jueves, 1 de agosto de 2024

RELATO CORTO: Mis veraneos en Sedano, una villa de altura y solera

 

En el centro del Valle de Sedano, un auténtico laberinto de roca, agua y verdor en el noroeste de la provincia de Burgos, se levanta su capital, villa y honor que otorgó en el medievo hidalguía y libró de algunas cargas a los moradores del viejo alfoz. Merece la pena admirar su rico patrimonio monumental, fruto de la mano del hombre.

Más de una docena de núcleos integran administrativamente el Valle de Sedano, uno de los municipios más extensos de la provincia, en los que hay muchos pueblos con encanto, tesoros románicos como las iglesias, entre otras, de Gredilla y Moradillo, a tres y cinco kilómetros, respectivamente, de la villa. La segunda de las pedanías además es referente señero, junto con Tubilla del Agua, Huidobro y Sargentes- de esa cultura megalítica con el dolmen de las Arnillas.

Vista general del Valle de Sedano
El disperso caserío de Sedano, de recio sillar de roca caliza, es buena muestra del poderío económico de esta villa, que al igual que el valle ha sido castigada por la despoblación del medio rural. Las blasonadas casas de linajudas familias destacan en esa bien conservada y tramada arquitectura civil, que bascula entre la montañesa -de balconadas corridas y orientadas a la solana- y la castellana. Los barrios de Valdemoro, Lagos, Trascastro, Barruelo y Heras se nuclean en torno al de la Plaza, centro urbano donde se sitúa el Ayuntamiento. Las casonas de piedra de la villa son edificaciones de fachadas doradas y cuajadas de escudos nobiliarios, que correspondían a linajes descendientes de los foramontanos que poblaron el alfoz de Siero. Las casas de los Guevara, Huidobro, Arratia y Bustillo son las más importantes de esta histórica localidad. En la Tobaza, entre la Plaza y Valdemoro  está el refugio donde escribía Miguel Delibes y la casona familiar, en la que residía con su familia. Fue en vida el mejor embajador de esta tierra.

Escultura en bronce de Miguel Delibes en Sedano

En el obligado paseo por este disperso y atractivo caserío de Sedano no es difícil descubrir, por su empaque y alta torre la casa-palacio de los Bustillo -en realidad de los Arce-Bustillo- una de las muchas y linajudas familias que se establecieron en estas tierras. El palacio, hoy propiedad privada, fue construido a mediados del siglo XVII y junto a la señorial casona se alzó la torre, en cuya fachada y enmarcados en una hornacina, se pueden observar la imagen tallada de la Inmaculada y el blasón con las armas de la familia. Otras muchas casas de piedra dorada están cuajadas de escudos nobiliarios, correspondientes a descendientes de los foramontanos que poblaron el primitivo alfoz. La villa, no en vano, está considerada como conjunto histórico desde 1993.
 
Ubicación de Sedano
Para saber más:
https://www.diariodeburgos.es/noticia/zd42ba701-9f9c-4000-57e26a9976ac25df/202210/honor-y-gloria-a-una-villa-de-altura-y-solera

Todos recordamos vivencias agradables, y algunas no tanto, de nuestra juventud, unas que se remontan a nuestra infancia y otras a nuestra etapa como adolescentes. Aparte de las familiares, muchas de ellas relacionadas con la escuela o el instituto, pues ahí hicimos muchos amigos, compartimos muchos momentos y aprendimos mucho de lo que hoy necesitamos para nuestra vida cotidiana… y otras muchas con las vacaciones, pues, aunque habitualmente éstas son para el descanso, de descansar no mucho, ya que no se suele parar de hacer cosas y vivir aventuras, eso sí, a nuestro ritmo o al que nos marcan nuestros amigos. En cambio, como niños, disfrutamos al máximo de esos días en los que no había que ir al cole y teníamos la oportunidad de hacer nuevos amigos y alguna que otra travesura. Así, un año tras otro.

En mi caso, no iba a ser una excepción. Como todos los niños, estaba deseando que llegaran las vacaciones, al igual que en Navidades deseamos que vengan los Reyes Magos, para hacer cosas nuevas. Yo, hasta los ocho años vivía en un pueblo de Andalucía, en la Casa Cuartel de Ayamonte, ya que mi padre, por entonces capitán de la Guardia Civil, era el Comandante de Puesto, y lo típico era ir a la playa de veraneo, pero al venir a vivir a Madrid la playa pillaba bastante lejos y había que buscar otras alternativas, así que ¿por qué no hacer turismo de interior, algo que ahora está tan de moda con las llamadas “casas rurales”, e ir al pueblo de papá o de mamá a pasar el verano? Bien, podría ser una buena idea.

