miércoles, 12 de noviembre de 2025

Fray Alberto de la Madre de Dios. Arquitecto, vanguardia del barroco español

Está reconocido como uno de los arquitectos españoles más importantes del siglo XVII y el introductor de las primeras formas barrocas en Castilla. Formó parte de la Orden del Carmen Descalzo, de la que era fraile, pero también trabajó para otras órdenes y los entornos de la Corte.

Alberto Puebla y Cos, "Fray Alberto de la Madre de Dios", nació en la villa de Santander (Cantabria), en 1575, hijo del hidalgo y pequeño propietario/comerciante Jerónimo de la Puebla y de Isabel de Cos. Tuvo tres hermanos mayores que él: Sebastián, Andrés y María. Ingresó en la orden de los Carmelitas Descalzos muy joven, haciendo el noviciado en el convento de Nuestras Señora del Carmen de Segovia, siendo su primer oficio de cocinero, pero pronto aprendió arquitectura de la mano de fray Francisco de Jesús, fray Jerónimo de la Madre de Dios y fray Tomás de Jesús, arquitectos de su orden.

Su primera participación arquitectónica está documentada en Barcelona en 1603, a donde acude por orden del general Josep Dalmau para proyectar el desaparecido convento de San José de las Ramblas.

En 1606 figura ya como tracista oficial de la orden carmelita en la obra del convento de Medina de Rioseco, cuando contaba con tan sólo 31 años, lo que fue el inicio de su brillante carrera. Este cargo le obligaba a llevar muchas obras a la vez, lo que no le permitía permanecer demasiado tiempo en cada una, salvo el necesario para trazar o acomodar la traza, moderar, supervisar, aconsejar o tasar obras, siempre encargadas a otros maestros profesionales no religiosos. Por eso no todas las obras fueron terminadas con la misma calidad, lo que dependía de la habilidad de sus directores y de la bonanza económica de los clientes.


 

Real Monasterio de la Encarnación_Madrid
La fachada del convento de la Encarnación pertenece al arte barroco español,
como variante del manierismo clasicista austero de la arquitectura de Juan de Herrera.

A partir de 1610, el prestigio de fray Alberto creció considerablemente, cuando los generales de su orden le encargaron un edificio Real, el Monasterio de la Encarnación de Madrid, fundado por la reina Margarita de Austria -esposa de Felipe III- en 1611, probablemente en recuerdo y agradecimiento de la expulsión de más de 300.000 moriscos, llevada a cabo en 1609 y 1611. Con la máxima sencillez arquitectónica fray Alberto logró crear una fachada realmente bella que sirvió de modelo durante décadas. Sin dejar a un lado la elegancia, consiguió escenificar los preceptos de pobreza señalados por Santa Teresa de Jesús, la fundadora de su orden: los carmelitas descalzos.

En esos momentos fray Alberto estaba considerado como el arquitecto más importante, y una vez muerto el arquitecto real Francisco de Mora, del que probablemente había sido discípulo, el carmelita pasó al servicio del duque de Lerma y quedó al frente del resto de obras reales, hasta que en 1616 Juan Gómez de Mora tomó la iniciativa. En esos años su actividad es portentosa, trazando obras en Salamanca, Madrid, Uceda, Lerma, Burgos, Alcalá de Henares, Huete, Cuenca, Caravaca, Toro, Viso del Marqués, Valdemoro, Ocaña, Villaconejos, Guadalajara y otros lugares.

Convento Carmelita_Cuenca

De sus amplios trabajos podemos diferenciar dos etapas
: una primera en la que el Clasicismo, desposeído de cualquier tipo de ornamentación, roza la austeridad absoluta. A esta etapa corresponden los conventos de Yepes, Medina de Rioseco, Cuenca, San Clemente, Huete, etc. En una segunda etapa artística, fray Alberto comienza a combinar diferentes colores y materiales y sus obras más importantes son la capilla del Sagrario de la Catedral de Cuenca, y el Santuario de la Vera Cruz en Caravaca.

Fachada del convento del Carmen_Pastrana

En último lugar, la intensa actividad de este arquitecto finalizó en el convento carmelitano de San Pedro en Pastrana, donde murió el 27 de diciembre de 1635 y fue sepultado en su iglesia. En el libro becerro de este monasterio se le denomina como «uno de los más acertados y eminentes arquitectos de España» y que murió «en opinión de santidad». Fue por tanto un buen carmelita y un excelente arquitecto.

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