Mostrando entradas con la etiqueta Olavide. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Olavide. Mostrar todas las entradas

viernes, 3 de septiembre de 2021

Pedro Rodríguez de Campomanes. Político, economista e historiador. Primer conde de Campomanes



Figura clave de la Ilustración española. Ministro de Hacienda en el primer gobierno reformista del reinado de Carlos III dirigido por el Conde de Floridablanca y despojado de sus cargos ante el temor que despertó en Carlos IV la Revolución francesa en 1789.

Apoyó la expulsión de los jesuitas (1767), quienes mantenían el monopolio de formación de los nobles y encabezaban la oposición a las reformas regalistas., y la amortización de sus bienes.


Nacido en Santa Eulalia de Sorriba (concejo de Tineo / Asturias), en julio de 1723, en el seno de una familia hidalga con una posición económica no muy holgada, Sus padres, don Pedro Rodríguez Campomanes y doña María Pérez de Sorriba, que procedían de familias hidalgas de sangre del concejo de Tineo, habían contraído matrimonio en la iglesia de Sorriba en 1717. Su madre, al enviudar, lo confió a un tío materno suyo, Pedro Pérez de Sorriba un canónigo de Santillana, quien se hizo cargo de su educación. Cursó estudios de filosofía, griego y árabe en la Colegiata de Santillana del Mar (Santander), dando muestras de gran precocidad, y así, a los diez años tradujo fragmentos de Ovidio. A los 15 años regresó a Asturias y toda la familia se instaló en Cangas de Narcea, donde se estableció como profesor. Casó con doña Manuela de Sotomaior Amarilla y Amnia, natural de la Villa de Alburquerque (Extremadura).

Años después se trasladó a Oviedo y Sevilla, en donde estudió leyes, y a los diecinueve años se mudó a Madrid para trabajar como abogado. En 1747 publicó Disertaciones históricas del orden y caballería de los Templarios, cuya erudición le valió el ingreso, al año siguiente (1748), en la Real Academia de la Historia. Entre 1751 y 1754 trabajó en un estudio sobre los concilios celebrados en España, que publicó en el tomo segundo de las Memorias de la Academia. La publicación de "Antigüedad marítima de la república de Cartago, con el periplo de su general Hannon" en 1756 le valió el ingreso en la Academia francesa.

En 1755 obtuvo el puesto de asesor del Juzgado de la Renta del Servicio de Correos y Postas, y en 1762 Carlos III lo nombró ministro togado del Consejo de Hacienda, cargo desde el cual introdujo una amplia serie de medidas encaminadas a la reforma de la economía española. Entre ellas, cabe destacar la regulación del libre comercio (1765), la prohibición de que los religiosos desempeñasen cargos judiciales o administrativos, la suspensión de los conventos no autosuficientes y las disposiciones para frenar el aumento de los bienes catalogados como «manos muertas», capítulo que abordó en la obra Tratado de la valía de amortización (1765).


Bien recibida por el conjunto de la clase política del momento, su actuación al frente del Ministerio de Hacienda encontró siempre la oposición de la clase eclesiástica, temerosa, con fundada razón, de las intenciones de Campomanes, convencido de la necesidad de entregar a agricultores no propietarios las tierras de la Iglesia sin cultivar. En este sentido, creyó que el crecimiento económico de España pasaba por el desarrollo de la agricultura, por lo que logró que el monarca estableciera subsidios para las zonas agrícolas más desfavorecidas. Además, liberó el comercio y la agricultura de los impuestos que impedían su crecimiento y decretó el establecimiento de la libre circulación de los cereales.

En 1766, tras los acontecimientos políticos derivados del motín de Esquilache, el conde de Aranda, su más fiel aliado en política de Estado, le encargó la elaboración de un informe para depurar responsabilidades, las cuales recayeron en los jesuitas, que fueron expulsados del país en abril de 1767.

Aquel mismo año, junto con Pablo de Olavide y el propio Aranda, organizó la colonización de Sierra Morena y escribió la Instrucción para las nuevas poblaciones de Sierra Morena y fuero de sus pobladores, obra en la que reflexionó sobre las reformas agrarias que a su juicio deberían aplicarse al conjunto del campo español, tales como el reparto de tierras entre pequeños propietarios, la necesidad de compatibilizar ganadería y agricultura y la imposición por ley de arrendamientos a largo plazo.