José M. Huidobro frente a la Casa Cuartel de la G.C. de Ayamonte, 1961
(colección particular)

Yo no conocía, nunca había estado en el pueblo de mi padre, un pueblecito de la provincia de Burgos, Sedano, en el Valle de Sedano, y no conocía a mis parientes cercanos, ni ellos a mi. Mis abuelos habían ya fallecido, pero quedaban tíos, primos, etc., y ellos tampoco me conocían a mí, así que ¿por qué no aprovechar unas vacaciones e ir a visitarles y, de paso, conocer la tierra de mis ancestros? Pues sí, todo fue pensarlo y llevarlo a la práctica.

Pero yo era pequeño, tendría entonces 12 o 13 años, y no podía ir solo, así que fui acompañado de mi hermana, diez años mayor que yo. Entonces las carreteras no eran como las de ahora y los coches tampoco; se tardaban muchas horas en hacer un viaje tan largo, primero de Madrid a Burgos en autobús y después de Burgos a Sedano, en otro autobús o en un taxi. Vamos, todo un día de viaje.

Casona solariega de los Huidobro, antes y en la actualidad
(colección particular)


Un recuerdo que no se me ha borrado de la memoria es el de la llegada a Sedano, a mediados de agosto. Yo dentro del autobús, mirando por la ventanilla y viendo a la gente que se agolpaba en la Plaza para recibirlo, con gruesos chalecos, zamarras y chales, algo que me sorprendió mucho, pues yo venía vestido acorde a las temperaturas propias del verano, pero de Madrid. Cual no sería mi impresión cuando al bajarme del autobús sentí un frio que no se podía soportar. Ya experimentaría el “fresquito” del Valle en los días siguientes, cuando incluso algunos días había que encender el brasero de cisco y llevar los rescoldos en el calientacamas de latón, o la botella de agua caliente para no morir de frio entre un grueso colchón de lana bien mullida en el que uno se hundía y una buena manta. La casa, de dos plantas, a pesar de ser muy grande, no tenía calefacción ni chimenea. Me puedo imaginar lo que sería vivir allí en pleno invierno.

Ayuntamiento de Sedano, antes y después de ser reformado


Pero bueno, ya establecidos en la casa, de piedra, familiar, en el barrio de Eras, el objetivo era disfrutar al máximo de las vacaciones. En aquellos años, la década de los sesenta del pasado siglo, no había internet, ni teléfono, ni siquiera televisión, lo más una radio y poco más, así que había que aprovechar las otras alternativas a nuestro alcance. Y ¿cuales eran estas?, pues las típicas de la época: montar en bicicleta o en burro, un día a la semana ir al horno panadero a por una o dos hogazas de pan, que duraban bastantes días envueltas en un paño y dentro de un arcón, en el gallinero recoger unos huevos casi a diario, explorar sitios cercanos, ir al campo a coger manzanas, nueces de los nogales, u otros frutos, o a pegarse un bañito si uno se atrevía a no morir congelado en la piscina de un conocido, además de visitar a los familiares una tarde si y otra también,… o rezar el rosario en familia, que es lo que se estilaba entonces. Y, también, algunos arreglillos en la casa, en el corral o en el huerto, con tal de ir matando el tiempo,… y acostarse tempranito ya que no había nada que hacer a partir de la cena. Al anochecer refrescaba, todos a recogerse en sus casas hasta el día siguiente, y no se veía un alma por las calles iluminadas muy tenuemente.

 Antiguo molino maquilero, reconvertido en restaurante

Yo recuerdo que mi tía Casimira tenía varias fincas, con manzanos, y colmenas de abejas, a las que se podía ir caminando y, a veces es lo que hacíamos ella y yo. Mi padre también, que las tenía arrendadas como ella hasta que se vendieron al cabo de los años, y en una de ellas se construyó el Centro de Interpretación del Valle de Sedano “Miguel Delibes” y en otra el Complejo Residencial Miguel Delibes (Residencia Sedano/Barrio de Lagos) que pertenece a la Universidad de Burgos
 
Residencia Miguel Delibes

Era muy agradable por las mañanas, por la carretera con el sol, y el paisaje muy bonito. Es más, si algún año estaba en setiembre, la época de recogida de las manzanas reinetas, pues allí me ponía yo, con otros, a meterlas en cajas de madera, envolviendo solo algunas en papel de seda, para que las recogiese y se las llevara el mayorista.
 

