Modelo de mujer
independiente y viajera, implicada con el activismo de la Cruz Roja, escritora
y empresaria autónoma. Estrenó distintos dramas y comedias. Marchó de Asturias a Cuba, donde falleció.
Agar María Joaquina (seudónimo Eva) Infanzón y Canel nació en el concejo asturiano de Coaña el 30 de enero de 1857 en el seno de una familia de noble e ilustre linaje. Hija del médico Pedro Infanzón y de Epifanía Canel y Uría. Su bisabuelo paterno, Pedro Díaz-Canel Acevedo (1763-1840) fue un abogado, arqueólogo y escritor nacido en la localidad de Prelo (Boal, Asturias), y consta como hidalgo en los padrones de Boal y de Coaña.
Al morir su padre en un naufragio, cuando ella tenía tres años, su madre se trasladó a Madrid, donde ella recibió una esmerada educación. Allí, mientras actuaba como actriz y con solo quince años, Eva Canel conoció y enseguida, con tan solo 15 años, se casó con el escritor y periodista Eloy Perillán y Buxó con quien mantuvo una relación inestable, llena de aventuras y desencuentros y con quien tuvo su único hijo: Eloy.
En 1874, al verse obligado su esposo a abandonar el país como consecuencia de algunos problemas políticos surgidos con la censura por sus artículos periodísticos, tras el golpe de Pavía, Eva Canel pasó a dirigir la revista satírica La Broma que su marido regentaba hasta que, pocos meses más tarde, embarcó para reunirse con su esposo en Montevideo.
En América del Sur, el matrimonio Perillán Infanzón desarrolló una intensa y fecunda actividad periodística a la vez que deambulaba por diferentes países sin llegar a asentarse definitivamente en ninguna de las ciudades que visitaron. Fundaron el periódico El Petróleo en Buenos Aires, Las Noticias en Lima, colaboraron en periódicos peruanos como El Comercio y El Perú Ilustrado y residieron en diferentes ciudades de Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia y Perú.
En 1881, a causa de las guerras y revueltas que estallaron en las jóvenes repúblicas sudamericanas, el matrimonió regresó a España y se instaló en Barcelona donde ambos cónyuges continuaron con sus labores periodísticas aunque poco después, el marido, al no encontrarse a gusto y como consecuencia de algunas desavenencias y diferencias maritales, abandonó definitivamente España para instalarse en Cuba, donde murió repentinamente en marzo de 1889.
Poco después del fallecimiento de su marido, Eva Canel decidió embarcarse de nuevo rumbo al Nuevo Continente para fijar su residencia en Cuba. En La Habana, viuda, sola y con la independencia y posibilidades que le deparaba la viudedad, después de tratar de conseguir un empleo como periodista en alguno de los principales diarios de la isla sin éxito, fundó su propia publicación, la revista satírica semanal La Cotorra y comenzó a desarrollar una frenética actividad profesional en el ámbito de la creación literaria, de la dirección y escritura periodística y de la defensa de la permanencia del poder colonial en Cuba, así como de la acción española en América.
Trabajó como Secretaría General para la Cruz Roja y obtuvo las mayores condecoraciones de este organismo; además fue solicitado para ella el título de Marquesa de Rodas y la Gran Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco.
Además de los innumerables artículos periodísticos escritos para publicaciones españolas y sudamericanas en muchos de los diarios y revistas más importantes de cada país, en 1889, publicó su primer libro titulado Cosas del otro mundo, obra de carácter misceláneo en el que se mezclan relatos de viajes junto a artículos, reportajes varios e historias diversas. En 1899 se instaló en Buenos Aires tras una breve estancia en España. En ese periodo fundó las revistas Kosmos (1904) y Vida Española (1907).
Eva Canel dejó unas cincuenta obras impresas y un número incalculable de artículos de periódico. Entre sus novelas: “Trapitos al sol” (1891), “Manolín”, "La Pola", “Oremus”, “Agua turbia” (1899), “Las manos muertas” y los libros de cuentos “Magosto” y “Cuentos y Tradiciones asturianas”.
Como dramaturga tuvo éxito con varias obras teatrales de carácter moralizador: “La mulata” (1893), “El indiano” (1894), “La abuelita” (1905), ambas centradas en torno al tema del racismo; “Fuerza de la ley”, “Fruto seco” y monólogos como: “Agua de Limón”, “De Herodes a Pilatos” y “Soy yo”. Casi todos ellos son relatos caracterizados por tratar temas relacionados con las ideas que ella tenía de la vida socio-política con especial interés en asuntos concernientes al matrimonio, el desmoronamiento de las costumbres, el divorcio, el adulterio y las relaciones incestuosas y contrariadas. Patriótica, integrista, luchadora frente a las adversidades, monárquica confesa, católica fiel y tradicionalista, mantuvo posturas contrarias al divorcio y en defensa de España.
Dejó por escrito el recuerdo de su vida, de su pensamiento y de su trayectoria en dos libros de memorias: Por la justicia y por España (1909) y Lo que vi en Cuba (1916). Al haberse erigido en una de las más fervientes defensoras de los intereses y de la acción nacional en América mediante conferencias y discursos, su incesante actividad fue reconocida con homenajes en numerosas sociedades hispanoamericanistas y mediante la concesión de distinciones como la Cruz Pro Ecclesia et Pontifice, el lazo de la Orden de Isabel la Católica y la medalla de oro de Ultramar.
En 1914, cuando pronunciaba conferencias por América Central en pro de la fraternidad de los países hispanoamericanos, su salud se resintió y decidió instalarse por segunda vez en Cuba donde, con una economía precaria y una salud cada vez más debilitada, residió hasta su muerte el 2 de mayo de 1932.
Referencia: http://www.escritorasenlaprensa.es/eva-canel/
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