Tanto por interés particular como por en su calidad de fiscal de lo Civil del Consejo de Castilla (1762-1783), fue un entusiasta promotor de la ciencia moderna, muy interesado en la geografía y agronomía. Una de sus primeras obras fue una breve geografía de Portugal, escrita en 1762; su atención a las carreteras e instalaciones militares sugiere que fue escrita para facilitar la invasión española de dicho año. Su estudio del país, con un capítulo dedicado a cada una de las seis provincias, sigue al Roteiro terrestre de Portugal de Juan Bautista de Castro en cuanto a contenido, pero con un orden distinto en la exposición. El mapa que acompañaba a la obra se basaba en los de Pedro Texeira Albernas, a quien Campomanes confundió con el explorador del Amazonas Pedro Texeira Molato, y de Jacobo Cantelli, cuya reproducción del mapa de Texeira fue publicada en Roma en 1692. Sobre esta base, Campomanes añadió los nombres de los ríos y otros detalles antes omitidos.



En 1771, Campomanes como fiscal propuso una profunda reforma del plan de estudios de la Universidad de Salamanca. Convirtió dos cátedras de filosofía en otras de matemáticas y física, e hizo observar una alusión ligeramente velada a Diego Torres Villarroel, que el profesor de matemáticas había considerado cumplidos sus deberes con la publicación de almanaques y pronósticos.

En 1780 recibió el título de conde de Campomanes, según una ley que permitía acceder a la nobleza a personas influyentes, aunque sin tradición nobiliaria. En 1775 fue nombrado director de la Sociedad Económica Matritense y, en 1783, gobernador interino del Real Consejo de Castilla, puesto que ocupó hasta 1786. Al morir Carlos III, presidió las Cortes abiertas el 30 de septiembre de 1789 y presentó el informe sobre el restablecimiento de la sucesión al trono de las mujeres, que fue aprobado por unanimidad, pagmática que nunca llegó a publicarse.

Billetete de 50 pesetas dedicado a Campomanes (1880)
Tras la subida al trono de Carlos IV, Campomanes perdió influencia en los asuntos de Estado, sobre todo debido al favoritismo del nuevo soberano por el conde de Floridablanca. Éste, a su vez, lo destituyó de todos sus cargos en 1791, oficialmente debido a la imposibilidad de Campomanes de desempeñar sus obligaciones a causa de su acusada ceguera. Tras la destitución se dedicó a recuperar y corregir varias de sus obras inéditas, y si bien conservó su puesto en el Consejo de Estado, su fama de afrancesado le impidió recuperarse políticamente. Falleció en Madrid, en febrero de 1802, en su casa palacio de la plaza de la Villa.

viernes, 14 de julio de 2017

Pablo de Olavide, Superintendente de las Nuevas Poblaciones de Andalucía y reformador de la Universidad de Sevilla



Su actuación más sobresaliente la realizó al frente de la colonización de Sierra Morena, proyecto del que fue su máximo impulsor y valedor, pese a las grandes dificultades, de todo tipo, que tuvo que sortear. En el año 1771, había logrado fundar más de cuarenta nuevos núcleos de población y colonizar una gran extensión de tierras baldías. 

Víctima del absolutismo, fue procesado y condenado por la Inquisición en 1778 (el autillo, un auto de fe a puerta cerrada), pero logró evadirse exiliándose en Francia.

Pablo de Olavide y Jáuregui nació el 25 de enero de 1725 en Lima, la capital del Perú, siendo el primogénito de la familia del hidalgo navarro Martín de Olavide y Albizu -contador mayor del Tribunal de Cuentas de Lima- y María Ana de Jáuregui, criolla, hija del capitán sevillano Antonio de Jáuregui, avencidado en Lima, que había casado con una joven limeña, María Josefa. Pablo tuvo dos hermanas: Micaela y Josefa y fue bautizado en la iglesia del Sagrario el 7 de mayo con el nombre de Pablo Antonio José, siendo apadrinado por su tío materno Domingo, que habría de jugar un papel importante en su vida.

Antes de cumplir los diez años estaba estudiando en el Real Colegio de San Martin, de Lima, dirigido por los jesuitas, y a los quince años se graduó como Licenciado y Doctor en Teología por la Universidad de San Marcos, en la que dos años más tarde  era catedrático, por oposición, en la Facultad de Teología.

A este meteórico ascenso en la carrera universitaria hay que añadir su participación en la vida jurídica del país, pues fue recibido como abogado en la Real Audiencia de Lima en 1741, de la que llegó a ser nombrado Oidor en 1745, tras unas oposiciones y después de haber jurado el cargo de asesor del Tribunal del Consulado.

Pero su rápida ascensión se vio de repente truncada por su actuación algo más que dudosa tras el terremoto que asoló Lima, en octubre de 1746, en el que falleció su padre. Olavide fue acusado de ocultación de la herencia paterna y de malversación, lo que provocó su caída en desgracia dentro de la administración colonial. Pablo de Olavide marchó hacia España, en 1750, para justificar su conducta ante las autoridades del Consejo de Indias. En el año 1754 fue encarcelado y se confiscaron todos sus bienes, pero poco después pudo conseguir la libertad bajo fianza.

