Gobernador de la provincia de Nuevo
México, se le recuerda por haber participado en varias expediciones de
exploración en las que consiguió encontrar una ruta por tierra segura desde
México hasta la actual California. La ruta por él abierta permitió la llegada
de numerosos colonos y la fundación de ciudades como San Francisco, Los Ángeles
y San José.
Nacido
en el presidio de Fronteras, Sonora (México), en julio de 1736, fue hijo de
Juan Bautista de Anza (capitán del ejército virreinal español, que murió en una
confrontación con indios apaches cuando él tenía alrededor de tres años de edad.
Nacido en 1693, emigró a América con 19 años, donde inicialmente se dedicó a la
minería, pero pronto pasó a la milicia, ascendiendo rápidamente en el escalafón
después de casarse con María Rosa, hija del general Antonio Becerra Nieto y
Gregoria Gómez de Silva, vecinos de Janos, en el estado de Chihuahua en México).
Fueron sus abuelos paternos Antonio de Ansa (boticario de profesión) y Lucía de
Sasoeta originarios de Hernani (Guipúzcoa), de donde fueron todos sus
ascendientes por cuatro costados “nobles hijosdalgo de limpia y notoria
sangre”, según consta en una Probanza de Nobleza que Don Antonio solicitó al
rey, en beneficio de sus hijos, el 5 de enero de 1718 (Archivo General de
Guipúzcoa, SS 212, Exp. 2, ff. 1-2v).
Siendo
muy joven, en diciembre de 1751, ingresó en el ejército como cadete de
caballería, bajo el tutelaje de su cuñado, Gabriel de Vildosola, y en él pasó
más de 25 años de acción constante defendiendo a las poblaciones y propiedades
de aquella región de las depredaciones de los apaches, comanches, pimas, seris
y pápagos, que asesinaban, secuestraban, arrasaban y robaban todo lo que hallaban
a su paso, y más tarde abriendo rutas de comunicación entre los territorios de
Sinaloa, Baja California, Sonora, Chihuahua, Arizona, Nuevo México y
California, hasta el río Arkansas, el Colorado y el Gila, que exploró
minuciosamente y de los que hizo los correspondientes levantamientos
topográficos con sus respectivos mapas.
En
diciembre de 1759 fue nombrado capitán del presidio de Tubac (Arizona), y el 24
de junio de 1761 se casó en Arizpe (Sonora) con Ana María Pérez Serrano.
En
1767 cumple la orden del Rey Carlos III arrestando y expulsando a los jesuitas
que habían establecido las misiones en el estado de Sonora. Muchos mueren por
las penalidades del viaje que dura casi dos años. Les sustituyen los
monjes franciscanos.
En
1772 recibió permiso del virrey para buscar y abrir una ruta a la Alta
California, que cruzaría todo el territorio apache y que precisamente era a lo
que iba su padre cuando fue muerto por los apaches el 9 de mayo de 1740. En
1773 partió de (San Ignacio de) Tubac a abrir la ruta de 600 leguas hacia San
Francisco (Alta California) para comunicar la región, pacificar a los indios , proteger y afirmar
las misiones establecidas por los jesuitas, que eran 32 más las 25 de los
franciscanos y 8 de otras congregaciones, que evangelizaban a los indios y les
enseñaban a cultivar la tierra y fabricar artesanías, con lo cual cambiaron su
vida y sus costumbres nómadas a sedentarias y se dedicaron a criar ganado y a
cultivar los campos, en lugar de a guerrear.
De
Anza regresó a Tubac después de una escala en el nuevo presidio de (San Carlos
de) Monterrey en mayo de 1774 y quedó al frente de la Compañía de este lugar y como
reconocimiento, fue ascendido a Teniente Coronel. En enero de 1775 combatió
nuevamente a los seris en la expedición dirigida por el Coronel Domingo
Elizondo.
