martes, 13 de julio de 2021

Juan Meléndez Valdés. Poeta, jurista y político



Personaje muy polifacético ya que destacó como jurista, político y poeta; conocido con el apodo de Batilo. Por sus ideas progresistas fue acusado de afrancesado y sufrió destierro y exilio. Está considerado el poeta español más destacado dentro de las corrientes líricas –neoclacisismo– del siglo XVIII


Juan (Antonio Estaban Eulogio) Meléndez Valdés nació en Ribera del Fresno, provincia de Badajoz, en marzo de 1754. Hijo de Juan Antonio Meléndez Valdés y de María de los Ángeles Díaz Cacho, personas virtuosas y las dos pertenecientes a familias nobles (hidalgas) y bien acomodadas; tras su nacimiento, la familia se instaló en Almendralejo y a los siete años de edad se quedó huérfano de madre.

Candidato a la licenciatura en 1782, Meléndez debe exponer su genealogía bajo fe de juramento ante notario y en presencia de tres testigos, que confirmarán sus palabras; hablando de sus abuelos y de sus padres, precisa:

Todos los quales han sido y son Christianos viejos, limpios de toda mala raza de moros, judíos ni los nuevamente convertidos a Nuestra Santa Fe Catholica, antes bien tenidos y reputados por Hijos dalgos (sic) como ofrezco justificar y que esta es mi genealogía y por tal le juro a Dios y a esta + en forma, y la firmo en Salamanca, a veinte y ocho de septiembre de mil setecientos ochenta y dos.

Así, pues, esta nobleza que se compromete a probar el futuro licenciado no es de las que se fundan sobre algún rico mayorazgo o algún lucrativo cargo hereditario. Es la nobleza que deriva de la limpieza de sangre, la del «cristiano viejo», cuyo linaje quedó exento de toda alianza judía o árabe. Es ésta la «hidalguía» que las provincias vascas reclamaban globalmente a Felipe II para todos sus habitantes. De hecho, el testamento de don Juan Básquez Romero Guijarro y Compañón, su abuelo paterno, nos revela que el firmante era un hidalgo modesto.

A los 13 años viajó a Madrid, donde estudió latín y filosofía en el Colegio de Santo Tomás. Completó su formación en los prestigiosos Reales Estudios de San Isidro, donde aprendió lengua griega y filosofía moral. En 1772 se trasladó a Salamanca para iniciar su formación superior en la Facultad de Derecho. La muerte de su padre, en 1774, le produjo una gran depresión, por lo que se refugió en los versos, en la disciplina escolar y en la lectura. Completó su formación humanística instruyéndose en métrica y mitología clásica. En 1775 obtuvo el grado de Bachiller en Derecho. Finalizó sus estudios de Derecho en 1778/79 y en 1783 se doctoró en Leyes.


Estando en Salamanca surgió su afición por la poesía, porque en su universidad había una larga tradición literaria. Participaba asiduamente en las academias poéticas, donde recitaban y comentaban fragmentos de autores latinos y griegos o de los maestros renacentistas. El agustino fray Diego Tadeo González, de nombre poético Delio, era el promotor natural de aquellas animadas reuniones. José de Cadalso, cuyo nombre poético era Dalmiro, inició a Meléndez en el cultivo de la poesía anacreóntica; También, le inculcó una gran afición por los libros, que convirtió al extremeño en uno de los mejores bibliófilos españoles de su época.

Como consecuencia de su afición humanística, el Rector de la universidad le encargó una sustitución temporal en la cátedra de lengua griega. Conoció a Jovellanos y, atendiendo sus consejos, amplió el ámbito de sus lecturas, tradujo a los autores clásicos y estudió inglés. En 1781 obtuvo la cátedra de Humanidades en Salamanca. Viajó a Madrid para visitar a Jovellanos, promovido desde la Audiencia de Sevilla al empleo de Alcalde de Casa y Corte. El poeta fue invitado para recitar en sesión plenaria de la Academia de San Fernando la oda "A la gloria de las Artes".

Como poeta Meléndez Valdés alcanzó pronto el refrendo público. Por aquellos años la Real Academia Española de la Lengua organizaba unos concursos de poesía y elocuencia para promover los nuevos temas literarios y el estilo neoclásico entre los escritores noveles. En 1780, Meléndez obtuvo el premio con Batilo, égloga en alabanza de la vida del campo, que ese mismo año editaría en Madrid. En 1783 escribió "Las enamoradas anacreónticas" y "Los besos de amor". En 1784 Meléndez participó para uno de los tres premios ofrecido por la ciudad de Madrid para la mejor composición dramática, obteniendo uno de ellos por "Las bodas de Camacho el rico". Había madurado y ya era conocido por todos los intelectuales, poetas y escritores de la época. El famoso impresor Joaquín Ibarra publicó en 1785 el primer volumen de sus poemas con gran éxito, realizándose diversas ediciones.

Comenzó a ejercer la carrera judicial con el favor de Jovellanos, obtuvo los destinos sucesivos de juez de la corte en Zaragoza en 1789, canciller en Valladolid en 1791 y fiscal de la Sala de Alcaldes de la Casa y Corte en Madrid en 1797, cargo que ocupará apenas siete meses; escribió entonces sus Discursos forenses, que circularon de forma manuscrita hasta ser publicados durante el Trienio Liberal.

La Revolución francesa provocó en España una reacción conservadora, que Meléndez sufrió en carne propia. En 1798 se le ordenó que saliera de la capital con destino a Medina del Campo. lo que significaba en la práctica un destierro (la caída en desgracia política de Jovellanos, desterrado ya en Gijón, había arrastrado a sus amigos y valedores). En 1801 le trasladaron a Zamora; Meléndez ignoraba que se le estuviera incoando un proceso, apoyado en calumnias y falsos testigos. Siguiendo el consejo de sus amigos, él mismo preparó su defensa, en la que intentó refutar puntualmente cuanto decían en su contra. Hubo que esperar diez meses hasta que un jurado reconociera de manera oficial su inocencia. En 1802 le fue devuelto su sueldo de Fiscal y se le autorizaba a establecerse donde quisiese.

Tras el motín de Aranjuez, en 1808, Meléndez permaneció en el Madrid gobernado por el rey francés y allí desarrolló sus actividades profesionales. En 1809 fue nombrado fiscal de la Junta que estaba encargada de dictaminar sobre los Negocios Contenciosos que tramitaba el Consejo Real, que era una de las más altas instancias legales del reino, lo que significaba un compromiso firme de colaboración con los franceses. Ese mismo año se incorporó al Consejo de Estado, donde desempeñó el cargo de Presidente de la Junta de Instrucción Pública. Fue nombrado caballero de la Real Orden de España, miembro del Instituto Nacional y recibido como miembro de número en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, y pudo leer en 1810 su Discurso de ingreso en la RAE. Esta situación le acarreó después graves problemas siendo acusado de afrancesado a la salida del rey tras la Guerra de la Independencia. Huyó a Francia donde su salud se deterioró, aquejado de fuertes depresiones, y el 24 de mayo de 1817 falleció en Montpellier.

Sus restos volvieron a Madrid en 1900 y después de un breve paso por el Panteón de Hombres Ilustres reposan finalmente en un mausoleo conjunto con Goya, Moratín y Donoso Cortés, obra de Ricardo Bellver, en el Cementerio de San Justo.



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