martes, 29 de octubre de 2019

San Pedro de Alcántara. Promotor de la reforma de la Orden Franciscana


Religioso franciscano, que introdujo en su orden reformas importantes organizando definitivamente a los franciscanos en España. Famoso por sus terribles penitencias, pasando noches enteras sin dormir, y por eso ha sido elegido protector de los celadores y guardias nocturnos.

Consejero de Monarcas y nobles. Estuvo dotado de una inteligencia fuera de lo común con memoria privilegiada que le facilitó dominar la Sagrada Escritura.

Juan de Garavito y Villela de Sanabria  nació en Alcántara (Cáceres), en el seno de una familia noble, en 1499, aunque otras fuentes dicen en 1494. Sus padres fueron don Alonso Garabito –un conocido jurisconsulto– y Doña María Villela de Sanabria y Maldonado. Cambió su nombre por el de Pedro al profesar como religioso en la Orden Franciscana, en 1516
 

Por su procedencia, cabe catalogarle entre la hidalguía local cualificada, pues su padre es citado como el bachiller Garavito, letrado y regidor, circunstancia que le permite acceder a los estudios gramaticales e incluso a los estudios académicos en la Universidad de Salamanca, en los años 1511-1515.

Estudió gramática en su ciudad natal y a los 14 años fue a Salamanca para iniciar los estudios de filosofía. Estando estudiando en la universidad de Salamanca, se entusiasmó por la vida de los franciscanos debido a que los consideraba personas muy desprendidas de lo material y muy dedicadas a la vida espiritual. Pidió ser admitido como franciscano y eligió para irse a vivir al convento donde estaban los religiosos más observantes y estrictos de esa comunidad, con tan solo 16 años.

Tomó el hábito, en 1515, en el convento de los Majarretes que pertenecía a la austerísima provincia franciscana de San Gabriel, junto a Valencia de Alcántara, cercano a la frontera portuguesa. Contribuyó a fundar un convento en Badajoz, del que fue superior poco después. Se ordenó sacerdote en 1524; nombrado provincial en 1538 impulsó la renovación de su orden.

Desde los 25 años que le hicieron guardián (superior) del convento de N.S. de los Ángeles en Robledillo, es predicador, misionero, consejero, confesor, director de almas ignorantes y de sabios predicadores, atiende a nobles y a reyes, le consultan obispos y muestra preocupación por los niños.

Deseando Pedro de Alcántara que los religiosos fueran más mortificados y se dedicaran por más tiempo a la oración y la meditación, fundó una nueva rama de franciscanos, llamados de "estricta observancia". El Papa Julio III le autorizó a fundar conventos reformados que se conocen como alcantarinos. En 1556 dio comienzo a su fundación propia en el convento de El Pedroso, extendiéndose por Galicia, Castilla, Valencia y, más tarde, China, Filipinas y América.

Se distinguió por la penitencia y austeridad consigo mismo, hasta extremos que hoy parecen increíbles. Fiel al espíritu de san Francisco que pone toda su afición en identificarse con Cristo crucificado, saca de la penitencia las fuerzas espirituales que necesita: Nunca miró a nadie a la cara. Durante cuarenta años dispuso tener hora y media al día de sueño, y eso, o sentado en el suelo, o en hueco donde no cabía ni estirado ni de pie, y con un leño como cabecera. Comía de tres en tres días legumbres o verduras con pan seco y negro; alguna etapa la pasó alimentándose solo después de ocho días. Penitencia corporal hasta la sangre, para domar al «hermano asno», como gustaba llamar a su cuerpo. Así no extraña que, por flaco, pareciera un muerto salido del sepulcro, ni que Teresa dijera que parecía estar hecho de raíces de árboles.

A pesar de esto, se distingue por la extremada cortesía, modales finos y dulzura con los demás. Muestra una extremada delicadeza y sensibilidad con los sufrimientos de los otros, en especial con sus frailes, a los que alguna vez alimentó de modo milagroso.

Desde el inicio de la conversación, los que trataron con él se sentían atraídos por su afabilidad. Su extrema pobreza no estaba reñida con la limpieza de ropa que él mismo lava, cose o remienda. Sabe cultivar la amistad y ser amable en el trato. Personajes contemporáneos suyos de primera línea gozaron de su compañía y recurrieron a él en sus problemas: Francisco de Borja, que llamaba su «paraíso» al convento de El Pedroso, Juan de Ribera, Carlos V y su hija Juana, que quisieron tomarlo por confesor, Teresa de Jesús, a quien aconseja y alienta en su reforma del Carmelo y que le admiraba por su buen juicio y por su ascetismo; también los reyes de Portugal le veneraban y le ayudaron en sus empresas.

Los últimos años de su vida los dedicó a ayudar a Santa Teresa a la fundación de la comunidad de Hermanas Carmelitas que ella había fundado, logrando muchos éxitos en la extensión de la comunidad carmelita.

San Pedro de Alcántara (1499-1562) es uno de los poquísimos personajes coetáneos de Teresa cuyo nombre figura en el Libro de la Vida. Se encontraron por primera vez, gracias a la mediación de Guiomar de Ulloa, en agosto de 1560.

Monumento a San Pedro de Alcántara en Arenas de San Pedro
Como místico no le faltaron arrobos y ensimismamientos en la oración que llamaron éxtasis. Sus biógrafos no ocultan que más de una vez cruzó ríos andando sobre el agua, que curó enfermos de modo milagroso y que profetizó. Pero no fue fácil la fidelidad. Tentaciones fuertes carnales tuvo que resolver de modo expedito –muy adecuado a su concepción de la ascética– revolcándose desnudo en nieve o hielo y arrojándose sin ropa a zarzas y espinos.

Murió en el convento de Arenas el 18 de octubre de 1562. A partir de entonces, el pueblo se llamó Arenas de San Pedro. Fue beatificado por el Papa Gregorio XV en 1622 y canonizado por Clemente IX en 1669. Proclamado patrono de Extremadura, junto a la Virgen de Guadalupe, el 22 de febrero de 1962 por el papa Juan XXIII.

Nota: En 1826, san Pedro de Alcántara fue nombrado patrono de Brasil, y en 1962 (el cuarto centenario de su muerte), de Extremadura.

Información extraída en su mayor parte de http://www.alfayomega.es



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