Discípulo de Meléndez Valdés, y próximo al movimiento ilustrado español, fue el poeta más importante de la transición hacia el romanticismo. Dirigió la redacción de la Gaceta de Madrid y del Mercurio, y dimitió de sus cargos oficiales con la invasión napoleónica, lo que le valió la deportación.
En 1787 regresó a Madrid; en la capital española asistía regularmente a la tertulia de la marquesa de Fuentehíjar, a la veraniega de la duquesa de Alba y a otra, de signo liberal y contraria a Godoy, en casa del poeta Manuel José Quintana, gran amigo suyo. A partir de 1789 ejerció la abogacía en los Reales Consejos. En 1797 fue admitido como socio de mérito en la Real Sociedad Económica de Amigos del País, y al año siguiente el Gobierno lo nombró director de la Gaceta de Madrid y del Mercurio de España, que eran periódicos oficiales y dependían de la Secretaría de Estado. A los treinta y cinco años ingresó en la Real Academia Española. Desempeñó el cargo de primer oficial de la Secretaría de Estado hasta mayo de 1808, en que dimitió.
Después de la victoria española en la batalla de Bailén (19 de julio de 1808), Álvarez de Cienfuegos fue restituido en su empleo. Pero al caer Madrid nuevamente en poder de las tropas napoleónicas no pudo huir por hallarse enfermo de tuberculosis; se negó a firmar el juramento de acatamiento al rey José Bonaparte y fue por ello apresado y enviado a Francia como rehén. Falleció en la población francesa en Orthez, el 30 de junio de 1809, a los tres días de su llegada.
Sus poesías, en las que denuncia la guerra y las injusticias sociales, fueron publicadas en 1798 y reeditadas póstumamente en 1816; su teatro es de menor envergadura.
Representante caracterizado del prerromanticismo, Nicasio Álvarez de Cienfuegos forma parte, junto con Manuel José Quintana, Francisco Sánchez Barbero, Juan Nicasio Gallego y José Somoza, de la segunda época de la escuela poética salmantina. Sus primeros poemas fueron plenamente neoclásicos; cultivó la poesía anacreóntica y la de inspiración filosófica, a imitación de Meléndez Valdés, su maestro y amigo, y reunió la obra de juventud en un cuadernillo titulado Diversiones (1784).
Más tarde, sobre todo desde su regreso a Madrid, dio a sus composiciones un tono apasionado que lo distingue de los otros poetas de su época. Una visión pesimista y desesperanzada de la vida está presente en su obra, en la que la soledad, el amor desgraciado, la amistad (a la que siempre rindió culto en la vida y en la poesía) o la muerte son temas y motivos constantes. Las preocupaciones sociales de Cienfuegos y su humanitarismo se muestran en la oda En alabanza de un carpintero llamado Alfonso, que narra la patética existencia de un humilde y “recto menestral” y que contiene un durísimo alegato contra la injusticia. Su expresión exaltada y vehemente y sus innovaciones lingüísticas (incorporó neologismos y galicismos e incluso alguna voz de la esfera del trabajo manual) provocaron el rechazo de muchos de sus contemporáneos.
Álvarez de Cienfuegos compuso además una comedia, Las hermanas generosas, y cuatro tragedias: Idomeneo, Pítaco, La condesa de Castilla y La Zoraida. Son éstas cuatro piezas de corte clásico, respetuosas de las reglas aristotélicas y de tono declamatorio e intención moralizante. De ellas, llegaron a estrenarse Idomeneo (en 1792), La Zoraida (1798) y La condesa de Castilla (1803).
Fuente: Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Nicasio Álvarez de Cienfuegos. En Biografías y Vidas. Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/alvarez_de_cienfuegos
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