viernes, 27 de febrero de 2015

Rodrigo Díaz de Vivar. El Cid Campeador


Rodrigo (Ruy) Díaz de Vivar más conocido como el Cid Campeador, es el más famoso caballero de carne y hueso que ha dado nuestra nación... El otro es de ficción "Don Quijote de la Mancha" de Don Miguel de Cervantes. Ambos hidalgos.

Rodrigo Díaz de Vivar (*Vivar del Cid, Burgos, hacia 1048 – Valencia, 1099), conocido como El Cid Campeador, Mio Cid o El Cid, hidalgo y guerrero castellano, jugó un papel primordial en la Reconquista. Al frente de su propia mesnada llegó a dominar prácticamente todo el oriente de la Península Ibérica a finales del siglo XI, de forma autónoma respecto de la autoridad de rey alguno, aunque con el beneplácito del rey Alfonso VI, de quien siempre se consideró vasallo. Se trata de una figura histórica y legendaria de la Reconquista española, cuya vida es la base del más importante cantar de gesta de la literatura española, el “Cantar de mio Cid”.

Era hijo de Diego Laínez, que tenía el dominio solariego de Vivar (Burgos), de la nobleza menor (hidalguía), "capitán de frontera" en las luchas entre navarros y castellanos en la línea de Ubierna - Atapuerca, y de María, Sancha o Teresa, de apellido Rodríguez, hija de Rodrigo Álvarez, de una de las primeras familias del condado de Castilla. Según la Historia Roderici, su abuelo por vía paterna era Laín Núñez, quien aparece como testigo en documentos expedidos por el Rey Fernando I de Castilla, a su vez descendiente de Laín Calvo, uno de los míticos Jueces de Castilla, aunque todo esto no se puede asegurar plenamente y entra dentro de la genealogía mítica del personaje.
 
Estatua ecuestre en la Plaza de Mío Cid (Burgos)
Tras la muerte de su padre (hacia el año 1058), y como cualquier otro hidalgo (infanzón) de su época, Rodrigo fue educado en las artes de la guerra, ocupación principal de los miembros de su estamento, y a la edad de catorce años pasó a servir al rey de Castilla Fernando I, concretamente en el séquito del príncipe Sancho, primogénito de Fernando y heredero del trono.

Se dice que fue investido caballero alrededor del año 1060, en la iglesia de Santiago de los Caballeros (Zamora) por el príncipe Sancho. Como jefe de las tropas reales, acompañó a Sancho en la guerra que éste mantuvo con su hermano Alfonso VI, rey de León y con su hermano García, rey de Galicia, con el objeto de reunificar el reino dividido tras la muerte del padre. 

El Cid ostentaba por armas: Escudo de oro, una banda de sinople cargada de otra mas estrecha de gules fileteada de oro.
Nobiliario de los Reinos y Señoríos de España
Por D. Francisco Piferrer
Tomo IV, página 17, Num. 1577
Madrid, 1857.

Aunque según se relata en el poema "Carmen Latino", compuesto hacia el año 1090:

Y porta en su brazo izquierdo un escudo,
que estaba ornado totalmente en oro,
llevaba un fiero dragón,
pintado de modo maravilloso
Alfonso VI fue capturado y Sancho II se adueñó de León y, a continuación, de Galicia, pero parte de la nobleza leonesa se sublevó y se hizo fuerte en Zamora, bajo el amparo de la infanta doña Urraca, hermana de los anteriores. Sancho II, con la ayuda de Díaz de Vivar, sitió la ciudad, pero murió asesinado por el noble zamorano Bellido Dolfos. Alfonso VI sucedió a su hermano en el trono del Reino de Castilla y en el de León y, en su calidad de alférez real, tomó juramento a Alfonso VI (Santa Gadea, 1072) de no haber intervenido en la muerte de su hermano Sancho II.
Jura de Santa Gadea (Burgos)
Rodrigo estuvo al servicio del rey Alfonso VI, pero ciertas desavenencias con él y sin descartar la influencia de cortesanos opuestos a Díaz de Vivar en la decisión, ello tuvo como consecuencia que el rey incurriera en la «ira regia» y decretase su destierro y el rompimiento de la relación de vasallaje con él. Se dijo que el Cid se quedaba con partes de las parias que se cobraban a los reinos de Taifas.

