sábado, 27 de julio de 2019

Luis Figueroa y Casaus. Militar, rico empresario y político



Guardia de Corps en Madrid durante la invasión napoleónica, apoyó al régimen francés y huyó a Francia tras su caída, estableciéndose en Marsella como empresario, donde se convirtió en el hombre más importante de la ciudad. 

Su hijo Ignacio continuó con los negocios familiares y llegó a formar parte de al aristocracia. Padres de Álvaro Figueroa y Torres, I conde de Romanones.

Luis (María José Marcelo Eduardo) Figueroa Casaus nació el 11 de mayo 1781 en la localidad de Llerena (Badajoz), bautizado en su parroquia de Santiago dos días más tarde, en el seno de una modesta familia hidalga. Era hijo de Don Lorenzo de Figueroa y Messía de Monroy, nacido en Llerena 31 de marzo de 1733, Abogado de los Reales Consejos, Capitán de Milicias Provinciales y Regidor Perpetuo de su Casa. Falleció en Llerena el 26 de Febrero de 1789. Estaba casado, 5 julio de 1807, con su prima segunda Teodomira Ignacia de Casaus Castilla y Caraballo del Pozo, nacida en Lora del Río (Sevilla).



Pleito por hidalguía (1583) ante la Sala de Hijosdalgo de la Real Chancillería de Granada, Carta de Hidalguía despachada por la citada audiencia en favor de don Lorenzo Majarrés-Figueroa y Delgado, ascendiente de los Figueroa de Llerena.


En su juventud Luis Figueroa se traslada a Sevilla para estudiar leyes, pero pronto abandona esta idea y decide seguir los pasos de otro extremeño, Manuel Godoy e ingresa como cadete en las Reales Guardias de Corps.

Al igual que Godoy consigue convertirse en el primer ministro de Carlos IV, Figueroa asciende gracias a la pertenencia a una unidad militar próxima a la familia real. Tras tres años de aprendizaje, obtiene el grado de alférez de Dragones de la Reina y se instala en la Corte, hacia 1807. Ese mismo año contrae matrimonio en Madrid con Doña María Luisa de Mendieta Ramírez de Arellano, a la edad de 26 años. El matrimonio tendrá un único hijo, llamado Ignacio Figueroa Mendieta, que nace en Llerena el 22 de abril de 1808.

A partir del estallido de la Guerra de la Independencia, Luis Figueroa, de talante liberal y afrancesado se posiciona al lado del rey José Bonaparte y en 1814 acompaña al hermano de Napoleón al exilio de Francia una vez que las tropas españolas logran las últimas victorias.

De firmes convicciones, Figueroa seguirá al emperador hasta el final. Enrolado como comandante en el ejército de Napoleón participa en la batalla de Waterloo, donde el ejército imperial sufre su última y definitiva derrota en junio de 1815.

Luis Figueroa decide entonces establecerse en Francia y aprovechando sus contactos familiares decide establecerse en Marsella, donde vivía un pariente suyo. En ese momento este enclave costero pasa por las precariedades de posguerra al tiempo que un lugar peligroso para los antiguos bonapartistas, vigilados muy de cerca por la policía. Figueroa estuvo a punto de ser expulsado en 1823, sin embargo la orden no llegó nunca a ejecutarse.

Su determinación en el terreno militar contagia su actividad empresarial y comercial. En poco tiempo da una serie de pasos decisivos para consolidarse como uno de los grandes comerciantes de Marsella y para anticiparse al control del comercio del plomo mediterráneo. Falleción en 1853, dejando a su único hijo, (José) Ignacio (1808-1899), un patrimonio valorado en cerca de 4 millones de francos, que continuó con éxito el negocio familiar, siendo un burgués de una inmensa fortuna, y se dedicó a la política, siendo diputado y senador vtalicio.

Ignacio de Figueroa


Ignacio, desde muy joven se interesó por los asuntos empresariales familiares, haciéndose cargo de aquellos ubicados en Adra (Almería, desde donde la familiar logró controlar el monopolio de la extracción y metalurgia del plomo en Andalucía Oriental.

En Adra, su atractivo personal y el gustos y refinamiento del que hacía gala el joven millonario, cautivó a Ana María Martínez, hija del administrador de la casa Figueroa en esta localidad almeriense, entablando una relación de la que nacieron dos hijos (1840 y 1842), que José Ignacio se resistió a reconocer durante más de 40 años, quedando obligado a aceptar su paternidad tras una sentencia del Tribunal Supremo en 1886.

Sus padres no aceptaban esta relación, aconsejándole su traslado a Madrid, donde el joven millonario se estableció en 1845, donde adquirió una rápida ascensión social, gracias a la amistad de la familia con la Reina Madre María Cristina de Borbón, la madre de Isabel II, que por entonces sufría un acomodado exilio en territorio francés.

En Madrid conoció a Ana (Josefa) de Torres, Córdoba, Sotomayor y Romo de Tovar y Bedoya, veinticuatro años más joven que él pues había nacido el 28 de julio de 1832, vizcondesa de Irueste y, a la vez, hija única y huérfana de José de Torres, marqués de Villamejor, que había fallecido en la indigencia. La viuda de este último fue incapaz de afrontar los gastos que conllevaba el mantenimiento de los títulos honoríficos familiares (marquesado de Villamejor, vizcondado de Irueste y señorío de Romanones y Tovar), viéndose forzada a suspender su tenuta por falta de pago a la hacienda real.


La boda de Ignacio con Ana de Torres se celebró en Madrid, el 20 de marzo de 1852, entrando así en el selecto y reducido círculo de los títulos nobiliarios, pues, como medida más inmediata, pagó los derechos reales pendientes de liquidar, rehabilitando y recuperando para sí mismo el título de marqués de Villamejor, además del vizcondado y los señoríos citados, títulos que más adelante ostentarían sus  importantes e influyentes descendientes, elevando el vizcondado y los señoríos al rango de condados (Irueste, Romanones y Tovar). Fueron padres de Álvaro Figueroa y Torres, I conde de Romanones.


El matrimonio trasladó su residencia a París y, al año siguiente, a Marsella, donde se hizo cargo directamente de los negocios familiares. En 1860, cuando Marsella dejó de ser puerto estratégico para el control del comercio del plomo europeo, don José Ignacio tomó la decisión de regresar a España, fijando su residencia en Madrid.

Ya en la capital del reino, trasladó sus negocios a la zona de Linares y La Carolina, donde el marqués se convertiría en uno de los principales empresarios de la minería y la metalurgia del plomo en el continente, participando en importantes operaciones financieras, además de interesarse por el negocio inmobiliario. En efecto, sólo en Madrid adquirió más de 200 fincas urbanas, entre las que destacaba el palacete familiar que se hizo construir en la más selecta zona de la capital, al comienzo del Paseo de la Castellana, cerca de la Plaza de Colón. Más adelante, su propiedad fue transferida al infante don Carlos de Borbón, adquiriéndola después el Estado para dedicarlo a sede de la presidencia del Consejo de Ministros entre 1914 y 1977, y, más adelante, como sede del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas.



Palacio de Villamejor, en el Paseo de la Castellana de Madrid. Proyectado en 1887 por José Purkiss Zubiría y Pascual Herráiz Siloy y construido de 1887 a 1890..


Para saber más: Las dinastías españolas de fundidores de plomo de Marsella: don Luis Figueroa y Casaus (1781-1853)

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