Su obra literaria toca prácticamente todos los géneros, aunque con predominio de la novela a la que siguen los restantes géneros prosísticos: el ensayo, en especial de tema literario, y la epístola.
Valera fue, sin duda, la figura más europea de nuestro siglo XIX, el autor que mejor conoció, tanto política como artísticamente, al resto de los países de nuestro entorno, gracias a sus viajes por Europa y América como diplomático.
Juan
Valera nació en la ciudad de Cabra (Córdoba) el 18 de octubre de 1824, de
familia noble y acomodada; pertenecía ala hidalga* casa de Valera de Doña Mencía, en Córdoba, familia de marinos. Hijo
de José Valera y Viaña, oficial de la Marina ya retirado, y de Dolores
Alcalá-Galiano y Pareja, marquesa de la
Paniega, ambos naturales de Doña Mencia. Tuvo dos hermanas, Sofía y Ramona,
además de un hermanastro, José, habido en un primer matrimonio de la marquesa
con Santiago Freuller, general suizo al servicio de España.
*Real Declaratoria de Nobleza y
restitución de hidalguía de don Juan Valera Roldán, dada en Barcelona por el
Rey Felipe V el 18 de noviembre de 1701, y que fue testimoniada en autos promovidos
por don Juan Miguel Valera Alcalá-Galiano en 1768, para hacer valer las
prerrogativas y derechos que aparejaban tal declaración.
Realizó
sus primeros estudios (Filosofía) en el Seminario Conciliar de Málaga, ciudad
en la que publicó sus primeros versos en el periódico El Guadalhorce, entre los
años de 1837 y 1840, es decir, durante la efervescencia del primer romanticismo
tras la muerte de Fernando VII. Marcha después a Granada, al colegio del Sacro
Monte, donde pasa de la influencia de los románticos franceses, especialmente
Lamartine, a imitación del cual compuso sonetos, a la de los clásicos
grecolatinos.
En
1842 se traslada a Madrid, donde tuvieron lugar sus primeros amores: al
presentar a Gertrudis Gómez de Avellaneda ante el Ateneo, quedó enamorado de
ella. Pese a la fama de conquistador de Valera, será el corazón de "la
divina Tula" uno de los que no logre rendir. Regresa a Granada por no
haber aprobado en Madrid, donde obtiene la licenciatura en Derecho en 1844. Con
motivo de licenciarse, su padre le regaló la edición de unos Ensayos poéticos.
En
1846 vuelve a Madrid y al año siguiente, en 1847, inicia su carrera como diplomático en la Legación española en
Nápoles como agregado sin sueldo a la embajada que dirige el duque de
Rivas, que lo ha recomendado. Con su carrera diplomática comienza la amorosa
con un par de aventuras en Nápoles. La fama de don Juan, que lo acompañaba
desde sus tiempos de Granada, no lo abandonará ya nunca: todavía a los sesenta
y dos años, en 1886, siendo embajador en Washington, sufrirá el suicidio de una
joven despechada (la hija del secretario de estado estadounidense, Katherine C.
Bayard) en la antesala de la embajada.
En
1849 regresa a Madrid, donde no se encontrará a gusto. Al año siguiente parte
como legado a Lisboa y de aquí, en 1851, pasa a Río de Janeiro, donde
permanecerá hasta 1853, fecha en la que regresa a Madrid. Colabora en la prensa
tanto con artículos de carácter político como con otros de tipo literario. En
1855 es destinado a Dresde y, en 1857, viaja a San Petersburgo (Rusia) como secretario del duque de Osuna,
embajador de Isabel II ante el zar. Las
cartas de Valera, sus Cartas desde Rusia, describen la vida de lujo desmedido
del duque, que lo conduciría no mucho después a una de las ruinas más
escandalosas de la historia española.
Al
año siguiente, ya en España, es elegido diputado
por Archidona (Málaga) y funda el periódico El Contemporáneo y la revista
satírica El Cócora. En 1861 ingresa en
la Real Academia. Son años de labor literaria en los que traduce del alemán
los tres volúmenes de von Schack Poesía y arte de los árabes de España y
Sicilia, publicados entre 1867 y 1871.
En
el año 1867 se casa en París con Dolores
Delavat, hija de otro diplomático español, que era veinte años más joven
que él, lo que causaría problemas a la pareja. La difícil situación se
reflejará en la reincidencia de Valera en el tema del matrimonio desigual en
edad a lo largo de su novelística. En 1872, es nombrado director general de
Instrucción Pública, pero los sucesos políticos de ese año le hacen perder el
cargo y lo apartan de nuevo de la vida política. Ello lo conducirá hacia la
narrativa. Son los años de Pepita
Jiménez (1874), quizá su obra más famosa; Las ilusiones del Doctor Faustino
(1875); El Comendador Mendoza (1877); Pasarse de listo (1878) y Doña Luz (1879)
Entre 1881 y 1883 vuelve a la diplomacia. En estos años pasa por Francfort,
Lisboa, Washington, Bruselas y Viena.
Su
obra novelística renace en 1895 con Juanita,
la larga a la que seguirán Genio y figura (1897) y Morsamor (1989). En 1896, se retiró del servicio
diplomático. Sus últimos años, enfermo y casi ciego, los pasa en su casa de
Madrid, donde reunirá una tertulia nocturna, a la que acudían entre otros
Menéndez Pelayo y Pérez de Ayala, que cobrará fama. Muere en Madrid en abril de
1905
Entre los títulos y órdenes que obtuvo a lo largo de su vida, destacan los siguientes:
Reino de España
Caballero Gran Cruz de la Orden de Carlos III.
Comendador de la Orden Española y Americana de Isabel
la Católica.
Grefier de la Orden del Toisón de Oro.
Extranjeras
Caballero de la Orden de San Jenaro. (Reino de las
Dos Sicilias)
Caballero de la Orden de San Fernando y el Mérito.
(Reino de las Dos Sicilias)
Caballero Gran Cruz de la Orden de Pio IX con
brillantes (Estados Pontificios)
Caballero Gran Cruz de la Orden de Nuestra Señora de
la Concepción de Villaviciosa. (Reino de Portugal)
Caballero de la Suprema Orden de Cristo. (Reino de
Portugal)
Caballero Gran Cruz de la Orden de los Santos
Mauricio y Lázaro. (Reino de Italia)
Caballero Gran Cruz de la Orden de la Corona de
Italia. (Reino de Italia)
Caballero Gran Cruz de la Orden de San Esteban de
Hungría. (Imperio Austriaco)
Comendador de la Orden de Leopoldo (Reino de
Bélgica).
Caballero de segunda clase de la Orden de Santa Ana.
(Imperio Ruso)
Comendador de la Orden de la Rosa. (Imperio del
Brasil)
Oficial de la Orden de la Legión de Honor. (Francia)
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