Religioso franciscano, que introdujo en
su orden reformas importantes organizando definitivamente a los franciscanos en
España. Famoso por sus terribles penitencias, pasando noches enteras sin dormir,
y por eso ha sido elegido protector de los celadores y guardias nocturnos.
Consejero de Monarcas y nobles. Estuvo dotado de una inteligencia fuera de lo común con memoria privilegiada que le facilitó dominar la Sagrada Escritura.
Juan
de Garavito y Villela de Sanabria nació
en Alcántara (Cáceres), en el seno de
una familia noble, en 1499, aunque otras fuentes dicen en 1494. Sus padres fueron
don Alonso Garabito –un conocido jurisconsulto– y Doña María Villela de
Sanabria y Maldonado. Cambió su nombre por el de Pedro al profesar como
religioso en la Orden Franciscana, en 1516
Por su procedencia, cabe catalogarle
entre la hidalguía local cualificada, pues su padre es citado como el bachiller
Garavito, letrado y regidor, circunstancia que le permite acceder a los
estudios gramaticales e incluso a los estudios académicos en la Universidad de
Salamanca, en los años 1511-1515.
Estudió
gramática en su ciudad natal y a los 14 años fue a Salamanca para iniciar los
estudios de filosofía. Estando estudiando en la universidad de Salamanca, se
entusiasmó por la vida de los franciscanos debido a que los consideraba
personas muy desprendidas de lo material y muy dedicadas a la vida espiritual.
Pidió ser admitido como franciscano y eligió para irse a vivir al convento
donde estaban los religiosos más observantes y estrictos de esa comunidad, con
tan solo 16 años.
Tomó
el hábito, en 1515, en el convento de los Majarretes que pertenecía a la austerísima
provincia franciscana de San Gabriel, junto a Valencia de Alcántara, cercano a
la frontera portuguesa. Contribuyó a fundar un convento en Badajoz, del que fue
superior poco después. Se ordenó
sacerdote en 1524; nombrado provincial en 1538 impulsó la renovación de su
orden.
Desde
los 25 años que le hicieron guardián (superior) del convento de N.S. de los
Ángeles en Robledillo, es predicador, misionero, consejero, confesor, director
de almas ignorantes y de sabios predicadores, atiende a nobles y a reyes, le
consultan obispos y muestra preocupación por los niños.
Deseando
Pedro de Alcántara que los religiosos fueran más mortificados y se dedicaran
por más tiempo a la oración y la meditación, fundó una nueva rama de
franciscanos, llamados de "estricta observancia". El Papa Julio III le autorizó a fundar
conventos reformados que se conocen como alcantarinos. En 1556 dio comienzo
a su fundación propia en el convento de El Pedroso, extendiéndose por Galicia,
Castilla, Valencia y, más tarde, China, Filipinas y América.
Se distinguió por la penitencia y
austeridad consigo mismo, hasta
extremos que hoy parecen increíbles. Fiel al espíritu de san Francisco que pone
toda su afición en identificarse con Cristo crucificado, saca de la penitencia
las fuerzas espirituales que necesita: Nunca miró a nadie a la cara. Durante
cuarenta años dispuso tener hora y media al día de sueño, y eso, o sentado en
el suelo, o en hueco donde no cabía ni estirado ni de pie, y con un leño como
cabecera. Comía de tres en tres días legumbres o verduras con pan seco y negro;
alguna etapa la pasó alimentándose solo después de ocho días. Penitencia
corporal hasta la sangre, para domar al «hermano asno», como gustaba llamar a
su cuerpo. Así no extraña que, por flaco, pareciera un muerto salido del
sepulcro, ni que Teresa dijera que parecía estar hecho de raíces de árboles.
A
pesar de esto, se distingue por la extremada cortesía, modales finos y dulzura
con los demás. Muestra una extremada delicadeza y sensibilidad con los
sufrimientos de los otros, en especial con sus frailes, a los que alguna vez
alimentó de modo milagroso.
Desde
el inicio de la conversación, los que trataron con él se sentían atraídos por
su afabilidad. Su extrema pobreza no estaba reñida con la limpieza de ropa que
él mismo lava, cose o remienda. Sabe cultivar la amistad y ser amable en el
trato. Personajes contemporáneos suyos de primera línea gozaron de su compañía
y recurrieron a él en sus problemas: Francisco
de Borja, que llamaba su «paraíso» al convento de El Pedroso, Juan de Ribera,
Carlos V y su hija Juana, que quisieron tomarlo por confesor, Teresa de Jesús,
a quien aconseja y alienta en su reforma del Carmelo y que le admiraba por
su buen juicio y por su ascetismo;
también los reyes de Portugal le veneraban y le ayudaron en sus empresas.
Los
últimos años de su vida los dedicó a ayudar a Santa Teresa a la fundación de la
comunidad de Hermanas Carmelitas que
ella había fundado, logrando muchos éxitos en la extensión de la comunidad
carmelita.
San Pedro de Alcántara (1499-1562) es uno de los poquísimos personajes
coetáneos de Teresa cuyo nombre figura en el Libro de la Vida. Se
encontraron por primera vez, gracias a la mediación de Guiomar de Ulloa,
en agosto de 1560.
Monumento a San Pedro de Alcántara en Arenas de San Pedro |
Como
místico no le faltaron arrobos y ensimismamientos en la oración que llamaron
éxtasis. Sus biógrafos no ocultan que más de una vez cruzó ríos andando sobre
el agua, que curó enfermos de modo milagroso y que profetizó. Pero no fue fácil
la fidelidad. Tentaciones fuertes carnales tuvo que resolver de modo expedito
–muy adecuado a su concepción de la ascética– revolcándose desnudo en nieve o
hielo y arrojándose sin ropa a zarzas y espinos.
Murió
en el convento de Arenas el 18 de octubre de 1562. A partir de entonces, el
pueblo se llamó Arenas de San Pedro. Fue
beatificado por el Papa Gregorio XV en 1622 y canonizado por Clemente IX en
1669. Proclamado patrono de Extremadura, junto a la Virgen de Guadalupe, el
22 de febrero de 1962 por el papa Juan XXIII.
Nota: En 1826, san Pedro de Alcántara
fue nombrado patrono de Brasil, y en 1962 (el cuarto centenario de su muerte),
de Extremadura.
Información
extraída en su mayor parte de http://www.alfayomega.es
Para saber más: Vida del glorioso San Pedro de Alcántara padre, y maestro ...
No hay comentarios :
Publicar un comentario