Al
recibir órdenes del virrey Don Antonio Maria Bucareli y Ursua de dirigirse
nuevamente a San Francisco por la presencia de exploradores
ingleses y rusos, en marzo de 1775 empezó a reclutar voluntarios por la zona (en
las poblaciones de Culiacán Álamos, Buenavista y en San Miguel de Horcasitas) y a hacer los preparativos de la expedición, que
partió el 23 de octubre de ese año desde Tubac –población que había sido atacada tres semanas antes por los apaches, que
se llevaron consigo los más de 500 caballos que se habían reunido para apoyar
el viaje– con 300 hombres y unas 1.000
cabezas de ganado vacuno, provisto con vituallas suficientes a lomo de mula
(sin carruajes) para mayor agilidad de la marcha. Eligió como teniente de la
expedición a José Joaquín Moraga, y al fraile franciscano Pedro Font como
capellán, por su habilidad para fijar las coordenadas.
La
expedición siguió el cauce del río Santa Cruz hasta su unión con el río Gila, y
continuó por éste hasta encontrar el río Colorado que cruzaron con la ayuda de
los indios yuma. El viaje se hacía más difícil según avanzaban entre colinas y
desiertos del sudoeste de California y de Anza dividió la expedición en tres
grupos, que viajaban a un día de distancia uno de otro para permitir que se
llenaran los pozos de agua.
Llegaron
a la misión de San Gabriel el 4 de enero de 1776 y, desde ahí, viajaron por
caminos conocidos bordeando la costa de California, llegando a Monterrey, a la
misión de San Carlos Borromeo de Carmelo, el 10 de marzo del mismo año. De Anza
exploró la Bahía de San Francisco para ubicar los lugares donde se fundarían un
presidio (fortificación) y una misión (bajo la dirección de Fray Junípero Serra). El 14 de abril de
1776 inició el viaje de vuelta, y de regreso a la capital mexicana es
nombrado Comandante de las tropas de Sonora en octubre de 1776 y, el 24 de agosto
de 1777, Gobernador de la Provincia de Nuevo México (abarcaba parte de los
estados de Chihuahua (México) y Nuevo México (Estados Unidos), cargo que
desempeñó durante 10 años.
En
1779 emprende una expedición de castigo contra los comanches, cuyo jefe, Cuerno
Verde muere en batalla, y a partir de ese momento se pudo poner en paz a las
diversas tribus, no sólo entre ellas mismas sino también con los colonos, que
finaliza con un tratado de paz respetado largo tiempo, y acordado entre los
indígenas y los gobiernos de México, España y Estados Unidos. El lugar de la victoria se conoce como Los Dolores de María Santísima (en las montañas Greenhorn).
En
1780 emprendió otra expedición de la ciudad de Santa Fe (en Arizona), a la de
Arizpe (en Sonora), con 800 hombres y 2.500 caballos, con el fin de mejorar las
comunicaciones entre ambas zonas, al oeste de El Camino Real de Tierra Adentro.
Solicita
el cese como Gobernador de Nuevo México en noviembre de 1786, lo que se le
concede en 1787 cuando se el nombra comandante del presidio de Buenaventura (antes
denominado Fronteras) y de todas las tropas de Sonora. Nombrado comandante del
presidio de Tucson (ahora en Arizona) en 1788, el 19 de diciembre, después de
dirigir una revista de las tropas, al regresar a su hogar en Arizpe falleció
repentinamente, por lo que no pudo tomar posesión del nuevo cargo. Su viuda falleció en la misma ciudad en 1800.
Nota: La hermana de este personaje, de
raza “vizcaína-criolla” como indican los documentos de la época, es ascendiente
directa de Leonardo Torres Quevedo.
Presidios. Se designaba con este nombre a sitios de avance
en la periferia del Reino de la Nueva España para la defensa de las poblaciones
contra las incursiones y ataques de los indios. Contaban con guarniciones de
tropas “presidiales” de Caballería a cuyos componentes se les conocía como “soldados
de cuera” porque usaban como protección una especie de saco largo de cuero y
polainas del mismo material, conocidas como “botas de campana.
A algunas fortalezas que España conservó en Italia durante el S.XVIII también se les denominó presidios.
ResponderEliminar