En una casona de la Carrera del Darro, en Granada, nacía Mariana Pineda el 1 de septiembre de 1804, una heroína que con el pasar de los años sería el símbolo femenino de la causa liberal. Era hija de Mariano de Pineda y Ramírez, nacido en Guatemala, capitán de navío de Granada y caballero de la Orden de Calatrava, que nunca llegó a casarse, por motivos que se desconocen, con María Dolores Muñoz y Bueno, de Lucena (Córdoba), treinta años más joven y de menor condición que él.
El abuelo de Mariana de Pineda, Don José Pineda Tabares, hidalgo, primero alcalde del crimen y luego oidor de la Chancillería de Granada, llega a la ciudad de Granada en la década de los setenta del siglo XVIII. En la ciudad no es un desconocido, pues ya su padre había desempañado cargo de oidor, pero además le unen lazos de parentesco y tiene raíces en el propio reino de Granada y Andalucía, incluso con linajes titulados de viejo arraigo en la ciudad de Granada como son los marqueses del Salar.
Mariana Pineda |
Su nombre completo fue el de Mariana Rafaela Gila Judas Tadea Francisca de Paula Benita Bernarda Cecilia de Pineda Muñoz. Fue una bella joven que recibió una educación esmerada y que se casó muy joven, con tan solo 15 años. Su esposo era un militar retirado, Manuel de Peralta y Valle, perteneciente a la logia masónica y próximo al círculo constitucionalista del conde de Teba, que dio a conocer a la bella Mariana las ideas liberales del momento. Poco le duraría este matrimonio a la joven granadina ya que enviudó tan solo cuatro años después, quedándose con un hijo de tres años.
En 1823 era abolida la Constitución por Fernando VII y se restauraba el régimen señorial y represivo del primer período absolutista. En este período de 1823 a 1833, denominado la “Década Ominosa”, es en el que transcurren los últimos años de su vida. Eran los tiempos de la restauración en el trono de Fernando VII y los condes de Teba, padres de Eugenia de Montijo, que habían sido desterrados de Galicia a Granada por liberales, en los salones de su noble mansión recibían a enemigos del absolutismo, por lo que la joven Mariana empezó a frecuentar esas reuniones.
En 1823 era abolida la Constitución por Fernando VII y se restauraba el régimen señorial y represivo del primer período absolutista. En este período de 1823 a 1833, denominado la “Década Ominosa”, es en el que transcurren los últimos años de su vida. Eran los tiempos de la restauración en el trono de Fernando VII y los condes de Teba, padres de Eugenia de Montijo, que habían sido desterrados de Galicia a Granada por liberales, en los salones de su noble mansión recibían a enemigos del absolutismo, por lo que la joven Mariana empezó a frecuentar esas reuniones.
Entre los liberales de Granada destacaba la figura de la bella Mariana de Pineda, que fue cortejada por el joven marqués de Salamanca, aunque parece que Mariana nunca le correspondió debido a que estaba enamorada del militar liberal Casimiro Brodett, pero que no se pudo casar con él.
En 1828, el comandante Fernando Álvarez de Sotomayor, sobrino del célebre cura liberal García de la Serrana, tío de Peralta, fue condenado a muerte por colaborar en el fracasado alzamiento de los ejércitos de Andalucía contra Fernando VII. Mariana, que tenía permiso para visitarle diariamente por ser familiares, consiguió introducir, prenda por prenda un hábito completo de fraile y unas barbas postizas en la celda, vestimentas con las que el reo logró salir de la cárcel sin llamar la atención.
Mariana Pineda fue la principal sospechosa, pero no se pudo probar nada contra ella. Mientras tanto se enamoró de José de la Peña y Aguayo, que años más tarde sería ministro de Hacienda con Isabel II y tuvo con él una hija, a la cual Peña no reconoció hasta después de muerto dejándolo escrito en su testamento. Es en estos momentos de penuria cuando a la bella granadina le encargan realizar un estandarte que lleve bordado las palabras: “LIBERTAD, IGUALDAD, LEY”; que había de servir de enseña para un proyecto revolucionario. Para ello se hace con una pieza de tafetán morado en cuyo centro cosió un triángulo verde, colores del Oriente Masónico. Como ella sabía coser, pero no bordar, encargó las letras y la labor a dos criadas, pero una de ellas fue vista por un clérigo que la denunció.
El alcalde del Crimen de la Real Chancillería de Granada, Ramón Pedrosa y Andrade, aún dolido por la liberación del comandante Fernando Álvarez de Sotomayor, y enamorado en secreto de Mariana Pineda, pidió a las criadas que devolvieran la bandera a casa de su ama y de este modo apresar a la que se supone responsable de tal conspiración liberal. Mariana fue arrestada y en la prisión el alcalde Pedrosa se la insinuó y trató de pretenderla con promesas de liberación, pero la granadina no estuvo dispuesta a ceder a tal chantaje, ni a delatar contra sus presuntos cómplices. Fue juzgada y condenada a muerte.
Pedrosa en un último intento trató de cambiar la pena por la confesión de Mariana, pero ésta siguió negándose a dar nombres. Finalmente, de nada sirvieron los alegatos que en favor de la joven dirigió un sector influyente de la ciudad a Fernando VII, y Mariana Pineda fue ejecutada a garrote vil el 26 de mayo de 1831 en el Campo del Triunfo de Granada y su bandera quemada ante su vista. Por ser noble (hidalga) la trasladaron al cadalso en mula.
Su ejecución pretendió castigar la causa de los liberales, lo que la convirtió en una mártir para estos y en un símbolo popular de la lucha contra la falta de libertades, a consecuencia de lo cual llegó a convertirse en personaje principal de varias piezas dramáticas, poemas y ensayos. En torno a su figura y partiendo del mito popular, Federico García Lorca escribió el drama Mariana Pineda, que se estrenó el 24 de junio 1927 en Barcelona, con decorados y vestuario de Salvador Dalí y con Margarita Xirgu en el papel protagonista.
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