Una vez libre de todo cargo, se casó con Isabel de los Ríos, rica viuda que le donó toda su fortuna. Gracias a este matrimonio, al parecer de conveniencia, empezó a recuperar su deteriorada posición social y saldar sus cuentas con la justicia, mediante el pago de una multa y una breve inhabilitación para desempeñar cargos públicos. En el año 1756 fue nombrado Caballero de la Orden de Santiago, mediante el pago de altas tasas.

Entre los años 1757 y 1765 realizó tres largos viajes por Francia e Italia, que le dieron la oportunidad de conocer a las figuras más importantes de la Ilustración europea. En Madrid, su casa fue uno de los centros de reunión de la elite ilustrada y supo aprovecharse de los influyentes personajes que iba conociendo en la Corte, gracias a los cuales pudo reanudar su truncada carrera en la administración. En 1776 fue nombrado director de los Reales Hospicios de San Fernando y de Madrid, y en el año 1767 fue designado síndico personero del Ayuntamiento de Madrid.

Olavide siempre apoyó y defendió la política reformista llevada a cabo por Campomanes y el conde de Aranda, el cual lo tomaría bajo su protección directa, ofreciéndole, en 1767, el cargo de superintendente de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, para dirigir la realización del mayor proyecto de colonización agraria llevado a cabo en el reinado de Carlos III. Para reforzar sus atribuciones y mejorar el control sobre el proyecto, también fue nombrado asistente corregidor de Sevilla e intendente del ejército de Andalucía.



Fundación de La Carolina. Reparto de tierras por Carlos III


Nuevas poblaciones de Andalucía y de Sierra Morena
Durante este periodo y hasta el año 1775, Olavide elaboró dos de los proyectos más representativos e importantes del reformismo ilustrado: el Plan de Estudios para la Universidad de Sevilla, del año 1767, y el Informe sobre la Ley Agraria, del año 1768. La actuación de Pablo de Olavide en Sevilla se extendió hacia ámbitos y esferas muy diversas: el saneamiento de la hacienda municipal y la mejora del abastecimiento de la población; la reforma y secularización de la asistencia social; las obras públicas y el urbanismo; la animación cultural, etc.

La actividad reformista y modernizadora que desplegó Pablo de Olavide suscitó pronto la oposición de los poderosos sectores reaccionarios y conservadores de la Corte, los cuales trataron de provocar su caída en desgracia mediante campañas difamatorias de todo tipo y denuncias ante el Santo Oficio. El inquisidor general, doctor don Juan Antonio de Bonilla, solicitó y obtuvo de Carlos III el procesamiento de Olavide, a finales del año 1775, que intentó defenderse de las falsas acusaciones que se vertieron contra él, pero no logró salvar su persona, y en 1776 se decretó su encarcelamiento y la confiscación cautelar de todos sus bienes. Olavide pasó dos largos años preso por la Inquisición, hasta el año 1778, cuando fue procesado y se hizo pública su sentencia por la que fue condenado a ocho años de reclusión en un monasterio. Durante su reclusión, en uno de los traslados, Olavide aprovechó su proximidad con la frontera francesa para huir al país vecino.

En París, Olavide llevó una vida cómoda, recuperando sus antiguas relaciones sociales, pero ya alejado de la política activa. El estallido de la Revolución Francesa fue bien recibido por el ilustrado español, pero debido a la creciente radicalización del proceso, Olavide optó por marcharse de la capital francesa e instalarse en el campo, en el castillo de Menug-sur-Loire. En abril del año 1794 fue detenido acusado de extranjero sospechoso de colaborar con la aristocracia (en Francia vivió bajo el seudónimo de conde de Pilos), motivo por el que pasó nueve meses en prisión hasta que, con la caída del régimen de terror impuesto por los jacobinos, fue liberado.

Las angustias y privaciones que pasó en el presidio le causaron una profunda impresión en el ánimo, que le supuso una vuelta a las prácticas religiosas con un fervor renovado. Fruto de su nuevo estado religioso, publicó en 1797, en la ciudad de Valencia y de forma anónima, el libro El Evangelio en triunfo. La obra alcanzó un éxito fulgurante, lo que sirvió para facilitar su regreso a España, a la vez que se le rehabilitaba públicamente y se le concedía una pensión vitalicia de 90.000 reales.

Así, en el año 1798 volvió a España, consiguiendo que se le anulase la sentencia inquisitorial, marchando a vivir a Baeza (Jaén), completamente al margen de la política y de la vida social, donde murió en febrero de 1803.

Para saber más