Pero lo más divertido de todo fue conocer a los chicos/cas que también veraneaban en el pueblo y emprender juegos y aventuras con ellos, para entretenernos y pasar el rato. En mi caso, tuve la suerte de conocer a los Delibes, Miguel y su esposa Ángeles de Castro −estaba emparentada con nosotros, de ahí la relación− , y con sus hijos, más o menos de mi edad, muy pronto entablé amistad y solíamos quedar varias veces a la semana. 

Si enamorado estaba de Ángeles de Castro, en esas visitas se enamoró perdidamente de Sedano, donde primero se construyó, ahí escondida entre la vegetación, la caseta que convirtió en su 'búnker' para escribir, para más tarde comprar la casa donde pasaba largas temporadas.

Sedano, la pasión de Miguel Delibes

Yo bajaba desde Eras a su casa en bicicleta y allí ya tramábamos que hacer cada día. Además, se daba la circunstancia de que la casa de mis tías, la Tobaza, estaba al lado de la suya y de la cabaña en la que solía escribir don Miguel, que le había vendido mi familia, con lo cual aprovecha la ocasión de visitarlas para acercarme a verlos.

Con ellos, aparte de estar en su casa y charlar o jugar a lo que se nos ocurriese, alguna vez fuimos a colocar reteles en el río Sedanillo/Moradillo, por la noche y con linternas, para pescar cangrejos de río, que recogíamos a la mañana siguiente y que mi tía cocinaba con una salsa picante, que eran una delicia. Vamos ¡para chuparse los dedos!

El Pozo Azul, en Covanera

Otras veces, una excursión larga, al Pozo Azul, en Covanera, un paseo en bicicleta por medio de un caminito de tierra rodeado de frondosa vegetación. Una maravilla de aguas cristalinas, un manantial que vierte sus frías aguas −entre los 9 y 11 grados− al río Rudrón y un reto para el espeleobuceo español. Pero a ver quién era el valiente que se daba un chapuzón. Nosotros, como críos, no teníamos miedo y alguna vez nos zambullimos, eso sí, con mucho cuidado, pues decían que era muy profundo y tenía unos túneles inexplorados y peligrosos.

Huidobro (Foio de Obro en el año 1186) fue un pueblo ganadero que en 1950 contaba con 105 habitantes. Como curiosidad añadir que hasta el XIX pertenecían al estado noble (hidalgo). Funcionaba la mina de cobre. En los años veinte del siglo pasado hubo un primer sondeo en busca de hidrocarburos, pero no fue hasta los años 60 cuando hubo un intento serio de localizar petróleo. El 6 de septiembre de 1966 Juan José Espinosa, Ministro de Hacienda visitó los sondeos que fueron exitosos, pero no rentables, por lo que fueron sellados. También por aquellas fechas la mina dejó de ser rentable y cerró. Ello puso punto final a la centenaria historia de Huidobro

El 6 de junio/1964 el petróleo surgió en el pozo Ayoluengo-1

Por esos años, a finales de los sesenta, sucedió el descubrimiento de petróleo en Ayoluengo, en el municipio de Sargentes de la Lora, próximo a Sedano, lo que causó todo un revuelo en el pueblo. Se alquilaban casas o habitaciones a los obreros, se abrieron bares, y todos hacían cábalas sobre la prosperidad que ello traería a la zona. Pero esto duró muy poco y los sueños de España, de tener un “Texas” en Burgos, se esfumaron.

Iglesia románica -restaurada- de San Clemente (Huidobro/Burgos)

 

Retablo de San Clemente (en un museo de Burgos)

Frontón de una puerta de la iglesia de Gredilla de Sedano.

A cazar, algún pajarito, con la escopeta de perdigones, que por entonces no estaban prohibidas, tratando de emular a los cazadores de verdad, pues el Valle es tierra de buena caza menor, como se pone de manifiesto en Diario de un cazador, de Miguel Delibes. Ya mi abuelo Emeterio, guardia civil retirado, la practicaba a menudo y, aún, conservo su “Licencia de caza y uso de armas para cazar con arreglo a las disposiciones vigentes”, fechada en Burgos el 6 de agosto de 1903.

Licencia de caza de EHH (colección particular)

Prueba del “fresquito” típico de Sedano es que mi abuelo falleció de pulmonía un 1 de setiembre de 1914, cuando aún no se había descubierto la penicilina, aunque alguna de mis tías, casada con un registrador, pasó de centenaria, por lo que debe ser sano. Decía Delibes que “Sedano es un pequeño gran pueblo de Burgos, donde la gente llega a vieja comiendo manzanas y miel”. Aunque parece ser que en el valle se dan buenas condiciones para el cultivo de frutales, mi padre me contaba que, en invierno, en los tejados, se formaban chuzos (carámbanos) de hielo bien grandes, y que el pueblo quedaba aislado, por lo que era imprescindible tener viandas, tocino y chorizos abundantes para soportar los fríos meses.