A finales de 1080 o principios de 1081, Díaz de Vivar partió al destierro. Junto con sus vasallos o «mesnada», entró al servicio desde 1081 hasta 1085 del rey de Zaragoza, al-Mutamín, que encomendó al Cid en 1082 una ofensiva contra su hermano, el gobernador de Lérida, Mundir, el cual, aliado con el conde Berenguer Ramón II de Barcelona y el rey de Aragón, Sancho Ramírez, no quería acatar el poder de Zaragoza a la muerte del padre de los dos, Al-Muqtadir, iniciándose por ello las hostilidades.

La invasión almorávide y la derrota en 1086 de Alfonso VI en la batalla de Sagrajas, fomentaron el acercamiento entre rey y vasallo, a quien se le encargó la defensa de la zona levantina y le concedió varios dominios en tenencia, pero en 1089 se produjo una nueva disensión con el rey, al llegar tarde las tropas de Díaz de Vivar al sitio de Aledo, lo que le provocó un segundo destierro y ser despojado de sus bienes. Junto con su mujer Jimena (hija del conde de Asturias don Diego Fernández, y de la condesa Doña Cristina Fernández.), con la que había contraído matrimonio el 19 de julio del 1074, y sus soldados más leales marchó en busca de gloria.

A partir de este momento, planteó su intervención en Levante como una actividad personal y no como una misión por cuenta del rey. En 1090 saqueó el Reino de Denia y después se acercó a Sagunto, provocando el miedo de Al-Qadir en Valencia, que pasó a pagarle tributos. El rey de Lérida, por su parte, pidió ayuda frente a Díaz de Vivar al conde de Barcelona, Berenguer Ramón II, al que derrota en Tévar en 1090. Como consecuencia de estas victorias, se convirtió en la figura más poderosa del oriente de la Península.

Salió victorioso, por la descoordinación de sus enemigos, de una alianza entre castellanos y aragoneses con el fin de apoderarse de Valencia en 1092 y aminorar así su poder. Como represalia, lanzó un ataque sobre La Rioja que obligó a Alfonso VI a volver a su reino. Por lo demás, a estas alturas todo Levante, excepto Zaragoza, pagaba sus parias a Díaz de Vivar.

La Tizona, espada del Cid ganada matando al rey Búcar de Marruecos que habia puesto cerco a Valencia.

En otoño de 1092 se vio obligado a pensar en el asalto a Valencia, perdida tras la muerte de su protegido por querellas internas entre los moros; puso sitio a la ciudad y, finalmente, entró en ella el 15 de junio de 1094 y organizó una taifa cristiana. A comienzos del año 1097, los almorávides atacaron el territorio valenciano, siendo vencidos por el Cid y Pedro I de Aragón que acudió en su auxilio. Su fallecimiento se produjo en Valencia entre mayo y julio de 1099 debido a unas fiebres. Su esposa, Doña Jimena, convertida en señora de Valencia, consiguió defender la ciudad con la ayuda de su yerno Ramón Berenguer III durante un tiempo, pero en mayo de 1102, debido a una situación insostenible, con ayuda de Alfonso VI, la familia y gente del Cid abandonó Valencia, que cayó de nuevo en manos musulmanas hasta que fue reconquistada por Jaime I “el Conquistador” en 1238.

El “Cantar de mio Cid escrito entre 1195 y 1207 por un autor culto, letrado de la zona de Burgos y con conocimientos de derecho, se narra los hechos de la última parte de su vida (destierro de Castilla, luchas con el conde de Barcelona, conquista de Valencia), convenientemente recreados. Se trata de la primera obra narrativa extensa de la literatura española en una lengua romance.

Para saber más

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