Mujer brillante adelantada de su tiempo. A pesar de que en vida fue reconocida por sus coetáneos, pronto sus ideas fueron adoptadas por otros como propias y siglos después, por su condición de mujer, se le llegó a negar su talento.
(Luisa)
Oliva Sabuco de Nantes Barrera nació el 2 de diciembre de 1562 en Alcaraz (Albacete).
Posiblemente, por ser más ilustres, Oliva recibió los apellidos de sus dos
madrinas, Bernardina de Nantes y Bárbarra Barrera y no la de sus padres, el
bachiller y boticario Miguel Sabuco y de su primera esposa, Francisca de Cozar,
matrimonio que tuvo, entre 1550 y 1568,.ocho hijos –Oliva fue el quinto–, de los cuales no todos llegaron a adultos. Enseguida quedó huérfana de
madre y su padre contrajo matrimonio con Ana García, una mujer joven y pobre,
natural del mismo pueblo que su primera esposa. Oliva falleció, probablemente, en 1646.
Oliva
nació en el seno de una familia hidalga
acomodada. Su padre, además de bachiller y boticario, fue Procurador
Síndico de la ciudad desde 1563 hasta 1590. Probablemente, recibiera su primera
educación en el colegio para niñas de las madres dominicas en su ciudad natal; posteriormente,
Oliva tuvo la posibilidad de aprender medicina, botánica y ciencias naturales
de la mano de su padre. Su padrino, el doctor Alonso de Heredia también fue
clave en su educación, así como su hermano mayor que había ido a la universidad
para ser boticario como su padre.
Se sabe que fue de familia hidalga
porque Diego Pareja, noble ejecutoriado y esposo de su hermana Catalina pidió
“se predicase información de nobleza de su mujer, Catalina de Sabuco, para que
ésta, según los estatutos pudiera ingresar en la dicha cofradía”. Sabemos que
doña Catalina ingresó en esa cofradía
que pedía pruebas de nobleza y limpieza de sangre, por lo tanto que se probó la
nobleza de Catalina.
Se
casó con 18 años, en diciembre de 1580, con Acacio de Buedo, vecino de Alcaraz y de familia adinerada, y tuvieron al menos cuatro hijos. Oliva terminó
sus días en el convento de hermanas dominicanas en Alcaraz y tomó el hábito
monástico. Algunos estudiosos sitúan la fecha de su fallecimiento en el año
1622, o posterior.
Un libro polémico, pues no está del todo claro si el autor fue su padre o ella. Todo aquel conocimiento unido a una magnífica
capacidad intelectual se plasmó en un libro. En
1587 Oliva Sabuco publicaba una obra que puede ser calificada de
enciclopédica: “Nueva filosofía de la
naturaleza del hombre, no conocida ni alcanzada de los grandes filósofos
antiguos; la cual mejora la vida y la salud humana”.
En
su magna obra, aborda temas tan modernos como la medicina psicosomática (explicó
cómo las emociones menoscaban la salud y causan la muerte prematura) y se
adelanta a otros sabios como Descartes o Servet, mientras no duda en cuestionar
a los grandes hombres del pasado como Aristóteles o Galeno. Como pensadora fue
también una adelantada a su tiempo al abordar cuestiones tan modernas como la
libertad del individuo, la dignidad humana o el pacifismo.
Muchas
de las ideas expuestas en dicha obra, sobre medicina, higiene y filosofía,
demuestran una suma de conocimientos y una sagacidad poco comunes,
especialmente la teoría sobre la manera de atajar las epidemias, las
observaciones sobre la circulación de la sangre, la localización del alma en el
cerebro, la distinta acción de la sangre de la sustancia nerviosa, y su
original estudio de las pasiones, todo con total independencia de criterio y
posición lógica.
La Nueva filosofía tuvo tal éxito que al año siguiente ya se había
hecho una segunda edición (supervisada por el Santo Oficio) a la que le
siguieron siete más hasta 1734, algo poco común en aquellos tiempos. La obra
traspasó fronteras llegando a América.
El
libro en cuestión constaba de dos cartas, cinco coloquios y dos opúsculos. Una
carta iba dirigida al Rey Felipe II, poniéndose a sus pies y declarándose
humilde sierva y vasalla y pidiéndole ayuda para la publicación. La otra carta
va dirigida al Francisco Zapata, conde de Barajas, presidente del Consejo de
Estado. En esta solicitaba que, para el caso de que su obra fuera atacada por
émulos estafadores que quisieran usurpársela, se convocase un consejo de sabios
ante el cual ella demostraría la veracidad de las afirmaciones de su obra.
No
andaban sus presentimientos muy alejados de la realidad… y sufrió por ello. En
vida, Oliva no pudo defenderse ante las
escandalosas copias de sus ideas que la historia terminó atribuyendo a otros, todos
varones. Siglos después, aun tendría su sufrir un nuevo golpe a su obra, cuando
en 1903 se descubrió un supuesto testamento de su padre en el que parecía
apropiarse de la autoría de la obra de su hija; se inició así un encendido
debate entre los defensores de uno y de otra.
En el testamento, declara ser el autor
de la «Nueva Filosofía» donde pone por autora a Luisa de Oliva, su hija, “solo
por darle el nombre e la honra”, reservando el fruto y provecho que resultare
de los dichos libros para sí, y mandando a su hija Luisa no se entrometa en el
dicho privilegio, “so pena de maldición”.
En 1604, Francisco López de
Úbeda, medico y poeta de Toledo, expresó que estaba trabajando en algo que lo
haría más famoso que Oliva Sabuco y Don Quijote, lo que establece la fama
extensa de su nombre en esa época.
En resumen, a pesar de haber
sido reconocida por sus contemporáneos, sus ideas fueron apropiadas por otros,
propio de épocas en que la mujer rara vez recibía crédito a sus esfuerzos, sus
talento y conocimiento.
Ni puñetera idea
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