, nunca llegó a ser un ministro con plenas competencias, al estilo de sus dos más influyentes sucesores. Lerma y Olivares.

La sublevación, en 1567, de los Países Bajos, frente a las medidas de anexión a España y de imposición del catolicismo, desencadenó el enfrentamiento y radical oposición de Ruy a la rancia postura preconizada por el Duque de Alba, en cuanto a la política que debía seguir la monarquía en la crisis de los Países Bajos; mientras que el de Alba era partidario de la represión y la guerra, el de Éboli abogaba por una solución negociada, proponiendo un sistema federalista, como el existente en Aragón, basado en el respeto a las leyes y costumbres de cada uno de los reinos que componían la monarquía hispánica; con ello se garantizaba el mantenimiento del comercio de Castilla con los países del norte y la convivencia en todos los territorios de la monarquía. La cuestión era que ambos nobles encabezaban dos partidos nobiliarios, sustentados por los poderosos linajes Alba y Mendoza, que se disputaban el favor real. Frente a las posturas pacifistas defendidas en la cuestión de los Países Bajos, el príncipe de Éboli preconizó la guerra contra Inglaterra, por el dominio en el océano, mientras que Alba abogó por el no enfrentamiento.

Dentro de este funcionamiento general de la Corte y de las cesiones de Felipe II a un grupo y a otro, no se puede reducir la influencia ejercida por Ruy Gómez sobre el rey. Fue su amigo personal y, desde la vuelta a España de ambos, su consejero más allegado, con una influencia creciente sobre las decisiones del monarca.

Ruy Gómez murió súbitamente en Madrid el 29 de julio de 1573, momento en que la política defendida y aplicada por Alba en los Países Bajos fracasaba, y en el que era posible haber puesto en marcha las soluciones preconizadas por él y, tal vez, la visión que tenía de la composición de la monarquía hispánica. El partido ebolista fue liderado por el secretario de estado Antonio Pérez que no tuvo fuerza para mantener el equilibrio del inteligente Ruy Gómez y finalmente se manifestó como un corrupto funcionario, traidor a su monarca.
Retrato atribuido a Alonso Sánchez-Coello, pintor de cámara de Felipe II
De su matrimonio con doña Ana de Mendoza y de la Cerda (la famosa e intrigante princesa de Éboli, muerta en 1592), nacieron diez hijos, de los que llegaron a edad adulta cinco. Tres varones, el primogénito Rodrigo de Silva y Mendoza (que heredó el mayorazago), el poeta Diego de Silva y Mendoza, el eclesiástico Pedro González de Mendoza, y dos hembras Ana de Silva y Mendoza, casada con el duque de Medina-Sidonia, y la pequeña Ana que permaneció con su madre hasta su muerte, y luego ingresó en el convento de monjas concepcionistas de Pastrana.

Príncipes de Éboli
Como Duque de Pastrana, llevó a cabo una importante obra, cuya filosofía está en plena concordancia con las ideas políticas que preconizaba en la Corte. En 1569 compró el rico señorío de Pastrana (en Guadalajara). Ese mismo año obtuvo el título de Duque, la más alta dignidad nobiliaria, de manos de Felipe II. A partir de este momento desplegó una dinámica labor dirigida a convertir sus estados en una auténtica Villa Ducal, a imitación de los prósperos e influyentes estados italianos.


Con los primeros Duques, llega para Pastrana su época de gran esplendor, ya que éstos realizan grandes obras en la Villa. En 1569, mandan llamar a Santa Teresa de Jesús con el fin de fundar un convento de Carmelitas Descalzas, creando el de San José para mujeres y el de San Pedro (hoy del Carmen) para hombres.


Escudo de Pastrana
A principios de este siglo se compuso un nuevo escudo municipal, que venía a fundir las armas ya utilizadas anteriormente, añadiéndole nuevas figuras representativas de romántica leyenda que decía: “Pastrana defenderá la Cruz con la espada hasta la muerte”. Sumó además la letra P, inicial del nombre de la villa, y desde enton­ces se ha venido utilizando, de forma tradicional, y ampliamente difundida, viéndose tallado este escudo en piedra sobre la facha­da principal de la Casa Ayuntamiento. Los colores y metales de sus muebles cambiaron, y quedó del siguiente modo:

Escudo partido. En el cuartel derecho, de azur, banda de plata y dos flores de lis de oro. Carga sobre ellas una letra pe, mayúscula, de sable, file­teada de gules. En el cuartel izquierdo, de plata, al punto de honor una cruz flordelisada de gules, y en el resto espada de oro, y una calavera en su color. Al timbre, la corona real cerrada, propia del régimen monárquico establecido.

Para saber más: The Courtier and the King: Ruy Gómez de Silva, Philip II, and the Court of Spain