Mis veraneos en Sedano lo fueron durante varios años, como también lo hicieron mis hermanos mayores, que varias veces fueron allí, incluso uno lo hizo desde Madrid en Vespa con su mujer ¡Toda una aventura! Como ellos eran de mucha más edad que yo, los entretenimientos eran otros, más relacionados con la visita a pueblos cercanos y en relación con la gastronomía. Recuerdo que un primo mío, Carlos, realizó toda la instalación eléctrica de la casa de mi tía con cables forrados de algodón y los típicos interruptores de porcelana blanca. Antes con velas o quinqués, supongo.

Con mis padres también fui algunos años, en el flamante Seat 850 matrícula M-754.009, que mi padre se había comprado hacía poco, lo que ya nos permitía una mayor facilidad de movimientos por la zona y visitar pueblos cercanos, como Moradillo, Pesquera, Orbaneja del Castillo, Sargentes, Tubilla, Valdelateja, Gredilla, Sotopalacios, etc. Recuerdo que mi padre, que había nacido y criado en Sedano hasta que de muy joven marchó a Madrid, iba a la tienda del Bonifacio, una especie de almacén que tenía de todo (algo similar a aquellas “General Store” que solemos ver en las películas del Oeste) y era fácil encontrar a cualquier conocido con el que charlar un rato, al Casino y a las diversas tertulias que, a menudo, se organizaban por las tardes a recordar viejos tiempos; mi madre, en cambio, se aburría como una ostra, pues la mayoría de sus parientes eran mayores y la relación con ellos era muy esporádica y poco divertida.

Edificio que albergó el antiguo Casino

Iglesia de Santa María (exterior, e interior de la nave central)

 

Los domingos la obligación de ir a misa, a la de abajo o a la de arriba, la Iglesia de Santa María −donde mi familia dispuso en tiempos de una capilla−, subiendo la empinada cuesta, con su cercana necrópolis medieval. En setiembre (hoy en día en agosto por el tema de los veraneantes), tras la cosecha de cereales, celebración de las fiestas del pueblo en la plaza, siguiendo las tradiciones, con música, baile y bebidas, y no recuerdo si había o no cine al aire libre. Era yo pequeño y algunos recuerdos ya se me han borrado. 

 

Algunos de mis tíos abuelos eran boticarios y/o médicos, y una vez que tuve un accidente con la bicicleta −me hice una gran herida en la pierna−, pues no estaba ninguno y tuve que esperar hasta la noche, que volvieron, para una cura. La bicicleta era muy vieja y continuamente había que estar reparándola, pero así me entretenía horas, y el herrero, que vivía enfrente nuestra, me prestaba alguna herramienta. Su casa, actualmente está restaurada y muy bien conservada.

Casa Palacio -blasonada- de los Arce-Bustillo

También recuerdo haber hecho amistad con algunos de los guardias civiles que en esos momentos estaban en la Casa Cuartel, no la nueva, sino la vieja, que estaba muy cerca de la casa de mi tía, a tiro de piedra, y al bajar o subir de la plaza, pues solíamos charlar. Casualidades de la vida, una de los “números” había coincidido conmigo en Santoña (Cantabria), pues estuvo destinado en el penal de El Dueso uno o dos años antes, y de ahí le conocía.

José M. Huidobro en una visita a Sedano, años más tarde

Después de tantos años, y habiendo vuelto de vez en cuando a Sedano, pero ya solo como visitante, alguna vez acompañado de un primo Jesús María que aún conserva su casa situada en la plaza, pues mis padres habían vendido la casa familiar y todas las tierras, tuve la suerte de que cayese en mis manos el libro de Jacinto Campillo, “La hidalguía y las genealogías hidalgas en la Honor de Sedano”, que se editó en el año 2010 (considerado una fuente imprescindible para conocer las familias que habitaron el Valle) y a cuya presentación en Sedano fui invitado a acudir.

Libro de J. Campillo


Armas de Huidobro y otros

En resumen, fueron unas vivencias muy agradables y enriquecedoras, que permanecerán en mi recuerdo toda la vida, estando muy orgulloso del origen de mis ancestros paternos, castellanos de pura cepa, del Valle, de la Honor de Sedano como antiguamente se denominaba al conjunto de 27 pueblos que la componían.

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