martes, 31 de octubre de 2017

José Zorilla. Poeta y dramaturgo. Principal representante del romanticismo



Poeta y Dramaturgo. Fue miembro de la Real Academia Española en 1848, cuando contaba treinta y un años de edad y leyó su discursó de investidura en verso. Su obra más famosa e Don Juan Tenorio, publicada en 1844.


José Maximiano Zorrilla nació en Valladolid, en la casa del marqués de Revilla, el 21 de febrero de 1817. Sus padres fueron don José Zorrilla Caballero, del solar de Torquemada, prohombre de la ciudad y relator de la Chancillería, y doña Nicomedes Moral, natural de Quintanilla Somuñó (Burgos). Contaba con tan solo seis años cuando su padre obtuvo un alto cargo (el de gobernador civil) en Burgos, adonde se trasladó con la familia. El relator era absolutista ferviente y protegido de Calomarde, quien le nombró Alcalde de casa y Corte y le encargó la Superintendencia General de Policía de Madrid, adonde acudió y su hijo entró interno en el Real Seminario de Nobles de Madrid regentado por los padres jesuitas, y allí comenzó a leer a Chateaubriand, a Walter Scott y a Fenimore Cooper, tan en boga entonces, y a escribir sus primeros versos.

Si bien se supone que para ingresar en el Real Seminario de Nobles se exigían pruebas de limpieza de sangre y de nobleza, no ha sido posible encontrar la de José Zorilla, por lo que el hecho no estaría probado documentalmente, aunque, supuestamente, fuese hidalgo. 

Francisco Tadeo Calomarde y Arria fue un político español, ennoblecido como duque de Santa Isabel en Dos Sicilias. Ocupó el ministerio de Gracia y Justicia (1823-1833) durante la restauración absolutista de Fernando VII, y promulgó un célebre Plan General de Estudios.

Real Seminario de Nobles de Madrid
El Superintendente limpió Madrid de maleantes e hizo sentir el peso de una justicia implacable. La caída del ministro Calomarde, de quien dependía la superintendencia a fines de la «Década Ominosa» trajo la de sus protegidos, entre ellos la de Zorrilla Caballero; la familia pasó Arroyo de Muñó (Burgos) y después a Lerma (1833) y José marchó a Toledo para estudiar Leyes en la Real Universidad, según deseo de su padre, bajo la tutela de uno de sus tíos, canónigo en la catedral de esta ciudad. Pero allí se dedicó a la lectura de sus poetas favoritos y a conocer los recovecos de la vieja ciudad, que desde entonces quedaría presente en muchas de sus leyendas. En 1834 trasladó la matrícula a Valladolid, donde pronto hizo amistad con otros estudiantes aficionados a las musas y, al ser un mal estudiante, sus tutores le devolvieron a casa pero escapó a Valladolid y de allí a Madrid, dispuesto a abrirse camino con sus versos, pero ya en la capital, vivió una temporada de estrecheces.

En Madrid, después de abandonar su carrera universitaria, alcanzó gran fama tras leer unos versos suyos ante el cadáver de Mariano José de Larra  (“Fígaro”) cuando iba a ser enterrado en el cementerio de Fuencarral (15 de febrero de 1837) y, tras ello, ocupó el cargo de éste en la redacción de El Español, donde publicó la serie de poemas titulada Poesías, una serie de ocho volúmenes que acabó en 1840. Su éxito poético se renovaría en 1852 con el poema, Granada, inacabado.

Entre 1839 y 1950 Zorrilla escribió la mayoría de sus mejores obras: El zapatero y el rey el primer volumen de Cantos del trovador en 1840; la segunda parte de El zapatero y el rey al año siguiente; Sancho García en 1842; El puñal del godo y El caballo del rey don Sancho en 1843; Su obra cumbre Don Juan Tenorio, estrenada el 28 de marzo de 1844; La calentura en 1846, el año en que Baudry lanzó en París dos tomos de Obras Completas; de 1849 data Traidor, inconfeso y mártir; y en 1850, además del tercer tomo de Obras Completas se imprimieron María y Un cuento de amores, en colaboración con Heriberto García de Quevedo.

 
Don Juan Tenorio (1844), quizá la única pieza dramática conocida por todos los españoles, suele reponerse tradicionalmente todos los años el 1º de noviembre.

En 1839 se casó con Florentina Matilde O'Reilly, viuda y dieciséis años mayor que él, que, llevada de los celos, terminó de indisponer al poeta con su familia, le hizo abandonar el teatro y, finalmente, emigrar a Francia (1850), a Burdeos y París, donde conoció a Alejandro Dumas, George Sand, Teófilo Gautier y Alfred de Musset, que dejarían en él una gran huella, y luego a México (1855), donde –a excepción de unos meses entre 1858 y 1859 que pasó en Cuba– residiría hasta 1866, y fue protegido por el emperador Maximiliano, que lo nombró director del Teatro Nacional, pero mientras el poeta estaba en España, Benito Juárez puso fin (1867) a la vida de Maximiliano y a su efímero imperio. Fruto de esta unión tuvo una niña, Plácida Ester María, que murió un año después de nacer. Durante una de sus visitas a Francia falleció su madre (1846) y tres años después (1849) su padre, sin reconciliarse con él, y aquellas muertes llenaron de amargura al poeta, que decidió marchar a Francia.

Tras su estancia en América y la muerte de su esposa en 1865, en 1866, Zorrilla regresó a España y fue recibido en su patria con verdadero entusiasmo. Muerta doña Florentina, casó de nuevo con la bella actriz Juana Pacheco, de veinte años, “la niña de mármol”. Comienza así el segundo período español de su existencia, que abarca desde 1869 hasta 1893, casi un cuarto de siglo en el que había de experimentar con frecuencia los placeres del éxito y, con más frecuencia todavía, los apuros económicos. Triunfales fueron su recepción en la Real Academia Española (1882) y la coronación solemne como poeta laureado en el Liceo de Granada (1889) por el duque de Rivas en representación de la reina regente Mª Cristina, donde recibió el homenaje de 14.000 personas que le aclamaron entusiásticamente.

Los problemas económicos fueron una constante en la vida del poeta. Vivió fundamentalmente de sus versos y de su “voz”, aplicada a incontables recitales públicos de su obra; pues la venta de sus primeras obras, en ausencia de legislación de derechos de autor, no le proporcionó réditos prolongados en el tiempo, sino ingresos puntuales en el momento en que las ediciones fueron apareciendo. Para mitigar sus privaciones, el Gobierno del país lo comisionó en Roma para asuntos relacionados con los Archivos Estatales 1871; y el Ayuntamiento de Valladolid, su ciudad natal, lo nombró Cronista Oficial en 1882, con un sueldo anual de 15.000 reales. Las Cortes le votaron una pensión, que no llegó a disfrutar, pues falleció al poco tiempo.


Zorrilla tuvo el infortunio, literariamente hablando, de sobrevivir a su tiempo, pues continuó escribiendo hasta 1893, sin que ni su estilo ni su temática se adaptasen a las nuevas tendencias. Por eso, aunque el carácter de su obra no podía dar lugar a polémicas ideológicas, las bellezas formales de sus versos fueron resultando cada día más anacrónicas en el ambiente de la Restauración. Recibe la Orden de Carlos III y, tras una enfermedad de tres años, murió en Madrid, el 21 de enero de 1893. Su multitudinario entierro en el cementerio de San Justo no significó su descanso definitivo pues en 1896, cumpliéndose la voluntad del poeta, sus restos fueron trasladados a su ciudad natal y, en 1902, al Panteón de Vallisoletanos Ilustres.

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