martes, 26 de noviembre de 2019

Juan Antonio Gutiérrez de la Concha y Mazón. Brigadier de la Real Armada. Matemático



Marino y militar ilustrado, de larga trayectoria en el Virreinato del Río de la Plata, que llegó a ser gobernador de Córdoba de la Nueva Andalucía y murió fusilado por orden de la Primera Junta a causa de su lealtad al rey de España Fernando VII.

Juan Antonio Gutiérrez de la Concha y Mazón de Güemes nació en Esles, en el Valle del Cayón (Santander), el 3 de octubre de 1760, siendo sus padres, Jacinto Gutiérrez de la Concha y Montero, y María Mazón y de la Sierra. Tanto sus padres como sus bisabuelos eran naturales de Esles, y de linaje hidalgo, de las Montañas.


Don Juan Antonio casó con la dama bonaerense Petra Irigoyen y Quintana, con la que tuvo una hija y tres hijos. Dos de ellos: Manuel y José, llegaron a los más altos puestos militares y les fueron concedidos los marquesados del Duero y de La Habana, respectivamente.

Con quince años, el 15 de septiembre de 1775, sentó plaza de guardiamarina, en la compañía del Departamento de Cádiz (Exp. Nº 1.401). Embarcó en agosto de 1776, a bordo del navío  San José, que pertenecía a la escuadra del marqués de Casa-Tilly, protegiendo al convoy que transportaba al ejército del general Cevallos hacía las costas del Brasil, para reconquistar las territorios españoles que habían sido  ocupados por los portugueses, conquistando la isla de Santa Catalina y la colonia de Sacramento. A su regreso a Cádiz, años más tarde, por Real orden del 4 de agosto de 1781, se le ascendió al grado de alférez de navío (asistió al bombardeo de Argel, en 1783, y al combate naval que se produjo frente a la misma plaza al año siguiente) ascendiendo el 15 de noviembre de 1784, al grado de teniente de fragata y, cinco años más tarde, el 20 de septiembre de 1789 al de teniente de navío.

Sus conocimientos de matemáticas y astronomía, que había adquirido en unos cursos del Arsenal de Cartagena, le sirvieron para formar parte de la expedición científica capitaneada por Alejandro Malaspina y Meli en la que participaron también otros oficiales cántabros, como José Bustamante y Guerra (coorganizador de la expedición) Antonio de Tova Arredondo y Ciriaco Ceballos-Neto. La empresa, que partió de Cádiz, a bordo de las corbetas Descubierta y Atrevida, recorrió entre 1789 y 1794 las costas del Cono Sur y el Pacífico del continente americano y realizó diversas escalas en diversos puntos de Asia y Oceanía. El 25 de enero de 1794 fue ascendido a capitán de fragata y, en 1795, fue destinado a la comisión que debía fijar los límites entre las posesiones españolas en el continente americano y Brasil.

En 1802 regresó a España, tras serle encomendada la preparación de una nueva edición del acreditado Curso de Matemáticas de Gabriel de Ciscar. Al concluir con su trabajo, por Real orden del 21 de agosto de 1803 se le comisionó para negociar con la compañía marítima del Río de la Plata ciertos acuerdos, por lo que embarcó en la fragata Astrea, zarpando de la bahía de Cádiz con rumbo a Montevideo.

De regreso al virreinato del Río de la Plata, al año siguiente, y siendo ya capitán de fragata, obtuvo el mando del apostadero de la ensenada de Barragán, en el estuario del Mar de la Plarta, puesto en cuyo ejercicio desempeñó diversas comisiones. En 1806, una expedición británica al mando del general Beresford y el almirante Popham se hizo con el control de la ciudad de Buenos Aires el 25 de junio. El virrey había huido y toda la oficialidad se rindió, salvo el capitán de navío Santiago de Liniers y Bremond, que pudo llegar a Uruguay. Allí se encontraba Gutiérrez de la Concha con su escuadrilla y, con la ayuda del brigadier de la Armada Huidobro lograron reunir unos 2.500 hombres, que desembarcaron el 4 de agosto al Noroeste de Buenos Aires, y solicitan la rendición a Beresford, pero al ser rechazada, inician el ataque el 9 y, tras reñidos combates durante tres días, logran la completa rendición de los ingleses, obteniendo un gran botín. Ambos jefes son ascendidos: Liniers a brigadier y Concha a capitán de navío, al tiempo que es nombrado gobernador-intendente de la provincia del Tucumán, en Córdoba (Argentina).

Un año más tarde, un destacamento de 10.000 hombres al mando del general Whitelocke, conquistó Montevideo el 3 de febrero de 1807, y desde allí lograron poner pie de nuevo en Buenos Aires, el 4 de julio. La lucha fue muy violenta, y tomó parte en ella Gutiérrez de la Concha, que había acudido desde Córdoba con 400 soldados. Después de hacer frente durante más de tres horas a 3.000 ingleses, perdido la mitad de los suyos, entre ellos a siete oficiales, y herido dos veces, fue hecho prisionero junto a sus hombres. Finalmente, los británicos, tras haber perdido más de 4.000 efectivos, capitularon el día 5, con lo que fracasó definitivamente su segundo intento y se pudo salvar el virreinato. Esta acción le valió a Concha un nuevo ascenso a brigadier de Marina (Real orden de 2 de diciembre de 1807) y el retorno a su destino en Córdoba.

Regresó a tomar posesión del cargo de Gobernador de Córdoba de Tucumán, que no lo había podido ocupar oficialmente, a causa de la primera invasión británica.

El estallido independentista de Buenos Aires en mayo de 1810 sorprendió a Gutiérrez de la Concha en Córdoba. Organizó la reacción realista y se le unió Liniers. Sin embargo, el partido realista se quedó aislado y se vieron obligados a retirarse al Alto Perú. Engañados por los guías durante su huida, cayeron en poder de las tropas de la Junta Gubernativa, al mando del militar Francisco Ortiz de Ocampo, y se les condenó a muerte, a ser aracbuceados.

Ocampo y su delegado político Hipólito Vieytes decidieron desobedecer la orden de fusilarlos y los enviaron a Buenos Aires. Pero al llegar la noticia a la capital, la Junta reiteró la orden y envió al vocal Juan José Castelli hacia el norte, dispuesto a cumplirla. y fueron fusilados el 26 de agosto en la Pampa del Monte de los Papagayos, cerca de la casa de postas de Cabeza del Tigre.

Sus cadáveres fueron abandonados, pero gentes de la hospedería los sepultaron en secreto bajo la palabra Clamor, formada con las iniciales de sus apellidos, lo que permitiría su identificación años después y que fueran traídos sus restos a España en 1864. Desde entonces reposan en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando.

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