viernes, 4 de marzo de 2016

Garcilaso de la Vega. Poeta y militar del Siglo de Oro


Apodado "Príncipe de los poetas". Fue un verdadero hombre renacentista, hombre de armas y a la vez literato; caballero heridos en mil batallas, pero con ánimo para rimar versos entre cada campaña militar. Este noble toledano defendió al Emperador en la guerra de las Comunidades (1520-1522), y en 1523 fue nombrado caballero de Santiago por combatir en Rodas a los turcos. Al año siguiente. Fue regidor en Toledo y, en 1526, conocería a su musa: la portuguesa Isabel Freyre. 

Perteneciente a una noble familia (hidalga) castellana, Garcilaso nació en Toledo, hacia 1501 y falleció en Niza en octubre de 1536. Fue el tercer hijo (segundo varón) de Garcilaso de la Vega*, señor de Arcos y comendador mayor de León en la Orden de Santiago, y de Sancha de Guzmán, señora de Batres y de Cuerva. Sus abuelos paternos: Pedro Suárez de Figueroa, hijo de Gómez  Suárez de Figueroa y Elvira Lasso de Mendoza, hermana del primer marqués de Santillana, y Blanca de Sotomayor. Su madre, Sancha de Guzmán, fue hija de Pedro de Guzmán, señor de Batres. Quedó huérfano de padre a la edad de 11 años y se educó esmeradamente en la Corte, donde conoció en 1519 a su gran amigo, el caballero Juan Boscán.

Aunque en la mayoría de los retratos a él atribuidos (como el mostrado), porta la cruz de Alcántara, El poeta Garcilaso de la Vega no vistió el hábito de dicha orden. Ello se debe, según el  Marqués de Laurencín, a una errónea atribución de su retrato, que en realidad corresponde a su sobrino, del mismo nombre.

Si encarnó el arquetipo de poeta-soldado no lo fue por propia voluntad sino por la fuerza de las circunstancias. Dentro de su armadura de maestre de campo y capitán él se describió como un “conducido mercenario” y sus versos están llenos del lamento de quien se sentía forzado a ser soldado.

Una primera circunstancia determinó su futuro: Nació segundón, en el seno de una familia de la mediana aristocracia castellana, y, al uso de la época, sus padres organizaron su destino orientándolo hacia el servicio del rey. Su vida parecía abocada a brillar en una corte refinada como correspondía a la época del esplendor renacentista; pero sobre su existencia gravitará determinantemente la personalidad militarista e itinerante de Carlos V, menos humanista que soldado, que arrastró la biografía de nuestro poeta por los campos de batalla, persiguiendo un sueño de imperio al que Garcilaso terminará sacrificando su vida.

Garcilaso de la Vega participó ya desde muy joven en las intrigas políticas de Castilla. En 1510 ingresó en la corte del emperador Carlos I y tomó parte en numerosas batallas militares y políticas. Participó en la expedición a Rodas (1522) junto con Boscán y en 1523 fue nombrado caballero de Santiago**. Garcilaso fue armado caballero en Pamplona por el comendador de Monreal don Pedro de Toledo, marqués de Villafranca, y asignado como novicio al convento de Uclés.

En 1525 el emperador le casó con doña Elena de Zúñiga, rica y noble dama de Leonor de Austria, hermana de Carlos I, a la que Garcilaso no amó nunca pero de la que tendrá tres hijos, y se establecieron en casa de su madre, doña Sancha, en Toledo, pues al poeta lo nombraron regidor de la ciudad. En 1526, el emperador se casa con Isabel de Portugal, y Garcilaso acude a la boda, donde conoce a la que será la reina de su corazón a partir de ese día: doña Isabel Freyre, dama de compañía de la nueva reina.

En 1530 Garcilaso se desplazó con Carlos I a Bolonia, donde éste fue coronado. Permaneció allí un año, hasta que, debido a una cuestión personal mantenida en secreto, fue desterrado a la isla de Schut, en el Danubio, y después a Nápoles, donde residió a partir de entonces. Herido de muerte en combate, durante el asalto de la fortaleza de Muy, en Provenza, Garcilaso fue trasladado a Niza, donde murió. Dos años más tarde fue trasladado y enterrado en Toledo.

Primera edición de las obras de Juan Boscán y Garcilaso
Su escasa obra conservada, escrita entre 1526 y 1535, fue publicada póstumamente junto con la de Boscán, en Barcelona, bajo el título de Las obras de Boscán con algunas de Garcilaso de la Vega (1543), libro que inauguró el Renacimiento literario en las letras hispánicas. Sin embargo, es probable que antes hubiera escrito poesía de corte tradicional, y que fuese ya un poeta conocido.

Garcilaso se sumó rápidamente a la propuesta de su amigo Juan Boscán de adaptar el endecasílabo italiano a la métrica castellana, tarea que llevó a cabo con mejores resultados, puesto que adoptó un castellano más apto para la acentuación italiana y la expresión de los nuevos contenidos poéticos, de tono neoplatónico, propios de la poética italiana renacentista.

Muchas de sus composiciones reflejan la pasión de Garcilaso por la dama portuguesa Isabel Freyre, a quien el poeta conoció en la corte en 1526 y cuya muerte, en 1533, le afectó profundamente. Los 40 sonetos y las 3 églogas que escribió se mueven dentro del dilema entre la pasión y la razón que caracteriza la poesía petrarquista y en ellos el autor recurre, como el mismo Petrarca, al paisaje natural como correlato de sus sentimientos, mientras que las imágenes de que se sirve y el tipo de léxico empleado dejan traslucir la influencia de Ausias March. Escribió también cinco canciones, dos elegías, una elegía a Boscán y tres odas latinas, inspiradas en la poesía horaciana y virgiliana.

* En su época, nombres y apellidos se cambiaban a voluntad; no había una norma establecida. Su padre, que se llamó Pedro Suárez de Figueroa, decidió en cierto momento cambiar su nombre por el de “Garcilaso de la Vega”, que ya habían llevado algunos ilustres antepasados.

** La Orden de Santiago era una de las cuatro órdenes militares españolas de la Edad Media. Fue creada, durante el reinado de Alfonso VIII de Castilla, por Pedro Fernández, que sería su primer gran maestre, y un grupo de caballeros castellano-leoneses. Su finalidad era luchar contra los musulmanes defendiendo los límites fronterizos, acudiendo a luchar allí donde fuese necesario si eran reclamados por el Rey. Fundaron dos conventos base, el de Uclés para el reino castellano y el de San Marcos de León para el leonés. Más tarde levantarían un tercero en Palmela, en el frente portugués.


La Orden de Santiago aceptaba en sus filas clérigos y seglares. Los primeros se regían por la regla agustina y los segundos debían recibir votos de obediencia, pobreza y castidad. Más tarde se aceptó la entrada de caballeros casados, que sustituían el voto de castidad por el de fidelidad conyugal. Estos caballeros ingresaban con sus mujeres, que podían alojarse en conventos gestionados por religiosas, miembros también de la orden con idéntica profesión de votos, aunque sin obligaciones guerreras.

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